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Matheu: "Volví para ser campeón"

Tras volver de Europa y jugar un buen torneo en Independiente, se rompió por segunda vez los ligamentos cruzados de la rodilla derecha y se le terminó la ilusión mundialista. Se recuperó en silencio y cumplió un sueño al consagrarse en la Sudamericana. Capitán del Rojo, apunta a pelear la Libertadores y el Clausura

Por Redacción EG ·

14 de abril de 2011
Nota publicada en la edición de marzo 2011 de El Gráfico

Imagen Debutó a los 16 años en Argentino de Quilmes
Debutó a los 16 años en Argentino de Quilmes
Jamás agachó la cabeza, ni se retiró al vestuario antes de tiempo. Tampoco dio media vuelta y pateó para atrás. No se libró de su conciencia. Comprendió, de modo simple, que le tocaba encasillarse otra vez abajo, en la rueda del destino. Lejos de irse a pique, batalló desde la trinchera de la razón. Fue clave su personalidad de acero, aquella que comenzó a forjar en Argentino de Quilmes cuando debutó a los 16 años en la Primera B Metropolitana, época en la que padeció que sus compañeros -más grandes por cierto- no cobraran el sueldo por un semestre al menos, a la vez que faltaban elementos para entrenarse y sobraban ganas; momentos en los que se duchaba con agua fría porque era la única que había.

A Carlos Matheu no lo demolió ni siquiera su segunda lesión de ligamentos cruzados en su rodilla derecha. A repasar los apuntes. El zaguero central regresó a Independiente a mediados de 2009, tras su paso por Cagliari, de la mano de Américo Gallego, entrenador que fomentó su incorporación, cuando estaba en un nivel bajo, para hacerlo capitán. “Volví porque tenía la espina de salir campeón en el club que tanto quiero, y porque Diego (Maradona; entrenador de la Argentina en ese entonces) se fijaba mucho en la Selección local y estaba ilusionado con llegar”, anticipa.

Al destacarse en el Diablo, vivió lo mejor y lo peor el 26 de enero del año pasado. Se probó la camiseta albiceleste en el amistoso ante Costa Rica, pero el sueño se desmoronó a dos minutos del inicio del juego. Disputó una pelota, se le trabó la pierna y se rompió de nuevo esos benditos ligamentos, que ya lo habían dejado tirado en 2005, cuando Julio César Falcioni dirigía al Rojo. “Tuve la oportunidad en la Selección, en un momento bueno de mi carrera y se me esfumó rápido. Fue una tristeza, pero es como ocurre en la vida. El de arriba aprieta, pero no ahorca. Siempre que sucede un hecho malo es porque algo mejor está por venir. Perdí la posibilidad de disputar un Mundial, tenía la chance”, asegura.

-¿Te sentías con sustento para integrar la lista rumbo a Sudáfrica?
-Diego me dio la oportunidad y uno debía demostrar en el campo de juego que le podía servir, que le podía dar una mano al equipo para conseguir el título. Sabía que confiaba en mí, que podía ganarme un lugar, pero la lesión me excluyó; no tuve la chance de pelearla con mis armas.

-¿Pensaste en abandonar el fútbol? Segunda lesión brava, la misma rodilla…
-Se te cruzan muchos pensamientos por la cabeza, pero eso no. No bajé los brazos. Hay que ponerles el pecho a los obstáculos de la vida y salir adelante; ese es mi lema. Ya lo hice una vez y sabía que iba a repetir. Ahí, igual, necesitás de todos: tu familia, tus compañeros, tus amigos.

-¿Te ayudó a endurecer aún más tu personalidad, ese momento nefasto?
-No lo podés creer cuando suceden esas cosas negativas, pero saqué cuestiones positivas: crecí, formé mi carácter más todavía. Estas cosas me hicieron diferente en el fútbol y en la vida. Lo importante: ya es pasado.

Imagen El defensor de 25 años forma parte del cerrojo de Independiente
El defensor de 25 años forma parte del cerrojo de Independiente
El pasaje del pretérito imperfecto al perfecto en la conjugación de Matheu se selló en once meses. No se aceleraron los tiempos, ni se saltearon etapas en la plena recuperación de la rodilla dañada. Arriesgó piernas en Reserva, en Primera, para desembocar en la anhelada Copa Sudamericana. “Estuve en el banco durante la mayoría de la Copa; me tocó entrar en algunos partidos más cerca del final del certamen, y jugué de titular la revancha de la final. Fue especial. Cuando me lesioné, quería que el plantel me diera la chance de disputar la Sudamericana. Y los muchachos me la dieron, y me la hicieron ganar. Seré un eterno agradecido. Obtener el titulo fue un sueño; como si tocara el cielo con las manos”, admite.

-Dijiste que son el mejor plantel de Sudamérica. ¿Mantenés tu afirmación?
-Y (diagrama la respuesta)… Por el título, somos el campeón, y además uno de los mejores planteles. Hay otros buenos también como Boca, Vélez, Estudiantes, en la Argentina.

-¿La idea de juego del equipo cambió respecto de aquel campeón de la Copa a este Independiente modelo 2011?
-No, se mantiene. Nos conocemos cada vez más y los movimientos salen mucho más fáciles, más de rutina. Eso le va dando madurez al equipo. Nos pudimos adaptar rápido a lo que pretende el Turco. Hicimos buenos partidos a nivel local e internacional, más allá de que no se nos dieron los resultados en el Apertura.

-¿Llegaron los refuerzos justos?
-Vinieron jugadores importantes en posiciones que se necesitaban; futbolistas que desequilibran como Matías Defederico. Después, están Iván Vélez y el Gordo Núñez, que volvió. El mejor refuerzo es que no se fue nadie; eso es parte del proceso para formar un equipo, y es bueno para continuar en crecimiento. La demostración de esto son Estudiantes y Vélez, que se consolidaron con el tiempo.

-¿A qué juegan?
-Al fútbol; a tratar de tener la pelota, que es fundamental; a ser agresivos, ofensivos, y no desequilibrarnos. Lo ideal es ser un equipo corto, que la recupere rápido. Debemos prestar atención a los pequeños detalles, que son los que marcan diferencias. Conseguimos mucho en poco tiempo. El desafío es alcanzar cierta regularidad.

-¿Por dónde pasa el negocio de Independiente?
-Por la posesión de pelota. Nuestros volantes hacen un gran trabajo en el medio. Somos inteligentes y sabemos cuándo jugar, cuándo combatir. Quisimos mantener la pelota en Quito y no nos salió. Hay diferentes momentos en los partidos, y el equipo sabrá cómo irlos a buscar para ganar, que hoy es lo más importante.

-¿Te molesta que el ambiente sea tan exitista como la sociedad?
-Sí; todo es vertiginoso; no hay tiempo para nada y los resultados mandan: te quitan o te traen problemas. El fútbol tiene que ser un espectáculo, ver si un equipo juega bien al tocar la pelota; pero el trajín es complicado porque las derrotas sacan técnicos. Por eso, los arranques son fundamentales en estos torneos cortos. Si ganás cuatro o cinco partidos, te colocás bárbaro, al margen de que todo se resuelve de la 15o fecha en adelante. Ocurre lo mismo en la Copa Libertadores. Son seis partidos en la fase de grupos, y debemos ser fuertes de local. No hay margen de error; perdés tres y estás afuera. El comienzo es vital para después no lamentarse.

-¿Se exponen en defensa por ir a buscar la victoria? ¿Hay que ordenar el retroceso?
-Quizás nos desprotegemos un poco, pero contamos con jugadores para aguantarlo. Esto lo tiene todo equipo grande porque propone. Estamos capacitados para frenar los contragolpes.

-¿En qué deben ser más pensantes aún?
-En definir los partidos. Nos sucedió frente a Tigre (también ante Vélez, por la 1o fecha del Clausura 2011), que estaba muerto; teníamos que pisarlo para que no se levantara, y no lo hicimos. Esto te lo da la madurez del equipo. Vamos por ese camino. Si lo concretamos, tendremos otra solidez.

El calendario 2011 del Diablo figura en rojo. Allí aparecen encuentros de alto voltaje emocional. “Estamos parados donde queríamos; es un lindo año de Copas: Libertadores, Suruga Bank, Recopa Sudamerica y Sudamericana. Pero también queremos hacer un buen campeonato en el torneo local. La historia de Independiente marca que debemos pelear de arranque en los dos frentes, la Libertadores y el Clausura. Somos un equipo grande. Quizás después tengamos que priorizar. La Libertadores es especial por la mística copera del club. Sería un sueño ganarla”, se entusiasma Matheu.

-¿Miran de reojo la tabla del descenso?
-No estamos apretados; hay otros equipos que se deben fijar más en el promedio que nosotros. El descenso está lejos en nuestro pensamiento.

-¿Tienen dos equipos fuertes?
-Sí (responde sin vacilar). Existe un plantel para darle soluciones al entrenador, con recambio. Así el técnico podrá diagramar los juegos a su gusto, con modificación o no en el esquema. Es importante que todos estemos al cien por ciento.

-Vencieron a Deportivo Quito para ingresar a la fase de grupos de la Libertadores. Ahí chocarán con Peñarol, Liga de Quito y Godoy Cruz. ¿Cuál es el análisis?
-Es una zona complicada. Hay equipos difíciles, campeones. Liga, por ejemplo, es un rival bravo en Sudamérica. Habrá que pelearla, pero hay material.

-En el golpe de vista al plantel, elegí tres que sean cracks.
-Hilario es un arquero bárbaro, de Selección, que está en la edad justa. Plasma todo lo que aprendió en su vida y te gana partidos. Nos jerarquiza. El Cuqui (Silvera) y Tuzzio son jugadores de una edad importante, que emplean muchas cosas vividas, y que siguen en vigencia. A nivel internacional, también nos jerarquizan. Después, Defederico y Patito Rodríguez, pese a la juventud, definen jugadas en lugares chiquititos y también partidos. Uno los observa y no puede creer las jugadas que generan estos pibes. Hay futbolistas de diferentes cualidades y tenemos que sacar un buen equipo a la hora de mezclarlos.

-Mohamed acomodó una estantería que se desmoronaba rápido. ¿Revolucionó al club?
-El Turco es un gran entrenador. Ve muy bien el fútbol; es un motivador grupal que sabe llevar al plantel, al igual que sus colaboradores. Es divertido, está de buen ánimo en general; hay un lindo ambiente de trabajo. Si existe una buena convivencia, uno defiende al otro como si fuese un hermano, y eso ayuda a que las cosas salgan bien. Tampoco se les debe quitar mérito a Garnero y a Menotti. Ellos salieron por malos resultados. Luego arregló el Turco, realizamos una autocritica y se vio su mano como entrenador al acomodar al equipo y ver qué jugador le podía rendir mejor. Vencimos a Racing y los resultados acompañaron.

-Mencionaste una magnífica palabra: autocrítica. ¿Qué se conversó?
-Es como en la vida; quizás estás bajoneado, con problemas personales, y no te encontrás con tus compañeros, sea en un movimiento, en un pase, en lo mental. Y no te sale nada, por más que la remes. Se charló sobre no bajar los brazos; nadie discutió la actitud. Había que corregir y el Turco confió en nosotros. Empezamos de cero y ganamos el clásico, aspecto clave porque el estado de ánimo es un ochenta por ciento en el fútbol.

Imagen Ganó la Copa Sudamericana en 2010 de la mano de Mohamed
Ganó la Copa Sudamericana en 2010 de la mano de Mohamed
Criado en Quilmes, manifestó desde el vamos su deseo por ser profesional. Ya en el Colegio Don Bosco, de Bernal, alimentaba su pasión al volantear. Su misión era parecerse a Enzo Francescoli. De presentación precoz en Argentino de Quilmes en Primera, ingresó en las Inferiores del Rojo en 2002. Llegó como un doble cinco de juego y lo tiraron a la cueva sin escalas. Jamás se le borrarán del disco rígido aquellas situaciones que contribuyeron a forjar su perfil de líder. Ahí se encuentran, por ejemplo, ese chico que oficiaba de mozo en el buffet de Don Bosco para ganarse sus manguitos; ese adolescente que concretó su estreno en el infierno en 2004; ese hombre que encabeza un equipo pesado, que supo mutar del odio al amor en la ingrata lupa del hincha de Independiente.

“Los insultos me afectaban, pero me ponía peor por mi familia. Ellos iban a la cancha y había uno al lado pateándome. El equipo no iba bien y era uno de los apuntados. Rescato lo positivo: me ayudó a crecer. Demostré que tengo cualidades para estar en la cancha; no fue de un día para el otro. Revertí insultos por aplausos. Se me acercó mucha gente por la calle a decirme que me puteó toda la vida y que me pedía perdón. Todo bien, me reía; no soy rencoroso. Sí me molestaba por mi familia que dejó de ir a la cancha porque no la pasaba bien”, explica Carlos.

-¿Te sentís ídolo?
-No, es una palabra grande; ídolo es Bochini. Quiero mucho al club, es mi casa; Independiente me dio todo: irme a jugar a Europa, a la Selección local. No me olvidaré nunca cuando corean mi apellido o me aplauden. Si el hincha me ubica a esa altura, se me pone la piel de gallina. A veces uno no se da cuenta de lo que genera por sacarse una foto o firmar un autógrafo. Soy un agradecido, en especial del Tolo, que me repatrió y me hizo capitán. Quedé en la historia por ser el primer capitán en el Libertadores de América, por levantar la Sudamericana; son cuestiones que te marcan.

-¿Hay otras exigencias por lucir la cinta?
-Las responsabilidades se las pone uno por su manera de ser, y no por tener una cinta en el brazo. Todos los compañeros sacan adelante al grupo y el capitán quizás tenga un poco más de incidencia. Pero es compartido en definitiva. Trato de ser un buen ejemplo para los más chicos; que los más grandes confíen en mí a la hora de charlar cualquier tema para el bien del grupo. Somos 30 cabezas diferentes y pasamos más tiempo entre nosotros que con la familia. Entonces, es importante generar actividades que le hagan bien al grupo fuera del fútbol, como los asados. Es más, los muchachos se divirtieron al jugar al paintball hace poco.

Eficiente futbolista de rol, su vínculo con el Rojo se extiende hasta junio de 2012. Familiero, pretende su revancha en la Selección. Retornar a Europa figura en sus planes, aunque no se desvive. “Si tuviera que quedar me toda la vida en Independiente, no habría problema; soy feliz acá”, resume. Privilegiado por trabajar de lo que le gusta, Carlos Matheu es un saltador incansable de barreras, un líder positivo que se moldeó de abajo, mientras construía la personalidad de un elegido. No necesitó pisarla, tirar caños o generar juego para el deleite del público. Su patrimonio se basa en la habilidad de conducir como corresponde a un grupo de trabajo, al procurar con sensatez, gestos nobles, confianza, la palabra justa en el momento indicado. Sin objeciones, cuenta con aquella diferencia individual que lo constituye y lo distingue.


EL CALCIO, MESSI Y PALERMO

-¿Cómo resultó la experiencia en Cagliari?
-Me sirvió mucho jugar en Italia. Irme allá y volverme a la Argentina es parte de un proceso. El Calcio es táctico, un fútbol diferente al de acá. Aprendí, en especial a ubicarme mejor en la cancha. Y todos los domingos te enfrentás con diferentes estrellas.

-¿Quiénes te impactaron?
-Ahí estás con futbolistas con los que solo jugás en la PlayStation, porque nunca imaginaste tenerlos al lado. Beckham, Kaká, Ronaldinho, Inzaghi, Maldini, Pirlo, en Milan; Ibrahimovic, Cambiasso, en Inter; son momentos que no se olvidan. Recuerdo que venían Kaká, Seedorf y Pirlo tirando paredes por mi costado, y uno trataba de no pasar papelones porque son distintos.

-Al respecto de diferentes, ¿entendés que unos pocos aún discutan a Messi?
-¡No! ¿Cómo vamos a discutir al mejor del mundo? Sabe todo: cuándo picar, cuándo hacerle un bien al equipo, cuándo ganar el partido; porque él solo lo gana. No hay parámetros para discutirlo.

-En un pan y queso, ¿a quién elegís del fútbol argentino para incorporar a Independiente?
-(Risas). A Palermo porque es un goleador histórico, fundamental en un picado. Hay muy buenos jugadores, pero Palermo, igual que Riquelme, son de excepción; estrellas.



Por Dario Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia