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Las mejores: Andrea González

Desconocida para la mayoría de los argentinos, pero muy admirada en el ambiente deportivo, la patinadora ganó más de 60 medallas en competencias internacionales y recibió el Olimpia de Oro en 1998.

Por Redacción EG ·

18 de noviembre de 2014
     Nota publicada en la edición de noviembre de 2014 de El Gráfico

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Si caminara por el centro de la Capital Federal, poca gente –realmente muy poca–la reconocería. La sociedad argentina desconoce quién es esta iluminada que se puso los patines por primera vez a los 7 años, tras sacárselos a su hermana Carina, y que empezó a competir a los 10 en el Club Italiano de José C. Paz, humilde barrio del conurbano bonaerense, con una calidad que llamaba la atención. Andrea González pintaba tan bien que a los 16 años la convocaron para la Selección Argentina de patín carrera que se entrenaba en Mar del Plata, ciudad modelo en la actividad, a la que se mudó para progresar y en la que echó raíces. Ahí no sólo compartió vivencias deportivas, sino que forjó un vínculo inquebrantable con Nora Vega, número 1 del patín nacional, a quien luego Andreita destronaría. “Más que una amiga y una guía y referente en el deporte, Nora era como mi mamá. Me cuidaba hasta cuando me enfermaba”, valora González.

Abanderada argentina para los Juegos Ode-sur de Cuenca 1998, en los que consiguió 14 medallas doradas (récord), y los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999, fue una máquina de producir éxitos: 29 medallas mundiales (11 doradas, 7 plateadas y 11 de bronce entre 1998 y 2006), 8 en los Juegos Panamericanos (3 de oro, 3 de plata y 2 de bronce entre Mar del Plata 1995, Winnipeg 1999 y Santo Domingo 2003), 27 en los Juegos Odesur (19 doradas, 5 plateadas y 3 de bronce, también entre 1998 y 2006), y arriba de 50 títulos nacionales, además de haber recibido el prestigioso Olimpia de Oro en 1998. “No tenía una especialidad. Me encantaba correr en pista y en ruta. Para mí, los grandes competidores deben tener esa característica y esa mentalidad”, revela.

A los 37 años, retirada hace dos, atraviesa otra etapa de la vida, ya como mamá, en su querida Mar del Plata y sin el reconocimiento que merece en el país. De perfil subterráneo, jamás lo pedirá ni se molestará por eso. Sin embargo, su estela brillará por siempre.

Ocho veces elegida como la mejor jugadora de hockey del planeta, a los 37 años sigue brillando en Las Leonas, al menos hasta diciembre.

Por Darío Gurevich