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Todo lo que le pasa es real

Lleva 18 meses en el Madrid y se prepara para celebrar su segundo título. Con solo 20 años logró sumar minutos entre Raúl, Van Nistelrooy, Robinho, Robben y Saviola.

Por Redacción EG ·

18 de diciembre de 2008
Nota publicada en la edición Mayo de 2008 de la revista El Gráfico.
 
“No te preocupes, mañana vamos a ir a otro museo”.
Jorge Nicolás Higuaín nunca fue amigo de las sutilezas dentro del campo de juego. Dueño de una personalidad avasallante, el Pipa no se encolumnaba en el gremio de los artistas. Sus botines no eran lo que se dice un par de pinceles capaces de alumbrar la creación exquisita sino más bien una colección de brochas gordas que cepillaban de pies a cabeza sin reparar en nacionalidades ni razas.
En Madrid, sin embargo, cualquier turista que se precie no puede dejar de visitar el Museo del Prado. Goya, Velázquez y Murillo podrían haber sido para el Pipa los integrantes de una delantera de ensueño, pero para Nancy Zacarías, que debió soportar estoicamente a un marido y cuatro hijos futboleros que le rompieran cuanto cuadro y adorno decoraba su hogar, significaba un momento largamente esperado, el de apreciar en vivo y en directo las obras de estos artistas que conforman algo así como la columna vertebral de la pintura española: el 1, el 5 y el 9.

Se acercaba el verano europeo del 2006 y mientras Federico izaba la bandera del milagro con Chicago, y Gonzalo comenzaba a ganarse la titularidad en el River de Passarella, papá Pipa le cumplía la promesa postergada a su esposa: el viaje a España, donde nunca habían estado. Le cumplía la promesa, pero tampoco iba a estar repartiendo sonrisas. La acompañó cuadro por cuadro, toleró las explicaciones que el guía por auricular le dedicaba a cada obra, pero apenas pisó la calle, le saltó con los tapones de punta.

-No te preocupes, mañana vamos a ir a otro museo.
-¿A qué museo me vas a llevar, gordo?
-Al Bernabéu, mañana te llevo al Santiago Bernabéu, el estadio del Real Madrid.
-¡Vos estás loco! Me tuviste 40 años con el fútbol y ahora me querés llevar a una cancha. No.
-Hacé lo que quieras, yo voy a ir igual.
Ahora si, la cámara salta al presente, marzo del 2008, y enfoca a Jorge Higuaín en un cómodo sillón, del hogar alquilado para el hijo que jamás resistiría un genético futbolero, en el barrio residencial de Mirasierras, periferia de Madrid. Las palabras le pertenecen.

“Ahí estábamos al otro día, peleándonos en la puerta. Que andá vos, que yo me voy a caminar, que vení a conocer esto, que ni loca, que no te lo pierdas. Al final fuimos los dos. Pagamos la entrada y cuando me asomé a semejante estadio me agarró un... la verdad, el Bernabéu es imponente. Vacío es imponente. Y lleno, también. Agarré mi camarita y me puse a filmar. Iba caminando, haciendo el recorrido típico del turista, y empecé a joder. Mientras filmaba, me acerqué al vestuario, al locker donde había una gigantografía de Beckham y empecé a hablarle a la cámara: 'Gonza, acá tienen que venir a jugar ustedes, este club es para ustedes. ¿Cómo va a estar Beckham y no van a estar ustedes?'. Así, boludeces de ese tipo decía. Eso fue en mayo del 2006. En octubre, siete meses después, el Director Deportivo del Real Madrid, Pedja Mijatovic, me estaba llamando para invitarme a hablar por Gonzalo. Es de novela, ¿no?”.

De novela, claro que sí. Gonzalo Gerardo Higuaín aún no completó 18 meses con la camiseta más prestigiosa del mundo, un torneo y medio, y se apresta a celebrar su bicampeonato, circunstancia que se dice y se piensa fácil pero que el Real Madrid no conquista desde hace 18 temporadas. Y todo con 20 años.

“Vení a las cinco de la tarde, que el Flaco te va a estar esperando”, había anticipado papá Pipa, que en Madrid le maneja un poco la agenda a su tercer hijo, y también le organiza las comidas y le mantiene la casa en orden y busca recrear el ambiente familiar, mientras Federico -el segundo- viaja de Turquía a México para firmar por el América acompañado por Nicolás -el mayor, hoy representante-, y Lautaro -el más chiquito- chatea con amigas en la sala contigua. Mamá Nancy se come las uñas allá lejos, en Saavedra.

Para el Pipa, Gonzalo es “el Flaco”, o “Gonzi”, o “Flaco Longaniza” o “Longano”, aunque para el mundo del fútbol son todos Pipas y Pipitas. “Me chorearon el apodo, ahora todos son Pipas, mis hijos, mis hermanos, todos”, se queja el padre de las criaturas, como si les hubiese hecho un gran favor adosándoles el apelativo de la gran nariz.

Son las 5 y 5, y Gonzalo asoma con el pelo mojado, camperita deportiva Adidas y la elegancia al andar que lo distingue en los campos de juego.

“Siempre estoy rodeado de gente, si no me muero“, admite el 20 del Madrid, certificando la sensación de que aún es un veterano joven necesitado del afecto familiar“, solo no podría estar acá. Por aburrimiento, por estar lejos, porque extraño. Ahora están mi viejo y Lautaro; en otro momento vendrá mi vieja, con Fede hablo seguido. También me visitan Nicolás, los amigos míos de la vida, mi novia; nunca me quedo solo, eso es una fija. La casa es grande: hay tres habitaciones y otra de servicio.
-¿Al entrenamiento te lleva tu viejo?
-No, voy yo en el auto, él se queda organizando el tema de la comida. Igual, nos entrenamos acá cerca, son 10 minutos a la ciudad deportiva.
-¿Papá cocina bien?
-Organizar no es lo mismo que cocinar. Hay una chica que trabaja y hace comida buena, lo primordial: carne, pastas, verduras, pollos. La carne no es como la de Argentina pero se deja comer. Acá es muy rico el jamón ibérico, después todo parecido.
-¿Y qué más hace tu viejo?
-Se encarga de los contratos, de manejar la imagen, esas cosas. Si aparece alguna marca para esponsorearte, él se ocupa de todo eso, yo me quedo libre y me puedo dedicar a jugar.
-Está bueno, sabés que no te van a estafar.
-Sí, es lo más importante, por suerte estoy bien asesorado. Igual que cuando Fede fue con Nico a firmar por el América. ¿Qué más podés pedir?
-¿En qué auto te movés?
-El que nos da el club, un Audi q7, es una camioneta todo terreno. Casi todos van con eso, después tienen sus autos aparte, lógico.
-Me imagino lo que debe ser esa playa de estacionamiento...
-Tremenda, igual la mayoría va con la q7 y no desentono. Estamos hablando de un auto de primer nivel, terrible auto, no me puedo quejar.
-¿Con quién concentrás?
-Solo, en el Madrid se concentra solo. Parece que hace unos años un par se quejaron, que este tiene mal olor, que este se acuesta tarde; y por pedido del capitán se pasó a concentrar solo.
-¿Quién era el “maloliente”?
-No sé, no sé quién fue, porque yo no estaba todavía en el club. Ojo, tiene sus cosas a favor y sus cosas en contra. A mí me gusta más concentrar de a dos, podés charlar, reirte, compartir cosas con tus compañeros, pero me estoy acostumbrando a estar solo y también está bueno tener tu privacidad, manejar los horarios, escuchar la música que vos querés. Tal vez fomente un poco el individualismo, pero tampoco es tan grave porque concentramos poco, lo hacemos el día del partido si jugamos de local: nos juntamos al mediodía, almorzamos, siesta y a jugar.
-Esto desmitifica un poco la importancia de las concentraciones: el Real Madrid se junta el mismo día del partido.
-Sí, para mí es mucho mejor concentrar el mismo día; si no, te aburrís demasiado. En River, a veces, concentrábamos el viernes a la noche para jugar el domingo y el tiempo no pasaba más.
El tiempo, para Gonzalo, pasó a velocidad de un rayo como una película soñada, reproducida con las teclas “play-fwd” apretadas al mismo tiempo. De mayo 06 es la anécdota en el Bernabeú, en octubre se reunía papá Pipa -ya sin filmadora, para que no lo tomaran de cholulo- con Mijatovic y el 14 de enero del 2007 Gonzalo debutaba con la camiseta merengue frente al Zaragoza, con victoria por 1-0.

El Madrid de Fabio Capello era un polvorín a punto de estallar: había cerrado el 2006, antes de las fiestas, con un 0-3 en casa ante el Recreativo, ubicándose tercero y avizorando una nueva temporada -la cuarta- con desenlace de manos vacías. Por eso el S.O.S. enviado a la Argentina concluyó con Higuaín y Gago viajando de urgencia en la botella para socorrer al Madrid.

Gonzalo fue una pieza clave para cortar la malaria: jugó 19 de los 22 partidos y aunque solo convirtió 2 goles, resultaron decisivos. El primero, para empatarle el clásico 1-1 al Atlético. El segundo, para coronar una levantada memorable del Madrid ante el Españyol en casa: perdía 0-1 y 1-3 y en el último minuto Gonzalo metió el 4-3. Esa noche del 12 de mayo, a cinco jornadas del final, al Barcelona le empataron sobre la hora y el Madrid se ubicó por primera vez en la temporada en la cima de la tabla. Jamás la abandonaría.

En el hogar de los Higuaín, un departamento estilo condominio con juegos, pileta y jardines en la planta baja, la secuencia de aquel gol ante el Españyol se adueña de buena parte de la pared principal. Allí, Gonzalo se robó el corazón de los madridistas. En la actual temporada, con Schuster en lugar de Capello, y la dupla Raúl-Van Nistelrooy casi infaltable, con Robinho, Saviola y Robben como alternativas, al Pipita se le complicó un poco, pero igual terminó consolidándose con una buena cantidad de minutos en cancha (ver recuadro). Se puede decir que el desafío se le planteó al revés: primero lo tiraron a la jaula de los leones, y luego lo fueron llevando de a poco, como para que se adaptara.

El Flaco Longaniza cuenta que en Madrid se entrena a media mañana, que a las 2 de la tarde está en su casa para almorzar, que a veces duerme la siesta, que ve partidos y diferentes programas de Argentina en la computadora, que sale a cenar de vez en cuando con amigos pero casi nunca con sus compañeros de equipo porque “viven lejos y no se da”. Y confiesa que si bien hay buena onda con los argentinos del Atlético de Madrid, “cuando llega el partido, siempre hay alguna cargada”.

-¿Qué fue lo que más te sorprendió del club?
-La seriedad con que se maneja, la limpieza, el orden, la humildad de los jugadores.
-¿Quién fue el que más te aconsejó?
-Raúl, Ruud, Roberto Carlos, el puma Emerson, bien, lo normal. Después, algunos se fueron. Este año me hablaron bastante, sobre todo cuando me tocaba no jugar: se acercaban, me decían que luche, que soy joven, que si bien me podía tocar no entrar, acá todos somos importantes, que la temporada es larga, que ellos también tuvieron momentos malos, que puede pasar y hay que meterle el pecho porque esto te hace crecer como jugador y como persona. Saber que no siempre las cosas serán color de rosa es una enseñanza importante.

(Aclaración necesaria: esta frase, Gonzalo la largó de un tirón. Extraño en él, que suele responder cortito y al pie. Sin dudas, es una máxima que tiene bien incorporada).
-A vos se te dio al revés: fuiste titular de entrada y ahora estás en una situación más lógica. ¿Cómo lo tomaste?
-Bueno, es que tengo 20 años (lo dice un poco a la defensiva). Yo vine aquí, entré a jugar con dos días de entrenamiento, casi sin conocer a mis compañeros; con el Madrid viviendo una muy mala situación. Por suerte entré bien, jugué bastante y terminamos siendo campeones. Ahora me toca esperar, es así, tengo adelante a dos cracks como Raúl y Van Nistelrooy, y debo seguir trabajando. Soy joven, me quedan cinco años de contrato...
-¿No te bajoneaste por pasar de titular con Capello a suplente con Schuster?
-No, así es el fútbol, cuando no jugás hay que tener la cabeza fuerte, seguir peleando, porque sé que estoy en el mejor equipo del mundo y pocos tiene el privilegio de hacerlo a los 20 años.
-¿En algún momento pensaste ir a otro club para jugar más?
-No, no, para nada, del Madrid tenés que irte sólo cuando te lo piden, cuando te dicen “no te vamos a tener en cuenta, buscate otro club”. Si no, del Madrid no hay que irse nunca. Yo, por lo menos, jamás me iría.
-¿Schuster y Capello son muy distintos?
-Son distintas ideas de juego. Capello salió campeón y hay que respetarlo, Schuster tiene otra idea y está demostrando que las cosas también las hace bien. Capello es más táctico, Schuster más de jugar, pero no quiero hacer diferencias para no entrar en polémicas.
-¿A River lo seguís?
-Sí, claro, si me dejan mis partidos trato de ver los de River por la compu. Esperemos que esta temporada hagan bien las cosas y le puedan regalar una alegría a la gente. Cuando me cruzo con algún ex compañero, como me pasó con Augusto en la Selección, hablamos de River.
-A vos se te dio todo de golpe: explotaste en River, el dilema de jugar para Francia o Argentina, la oferta del Madrid, ¿digeriste todo bien o entraste en crisis?
-No, para nada, no entré en crisis en ningún momento. Al contrario, estoy tranquilo, disfrutando de esto que es algo único, agradecido de jugar en el Madrid. Siempre tuve una gran familia que me ayudó y me respaldó, y así se me hace todo más fácil.
La nota la abrió Don Pipa, y el cierre le vuelve a pertenecer al padre de la criatura, luego de despedir a Gonzalo que se va a pasear por Madrid con su novia Carolina.

“De ese viaje a Europa también hay otras anécdotas. Estábamos en Inglaterra, y llamamos a Buenos Aires para ver cómo estaban los chicos. River había jugado con el Corinthians en Brasil, marcó Nancy y atendió Lautaro. '¿Cómo está Gonzalo?', le preguntó. 'Le dieron 10 puntos', contestó Lauti. Ahí mi mujer empezó a gritar, desesperada: '¡Le dieron 10 puntos, le dieron 10 puntos a Gonzalo! ¿Qué le pasó a Gonzalo, pobrecito? ¿En dónde le dieron 10 puntos? ¿Por qué le pegaron?'. Entonces le saqué el teléfono para hablar con Lautaro. '¡Nancy, 10 puntos le dieron todos los diarios, metió dos goles y ganó River. Gonzalo jugó para 10 puntos en Brasil!'. Todavía lo cuento y me río” .

Por Diego Borinsky