Las Entrevistas de El Gráfico

2007. Carne de diván

Facundo Sava combinaba sus dos pasiones, el fútbol y la psicología social. Con ideas claras le brinda esta entrevista a El Gráfico donde habla de la educación que recibe el jugador y que pasa después del retiro.

Por Redacción EG ·

05 de agosto de 2019

Sa­lu­da y pi­de dis­cul­pas por los diez mi­nu­tos de re­tra­so. Di­ce que la au­to­pis­ta a la que se zam­bu­lló en Itu­zain­gó es­ta­ba a full. Un bar­ci­to del club, to­da­vía con las si­llas de pun­ta mi­ran­do el te­cho y sin de­ma­sia­das ten­ta­cio­nes gas­tro­nó­mi­cas so­bre el mos­tra­dor, se­rá el es­pa­cio pa­ra la char­la. La puer­ta abier­ta de­ja en­trar un vien­ti­to le­tal. To­da­vía no son las 9 de la ma­ña­na y fal­ta más de una ho­ra pa­ra el en­tre­na­mien­to en la can­cha de Ra­cing, un lu­gar que Facundo Sava co­no­ce muy pe­ro muy bien. Es hin­cha de la Aca­dé des­de chi­qui­to. Y de ver­dad. No es uno de esos que lle­gan a un club y lo di­cen pa­ra que­dar bien. Ese fa­na­tis­mo lo he­re­dó de Al­ber­to, su pa­pá. El mis­mo que con el tiem­po le tras­la­dó la pa­sión por la psi­co­lo­gía so­cial y el tra­ba­jo en gru­pos.

Lle­gó al club ha­ce una tem­po­ra­da, des­pués de cua­tro años en Eu­ro­pa, y la ilu­sión de pe­lar bien arri­ba se le vi­no aba­jo en­se­gui­da. Las pe­leas de Mer­lo con De To­ma­so, los ma­los re­sul­ta­dos, la lle­ga­da de Gus­ta­vo Cos­tas y la re­pen­ti­na ven­ta de Mo­ra­lez, ge­ne­ran en su ca­be­za un amar­go li­cua­do di­fí­cil de di­ge­rir.

–Fa­cun­do, ¿te ima­gi­nas­te otra co­sa cuan­do lle­gas­te a Ra­cing el año pa­sa­do?

–La verdad es que me ima­gi­na­ba pe­lear el cam­peo­na­to, co­sa que no ocu­rrió y eso me pro­du­jo una gran de­cep­ción.

–¿El sue­ño de ser cam­peón se pue­de que­brar só­lo por­que se fue Mo­ra­lez?

–No, no es la ex­cu­sa. No es la ex­cu­sa. El ena­no pa­ra no­so­tros era un ju­ga­dor im­por­tan­te, co­mo lo era Gon­za­lo (Ber­ges­sio). To­do de­pen­de de un tra­ba­jo en equi­po. Yo veo el Bar­ce­lo­na y si jue­ga o no Ro­nald­inho pa­ra ellos es lo mis­mo.

–¿Có­mo vi­vió el ves­tua­rio el día que Mer­lo ex­plo­tó en la sa­la de con­fe­ren­cia de pren­sa y al ra­ti­to lo echa­ron?

–Era al­go que se veía ve­nir. Las co­sas no es­ta­ban bien. Se dio así…

Ca­sa­do con Cynt­hia, tie­ne dos hi­jos: Va­len­ti­na (8 años) y Joa­quín (3). Nin­gu­no le sa­lió co­lo­ra­do. Y ase­gu­ra que ce­rró la fá­bri­ca. Di­ce que co­mo pa­dre im­ple­men­ta la es­tra­te­gia de la res­pon­sa­bi­li­dad, la mis­ma que in­ten­ta po­ner en prác­ti­ca con sus com­pa­ñe­ros de equi­po: “A mis hi­jos tra­to de ex­pli­car­les to­do, que en­tien­dan pa­ra qué sir­ven las co­sas. No me gus­ta obli­gar­los a na­da. Si mi hi­ja tie­ne una prue­ba en el co­le­gio, yo no le di­go que va­ya a es­tu­diar. Ella sa­be que tie­ne una obli­ga­ción que cum­plir. Si le va mal, en la pró­xi­ma ten­drá que me­jo­rar. Y si le va bien, se tie­ne que es­for­zar pa­ra que le va­ya me­jor”.

 

Imagen Facundo Sava es psicólogo social, al igual que su padre.
Facundo Sava es psicólogo social, al igual que su padre.
 

Re­ci­bi­do de psi­có­lo­go so­cial en la Es­cue­la de En­ri­que Pi­chon Ri­viè­re, Fa­cun­do se ga­nó un lu­gar en el mun­do del fút­bol no só­lo por su fa­ma de ju­ga­dor po­li­fun­cio­nal (aun­que aho­ra a los 33 años ya na­die lo co­rre de su po­si­ción de nue­ve de área), si­no tam­bién por sus in­quie­tu­des in­te­lec­tua­les y la lu­cha por in­cor­po­rar a la psi­co­lo­gía en un plan­tel pa­ra me­jo­rar las re­la­cio­nes in­ter­per­so­na­les y has­ta pa­ra ga­nar un par­ti­do de fút­bol.

–Fa­cun­do, ¿quién sa­có más cha­pa: Cha­truc con la co­ci­na o vos con la psi­co­lo­gía so­cial?

–(No le gus­tó la pre­gun­ta) A mí no me im­por­ta sa­car cha­pa o no. Lo que me im­por­ta es có­mo la pa­sé y lo que apren­dí ha­cien­do la ca­rre­ra. Los ami­gos que hi­ce y lo que si­go apren­dien­do. Lo que di­gan o no, no me in­te­re­sa pa­ra na­da. Te dé cha­pa o no. Lo que apren­dí y si­go apren­dien­do, tra­to de vol­car­lo en mi tra­ba­jo. Pa­ra re­ci­bir­me de psi­có­lo­go so­cial me ayu­da­ron mu­cho mi vie­jo y to­dos los en­tre­na­do­res que tu­ve. Me die­ron apo­yo y con­ten­ción. Es bue­no es­tu­diar, te ayu­da a en­fren­tar­te con otras co­sas, a pen­sar en otras co­sas, no siem­pre en el fút­bol. A co­no­cer gen­te, a cre­cer.

–Pe­ro to­da­vía no pu­dis­te im­ple­men­tar tus co­no­ci­mien­tos den­tro de un plan­tel.

–Sí pu­de. Has­ta aho­ra, en to­dos los equi­pos don­de ju­gué, tra­té de que la co­mu­ni­ca­ción sea bue­na, or­ga­ni­zo reu­nio­nes y ha­bla­mos. No lo ha­go co­mo un coor­di­na­dor, pe­ro des­de mi lu­gar de ju­ga­dor tra­to de ayu­dar lo que más pue­da al equi­po.

–¿Y lo ha­cés a pe­di­do del téc­ni­co o te man­dás por tu cuen­ta?

–No, lo ha­go por mi cuen­ta. Por­que ob­ser­vo que es bue­no pa­ra el equi­po. Si lle­go a un pun­to en el que no pue­do ha­cer na­da, no si­go. Tam­bién co­noz­co mis li­mi­ta­cio­nes. Cuan­do sea en­tre­na­dor se­rá dis­tin­to. Pe­ro co­mo ju­ga­dor hay co­sas que se pue­den ha­cer.

–¿Por ejem­plo?

–Ha­cer reu­nio­nes en­tre no­so­tros. El ju­ga­dor de fút­bol debe te­ner ma­yor par­ti­ci­pa­ción y res­pon­sa­bi­li­da­des. Aden­tro de la can­cha, pe­ro tam­bién afue­ra.

–¿Y ha­blan só­lo de fút­bol o de otros te­mas?

–De to­do. Por ejem­plo, cuan­do ha­bla­mos de fút­bol la idea es opi­nar de tác­ti­cas, es­tra­te­gias, las for­mas de en­tre­na­mien­tos, las con­cen­tra­cio­nes. To­do eso des­pués se ve re­fle­ja­do en la can­cha. Eso sí, pa­ra ser más pro­fun­dos los ju­ga­do­res tam­bién te­ne­mos que es­tar pre­pa­ra­dos. Y en mu­chos ca­sos no se pue­de avan­zar.

–¿Dón­de es­tá la di­fi­cul­tad?

–En la edu­ca­ción que re­ci­bi­mos. En es­pe­cial los de nues­tra ge­ne­ra­ción, los que te­ne­mos más de 30 años. A no­so­tros y a nues­tros pa­dres siem­pre, o ca­si siem­pre, nos di­je­ron lo que te­nía­mos que ha­cer. Re­ci­bi­mos una edu­ca­ción muy rí­gi­da. Se ha­ce lo que yo di­go y na­da más. Ese era el men­sa­je. Igual, creo que es­tá cam­bian­do en los más chi­cos. Ten­go la sen­sa­ción de que to­man más pro­ta­go­nis­mo y eso es bue­no.

–Da­me un ejem­plo bien fut­bo­le­ro, de par­ti­do.

–El te­ma es es­tar con­ven­ci­do de lo que uno ha­ce. Y ha­cer­se res­pon­sa­ble por eso. No es cues­tión de ha­cer es­to y lis­to. En el fút­bol pa­sa lo mis­mo. Si en­tre to­dos –ju­ga­do­res y cuer­po téc­ni­co– nos con­ven­ce­mos de que al pró­xi­mo ri­val te­ne­mos que pre­sio­nar­lo, se­gu­ro nos va a dar más res­pon­sa­bi­li­da­des a la ho­ra del par­ti­do. Y más re­sul­ta­do. Si al­guien no lo ha­ce, es co­mo que te es­tás ca­gan­do a vos mis­mo. No es lo mis­mo que ven­ga al­guien y te di­ga: “Va­mos to­dos pa­ra atrás”. Es­tá bien, va­mos. Pe­ro yo no es­toy de acuer­do con eso. Lo ha­go, to­tal si nos va mal no es mi res­pon­sa­bi­li­dad. Por eso es bue­no que el ju­ga­dor asu­ma res­pon­sa­bi­li­da­des, pe­ro pa­ra eso el en­tre­na­dor tie­ne que es­tar muy pre­pa­ra­do. No se pue­de to­car de oí­do.

Imagen En Racing disputó dos temporadas. Jugando un total de 66 partidos y convirtiendo 29 goles.
En Racing disputó dos temporadas. Jugando un total de 66 partidos y convirtiendo 29 goles.

–¿Y los en­tre­na­do­res es­tán pre­pa­ra­dos pa­ra com­par­tir las de­ci­sio­nes con el gru­po?

–Los ar­gen­ti­nos cree­mos que nos las sa­be­mos to­das. Es im­po­si­ble que un en­tre­na­dor sea psi­có­lo­go si no es­tu­dió. Po­dés ha­ber vi­vi­do co­sas, pe­ro la psi­co­lo­gía es es­tu­dio. No es fá­cil re­ci­bir­se. Y, ojo, yo no soy psi­có­lo­go, soy psi­có­lo­go so­cial, que es dis­tin­to. Tam­po­co pue­do ha­blar de psi­co­lo­gía por­que no sé.

–Có­mo vi­vis­te des­de aden­tro la par­ti­da de Ma­xi Mo­ra­lez, un chi­co de 20 años, al fút­bol ru­so.

–Ca­da ca­so es dis­tin­to. Yo a los 20 años no me hu­bie­se po­di­do ir. Habría vuel­to en­se­gui­da. Si es­tás pre­pa­ra­do, tu­vis­te una bue­na edu­ca­ción que te per­mi­tió ir­te tem­pra­no y es­tás con­te­ni­do por tu fa­mi­lia, es­tá bien.

–¿Pe­ro hay al­gu­no que cum­pla con to­dos esos re­qui­si­tos o creés que se van al vo­leo?

–Yo creo que se van al vo­leo. La pre­sión de to­dos los sec­to­res lo lle­van a to­mar esas de­ci­sio­nes.

–¿La am­bi­ción por la pla­ta es ma­yor en­tre los chi­cos de aho­ra que la de tu ge­ne­ra­ción a la mis­ma edad?

–Sí. Yo ni pen­sa­ba en la pla­ta cuan­do lle­gué a Pri­me­ra. Yo que­ría lle­gar. Mi sue­ño de to­da la vi­da fue lle­gar a Pri­me­ra. Ja­más se me ocu­rrió, y aho­ra tam­po­co, pen­sar en la pla­ta co­mo prio­ri­dad. Yo quie­ro ju­gar y di­ver­tir­me. El día que no lo ha­ga más, me re­ti­ro. No me im­por­ta si voy a co­brar 10, 20 o no co­bro.

–¿Es­tá bien que un ju­ga­dor quie­ra ju­bi­lar­se a los 35 años?

–(Se eno­ja) Oja­lá. ¿De­ci­me cuán­tos ju­ga­do­res se pue­den ju­bi­lar a los 35 años?

–To­dos no es­tán sal­va­dos. Pe­ro el ob­je­ti­vo pa­re­ce que es ése. Con el dis­cur­so de que el fút­bol es una ca­rre­ra cor­ta aga­rran lo que ven­ga. De lo con­tra­rio no se irían a Ru­sia a los 20 años.

–En lo per­so­nal, mi ob­je­ti­vo es ju­gar al fút­bol to­do lo que pue­da. Has­ta los 35 o los 40. Has­ta don­de me dé el fí­si­co, que se va des­gas­tan­do. Aho­ra hay mu­chas pre­sio­nes y hay que es­tar pre­pa­ra­do. Fi­ja­te cuán­tos ma­yo­res de 30 años por equi­po hay. Muy po­cos: el Co­lo­ra­do Lus­sen­hoff, el Pio­jo (Ló­pez), Cam­pag­nuo­lo, Cal­de­rón, Bos­sio, Pa­ler­mo, yo… Ten­go que ha­cer me­mo­ria, so­mos muy po­cos.

–Des­pués es­tá el pro­ble­ma del re­ti­ro. Ju­bi­la­dos o no, a ve­ces los ju­ga­do­res no sa­ben qué ha­cer de sus vi­das.

–Es un gran pro­ble­ma. Los clu­bes no te pre­pa­ran ni ayu­dan pa­ra su­pe­rar ese mo­men­to. Des­de el gre­mio, y yo tam­bién me ha­go car­go por­que no me in­vo­lu­cro to­do lo que de­bie­ra, se ha­ce po­co en ese as­pec­to. To­dos so­mos cul­pa­bles, pe­ro los ju­ga­do­res te­ne­mos la má­xi­ma res­pon­sa­bi­li­dad. No nos da­mos cuen­ta de que hoy se nos pue­de ter­mi­nar la ca­rre­ra y hay que es­tar pre­pa­ra­dos pa­ra ese mo­men­to.

–¿Los ju­ga­do­res son po­co so­li­da­rios?

–Nos cues­ta abrir­nos pa­ra pen­sar en otras co­sas. Ten­dría­mos que ha­cer más tra­ba­jo de gru­po, con me­jor co­mu­ni­ca­ción. Sí, creo que en ese sen­ti­do hay fa­llas.

–¿Los ju­ga­do­res son va­gos?

–¿Qué es ser va­go?

–En el sen­ti­do de no que­rer pro­gre­sar más allá del fút­bol.

–Es co­mo que uno de­ja to­do por el fút­bol. Si es por en­tre­nar no so­mos va­gos. El otro día es­ta­ba ha­cien­do las cuen­tas de cuán­tas ho­ras en la se­ma­na es­tu­vi­mos en­tre­nan­do y con­cen­tra­dos pa­ra un par­ti­do. Hi­ce un aná­li­sis de las ho­ras. La otra vez nos en­tre­na­mos un vier­nes, que­da­mos con­cen­tra­dos y a la tar­de via­ja­mos a Ju­juy. Re­cién ju­ga­mos el do­min­go y lle­gué a mi ca­sa a las 11 de la no­che. Es­tu­vi­mos más de 60 ho­ras afue­ra de nues­tras ca­sas. Yo la con­cen­tra­ción la to­mo co­mo un tra­ba­jo. A mí no me gus­ta es­tar con­cen­tra­do. Yo no dis­fru­to. Igual, creo que los ju­ga­do­res ten­dría­mos que ha­cer otras co­sas y no las ha­ce­mos. En eso hay una gran fa­lla.

 

Familia todo terreno

Los Sava, al igual que Facundo en la cancha, son una familia polifuncional. De eso no hay dudas. Alberto, el papá, es psicólogo social y trabaja en el Hospital Neuropsiquiátrico Borda. Fundó y coordina el grupo Frente de Artistas. Allí organiza con los internos talleres de teatro, música, mimo, pintura y poesía. Graciela, la mamá, es maestra jardinera jubilada. Y los hermanos del Colorado también se las traen. Axar, además de ser traductor de inglés y diseñador gráfico, es el guitarrista del grupo Interama, que será soporte de The Police cuando toque a fin de año en River. El otro, Dalmiro, es kinesiólogo, preparador físico y director de una escuela en Moreno. Facundo, antes de recibirse de psicólogo social, estudió cuatro años ciencias económicas. “Siempre fuimos una familia bastante estudiosa. Nuestros padres nos inculcaron desde chicos que el estudio es algo muy importante”, asegura Facundo.

 

 

Por Maxi Nobili

Fotos: Jorge Dominelli.