Las Entrevistas de El Gráfico

Lautaro Martínez, tradición familiar

Se dedicó al fútbol como su papá, de larga trayectoria en el Nacional B, pero casi lo deja porque extrañaba a su hermano mayor, también futbolista. Conocé a la nueva joya de Racing.

Por Martín Estévez ·

10 de mayo de 2017
Imagen Lautaro posa en el Cilindro. Llegó a Racing en 2014 y, ese año, fue goleador del torneo de Sexta División.
Lautaro posa en el Cilindro. Llegó a Racing en 2014 y, ese año, fue goleador del torneo de Sexta División.
El pibe nuevo, centrodelantero, categoría 97, llegó desde Bahía Blanca para ser figura. El pibe viejo, centrodelantero, categoría 97, ya había llegado desde Rosario, y sabía que el pibe nuevo podía quitarle el puesto. Los dos se jugaban su futuro, la chance de ser futbolistas: tenían 16 años.

Sin embargo, el pibe nuevo no se adaptaba, extrañaba a su familia, pensaba en volverse. Si se iba, le dejaba el camino libre al pibe viejo. Un día, mientras el nuevo estaba llorando, el viejo se acercó y le dijo: “¿Cómo te vas a ir, boludo? ¿Sabés lo que es esto? ¡Podemos jugar en Primera! Dejate de joder, quedate acá, que un día vamos a jugar juntos ahí adentro, y la vamos a romper. Dale, quedate”.

El pibe nuevo era Lautaro Martínez. El pibe viejo era Brian Mansilla. Hoy, los dos tienen 19 años, y juegan juntos ahí adentro: en el estadio de Racing Club de Avellaneda.

“Brian fue uno de los que me abrió las puertas -reconoce Lautaro-. Sabía que yo venía a quitarle el puesto, pero siempre estuvo a disposición. Yo me quería volver a Bahía porque extrañaba, pero él me convenció de que me tenía que quedar, disfrutar esto, que es único. Siempre le voy a estar agradecido”.

-¿Qué era lo que más te angustiaba?
-Yo soy muy familiero. Extrañaba a todos, y especialmente a Alan, mi hermano más grande. Somos muy parecidos, entonces hacíamos todo juntos: íbamos al colegio, salíamos, entrenábamos juntos. Despegarme de él se me hizo muy difícil. Además, Alan tuvo problemas de salud justo cuando yo me fui, y todo eso, en conjunto, me tenía mal. Por suerte, mi familia me apoyó mucho, hasta se quisieron venir a vivir acá, pero les dije que no, que ellos tenían todo allá. Y en el club también me ayudaron, así que estoy muy agradecido a todos.

Lautaro nació en Bahía Blanca, una ciudad invadida por el básquet, pero siguió el camino de su papá: ser futbolista. Mario Martínez, categoría 1972, fue un lateral izquierdo que supo jugar cinco temporadas en el Nacional B (con la camiseta de Villa Mitre) y otras trece en el Torneo Argentino, no solo en Villa Mitre, sino también con Rosario Puerto Belgrano (Punta Alta), Racing de Olavarría y Liniers (Bahía Blanca).

-¿Cómo fue tu infancia?
-Viví en Bahía, pero también en Punta Alta y en Olavarría, porque seguíamos a mi viejo, con mi mamá (Carina) y mis dos hermanos. Para mí, mi viejo era un gran jugador, pero no tuvo posibilidades de saltar al fútbol grande, así que tuvo que conformarse con la B Nacional. Lo he visto hacer muchos goles, porque era el encargado de los tiros libres y los penales. Una vez viajamos a Mar del Plata solo para verlo jugar. En todos los equipos en los que jugó, logró un ascenso.

-¿Te enseñaba a pegarle a la pelota? Porque vos también pateás tiros libres...
-No, él era de los que preferían que hiciéramos lo nuestro, no estaba todo el tiempo diciéndote “pegale así”. Esperaba a que le pidiéramos un consejo para hablarnos a mí y a Alan, que también es futbolista: juega de marcador central en Liniers de Bahía. Mi otro hermano, Franco, tiene 13 años y juega al básquet en Villa Mitre; nuestra casa queda al lado del estadio.

-¿A vos te gusta el básquet?
-Me gusta mucho. De chico jugaba, pero a los 15 años tuve que elegir y me decidí por el fútbol. Pero, si no fuera futbolista, jugaría al básquet, me encanta. Es más: prefiero mirar un partido de básquet que uno de fútbol.

-¿Y ahora tus viejos a qué se dedican?
-Mi vieja siempre fue ama de casa, y también cuidaba a una señora. Mi viejo, cuando largó el fútbol, trabajó en la base naval de los militares, arreglaba los aviones que salían a volar. Ahora es enfermero.

-¿A tu mamá le gustaba que jugaras al fútbol?
-Antes me hinchaba mucho para que estudiara, pero nunca hubo problemas porque yo siempre tuve la meta de terminar el colegio sea como fuera. Así que, cuando llegué a Racing, lo terminé acá. Siempre estudié, sabía que era algo muy importante para mí, por eso no me costó entrenarme a la mañana y estudiar a la tarde. Incluso pensé en estudiar Nutrición después del colegio, pero al final preferí usar el tiempo libre para descansar.

LAUTARO jugó desde muy chico en Liniers de Bahía Blanca, que compite en la Liga del Sur. Se destacó rápidamente, al punto que en 2013 formó parte de la selección sub 17 de Bahía que disputó el Torneo Nacional.

“Nos juntábamos dos o tres veces por semana, en distintos predios, para entrenarnos –recuerda–. Fue una experiencia muy linda. Yo di un año de ventaja, porque los que jugaban eran categoría 96, pero fui capitán y metí 13 goles. Estar en la selección es un privilegio, porque representás a los colores de toda la ciudad. Llegamos a la final contra Rosario, que tenía todos jugadores de Central y de Newell’s. Hice un gol y empatamos 2-2, pero perdimos por penales”.

-¿Cuándo te descubrió Racing?
-Un jueves fuimos a entrenar al club Liniers, con la selección de Bahía. Ese día, por casualidad, Racing estaba haciendo una prueba de jugadores. Cuando terminaba la prueba, nos tocaba entrenar a nosotros. También por casualidad, la gente de Racing decidió quedarse. Ahí me vio Fabio Radaelli (era el entrenador de la Reserva), y me empezó a seguir. Me vio en algunos partidos más y decidió ficharme directamente, sin tomarme ninguna prueba. Todavía sigo hablando con él, le estoy muy agradecido. Se portó muy bien conmigo. No solo ayudó para que yo llegara a la pensión y pudiera estudiar en el colegio de Racing, sino que hasta me dejó llegar una semana más tarde para que tuviera vacaciones después de la Liga del Sur.

Imagen Martínez grita su primer gol oficial: fue contra Huracán, en 2016, de arremetida tras un centro bajo.
Martínez grita su primer gol oficial: fue contra Huracán, en 2016, de arremetida tras un centro bajo.
Aunque hay muy pocos registros estadísticos de las divisiones inferiores, es usual que en River o en Boca aparezcan goleadores notables. Por ejemplo, José Sand, que hizo 138 tantos en el Millonario, o Sergio Unrein, que metió 102 en Boca (hoy juega en Venezuela). En Racing, por distintos motivos (entre ellos el deterioro que sufrieron las inferiores entre 1983 y 2001), eso cuesta más. Por eso, cuando Lautaro comenzó a festejar seguido, llamó muy rápido la atención.

-¿Llevaste la cuenta de tus goles en divisiones inferiores?
-Sí, traté de llevarla. Creo que fueron… ¿53 en 64 partidos, puede ser?

-Exacto, si contamos los partidos en Reserva. Y los lograste en poco tiempo.
-En 2014, en Sexta División, hice 26 en 26 partidos. Recién había llegado y había pasado momentos duros, pero con el apoyo de todos pude hacer un año muy bueno. Y ese mismo año debuté en Reserva.

-¿Cuál fue el gol más lindo que hiciste en las divisiones inferiores? En internet se pueden ver unos cuantos…
-Hay uno que no lo tiene nadie: fue en Reserva, contra Unión. Pateé desde mitad de cancha y se metió por arriba del arquero. Ese fue muy lindo. También le metí uno a Lanús de chilena; y uno lindo a San Lorenzo: le hice un sombrerito al central, la acomodé de pecho y le pegué al primer palo. Ese día metí cuatro goles.

-¿Cuál fue más importante: el gol a Independiente en el verano de 2016, o tu primer gol oficial, algunos meses después?
-El de Independiente fue un caso muy especial. Era recién mi tercer partido, estábamos empatando y me tocó hacer el gol apenas había entrado (Racing terminó ganando 3-1). El que le hice a Huracán también fue muy importante, pero me quedo con el de Independiente, por todo lo que significó.

-¿Se siente mucho el salto de Reserva a Primera; o no tanto?
-Sí, es un cambio notorio. Por la intensidad y la tensión con la que se juega, en mi tercer partido oficial me expulsaron. En ese momento se me hizo todo muy difícil, estaba con mucha culpa. Estuve muy mal psicológicamente, pero sabía que el único que podía revertir esa situación era yo, así que no podía caerme. En esos primeros partidos sentí mucho la diferencia, pero ahora entro a la cancha más pensante, tratando de disfrutar.

-¿Tanta tristeza por una roja, Lautaro?
-Soy de castigarme, a veces me marcan que lo tengo que hacer menos. Lo que pasa es que, en ese momento, adelante mío estaban Diego Milito, Lisandro López, Bou y Roger Martínez. Todos en un buen momento, todos hacían goles, y yo no tenía oportunidades. Y, cuando me dieron la oportunidad, me sacaron dos amarillas en cinco minutos y me expulsaron. ¿Cómo no me voy a poner así?

-Ese día te sacaron dos amarillas en cinco minutos; desde entonces, dos amarillas en 17 partidos…
-Jaja, sí, me cuido un montón. Nunca más una roja así. Antes entraba y quería hacer todo junto, pero me costó caro. Ahora entro más tranquilo.

ENTRE ENERO y febrero de este año, Martínez formó parte de la Selección Sub 20 que jugó el Sudamericano y se clasificó para el Mundial luego de muchos golpes: poca preparación y dos goleadas en contra (0-3 contra Uruguay y 0-3 contra Ecuador). El se salvó de las críticas más fuertes porque metió 5 goles, incluyendo uno clave, sobre la hora, ante Brasil (2-2); y dos en el último partido, contra Venezuela (2-0).

-¿Los del Sudamericano fueron de los días más lindos de tu vida, o de los que más sufriste?
-¡De los que más sufrí! Menos el último día, sufrimos todo el tiempo. La última semana fue durísima, porque teníamos que ganar los dos últimos partidos, pero con Brasil apenas pudimos empatar. En el último había que ganarle por cinco a Venezuela, pero solo hicimos dos. Después de eso, yo estaba muy nervioso, muchos de mis compañeros lloraban… La única chance era que Colombia no perdiera con Brasil. Empataron y conseguimos el objetivo, pero la realidad es que no tuvimos muchos entrenamientos juntos y eso se vio reflejado en el rendimiento del equipo. Para el Mundial ya tendremos más tiempo para prepararnos y cambiar la imagen que dejamos.

-Cuando volviste a Racing, te cayó mucha responsabilidad: por la lesión de Lisandro López, sos uno de los delanteros titulares. ¿Cómo llevás la presión?
-Trato de alejarme de esa presión, de lo que se habla, porque me puede jugar en contra. Sé lo que es Lisandro, un jugador increíble, y por eso no trato de hacer el papel de él, sino hacer lo mío, aportar mi granito de arena.

-¿Hay algún delantero del mundo al que mires especialmente?
-Hay muchos. Luis Suárez, por ejemplo, es muy bueno. También me gusta el colombiano Radamel Falcao García.

Imagen En 2016 era el quinto delantero del plantel. En 2017, saltó a la titularidad por la lesión de Lisandro López.
En 2016 era el quinto delantero del plantel. En 2017, saltó a la titularidad por la lesión de Lisandro López.
-¿Qué llegás a ver cuando metés un gol ante 35.000 personas, como te pasó contra Lanús? ¿Se ve algo o se te nubla todo?
-Siempre que entrenábamos en el estadio, yo pensaba en lo que sería hacer un gol con la cancha llena, que se te venga toda la gente encima. Y contra Lanús me tocó hacerlo justo en el arco donde hay más gente, así que me salió agarrarme la camiseta y mirar a la tribuna. Y sí, se ve todo, se escucha todo. Fue impresionante. Después lo abracé a Bou, que había tirado el centro, y lo señalé a Brian (Mansilla), que estaba en el banco.

-¿Qué es lo mejor y lo peor de ser un futbolista profesional?
-Lo mejor es que elegí esto porque me gusta. Me encanta vivir de esto, poder ayudar a mi familia y ver que ellos están orgullosos de mí. Eso me llena de alegría. Lo malo… No tengo nada para decir. Las críticas te pueden hacer mal si les das bola. Yo, por ejemplo, usaba mucho las redes sociales y, después de la expulsión, tuve que cerrar todo, porque las cosas que leía me hicieron estar mal durante mucho tiempo. Tuve que alejarme de eso, porque si te toca hacer tres goles, sos el mejor, pero si errás tres pases, te preguntan cómo podés estar jugando en Racing.

Por Martín Estévez / Fotos: Maxi Didari

Nota publicada en la edición de abril de 2017 de El Gráfico