Historias del Mundial 78, parte II.
Fillol, Gallego y hasta el mismo Diego Maradona, que no fue convocado al Mundial, cuentan cómo vivieron aquellos días donde Argentina ganó su primera Copa del Mundo.
UBALDO FILLOL
El segundo jugador más importante del Mundial detrás de Kempes, estuvo cerca de mirarlo de afuera. Convocado al inicio del proceso, discutió con Menotti por una gira al exterior. El DT le había expresado que a una iría él; y a la otra, Gatti. Al Pato no le gustó. Después hubo varios cruces por la prensa que los alejaron, y cada día Menotti salía a defender con más fuerza a Gatti. En 1977 la presión de los medios fue tremenda, porque el Pato era invulnerable. El Gráfico reunió a los dos protagonistas y el 5 de enero Fillol se presentó en la concentración. “Me sentía un paracaidista, porque los muchachos venían laburando desde hacía tres años. Gatti no fue, acusó una lesión, pero en Boca jugaba. Me hubiese gustado tener más oposición”, afirma. El uno, que recibió 4 goles en 7 partidos y le atajó un penal clave a Polonia, asegura que el partido más difícil fue contra Brasil y que un segundo después del tiro de Rensenbrink en el palo, se convenció de que serían campeones. “En el 95 vinieron de la TV de Holanda a recrear la jugada. ¡Y encima me pagaron!”, recuerda con la sonrisa de los ganadores.
AMERICO GALLEGO
El Tolo fue uno de los campeones más jóvenes; había cumplido 23 años unos días antes de iniciarse la competencia. También fue un padre joven. Martín, su primer hijo, nació mientras estaba concentrado. La noticia se la dio el Profe Pizzarotti, porque él estaba durmiendo. Menotti le permitió ir a conocerlo a Rosario y volvió en el día. El problema es que a la semana, el chico cortó un diente, se le infectó y sufrió una neumonía con pronósticos reservados. Otra vez tuvo que salir volando para su casa. Por suerte solo quedó en anécdota y el chico se recuperó. “Tuve todo el apoyo de mis compañeros, eso es para destacar: nadie se sentía más que nadie por más que algunos veníamos del interior en vaquerito y otros andaban con cadenas de oro”, resalta el Tolo. Ya campeones, el regreso a Rosario fue con toda la gloria. Pero sin plata. “Después de la cena del festejo, pasamos por la concentración a buscar la ropa. Ahí no teníamos ni un mango y nos tuvimos que volver con Kempes y el Loco Killer en auto. Mario llevaba el botín de oro por ser el goleador y le dije que si no nos alcanzaba para la nafta lo dejara como parte de pago”, todavía se ríe el Tolo.
RUBEN GALVAN
El Negro, múltiple campeón con Independiente, fue –de los tres jugadores de campo que no entraron ni un minuto en el Mundial– el de mayor cartel. “Ser campeón del mundo significó una gran alegría para mí, pero al mismo tiempo fue una tristeza no haber sido partícipe activo. El Flaco fue injusto, yo estaba pasando un momento espectacular, venía de estar ternado en los premios Olimpia y creo que algún rato podría haber entrado en un par de partidos. De hecho, contra Perú salió Gallego al final y entró Oviedo, cuando el reemplazante natural para ese puesto era yo. Al final, creo que estaba un poco por cábala”. El formoseño Galván, cálido y amable como buen provinciano, fue el que peor la pasó de aquellos campeones en estos años. Dirigió equipos menores en Necochea, Arroyo Seco y Formosa, tuvo un local de ropa que luego perdió y en 2007 la tragedia lo sacudió con toda dureza: primero le debieron extirpar un riñón y realizarle un trasplante de hígado y unos meses después falleció su hijo mayor, a los 33 años, de muerte súbita, tras jugar un partido de papi fútbol. “Y aquí estoy, de pie, peleándole a la vida”, afirma, orgulloso y decidido.
ROBERTO SAPORITI
El Sapo se sumo al cuerpo técnico en los últimos meses. “Al Flaco le discutía todo, no me callaba”, recuerda. Y detalla dos contrapuntos. El primero, al momento de elegir a los tres que debían quedar afuera del plantel. “Cuando la noche anterior el Flaco me cuenta que quedaban afuera Bravo, Bottaniz y Diego, fue una sorpresa grande. Esa tarde, Diego había metido cuatro goles en la práctica. Coincidíamos en los dos primeros pero le dije que con Diego se equivocaba, que lo pensara. Al otro día, César los reunió a todos y me acuerdo de las caras del grupo cuando dio los nombres. Yo lo tenía justo enfrente, sentado en una pelota. Su rostro se desencajó y se fue corriendo”. En la otra, Menotti tenía razón. “Para la final, discutimos por el banco. El quería a Killer, por si jugaba Nanninga, que era alto. Yo lo convencí de que pusiera a Oviedo, al que dirigía en Talleres, y jugaba en todos los puestos de atrás. Cuando Nanninga se preparó para entrar, el Flaco me miró mal. 'No pasa nada, quedate tranquilo', le dije. Y cuando metió el gol, me reputeó en colores”.
JORGE OLGUIN
“El que no podia jugar”. Así tituló El Gráfico la nota con Olguín tras la consagración. El defensor de San Lorenzo era uno de los más cuestionados. Por esa crítica despiadada, tras el triunfo ante Holanda, explotó en llanto sobre los hombros de Menotti, otra postal imborrable de la Copa. “Lloré como un chico, solté todo lo que tenía reprimido”, asegura. Eso sí: esa noche no pudo festejar demasiado. Se lo llevaron en patrullero porque habían internado a su esposa, que esperaba familia para un mes después. Fue solo un susto, su hijo llegaría a término. Compañero de habitación de Luque, recuerda que en la noche previa a la final se quedaron hasta las dos de la mañana leyendo cartas: “Una llegó con 11 Clementes y nosotros le agregamos la característica de cada jugador. Al Clemente Gallego lo pintamos de negro, al Ortiz le pusimos un cigarrillo en la boca, y así con todos, nos reímos como chicos, después nos tomamos un litro de leche cada uno, y nos fuimos a dormir”. Lo más curioso es que Olguín llegó a la Selección por el excelente informe que le preparó a Menotti el DT de San Lorenzo, un tal Osvaldo Zubeldía. Si se entera Bilardo...
DIEGO MARADONA
“Ese día jure que iría por la revancha, fue la desilusión más grande de mi vida y la bronca es mi mejor combustible”. Así calificó Maradona en su biografía el instante cumbre de la desafectación del 19 de mayo. “Estaba afilado como nunca. A Menotti no lo perdoné ni lo voy a perdonar nunca. Igual, me la veía venir; el día anterior me había ido a visitar Francis (Cornejo) a la concentración y me encontró llorando en la pieza. Después, cuando Menotti dio los tres que nos íbamos, solo algunos se acercaron a consolarme: me acuerdo de Luque y de Gallego, de nadie más. Bottaniz se quedó con el plantel porque lo sintió así, no me gustó. Yo no me quedé ni un segundo más, ya no me sentía parte de ese grupo. Lo peor fue cuando volví a mi casa. Parecía un velorio, lloraban todos”. A pesar de la amargura, Maradona envió un telegrama a la concentración deseando suerte y fue al Monumental contra Italia y Holanda. Tras la final, salió a festejar en la furgoneta verde de su suegro, sentado con Claudia en el capó. “No hubo un reclamo masivo por él”, asegura Guillermo Blanco, por entonces el periodista más cercano a Maradona, quien pone en contexto la decisión.
ALBERTO TARANTINI
Una de las imagenes imborrables es el festejo del Conejo en el segundo gol a Perú. De frente a las cámaras, en su corrida desenfrenada lanzó todo tipo de insultos. Hoy admite a quiénes se los dedicaba. “Puteaba a los milicos, a los 'tres tiras', como les decía yo. Un tiempo antes habían desaparecido unos amigos míos y en un encuentro con Videla le pedí por ellos, pero el tipo me dijo que no estaba en el tema. Un mentiroso. Encima, ni siquiera había podido zafar de la colimba, a pesar de ser sostén de mi hogar. El asunto fue que yo estaba peleado con Armando, el presidente de Boca, porque no me daban el pase y él andaba bien con los milicos, entonces me cagaron”. Como frutilla del postre, Tarantini se mandó una de kamikaze en el vestuario, tras un partido. “Estábamos duchándonos con Passarella y le dije: 'Si nos vienen a saludar los comandantes, me enjabono bien los huevos y después les doy la mano sin limpiármelas'. Daniel me toreó, a que no me animaba. Y apenas apareció Videla, lo hice. No dijo nada por los fotógrafos, pero puso una cara de orto terrible, estaba recaliente”.
OMAR LARROSA
Unas semanas antes del Mundial, el campeón con Huracán 73 se lesionó el talón en una práctica. “No evolucionaba y estaba preocupado –evoca Omar–. Fuimos a jugar un amistoso en Uruguay y no podía pegarle con la derecha. No se lo decía ni a Menotti ni al doctor, estaba peligrosa la cosa, no me quería quedar afuera. Cuando volvimos, le pedí el fin de semana a Menotti y me vio Fernández Schnoor, el médico de Independiente. Me infiltró en el talón y santo remedio, se me pasó todo”. Larrosa la vio de afuera hasta que se lesionó Ardiles contra Brasil y Menotti lo mandó a la cancha, con cuatro meses sin partidos oficiales, contra Perú. Fue la figura del partido: El Gráfico lo calificó con 10. “Empecé de ocho, pero como no le encontrábamos la vuelta me fui a la izquierda. El tío de un amigo mío inglés, que es historiador, me dijo que esa noche toqué 72 veces la pelota, una cifra que ningún jugador en un Mundial había conseguido”, asegura y no olvida cómo salió corriendo apenas terminó el partido: “Fui a buscar una de las tres pelotas del partido, la que estaba en nuestro banco, y me la quedé. Hoy la tengo en una mesita, en mi casa, y la veo todos los días”. No era para menos.
DANIEL BERTONI
Figura de Independiente y titular en buena parte del ciclo, Bertoni venía con la espina clavada del Mundial 74, cuando lo bajaron del avión sobre la hora a pesar de que los dirigentes le habían asegurado que iba a viajar. En 1977 se lesionó y perdió terreno. Durante la pretemporada en Villa Marista hacían partidos titulares contra suplentes en el estadio Mar del Plata, que estaba construyéndose. Bertoni jugaba para los suplentes. Lo evoca Daniel: “En esos partidos nos matábamos. Una vez le metí al Pato un gol de emboquillada y salí a gritarlo como loco; Menotti me quería echar del plantel. Le tuvieron que ir a hablar Passarella y Luque al vestuario para calmarlo. El sentía que se lo había gritado con bronca a él”. Por suerte, el Flaco cambió de opinión, Bertoni se ganó el puesto contra Italia (fue al banco en los dos primeros partidos) y metió goles clave: uno en el debut y otro en la final. Lo había vaticinado en una entrevista con El Gráfico, frente a la tribuna Almirante Brown en plena remodelación. “Sueño con meter un gol en la final”, se ilusionó. Y en ese arco, lo metió. Un hombre de palabra.
RICARDO LA VOLPE
Cuando aún no le había crecido el bigote ni florecido la verborragia, a La Volpe le tocó dar un salto infrecuente para la época: de Banfield a la Selección. “La venía rompiendo y hubo un amigo que me veía mucho, porque era de la zona, el periodista Osvaldo Ardizzone, que además era amigo de Menotti. Él siempre le decía que me fuera a ver”. Lo vio, lo llamó y Richard dio el presente en casi todo el ciclo. Fue el tercer arquero y como no tenía lugar en el arco en los picados de titulares contra suplentes, solía jugar arriba. Finalizados los 90 minutos contra Holanda, habló: “Dos o tres decíamos: si no entró la del último minuto, ahora los pasamos por arriba, los pasamos por arriba”. Y los pasamos por arriba. Concretada la victoria, el hombre casi no pudo festejar porque ese mismo 25 de junio nació Sabrina, su segunda hija, así que lo sacaron de la cancha en patrullero. Ya como DT de México no escatimó recursos para afrontar el Mundial 2006: fundió la medalla del 78, puso un poquito más de oro e hizo pulseritas que les regaló a sus jugadores, que las usaron como tobilleras. No alcanzó. Faltaban las piernas de Kempes y Luque, entre otros.
RICARDO VILLA
ventidos años después del Mundial ganado por Argentina, por primera vez un futbolista campeón aceptó juntarse con una Madre de Plaza de Mayo. A instancias del diario Clarín, en junio del 2000, dos sectores que vivieron sentimientos contrastantes en aquellos contradictorios días del 78 se confesaron a corazón abierto. Villa contestó qué sabían y qué hubiera hecho en caso de saber. Tati Almeida, madre de un desaparecido, intentó comprender un poco más por qué el fútbol no fue solidario con aquel reclamo desesperado. “Para mí fue interesante –destaca hoy Villa–, estar cara a cara y que me expresaran su sentimiento fue muy positivo. Ella no podía entender nuestra situación: que hubiera desaparecidos, no lo supiéramos y no tomáramos cartas en el asunto. Y yo le conté mi verdad: que lo único que quería era ser campeón del mundo. Nada más lejano de mi ideología que las dictaduras, pero yo sabía muy poquito en ese momento; uno hasta parece un ignorante al reconocer esto, pero era así, porque si de hecho acepté aquel encuentro es porque me sentía con la autoridad moral para hacerlo, no me sentí ni cómplice ni partícipe”.
LEOPOLDO LUQUE
Un verdadero gladiador. Hizo goles clave y supo lidiar con dolores físicos y del alma. Un ojo negro, un codo luxado y un hombro fuera de caja fueron algunas de las heridas de batalla que soportó Luque. Pero eso no fue lo peor. “Veníamos con el micro por la Panamericana y vimos un camión chocado. Acá no se salvó nadie, pensamos. Y resulta que ahí venía mi hermano para verme jugar”, recuerda. “Habíamos jugado con Francia y yo venía de pasar la noche internado, tenía el brazo enyesado. Cuando volví a la concentración, llegaron mis padres y un tío para darme la noticia de su muerte. Me fui a Santa Fe y pensé en no volver. Pero mi familia me insistió, me llamaron Menotti y Passarella para decirme que me necesitaban, y mis viejos me llevaron de vuelta”. Tenía tres cábalas. Usaba el slip al revés, se miraba con Pizzarotti mientras sonaba el Himno; y formados para escucharlo, le decía “¡Fuerza!” a Kempes, que se lo decía al jugador vecino hasta armar la cadena que terminaba en Fillol.
EL ABRAZO DEL ALMA
Victor Nicolas D'aquila tenía 13 años cuando al caerse de un poste de alta tensión tiró el manotazo, agarró lo primero que encontró (el cable) y terminó con los dos brazos carbonizados. Hasta ese momento, nunca había ido a un estadio. “Después me empezó a gustar. Estar con los jugadores y pedirles un autógrafo me hacía bien”, reconoció con los años, inmortalizado como emblema del Mundial. Hincha de Boca, en la Bombonera saltaba al campo por los palcos, hasta que un policía le dio un gran consejo: “Si tenés algún problema, metete en el campo de juego que ahí los perros no pueden entrar”. El 25 de junio estaba en la platea baja, porque no había sitio para discapacitados, y cuando el árbitro pitó, se lanzó. Se adelantó porque faltaba el adicional. Recordó el consejo y se paró al lado del poste: “Cuando terminó fui a buscar a Fillol y al detenerme, las mangas se fueron para adelante por la frenada; ahí Alfieri tomó la foto”. La imagen no salió publicada en El Gráfico del 27 de junio, donde hay una foto de Fillol con Tarantini perteneciente a esa secuencia. Recién a la semana siguiente vio la luz con los tres protagonistas y el título que inmortalizó Osvaldo Ardizzone: “El abrazo del alma”. Ganó muchísimos concursos.
RICARDO PIZZAROTTI
Era un duro y equilibraba el carácter más flojo de Menotti. Pese a que los hacía transpirar de lo lindo y de que por lo bajo los jugadores lo habían bautizado Pizzahuevos, todos destacan el valor del Profe en la conquista. Fue la primera vez que una Selección compitió de igual a igual en lo físico con los europeos, y ese mérito le correspondió a él. Además, su tarea fue muy importante para amenizar los cuatro meses de concentración, organizando distintas actividades. Era el único integrante del cuerpo técnico alojado en el chalet de los jugadores. En el pizarrón de la entrada, su mensaje anunciaba: “Faltan X días para ser campeones del mundo”, y la X llegó a cero, cumpliendo su profecía. Aún se recuerda la anécdota del vestuario tras el debut con Hungría. “Perdone, señor, pero ahora se va a tener que retirar porque tenemos que seguir trabajando”, le solicitó a Jorge Rafael Videla, que había pasado a saludar. Falleció el 12 de marzo de 2007.
EN SINTESIS. LA CAMPAÑA
PRIMERA FASE / GRUPO 1
FECHA RIVAL RES. GOLES
2/6 Hungría 2-1 Csapo (H), Luque (A), Bertoni (A)
6/6 Francia 2-1 Passarella (A) de penal, Platini (F), Luque (A)
10/6 Italia 0-1 Bettega (I)
SEGUNDA FASE
FECHA RIVAL RES. GOLES
14/6 Polonia 2-0 Kempes (A) 2
18/6 Brasil 0-0
21/6 Perú 6-0 Kempes (A) 2, Luque (A) 2, Houseman (A), Tarantini (A)
FINAL
FECHA RIVAL RES. GOLES
25/6 Holanda 3-1 Kempes (A) 2, Bertoni (A), Nanninga (H)
PRESENCIAS Y GOLES
PJ GOLES MINUTOS
1 Norberto Alonso (River) 3 - 52 (8%)
2 Osvaldo Ardiles (Huracán) 6 - 470 (71%)
3 Héctor Baley (Huracán) - - -
4 Daniel Bertoni (Independiente) 6 2 477 (72 %)
5 Ubaldo Fillol (River) 7 -4 660 (100%)
6 Américo Gallego (Newell's) 7 - 655 (99%)
7 Luis Galván (Talleres Cba.) 7 - 660 (100%)
8 Rubén Galván (Independiente) - - -
9 René Houseman (Huracán) 6 1 348 (53%)
10 Mario Kempes (Valencia) 7 6 660 (100%)
11 Daniel Killer (Racing) - - -
12 Omar Larrosa (Independiente) 2 - 145 (22%)
13 Ricardo La Volpe (San Lorenzo) - - -
14 Leopoldo Luque (River) 5 4 480 (73%)
15 Jorge Olguín (San Lorenzo) 7 - 660 (100%)
16 Oscar Ortiz (River) 6 - 322 (49%)
17 Miguel Angel Oviedo (Talleres Cba.) 1 - 5 (0,7%)
18 Rubén Pagnanini (Independiente) - - -
19 Daniel Passarella (River) 7 1 660 (100%)
20 Alberto Tarantini (libre) 7 1 660 (100%)
21 Daniel Valencia (Talleres Cba.) 4 - 266 (40 %)
22 Ricardo Villa (Racing) 2 - 90 (14%)
Por Diego Borinsky y Elías Perugino (2008).