Las Entrevistas de El Gráfico

1987. Una hermosa historia de amor…

Gustavo Costas atravesaba una lesión, le concedió esta entrevista a El Gráfico donde repasó toda su vida ligada a Racing. El descenso, el ascenso y también la travesía de los jugadores de la Academia en Argentino de Mendoza.

Por Redacción EG ·

19 de febrero de 2020

Este es un caso de jugador e hincha al mismo tiempo. La vieja y hermosa historia del amor a la camiseta. Es el caso de Gustavo Adolfo Costas, el capitán de Racing, quien se dio el gran gusto personal de salir a la cancha vestido con la celeste y blanca a los tres años, como mascota del equipo de José. Desde entonces late al unísono con su equipo. Conoce mejor que nadie los vaivenes del club en estos últimos años y quizás por ese es el que más disfruta este presente tan distinto.

Pero su historia no acaba en ese amor a Racing. Por el contrario, debió sobreponerse a una seria lesión que lo alejó casi un año de las canchas y ahora vuelve a calzarse el yeso sobre una de sus piernas. Conoce muy bien las dos caras de la vida y por eso puede decir cosas como éstas:

"Me habían operado por segunda vez en la rodilla y fui a una revisación. El doctor me dijo que nadie salía en muletas de su consultorio. Yo llevaba 90 días enyesado y me dolía todo. Apreté los dientes y caminé sin ayuda... se me caían las lágrimas, pero seguí adelante.

Imagen A upa de Juan Carlos Rulli, en 1966, como mascota del Equipo de José.
A upa de Juan Carlos Rulli, en 1966, como mascota del Equipo de José.

"Volví a jugar, pero todavía rengueaba. Uno no puede volver a ser el mismo en el primer año. Hay que saber esperar. Fue entonces cuando un director técnico me dijo: 'Gustavo, nunca más vas a poder jugar al fútbol'. No le creí. Y me propuse demostrarle que estaba equivocado."

 

El sueño del pibe 

Siempre se respiró fútbol en la vieja casa de la calle Capdevila, allá en Avellaneda. A partir de Raúl, el padre, y con el guiño cómplice de Joaquina, la madre. Y el sueño fue creciendo de a poquito en las divisiones inferiores, hasta que el debut se hizo realidad:

—Lo que son las cosas —recuerda Gustavo—. Justo que me toca jugar en primera, lo operan a papá. Hubo que hacerle dos bypass en el corazón y después tuvo que dejar su trabajo de obrero gráfico. Inesperadamente, pasé a ser el sostén de la familia.

Esperaban también que Leonardo Fabio, el hijo mejor, terminara sus estudios y siguiera el mismo camino que su hermano, Gustavo se iba consolidando:

—Me afirmé pronto en el equipo y, poco después, Bilardo me llevó a Toulón con la Selección. Ganaba dinero, era el capitán de Racing... todo parecía andar bien. Hasta que en un entrenamiento se me cortó el tendón rotuliano. Es una lesión rara, pero muy desgraciada. Me tuvo un año sin poder jugar...

—Tu lesión coincidió con el descenso de Racing. Más de la mitad de los partidos del '83 no los pudiste jugar. ¿Alguna vez pensaste que Racing se hubiera salvado de ir a la B si no te hubieras lesionado?

—Ese tipo de compromisos se salvan o se pierden entre todos. Nadie es tan importante...

—Te tuvieron que operar dos veces de la rodilla. ¿Qué pasó?

—Es que seguía inflamada. Papá quería probar con otro médico, pero en Racing no lo autorizaron. Como yo conocía a Bochini y a Pastoriza, pudimos llegar hasta el doctor Fernández Schnoor. Me revisó, pero no quería operarme por una cuestión de ética. Decía que primero estaba el médico de mi club, que era el doctor Pintos. Hubo que insistirle varios días, y entre muchos, para que cambiara de opinión. Finalmente aceptó. La operación la pagué con mi dinero. Racing no se quiso hacer responsable por lo que pudiera pasar, ya que no estaba utilizando sus servicios.

Imagen Entre los brazos del Chango Cárdenas y en el medio del Equipo de José. Esa mascotita es Gustavo Costas. Tenía tres años de edad.
Entre los brazos del Chango Cárdenas y en el medio del Equipo de José. Esa mascotita es Gustavo Costas. Tenía tres años de edad.

—Esa vez todo fue bien, pero ahí comenzó la verdadera batalla, ¿no?

—Sí. Tuve 90 días de yeso, 60 de ellos en la cama. Pero yo quería volver. La pierna había perdido el músculo. Empecé a entrenarme como loco. El profesor Von Foster me recomendó unos ejercicios especiales. Me fui a Viedma, donde vive mi hermana Mabel, para correr en la playa. Allá hay una arena finita y te enterrás hasta la cintura. Estuve quince días corriendo y subiendo médanos. Volví a Buenos Aires y me fui de pretemporada con el equipo a Necochea. Trabajábamos en doble turno, y yo, después, seguía solo con mis ejercicios. Sí fue muy duro, muy duro...

—¿En algún momento pensaste que todo ese esfuerzo podía ser inútil?

—Nunca. Siempre creí en mí. Fui el único que jamás aflojó, además de mis padres, mi hermano y mi novia. Mirá, yo siempre fui católico, ¿no?... Bah, lo era como todo el mundo. Nunca iba a la iglesia y esas cosas. Pero estando tan mal, necesité aferrarme a algo. Y fue así que me reencontré con Dios. Fue muy importante para mí. En mis momentos de soledad, Dios estuvo a mi lado para darme fuerzas. Desde entonces me hice un católico verdaderamente practicante.

—¿Vas a la iglesia, ahora?

—Siempre. No dejo sábado sin ir, Quiero estar con Dios en las buenas, porque él me acompañó en las malas.

—Y ahora, de vuelta con el yeso puesto. ¿Qué pasó?

—Esto no es nada comparado con lo que me pasó antes. Fui a saltar junto con Batista y caí sobre su pie. Me lo torcí. Creí que se trataba de un esguince, por el dolor. Pero luego, afuera, en el costado de la cancha, me enteré de que se me había zafado un tendón chiquito en la zona del tobillo. Es una cosa muy rara, me dijeron.

Imagen En su casa, con el yeso que debió llevar por tres meses, cuando se rompió el tendón rotuliano.
En su casa, con el yeso que debió llevar por tres meses, cuando se rompió el tendón rotuliano.

—¡¨Otra vez una lesión rara!¨

—Sí, es increíble, ¿no? Pero esto es más fácil. Me operaron el martes. Debo permanecer con yeso sólo 15 días. Después me van a poner una canillera americana, que me va a mantener la pierna sin movimiento. Lo hacen para que el yeso no me coma músculos. Por suerte, fue en la otra pierna. En la derecha.

—¿Cuándo volvés?

—Creo que en 45 días. Ya estoy loco. No veo las horas...

 

Racing, ese amigo enfermo...

—Este presente de Racing sorprende a muchos. ¿Cómo fue posible cambiar tanto en tan poco tiempo?

—La gente no sabe la verdadera historia de este equipo. Mirá, después de ganar el ascenso estuvimos seis meses sin jugar y tampoco habíamos cobrado el premio por ganar el octogonal. Algunos muchachos pensaron en mandar el telegrama, hasta que se dieron cuenta de que eso no servía. Racing era como una fábrica a punto de cerrar y había que poner el hombro para que siga funcionando. Y así, en la adversidad, se formó el grupo. Dijimos: ¿No hay un peso? Bueno, salgamos a conseguirlo...

—Y se fueron hasta Mendoza...

—Así es. Fuimos a jugar el campeonato mendocino para Argentino. Era la única manera de poder cobrar. Viajábamos todas las semanas en un ómnibus que se paraba a cada hora porque el motor recalentaba. En el asiento delantero, Colombatti, Cordero y yo hacíamos las cuentas. Yo era el tesorero y, cuando entraba algo de plata, determinaba cuánto le correspondía a cada uno. No... si este equipo tiene su historia...

Imagen Encabeza, como capitán, la salida de su equipo en el Monumental para conseguir el ascenso a Primera frente a Atlanta, en 1985.
Encabeza, como capitán, la salida de su equipo en el Monumental para conseguir el ascenso a Primera frente a Atlanta, en 1985.

—¿Y sólo por eso...?

—Por eso y mucho más. Este es un grupo con hambre, con ganas de revancha, de gloria. Además, hay varios hinchas adentro. Está el caso de mi hermano. Es tan hincha que aquella vez que Racing perdió con Gimnasia en Avellaneda y no pudo ascender, no volvió a casa. Lo salimos a buscar con mi viejo. Se había quedado en la tribuna, solo, llorando...

—¿Te dolió no haber sido designado para la Selección? Muchos lo descontaban...

—Me duele no estar. Pero, por ahora, mi pensamiento es Racing. Es como un amigo enfermo al que hay que ayudar. Este es un año especial y hasta puede ser el del despegue. Y quiero volver pronto para estar a su lado...

—Gustavo: ¿alguna vez pensaste la posibilidad de jugar contra Racing para otro equipo? Sos un profesional...

—No me hagás esa pregunta...

Todavía no me la pude contestar. Es como si se la hicieras a un hincha. Yo... yo soy un tipo de la tribuna dentro de la cancha...

 

 

Por RODOLFO PIOVERA (1987).

Fotos: JULIO GIUSTOZZI y ARCHIVO "EL GRÁFICO".