Los conceptos de un grande
Ramón Cabrero, un sabio del fútbol le brindó a El Grafico en 2007 varias definiciones muy interesantes. Ese mismo año conseguiría lo máximo como entrenador de Lanús, ganar el Apertura en La Bombonera.
>> Se aprende de jugador. Yo creo que no se puede estudiar para director técnico. Si uno no supo guardar experiencia y conocimientos mientras jugaba, perdió el tren.
>> A los chiquitos los protege el area. Ahí está el caso de Messi: cuando está en el área, no se lo puede tocar. O le hacen penal o le pegan un tiro. Si son habilidosos, se hacen peligrosísimos.
>> Siempre es bueno un referente. Me encantaba como jugaba Martín Pando, yo estaba en las inferiores de Lanús y lo veía para aprender. Otro que me encantaba era Angel Clemente Rojas: habilidad, técnica, pero también fútbol de potrero, que nos llenaba los ojos a todos.
>> Se nace con condiciones o no. Como decía el Gitano Juárez: yo a un buen jugador puedo enseñarle a correr, pero si es malo y corre, no me sirve.
>> Jugar bien no basta. Una cosa es ser habilidoso y otra destacarse en el profesionalismo. Cuando se entra en ese terreno, hay que tener personalidad ante todo y dedicación para llegar a algo.
>> Antes el futbol era mas lindo. Y, ojo, no digo que era mejor, esa es otra cosa. Lo que sí quiero decir es que era más folklórico, no era como ahora, casi una cuestión de vida o muerte, demasiado dramático. Al final, ese clima al jugador lo cansa.
>> Mi virtud no fue hacer goles. Yo hice veinte en toda mi carrera, pero siempre tuve en claro mis limitaciones, claro, jugaba de 8... Eso sí, nunca olvidaré mi debut, en el 65, cuando empatamos con Lanús frente a Gimnasia 1-1 y el gol lo marqué yo...
>> Es dificil dar consejos. Yo les digo a mis jugadores que uno tiene que poner todo siempre. Después, queda la decisión del técnico. Cuando jugué en el Atlético de Madrid, el número 8 era Luis Aragonés, así que yo jugaba de vez en cuando. Pero siempre estuve preparado 10 puntos.
>> Hoy son mas profesionales. Cuando jugaba en Ñuls, vivía con Marito Sanabria. Salíamos a correr con el plantel y nos escondíamos detrás de un árbol. Hoy pasa eso y viene un compañero, te da un cachetazo y te dice: “Estás jugando con mi plata”.
>> Crecer de golpe duele. A mí me pasó, porque de Ñuls fui al Atlético de Madrid y no conocía ni Mar del Plata. Yo tenía 22 años y mi mujer de siempre, Noemí, tenía 17. éramos dos chicos. Suerte que allí encontré a compañeros como Ayala, Díaz o Heredia, pero fue todo muy rápido.
>> Para ser DT hay que sentirse capaz. Si no tenés convicciones, si no tenés personalidad, no sirve.
>> No uso pizarron. A mí me gusta la charla grupal, decirles a los jugadores qué quiero y qué pueden hacer. Y, luego, claro, también está la charla individual, no para decirle a un jugador cómo tiene que jugar, sino qué cosas puede mejorar, para orientarlo.
>> El futbol es uno solo. Yo aprendí mucho de dos grandes, el Gitano Juárez y Menotti, cuando estaban en Ñuls. En el Atlético de Madrid tuve al Toto Lorenzo. Escuelas distintas. Por un lado, el fútbol algo bohemio, por el otro, el práctico. Ese enfrentamiento que hubo entre Menotti y Bilardo fue una tontería que le hizo mal al fútbol.
>> Hacen falta buenos jugadores. Si faltan jugadores, no hay pizarrón ni táctica que valga. El fútbol es más sencillo de lo que parece. Yo quiero que mi equipo juegue bien, pensando en el arco contrario, que sea inteligente y que sepa defender. Un 70 pensando en el arco de enfrente y un 30 por ciento que defienda.
>> Cada uno tiene sus codigos. Yo tengo los míos. Así, cuando me reúno con los jugadores, lo primero que les digo es que no la voy con esos que nunca quieren ir al banco. Acepto que un jugador se fastidie si lo saco, porque eso demuestra su actitud, pero también tiene que saber que por algo uno toma esa decisión. ¡Ah! Otra regla de oro para mí es que sepan convivir y respetarse.
>> La felicidad es sencilla. Yo sigo casado con la misma mujer, tengo dos hijos profesionales, Ramiro es abogado y María Belén es contadora. Me siento bien en Lanús. Eso es la felicidad.
>> Hay que decir lo que se siente. Por eso lo admiro a La Volpe, aunque no lo conozco personalmente. El vino al país y dice lo que siente, con gran valentía, y eso es bueno para nuestra profesión.
>> Cuidado con lo que se dice. Yo dije que firmábamos el empate con Boca en el Apertura pasado y hubo quienes pensaron que había una cosa rara, porque de esa forma Boca salía campeón. Lo que quise decir era que, para un equipo chico como Lanús, un empate era buen resultado. Bueno, al final ganamos, lo mandamos al desempate con Estudiantes y demostramos que no siempre hay que ver todo bajo el agua.
>> Lo peor es antes del partido. Dos horas antes me pongo loco, muy ansioso, siento que la hora no pasa más... Cuando empieza ya no, porque ellos están en la cancha y tienen que resolver, pero antes... ¡Es un infierno!
>> No todo es tan dramatico. Cuando uno pierde, rebobina mentalmente el partido jugada por jugada. Y a veces, después de un par de días, mira el tape, analiza lo que pasó y dice: “Pucha, tan mal no jugamos”. De la misma manera en que, después de un triunfo, puede decir: “Ojo, que no jugamos tan bien...” Hay que buscar el equilibrio.
>> Primero y principal, la verdad. Así como admiro a La Volpe, por su sinceridad, así trato de ser yo en todo. Lo más complicado es mentirse a uno mismo, decir por ejemplo, “la culpa la tuvo el referí” en lugar de aceptar que se jugó mal y punto.
>> La vida no tiene por que ser tranquila. Cuando no dirijo, me falta la adrenalina, es como si fuera una droga. A veces quiero desenchufarme de todo y después, cuando me tomo vacaciones... ¡Extraño los partidos!
>> En albania, dos meses son eternos. Yo había andado mucho por todo nuestro país, en diferentes clubes, pero hace unos tres años, por medio de Pedro Pasculli, me mandaron a trabajar en el Dínamo de Albania. ¡Mamita! ¿Cómo podía dirigir si no nos entendíamos? Tenía un preparador físico que hablaba en italiano y por ahí algo podía explicar, pero era más fácil comunicarse con un lavarropas. ¡Y eso que solamente fueron dos meses!
>> Siempre se quiere algo mas. Tengo 60 años, pero todavía me encantaría tener la chance en un club grande. Nada viene por casualidad y me gustaría el desafío. Y a lo mejor tengo la suerte de que se me dé.
>> Es bueno tener muchos amigos. Y los tengo, aunque si tuviera que nombrar a uno, lo hago con El Panadero Díaz, porque es un amigo de toda la vida. En cambio, me parece que es imposible no tener enemigos, porque no todos pueden quererlo a uno.
>> Me equivoque muchas veces. Sin embargo, no tengo grandes arrepentimientos: han sido errores, sí, pero mirando para atrás, noto que ninguno fue grave.
>> Si no me fue mejor, no fue por mi. Ya dije que me gustaría la chance de un club grande. Hasta ahora no vino, pero de algo estoy seguro y es que siempre hice todo para alcanzar lo mejor.
>> Todos tenemos un cacho de culpa. Y me refiero a todos, ¿eh? Especialmente a los técnicos. No me pasa por la cabeza que un técnico llegue a estar en dos clubes en la misma temporada. Eso no es tener respeto por la profesión, no saber dar plazos. Y un poco de culpa la tenemos nosotros mismos, en gran parte, porque los contratos son para ser cumplidos.
Por Carlos Irusta (2007).
Fotos: Jorge Dominelli.