Las Entrevistas de El Gráfico

2008. SERNA 100x100

Mauricio ¨Chicho¨ Serna se enfrentó al 100x100 de El Gráfico, dejó en claro su amor por Boca, sus mayores rivalidades dentro de la cancha y contó grandes anécdotas de su paso por el fútbol.

Por Redacción EG ·

26 de junio de 2019

“Si Bianchi me ofrece trabajar con el, largo todo”

 

Identifíquese:

NOMBRE: Mauricio Alberto Serna.

NACIMIENTO: 22/1/1968 en Medellín, Colombia.

TRAYECTORIA: Deportivo Pereira, de Colombia (1990), Atlético Nacional de Medellín, Colombia (1991-97 y 2004-05), Boca Juniors (1998-2002), Puebla, de México (2002-03), Chacarita Juniors (2003), Talleres de Córdoba (2004). Con la selección de su país disputó el Mundial 98, en Francia.

TITULOS: 3 títulos locales en Colombia (1991, 1994 y 2005, todos con Atlético Nacional); 6 títulos con Boca (Aperturas 98 y 00; Clausura 99; Copa Libertadores 2000 y 2001; Copa Intercontinental 2000).

CARACTERISTICAS: Volante tenaz, apto para raspar hasta el límite y de buen manejo de pelota. Personaje simpático y entrador, con voz propia de un dibujito animado. Inclaudicable defensor de sus derechos y los de sus compañeros. Y, fundamentalmente, un señor con todas las letras.

 

1 ¿Quién te pu­so Chi­cho? No sé.

2 ¿Y qué es Chi­cho? Tam­po­co sé. Me lo di­cen de chi­co.

3 ¿Dón­de vi­vís? En­tre Me­de­llín y Bue­nos Ai­res, voy y ven­go, aun­que ten­go pen­sa­do vol­ver a ins­ta­lar­me de­fi­ni­ti­va­men­te en la Ar­gen­ti­na pa­ra fi­nes de 2008. Acá vi­ví los me­jo­res años fut­bo­lís­ti­cos de mi vi­da; y a mis hi­jos, que cre­cie­ron en Bue­nos Ai­res, y a mi es­po­sa, siem­pre los tra­ta­ron muy bien. Ade­más, con mi nue­vo tra­ba­jo me con­vie­ne ha­cer ba­se en un lu­gar y ese lu­gar es es­te país.

4 ¿Po­drías ser más es­pe­cí­fi­co con eso de “mi nue­vo tra­ba­jo”? Soy re­pre­sen­tan­te de ju­ga­do­res. Re­pre­sen­to a Jo­si­mar Mos­que­ra, a Jai­ro Pa­ti­ño, a Freddy Gri­sa­les, a Freddy Gua­rín, que es­tá en Fran­cia, a Hum­ber­to Men­do­za, que es­tá en Na­cio­nal de Me­de­llín… Ten­go a va­rios.

5 Ri­ver te quie­re com­prar a Mos­que­ra, ¿se lo ven­dés? To­tal­men­te.

6 ¿Y si te­nés al fu­tu­ro Ma­ra­do­na, tam­bién? Si po­ne la pla­ta, sí, soy pro­fe­sio­nal. Eso sí: pri­me­ro se lo voy a ofre­cer a Bo­ca; si no va, no va.

7 ¿Por qué no sos DT? Por­que me pa­re­ce que co­mo em­pre­sa­rio ten­go un cam­po gran­de pa­ra ayu­dar a los ju­ga­do­res, so­bre to­do a los de mi país. Y co­mo si fue­ra po­co, me da más tiem­po pa­ra es­tar con mi fa­mi­lia. Co­mo téc­ni­co el com­pro­mi­so es mu­cho ma­yor.

8 Pe­ro siem­pre le re­pe­tías a Bian­chi que te gus­ta­ría ser su ayu­dan­te de cam­po. Ahí la his­to­ria se­ría otra. Si hoy vie­ne Car­los y me pre­gun­ta si quie­ro tra­ba­jar con él, en me­nos de un mi­nu­to de­jo to­do lo que es­toy ha­cien­do. Lo de­jo en bue­nas ma­nos y adiós, mi es­po­sa lo tie­ne muy cla­ro.

Imagen Un referente. Carlos Bianchi es uno de los hombres que más respeta en el fútbol.
Un referente. Carlos Bianchi es uno de los hombres que más respeta en el fútbol.

9 ¿Ha­blás con él? A ve­ces; y to­da­vía, ca­da vez que ha­blo, apren­do al­go nue­vo.

10 Chi­cho es un maes­tro pe­ro nun­ca ju­gó en Eu­ro­pa. ¿Ju­ga­dor de ca­bo­ta­je? Nun­ca es­tu­ve de­ses­pe­ra­do por eso. Si don­de ju­ga­ba yo es­ta­ba fe­liz, pa­ra mí era su­fi­cien­te. Igual, re­co­noz­co que me hu­bie­se gus­ta­do.

11 ¿Cuál fue la me­jor pa­ta­da que re­cor­dás? Una que hi­zo que el to­bi­llo se me hin­cha­ra en cin­co se­gun­dos.

12 Sea­mos se­rios, Chi­cho: la pa­ta­da que vos ha­yas da­do, no que ha­yas re­ci­bi­do… Ah… je­je­je­je… Una que le di a Ro­mag­no­li, de San Lo­ren­zo, cuan­do vol­vi­mos de ju­gar en Ja­pón. Fue ape­nas em­pe­zó el par­ti­do y fue pa­ra mar­car­le res­pe­to: una plan­cha tre­men­da.

13 A pro­pó­si­to… Es que ha­bía que mar­car­le el ri­gor. Y lo de­ci­día yo, eh, no era una or­den que ve­nía del ban­co. In­clu­so los ár­bi­tros ya me co­no­cían y sa­bían lo que ha­cía. Y los que no sa­bían, se en­te­ra­ban cin­co mi­nu­tos an­tes de que em­pe­za­ra el par­ti­do: “Pre­pa­ra­te por­que en la pri­me­ra voy a cru­zar­lo a és­te, eh…”, les de­cía a ma­ne­ra de in­for­me. El úni­co que me di­jo al­go fue An­gel Sán­chez: “Si no te­nés cui­da­do, te echo”. Lo bue­no es que con el tiem­po em­pe­cé a ma­ne­jar los par­ti­dos y ya no ju­ga­ba ate­mo­ri­za­do por te­ner una tar­je­ta en­ci­ma.

14 ¿Te reís­te al­gu­na vez en una can­cha o la ca­ra de ma­lo no se ne­go­cia­ba? Uffff... mu­chas ve­ces. El que me ha­cía reír era el Ti­no As­pri­lla, cuan­do ju­gá­ba­mos en Na­cio­nal de Me­de­llín. Me acuer­do de un par­ti­do con­tra el Amé­ri­ca. A él lo es­ta­ba mar­can­do hom­bre a hom­bre un tal Ber­tu­le­chi Mar­tí­nez, que le es­ta­ba dan­do pa­ta­das a mo­rir. En­ton­ces el Ti­no me mi­ra y me di­ce: “Ya sé qué voy a ha­cer, vos de­ja­me”. Se le acer­ca al ti­po y le di­ce: “Ber­tu­le­chi, her­ma­no, vos me que­rés ca­gar a pa­ta­das jus­to el día en que Bo­li­llo te es­tá mi­ran­do pa­ra lle­var­te a la se­lec­ción, ¿a vos te pa­re­ce bien eso? Yo te ten­go re­co­men­da­do, pe­ro si vos no in­ten­tás ju­gar, ol­vi­da­te de que te lla­me”. No lo to­có ni una vez más, y el Ti­no lo va­cu­nó con un gol.

15 En tus 39 años, ¿hi­cis­te al­gu­na vez un gol de ca­be­za? Dos go­les, de los 42 que ten­go en mi ca­rre­ra, y am­bos fue­ron pa­ra Na­cio­nal. Me los acuer­do a la per­fec­ción. Yo de arri­ba iba muy bien, pe­ro de­fen­dien­do; ata­can­do no tan­to, fue mi par­te dé­bil.

16 ¿Qué ju­ga­dor de Bo­ca pen­sas­te que iba a lle­gar a más? Ju­lio Mar­chant.

17 ¿Y al re­vés? Ch­ris­tian Gi­mé­nez. Es­ta­ba, no es­ta­ba, es­ta­ba, no es­ta­ba… te­nía bue­nas re­fe­ren­cias de él pe­ro no ter­mi­na­ba de de­mos­trar na­da, has­ta que se fue a Mé­xi­co y ex­plo­tó.

18 ¿Sos pe­la­do o te pe­lás? Me pe­lo, aun­que ya a es­ta al­tu­ra no sé… Me gus­ta es­tar así, me iden­ti­fi­co, no me so­por­to el pe­lo, a mis hi­jos y a mi es­po­sa le gus­ta, chau.

Imagen En familia. Mauricio Serna y el amor de sus dos hijos, Lucas y Mateo.
En familia. Mauricio Serna y el amor de sus dos hijos, Lucas y Mateo.

19 ¿Qué te de­cía Val­de­rra­ma en la des­pe­di­da de Ma­ra­do­na? Que no lo po­día creer. Fue un día es­pe­cial pa­ra to­dos, ha­bía co­mo 6 o 7 com­pa­trio­tas míos; los úl­ti­mos 20 años de la his­to­ria del fút­bol co­lom­bia­no se veían re­fle­ja­dos ahí de al­gu­na ma­ne­ra.

20 ¿Te gus­ta­ría tra­ba­jar en Bo­ca? Sí, me en­can­ta­ría vol­ver a ese mun­do.

21 ¿Te ofre­cie­ron? Ha­ce po­co me pre­gun­ta­ron si me in­te­re­sa­ba tra­ba­jar en di­vi­sio­nes in­fe­rio­res, me da­ban a ele­gir la ca­te­go­ría que qui­sie­se. Pe­ro no era el mo­men­to pa­ra mí.

22 ¿Quién es el ju­ga­dor más gra­cio­so que co­no­cis­te? Creo que el Pa­to Ab­bon­dan­zie­ri. Es un pa­to, di­rec­ta­men­te, y eso ha­ce reír. Siem­pre es­tá ale­gre, en la prác­ti­ca, en las con­cen­tra­cio­nes… bo­lu­de­ces, pe­ro nun­ca le fal­ta­ba una sa­li­da gra­cio­sa.

23 ¿Qué pen­sas­te cuan­do Bal­das­si te pi­dió el cam­bio de ca­mi­se­ta? Me pa­re­ció ra­ro, por­que un ár­bi­tro tan ca­li­fi­ca­do… Y no me que­ría pe­dir mi ca­mi­se­ta, me la que­ría cam­biar, por­que él me man­dó la su­ya. Yo nun­ca bus­qué la ca­mi­se­ta del ri­val, pe­ro no te­nía pro­ble­mas en cam­biar­la si me pe­dían. En Bo­ca ha­bré re­ga­la­do 500 ca­mi­se­tas.

24 ¿Cag­na ya era DT an­tes de de­jar de ju­gar? Sí. Den­tro de la can­cha, por có­mo se pa­ra­ba, por có­mo or­de­na­ba, ya se veía la lí­nea que es­ta­ba mar­can­do pa­ra el fu­tu­ro.

25 ¿Quién es el me­jor ju­ga­dor que vis­te des­pués de Ma­ra­do­na? Ri­quel­me, que en es­te mo­men­to es el me­jor ju­ga­dor en ac­ti­vi­dad, y des­pués Ro­nal­do. Y de Co­lom­bia, pri­me­ro el Ti­no y des­pués Víc­tor Aris­ti­zá­bal. Aun­que si ten­go que de­cir el ju­ga­dor más téc­ni­co con el que ha­ya ju­ga­do en mi vi­da, por en­ci­ma de to­dos, es Die­go Oso­rio, un com­pa­ñe­ro que tu­ve en Na­cio­nal.

26 ¿El me­jor cin­co? Chi­cho. ¿Ah, no? Je­je­je… Bue­no, en­ton­ces Ma­ke­le­le, en su eta­pa del Real Ma­drid.

27 ¿En qué club la pa­sas­te peor? En el Pue­bla de Mé­xi­co. No en­con­tré mi for­ma, nun­ca ju­gué bien, no nos en­tre­ná­ba­mos co­mo co­rres­pon­día… cul­pa del club y cul­pa mía. Nos sal­va­mos del des­cen­so en la úl­ti­ma fe­cha.

28 ¿A qué ju­ga­dor no so­por­ta­bas? El que me vol­vía lo­co era Ro­mag­no­li. Di­fi­ci­lí­si­mo mar­car­lo.

29 ¿Tan di­fí­cil es en­ten­der a Ri­quel­me? En Bar­ce­lo­na lo hi­cie­ron ju­gar de una ma­ne­ra di­fe­ren­te a la que la ve­nía ha­cien­do, y aun así mar­có va­rios go­les. Des­pués, en Vi­lla­rreal, bue­no, no voy a de­cir que por Ri­quel­me el equi­po lle­gó a don­de lle­gó, pe­ro de la ma­no de él Vi­lla­rreal al­can­zó los lu­ga­res de arri­ba. An­tes Ro­mán era más ca­lla­do, no era de ha­blar mu­cho, has­ta pa­re­cía al­go apá­ti­co. Aho­ra, cuan­do lo es­cu­cho, no­to que es­tá más suel­to, di­ría que más lí­der. Lo que en otros mo­men­tos asu­mía­mos otros, aho­ra lo asu­me él, y lo lle­va de la me­jor ma­ne­ra. Así y to­do, lo del Vi­lla­rreal no se en­tien­de.

30 ¿Do­ble cin­co sí o do­ble cin­co no? No, pa­ra na­da. Siem­pre pre­fe­rí ju­gar so­lo.

31 ¿Ga­go tu­vo más suer­te que vos en la par­te eco­nó­mi­ca por­que es un bom­bón? ¿Más que yo? No lo creo, ja­ja… Ha­blan­do en se­rio, no pa­sa por la suer­te: lo que Ga­go lo­gró a los 20 años yo lo lo­gré re­cién a los 32, no es lo mis­mo. Lo que él hi­zo en Bo­ca fue muy gran­de: le to­có reem­pla­zar a los “5” his­tó­ri­cos. Yo tu­ve que su­ce­der a Giun­ta, y des­pués me si­guió Cas­ci­ni, to­dos vo­lan­tes cen­tra­les que, si bien no fui­mos igua­les, te­nía­mos mu­chas co­sas en co­mún: el tem­pe­ra­men­to, el li­de­raz­go… Ga­go, en cam­bio, mar­ca­ba la di­fe­ren­cia de otra ma­ne­ra, y ahí gran par­te de su mé­ri­to. Y en­ci­ma ha­cía las co­sas bien, y por eso el Real Ma­drid se fi­jó en él.

32 La­nús y Ar­se­nal cam­peo­nes, ¿es­ta­mos to­dos lo­cos? Ha­ce ra­to que es­ta­mos lo­cos: Gre­cia ga­nó la úl­ti­ma Eu­ro­co­pa; In­gla­te­rra que­dó eli­mi­na­do de la pró­xi­ma; Bra­sil, el can­di­da­to de to­dos, que­da afue­ra del Mun­dial cuan­do na­die lo es­pe­ra; en Co­lom­bia ha­ce cin­co años que las fi­na­les la jue­gan un equi­po gran­de con uno chi­co... Pa­sa en to­do el mun­do.

33 ¿Ma­ra­do­na de­be ser el téc­ni­co de la Se­lec­ción al­gu­na vez? Sí, se lo me­re­ce por lo que le dio al equi­po y al país y por la iden­ti­dad que tie­ne con la ca­mi­se­ta. Ma­ra­do­na de­be­ría es­tar en la Se­lec­ción.

34 Rat­tín di­jo que eras me­jor que Su­ñé, que Giun­ta y que él mis­mo. Lin­da mo­chi­la car­gás, ¿no? ¿Rat­tín? Es­teeee… Un gran ami­go, un gran ami­go, je­je­je…

35 ¿Al­gu­na vez pe­gas­te sin pe­lo­ta? Sí, en un Na­cio­nal-Amé­ri­ca, al Pi­tu­fo De Avi­la. El ti­po siem­pre nos me­tía go­les, en­ton­ces Bo­li­llo me di­ce: “Chi­cho, te­nés que en­car­gar­te vos, a és­te ya no lo so­por­ta­mos más”. Y así fue: en el pri­mer ti­ro de es­qui­na, yo em­pie­zo a mi­rar pa­ra to­dos la­dos, ob­ser­vo bien, y an­tes de que pa­teen, ¡paf!, un pu­ño en el me­dio de la ca­ra. A par­tir de ahí fue una gue­rra con­tra él an­te ca­da cen­tro.

36 ¿Hu­bo al­gún ga­na­dor, aun­que sea en fa­llo di­vi­di­do? Bue­no, él em­pe­zó a preo­cu­par­se más por mí que por el ba­lón, por lo que lo­gré que no nos hi­cie­ra más go­les. Eso sí, de­bía es­tar aten­to pa­ra que no me em­bo­ca­ra. En la úl­ti­ma ju­ga­da, yo to­mo el ba­lón, gi­ro, arran­co, y de gol­pe, aaaahhhhh, sien­to un tsu­na­mi. Yo tra­to de le­van­tar­me y él me me­te un gol­pe en la ca­ra, una pa­ta­da en el to­bi­llo, de to­do. Nos pa­ra­mos los dos, yo me reía por­que él era más ba­ji­to, y me di­ce: “Y la pró­xi­ma peor”. Des­pués, con el tiem­po, nos hi­ci­mos ami­gos. Pe­ro ese día, go­les, no hi­zo.

37 Ca­si te vas a las ma­nos con Bi­los, ¿sos cons­cien­te de tus ac­tos? Fue cuan­do re­gre­sa­mos de Ja­pón, des­pués de per­der con­tra el Ba­yern. Yo ya ve­nía co­mo lo­co por lo que ha­bía si­do el ar­bi­tra­je en esa fi­nal, y ju­ga­mos con­tra Ban­field. Vie­ne un ti­ro de es­qui­na y Bi­los se me pa­ra ade­lan­te; jus­to Bi­los, ima­gi­na­te las chan­ces que me que­da­ban de po­der mi­rar al­go. En­ton­ces yo, que es­ta­ba ca­lien­te, sa­qué la ma­no, y paf… le pe­gué. Pe­nal, ro­ja pa­ra mí, gol, per­di­mos con ese pe­nal… to­do un de­sas­tre.

38 ¿Te­vez o Ri­quel­me? Los dos.

39 ¿Sos cre­yen­te? Sí, cla­ro.

Imagen Mauricio Serna jugó en Boca entre 1998 y 2002, obteniendo dos Copas Libertadores y una Copa Intercontinetal.
Mauricio Serna jugó en Boca entre 1998 y 2002, obteniendo dos Copas Libertadores y una Copa Intercontinetal.

40 De no ha­ber si­do ju­ga­dor, ¿qué? Ju­ga­dor.

41 ¿Te lle­vás mal con los avio­nes? Voy ca­ga­do de mie­do pe­ro no se no­ta: cuan­do a mí me da mie­do, me da por reír. Eso sí: en los via­jes con mi es­po­sa no pue­do ni son­reír, por­que ella va peor que yo.

42 ¿Co­no­cis­te en Ar­gen­ti­na al­gún ju­ga­dor ma­la le­che? Bue­no, no po­dría de­cir ma­la le­che, pe­ro yo me pe­lea­ba mu­cho con Ro­ber­to Trot­ta, mu­chí­si­mo. In­clu­so, un día nos cru­za­mos a la sal­da de un bo­li­che, mi­rá las ca­sua­li­da­des. El em­pe­zó a gri­tar­me co­sas y yo a res­pon­der­le; fue­ron nues­tros ami­gos los que nos fre­na­ron. A par­tir de ahí, ca­da vez que ju­gá­ba­mos, era peor. Has­ta que un día me lla­man y me di­cen que ha­bía una ofer­ta de Mé­xi­co pa­ra ir a ju­gar allá. Y cuan­do me en­te­ro de qué equi­po era, era el mis­mo en el que es­ta­ba Trot­ta. Des­pués me en­te­ré de que él ha­bía si­do el que me ha­bía re­co­men­da­do. Allí nos hi­ci­mos muy ami­gos, in­clu­so con las fa­mi­lias; vi­vi­mos jun­tos ese año de mier­da.

43 ¿Al­gu­na vez te sa­lió en un en­tre­na­mien­to un gol co­mo el que hi­cis­te en tu des­pe­di­da? No des­de tan le­jos; siem­pre ha­bía si­do mi sue­ño ha­cer un gol des­de atrás de la mi­tad de la can­cha e in­clu­so in­ten­té mu­chas ve­ces, pe­ro nun­ca ha­bía po­di­do. En una con­tra del Ca­li, la pe­lo­ta pe­gó en el pa­lo.

44 ¿Ya co­no­cías a Ma­ra­do­na cuan­do lle­gas­te a Bo­ca? No, y fue in­creí­ble. Ape­nas lle­gué, se me acer­ca un pe­rio­dis­ta y me di­ce: “¿Sa­bés lo que di­jo Ma­ra­do­na de vos?” ¿De mí? ¿Die­go ha­bló de mí? Uuuuhhh, tre­men­do, no lo pue­do creer, ¿y qué di­jo? “Que no en­ten­día có­mo te ha­bían con­tra­ta­do, que vos no eras ju­ga­dor pa­ra Bo­ca”. Yo me que­ría mo­rir. Si lo di­jo, ten­drá ra­zo­nes, res­pon­dí, yo só­lo ven­go a de­mos­trar por qué es­toy acá, ven­go a pe­lear­la. La co­sa es que al ra­to me lla­ma Cóp­po­la y me di­ce: “Lo ten­go a Ma­ra­do­na en el te­lé­fo­no y quie­re ha­blar con vos”. Yo ja­más ha­bía cru­za­do una pa­la­bra con él. Atien­do, y Die­go me ex­pli­ca: “No di­je na­da ma­lo, Chi­cho, que­da­te tran­qui­lo. A mí me gus­ta­ba Re­don­do, pe­ro no ten­go na­da con­tra vos. Te­nés to­do mi apo­yo y es­toy pa­ra lo que ne­ce­si­tes, mi ca­sa es tu ca­sa”.

45 Y ce­rró el cír­cu­lo en tu des­pe­di­da. Sí. Ya me lo ha­bía an­ti­ci­pa­do: “Yo a tu des­pe­di­da voy co­mo sea; si no me in­vi­tás, voy igual. Y te avi­so: si no jue­go los 90 mi­nu­tos, te ca­go a trom­pa­das”. Fue ra­ro, por­que en los días pre­vios al par­ti­do no lo po­día ubi­car por nin­gún la­do. Un po­co me ha­bía re­sig­na­do. Pe­ro se acor­dó, apa­re­ció so­li­to, y no de­jó ni que le man­da­ra los pa­sa­jes.

46 ¿Quién fue el pri­mer ju­ga­dor que te re­ci­bió en Bo­ca? Dos: Ber­mú­dez y Cór­do­ba, y ellos me em­pe­za­ron a pre­sen­tar a to­dos. Al fi­nal me hi­ce muy ami­go del Pá­ja­ro Ca­nig­gia.

Imagen Embajadores. Córdoba, Chicho y Bermúdez, próceres colombianos para Boca.
Embajadores. Córdoba, Chicho y Bermúdez, próceres colombianos para Boca.

47 Lle­ga­bas al ca­ba­ret. No sé, esa es una fra­se que di­jo La­to­rre, y co­mo no me la de­cía a mí en par­ti­cu­lar, me fue in­di­fe­ren­te.

48 ¿Te acor­dás quié­nes eran los tres ju­ga­do­res que ocu­pa­ban el cu­po de ex­tran­je­ros por el cual Vei­ra no te te­nía en cuen­ta? Cór­do­ba, Ber­mú­dez, So­la­no.

49 “Quie­ro que Ma­cri me ha­ga un con­tra­to vi­ta­li­cio, de uti­le­ro o de lo que sea”. ¿Quién di­jo esa fra­se? Yo, yo, sí, siem­pre lo pen­sé.

50 “Voy a tra­tar de ha­cer to­do lo po­si­ble pa­ra ir­me de Bo­ca”. ¿Y esa? No me la acuer­do, pe­ro lo ha­bré di­cho cuan­do nos pin­ta­mos las ca­mi­se­tas. No me arre­pien­to, pe­lea­ba por lo que te­nía que pe­lear.

51 ¿Qué es lo me­jor que tie­ne Ma­cri? La vi­sión del fu­tu­ro.

52 ¿Y lo peor? Cuan­do te­nés que arre­glar con él la par­te eco­nó­mi­ca.

53 ¿Bo­ca no te re­co­no­ció to­do lo que hi­cis­te por el club? Siem­pre me re­co­no­cie­ron to­do.

54 Ma­cri no de­jó ir a tu des­pe­di­da a cua­tro ju­ga­do­res. ¿Fue de­sa­gra­de­ci­do? Sí, to­tal­men­te, y me ofen­dió mu­chí­si­mo. Nun­ca se lo di­je.

55 Siem­pre di­jis­te que sa­car­le pla­ta a Ma­cri era una ha­za­ña; va a ser un buen je­fe de Go­bier­no, en­ton­ces. Oja­lá, pe­ro yo no lo vo­ta­ría.

Imagen Protesta. Con la famosa remera que lucieron en 2001, tras ganarle al Palmeiras.
Protesta. Con la famosa remera que lucieron en 2001, tras ganarle al Palmeiras.

56 ¿Te hi­zo reír Vei­ra al­gu­na vez? Ca­da vez que a­bría la bo­ca me ha­cía reír, en los en­tre­na­mien­tos, en las ce­nas, en los ban­cos de su­plen­tes… to­do lo que de­cía era gra­cio­so.

57 ¿Era ve­rdad, co­mo di­jo Ber­mú­dez, que los ju­ga­do­res de Ri­ver veían la ca­mi­se­ta de Bo­ca y se po­nían co­lo­ra­dos? No sé, yo lo que veía era que tan­tos de­seos de ga­nar­nos, tan­tas ga­nas de re­van­cha, los trai­cio­na­ba, y que por eso no po­dían con no­so­tros.

58 ¿Por qué creés que los te­nían de nie­tos? Lo más im­por­tan­te, por­que éra­mos me­jo­res; pe­ro tam­bién por la pre­sión que te­nían ellos por ga­nar­nos, que era ca­da vez ma­yor y les ju­ga­ba ca­da vez más en con­tra.

59 ¿Sal­tas­te a de­fen­der a Ber­mú­dez cuan­do Bian­chi le sa­có la cin­ta por una ex­pul­sión con­tra Ra­cing? Me acuer­do de que un día Bian­chi me lla­mó apar­te y me di­jo: “Mau­ri­cio, aho­ra us­ted es el ca­pi­tán de Bo­ca”. Yo le di­je: Car­los, si es lo que quie­re, lo ha­go con to­do res­pe­to, pe­ro sa­be­mos que el gran ca­pi­tán que tie­ne Bo­ca es Jor­ge. “Bue­no, pe­ro quie­ro que seas vos”, me di­jo, y que­dó ahí. Lo que sen­tía, se lo di­je.

60 De­bu­tas­te e hi­cis­te un gol, ¿no te­nías mie­do de que la gen­te pen­sa­ra que ha­bían com­pra­do a Gerd Mü­ller? No, eso me pa­só en Mé­xi­co: la pren­sa po­co más que po­nía que el equi­po ha­bía com­pra­do a Te­vez, a Ri­quel­me y a Ma­ra­do­na to­do en un mis­mo cuer­po. Tu­ve que de­cir a los cua­tro vien­tos que yo lle­ga­ba a co­rrer, a re­cu­pe­rar ba­lo­nes y a ha­cer lo que siem­pre ha­bía he­cho: sa­cri­fi­car­me. ¡Ol­ví­den­se de que yo sea una es­tre­lla! En Bo­ca, por más que ha­ya de­bu­ta­do con un gol y que la gen­te no me iden­ti­fi­ca­ra mu­cho, es­ta­ba tran­qui­lo por­que el Bam­bi­no sí sa­bía quién era, él ya me ha­bía vis­to ju­gar va­rias ve­ces.

61 ¿Qué te­nía de es­pe­cial Bian­chi, ade­más del te­lé­fo­no del Bar­ba? To­do él era es­pe­cial, te­nía un res­pe­to ab­so­lu­to por to­do el mun­do. Por ejem­plo, ja­más lla­ma­ba a na­die ni por el apo­do ni por el ape­lli­do: siem­pre por el nom­bre, a cual­quie­ra que sea. Y man­te­nía a los su­plen­tes ahí a ca­da se­gun­do, mo­ti­va­dos y pre­pa­ra­dos pa­ra cual­quier even­tua­li­dad. Me acuer­do de que la pri­me­ra char­la de ca­da se­mes­tre, cuan­do vol­vía­mos de las va­ca­cio­nes, so­lía ser la mis­ma: “Mu­cha­chos, yo eli­jo on­ce, yo ha­go la pri­me­ra nó­mi­na; a par­tir de la se­gun­da, los on­ce los eli­gen us­te­des. Y el que no jue­ga nun­ca, pre­pá­re­se, que el úl­ti­mo día pue­de en­trar y dar­nos un tí­tu­lo”, de­cía. Siem­pre re­mar­ca­ba eso, y así pa­só: vol­vi­mos des­tro­za­dos de Ja­pón, no po­día­mos ni ca­mi­nar, y Ma­tías Ar­ce le mar­có a Es­tu­dian­tes el gol del cam­peo­na­to. Car­los te­nía una sim­ple­za pa­ra ha­blar y ha­cer las co­sas que era es­pec­ta­cu­lar, sin mis­te­rios, siem­pre tra­ba­jan­do a puer­tas abier­tas... Y exi­gía el mis­mo res­pe­to que ofre­cía.

Imagen Copero. Chicho y la vuelta en la Bombonera, tras ganar la Copa Libertadores de 2001.
Copero. Chicho y la vuelta en la Bombonera, tras ganar la Copa Libertadores de 2001.

62 ¿Te acor­dás bien có­mo fue la char­la pre­via al Real Ma­drid? Ab­so­lu­ta­men­te nor­mal, co­mo si el par­ti­do fue­ra con­tra Ar­gen­ti­nos Ju­niors. Y la del Cruz Azul, igual tam­bién. Re­pi­to: Car­los era sim­ple pa­ra to­do.

63 ¿Por qué no le fue bien en Eu­ro­pa? Por­que las exi­gen­cias de Car­los son mu­chas, y el ju­ga­dor eu­ro­peo no to­le­ra que le exi­jan tan­to. Ade­más, ¿cuán­to tiem­po es­tu­vo en la Ro­ma, en el Atlé­ti­co de Ma­drid? De­ma­sia­do po­co, na­die te­nía de­re­cho a de­cir­le: “Mi­rá, te hi­ce un con­tra­to por tres tem­po­ra­das pa­ra que pu­die­ras de­mos­trar quién sos y fuis­te un de­sas­tre”.

64 ¿Los su­bes­ti­mó el Real Ma­drid en la fi­nal de la In­ter­con­ti­nen­tal? No creo. Mi­rá, yo siem­pre leía por to­dos la­dos que a ellos, la Co­pa, no les in­te­re­sa­ba; pe­ro cuan­do iban 2 a 0 aba­jo no de­mos­tra­ban lo mis­mo, eh, más bien pa­re­cía que se mo­rían. Y cuan­do el par­ti­do ter­mi­nó, vi a más de uno llo­ran­do, por lo que al­go, al­go, les mo­vía.

65 ¿Cuál es la pri­me­ra ima­gen que se te vie­ne a la ca­be­za de ese par­ti­do? Ri­quel­me. Yo a Ro­mán lo vi ju­gar mu­chas ve­ces y siem­pre me di­vir­tió, pe­ro por lo que hi­zo ese 27 de no­viem­bre de 2000 con­tra el Real Ma­drid, y el día con­tra el Pal­mei­ras, en el par­ti­do an­te­rior al que nos pin­tá­ra­mos las ca­mi­se­tas en el ves­tua­rio, me qui­to el som­bre­ro.

66 ¿La fi­nal con­tra el Pal­mei­ras fue el par­ti­do que más su­fris­te en tu vi­da? Sí, por le­jos. Es­tar afue­ra es tre-men-do.

67 Agui­lar di­jo que vos y Ber­mú­dez nun­ca hu­bie­ran ju­ga­do en Ri­ver por­que le pe­ga­ban de pun­ta y pa­ra arri­ba. ¿La en­vi­dia de no te­ner­los? No, en­vi­dia no, gus­to, ca­da quien tie­ne su gus­to. Igual, yo ja­más me hu­bie­ra pues­to la ca­mi­se­ta de Ri­ver, así que to­do cie­rra per­fec­to.

68 ¿Te acor­dás de los dos go­les que hi­cis­te en Bo­ca? A la per­fec­ción: uno a Ne­well’s el día en que de­bu­té, y otro a La­nús, un día en que me equi­vo­qué fie­ro y la cla­vé des­de me­dia dis­tan­cia.

69 ¿Te dio bron­ca que nun­ca te ha­yan lla­ma­do pa­ra vol­ver? No, bron­ca no, mu­cha tris­te­za. Siem­pre es­pe­ré has­ta el úl­ti­mo ins­tan­te, tan­to cuan­do me fui de Mé­xi­co co­mo cuan­do ter­mi­né mis con­tra­tos con Cha­ca­ri­ta y Ta­lle­res, don­de que­dé co­mo el se­gun­do me­jor ju­ga­dor del cam­peo­na­to. Pe­ro el lla­ma­do nun­ca lle­gó.

70 ¿Ha­brías en­tra­do en el ju­egui­to de Gui­ller­mo si lo hu­bie­ses en­fren­ta­do sin sa­ber quién era? Se­gu­ra­men­te. Yo me ca­len­té con mu­chí­si­mos ri­va­les en mi ca­rre­ra, pe­ro lo mío era sis­te­má­ti­co: pri­me­ro me pu­tea­ba, bla, bla, bla, y des­pués iba y le me­tía con to­do, pe­ro con to­do, eh.

71 La pri­me­ra vez que lo vis­te a Pa­ler­mo, ¿pen­sas­te que iba a ha­cer lo que hi­zo? Ya lo ha­bía en­fren­ta­do cuan­do yo es­ta­ba en Na­cio­nal y él en Es­tu­dian­tes, y sin­ce­ra­men­te, me pa­re­cía un ju­ga­dor nor­mal, na­da de otro mun­do. Ni lo re­pa­ré. Aho­ra bien, cuan­do lle­gué a Bo­ca y vi su per­so­na­li­dad, su fí­si­co, su am­bi­ción, cam­bié en­se­gui­da el con­cep­to.

72 ¿Es ver­dad que le pre­gun­tas­te a Fan­ti­no cuál era el to­bi­llo que Ai­mar te­nía le­sio­na­do, pa­ra ir y dar­le ahí? En la pre­via a los clá­si­cos yo siem­pre ha­cía un tra­ba­jo de in­ves­ti­ga­ción: si ju­ga­ba Ga­llar­do, si ju­ga­ba Ai­mar…  y a par­tir de ahí, ana­li­za­ba. Lo que te­nía que con­se­guir era que el ri­val ju­ga­ra co­mo yo que­ría, y no yo co­mo que­ría el ri­val, por­que si no per­día. Sa­bía que en esos días Ai­mar ve­nía con una le­sión en uno de los to­bi­llos, y co­mo yo te­nía una muy bue­na re­la­ción con Fan­ti­no, lo man­dé a in­ves­ti­gar si era el to­bi­llo de­re­cho o el iz­quier­do. Por­que pa­ra peor, ha­bía es­cu­cha­do que Ai­mar, pa­ra con­fun­dir, se iba a ven­dar el to­bi­llo que te­nía sa­no.

73 ¿Y Fan­ti­no sa­bía? ¡Qué iba a sa­ber! No te­nía ni idea, pe­ro él si­guió la in­ves­ti­ga­ción y fue a pre­gun­tar­le a Re­con­do, que le res­pon­dió de una, sin ima­gi­nar­se có­mo ve­nía la his­to­ria. Así, en el par­ti­do, só­lo ne­ce­si­té una ju­ga­da pa­ra ir y to­car­lo en el pun­to cla­ve. Y Ai­mar, co­mo siem­pre, la mis­ma reac­ción: me mira­ba y me de­cía “Chiii­cho, Chiii­cho, no me pe­gues más, por fa­vor”.

74 ¿Her­nán Díaz era de­tes­ta­ble? De­fen­día lo su­yo. Só­lo me acuer­do de que me de­cía “Chi­cho, mi­rá lo que ten­go pa­ra vos”, mien­tras me mos­tra­ba los ta­po­nes. “Tran­qui­lo, Her­nán, que los míos son el do­ble”, le res­pon­día yo.

Imagen Con todo. Así jugaba Chicho los superclásicos. Aquí lo padece el Conejito Saviola.
Con todo. Así jugaba Chicho los superclásicos. Aquí lo padece el Conejito Saviola.

75 ¿Cór­do­ba fue más que Chi­la­vert? Sí, tan­to él co­mo Hi­gui­ta lo su­pe­ra­ban.

76 ¿Al­gu­na vez te pi­dió pla­ta Di Zeo? Sa­lía­mos de los en­tre­na­mien­tos y era nor­mal que se acer­ca­ra al­gún ba­rra y nos pi­die­ra 5 o 10 pe­sos pa­ra co­mer al­go. Y sí, les da­ba.

77 ¿Sa­bés quién es Kim Mil­ton Niel­sen? ¿Quién? Me sue­na.

78 El da­nés que di­ri­gió la fi­nal con­tra el Ba­yern Mu­nich. Ahhhh, ¿ése? ¡¡¡Nos ro­bó, nos ro­bó!!! A ese ti­po lo pu­teé con lo que más pu­de, aun­que no me en­ten­día ni una pa­la­bra. Con el tiem­po pen­sé que él tam­bién me ha­brá re­pu­tea­do a mí, y que yo tam­po­co le en­ten­día. Pe­ro ese día nos ro­bó, a Ri­quel­me le hi­cie­ron lo que qui­sie­ron: pu­ños, pa­ta­das, to­do en su ca­ra.

79 Cuan­do Kuf­four hi­zo el gol del Ba­yern, ¿al­gu­no de los ju­ga­do­res pen­só que era gol de oro? Lo que na­die te­nía idea ese día era si ha­bía alar­gue o pe­na­les de una, pe­ro una vez que nos en­te­ra­mos, to­dos ya sa­bía­mos que no ha­bía gol de oro.

80 ¿Qué di­fe­ren­cias hay en­tre Na­cio­nal de Me­de­llín y Bo­ca? El re­co­no­ci­mien­to mun­dial y cer­ca de quin­ce tí­tu­los in­ter­na­cio­na­les. En lo que ha­ce a la gen­te, es lo mis­mo: van de a mi­les a to­dos la­dos. Son equi­pos que tie­nen hin­cha­da en to­do el país. Y más: en Co­lom­bia tam­bién hay hin­chas de Bo­ca, es el equi­po ar­gen­ti­no con más fa­ná­ti­cos.

81 ¿Na­va­rro Mon­to­ya fue el pri­me­ro que te ayu­dó cuan­do lle­gas­te a Cha­ca­ri­ta? Mu­chí­si­mo, un gran pro­fe­sio­nal y un ex­ce­len­te com­pa­ñe­ro, lo que se en­tre­na ese hom­bre es im­pre­sio­nan­te. El día que lle­gué, él me ayu­dó por­que ya nos co­no­cía­mos de cuan­do él no te­nía club e iba a Bo­ca a en­tre­nar­se. Tam­bién hi­ce amis­tad con el Ga­to Mig­ni­ni y con Ar­ze­no.

82 ¿Te cru­zas­te feo con al­gún ex com­pa­ñe­ro cuan­do en­fren­tas­te a Bo­ca con Cha­ca­ri­ta? Al prin­ci­pio ha­bla­ba amis­to­sa­men­te con ellos, pe­ro al se­gun­do ya es­ta­ba que­rien­do me­ter­les una pa­ta­da. Y así fue: le di tan du­ro a Car­li­tos Te­vez que me amo­nes­ta­ron. Es­ta­ba ju­gan­do por mi pla­ta, có­mo no iba a ha­cer­lo. Tam­bién se me vi­no con to­do Cas­ci­ni, por una dis­cu­sión que tu­ve con Don­net. “Co­me­te tu mier­da”, le di­je, y él a mí. Pe­ro cuan­do ter­mi­nó el par­ti­do to­do vol­vió a la tran­qui­li­dad.

83 ¿Cuan­do fuis­te con la ca­mi­se­ta de Ta­lle­res fue di­fe­ren­te? Sí, la pri­me­ra vez ha­bía si­do más fuer­te; lo que no­té en la se­gun­da fue que se me ha­cía muy di­fí­cil ju­gar con­tra Bo­ca. Ja­más se me pa­só por la ca­be­za no ju­gar, pe­ro no era na­da fá­cil.

84 ¿Te cru­zas­te con Biel­sa al­gu­na vez, lue­go de que Ar­gen­ti­na y Uru­guay ju­ga­ran a no ga­nar pa­ra que Co­lom­bia que­da­ra afue­ra del Mun­dial? Nun­ca, pe­ro no le hu­bie­ra di­cho na­da, fue un re­sul­ta­do fut­bo­lís­ti­co. Ja­más se me pa­só por la ca­be­za que un equi­po se ven­die­ra, me­nos una se­lec­ción, y me­nos la Se­lec­ción Ar­gen­ti­na. Pa­ra mí el em­pa­te fue nor­mal, por­que con ese cri­te­rio, al­guien po­dría pre­gun­tar­se có­mo fue que no­so­tros le ga­na­mos 4 a 0 a Pa­ra­guay en Asun­ción. Si yo juz­ga­ra a uru­gua­yos y ar­gen­ti­nos, ¿có­mo me juz­ga­rían ellos des­pués de ese par­ti­do?

85 ¿Hi­gui­ta es­tá más lin­do o más feo que an­tes de la ope­ra­ción? Hi­gui­ta era Hi­gui­ta an­tes de la ope­ra­ción, no aho­ra, creo que per­dió par­te de su iden­ti­dad. Aun­que de a po­co es­tá vol­vien­do a ser el mis­mo.

86 ¿Pe­día dis­cul­pas cuan­do se man­da­ba al­gún mo­co? Sí, siem­pre. Un día lo fre­na­mos y le di­ji­mos: “Re­né, cuan­do las sa­cás to­das, no en­trás al ves­tua­rio pa­ra de­cir que las sa­cas­te to­das, así que tam­po­co te­nés que pe­dir dis­cul­pas cuan­do te co­més un gol, así es el fút­bol”.

87 To­dos de­cían que Val­de­rra­ma era bien bra­vo, ¿lo era? Una vez fui­mos a ju­gar un amis­to­so a Ja­mai­ca que fue de to­do me­nos un amis­to­so. Plan­chas, gol­pes, de to­do. En una ju­ga­da, lo cru­zan mal a Nei­der Mo­ran­tes y le rom­pen la cla­ví­cu­la. Fue un de­sas­tre to­tal, Nei­der es­ta­ba ti­ra­do en el pi­so, no reac­cio­na­ba, los ojos sa­li­dos pa­ra afue­ra, pa­re­cía que se mo­ría, nos asus­ta­mos… Y no ha­bía nin­gu­na am­bu­lan­cia, me acuer­do de que Mon­dra­gón se su­bió a un au­to que no sa­be­mos có­mo es­ta­ba por ahí y se lo lle­vó. Ima­gi­na­te có­mo si­guió ese par­ti­do: pu­ño a pu­ño. Has­ta que el Pi­be nos reu­nió y nos di­jo: “Mu­cha­chos, acá es así: o san­gre o are­na, o nos ha­ce­mos bra­vos o nos ma­tan a to­dos”.

88 Ma­chos de pa­la­bra so­bran en Ar­gen­ti­na, Chi­cho… ¡Qué! En la ju­ga­da si­guien­te se vi­no con to­do el ca­pi­tán ja­mai­qui­no, del que no po­dría de­cir só­lo que era gran­do­te, ¡era una bes­tia to­tal! El Pi­be se pa­ró ade­lan­te y lo de­vol­vió de un pu­ño que no me lo voy a ol­vi­dar más en la vi­da. Val­de­rra­ma no era só­lo bue­no, era bra­vo, muy muy bra­vo, pe­ro muy, eh.

89 ¿Más que el Chi­cho? En un par­ti­do con­tra el Ju­nior de Ba­rran­qui­lla, el téc­ni­co nos di­ce a mí y a Ger­mán Ca­re­pa Ga­vi­ria: “No sé có­mo van a pen­sar el plan, pe­ro tie­nen que ha­cer eno­jar al Pi­be”. Mier­da, có­mo ha­ce­mos pa­ra lo­grar eso, pen­sa­ba. “Já­la­le el pe­lo, que se pu­dre to­do”, es­cu­ché que al­guien di­jo por ahí. Ge­nial idea, pe­ro yo no po­día ha­cer una co­sa así, él era ami­guí­si­mo mío. En­ton­ces le di­go a Ca­re­pa: “Ca­re­pa, te­nés que ha­cer­lo vos, por­que yo no pue­do”. No vos, no yo, no vos… Na­die que­ría, por­que el Pi­be iba al fren­te co­mo lo­co. Al fi­nal em­pe­zó el par­ti­do y tras el pri­mer cen­tro, él se aga­chó y yo le ti­ré bien fuer­te: “Ey, mo­no, de­ja ya de jo­der”, le di­je. Ay ma­mi­ta… ese hom­bre me que­ría ase­si­nar. Pe­ro lo lo­gré, fi­nal­men­te.

90 ¿Tu­vis­te al­gún ma­len­ten­di­do con el idio­ma cuan­do lle­gas­te al país? Sí, re­cuer­do que en un en­tre­na­mien­to le gri­ta­ba co­mo un lo­co a Cag­na: “Die­go, co­gé, co­gé, co­gé”. “Pe­ro Chi­cho, ¡¡a quién que­rés que me co­ja, si no hay mu­je­res!!”, me res­pon­dió. Lo en­ten­dí en se­gui­da.

Imagen Cafetero. Una de las primeras producciones de Chicho Serna para El Gráfico.
Cafetero. Una de las primeras producciones de Chicho Serna para El Gráfico.

91 ¿Es cier­to lo del ego un po­qui­ti­to al­to de los ar­gen­ti­nos? Es cier­to, pe­ro me en­can­ta, los ha­ce mu­cho más se­gu­ros, so­bre to­do en el fút­bol.

92 En Ar­gen­ti­na fue­ron fi­gu­ras vos, Ber­mú­dez, Cór­do­ba y An­gel a la vez. Hoy hay muy po­cos co­lom­bia­nos. ¿Lo de­sa­pro­ve­cha­ron? No sé: es­tán Fal­cao, Mos­que­ra, que fue cam­peón su­da­me­ri­ca­no, To­to­no, que hi­zo un gran cam­peo­na­to… Oja­lá que nos pue­dan su­ce­der.

93 ¿Por qué Co­lom­bia nun­ca ter­mi­na de des­pe­gar? Por­que a los ju­ga­do­res co­lom­bia­nos les fal­ta per­so­na­li­dad, for­ta­le­za men­tal y en­te­re­za a la ho­ra de es­tar en la se­lec­ción. Tie­nen la mis­ma téc­ni­ca que los ar­gen­ti­nos, pe­ro sin su men­ta­li­dad ga­na­do­ra.

94 Los co­lom­bia­nos tie­nen ta­len­to pe­ro les fal­ta ham­bre, que­rés de­cir. El co­lom­bia­no, por na­tu­ra­le­za, se con­for­ma con muy po­co. Y no es tan fá­cil cam­biar la his­to­ria de un país, por más que ha­ya exis­ti­do una bue­na ca­ma­da co­mo la nues­tra: y si no, ¿cuán­tos mun­dia­les tar­dó Ar­gen­ti­na en co­ro­nar­se? ¿Cuán­tos años pa­sa­ron?

95 ¿El 5 a 0 con­tra Ar­gen­ti­na ter­mi­nó sien­do per­ju­di­cial co­mo di­jo al­gu­na vez Ma­tu­ra­na? To­tal­men­te per­ju­di­cial, pa­ra los ju­ga­do­res, pa­ra los di­rec­ti­vos, pa­ra el cuer­po téc­ni­co y pa­ra la gen­te: el país en­te­ro se re­la­jó. Fue bue­no en ese mo­men­to, pe­ro des­pués pen­sa­mos que ese 5 a 0 iba a du­rar to­da la vi­da y pa­ra lo úni­co que du­ra es pa­ra la his­to­ria co­mo anéc­do­ta. Por­que a la ho­ra de ju­gar, no hay 5 a 0 que cuen­te.

96 ¿El ase­si­na­to de An­drés Es­co­bar fue el peor mo­men­to de tu vi­da? En lo re­la­cio­na­do con el fút­bol, sí, to­tal­men­te. La no­che en que me avi­sa­ron, yo sen­tía que me des­va­ne­cía y que no es­ta­ba ca­pa­ci­ta­do pa­ra ma­ne­jar, en­ton­ces lla­mé in­me­dia­ta­men­te a Hi­gui­ta y a Aris­ti­zá­bal pa­ra que me pa­sa­ran a bus­car. Fui­mos las tres pri­me­ras per­so­nas que lle­ga­mos a re­co­no­cer­lo. Cuan­do lo vi, no lo po­día creer.

97 ¿Y te da­ban ga­nas de se­guir en la se­lec­ción con el ries­go de que po­días me­ter vos tam­bién un gol en con­tra? Nun­ca nos dio esa cla­se de mie­do, ni lo pen­sá­ba­mos. Tal vez us­te­des no lo en­tien­dan por­que no es­tán tan acos­tum­bra­dos a ese ti­po de vio­len­cia. Aun­que a de­cir ver­dad, yo lo di­je ape­nas lle­gué acá, ha­ce años: “Ar­gen­ti­na va en­ca­mi­na­da a la vio­len­cia co­lom­bia­na”. Y no pre­gun­tes si to­da­vía pien­so que va a pa­sar: ya pa­sa.

98 ¿Es po­si­ble que ha­ya otro An­drés Es­co­bar hoy en Co­lom­bia? Tal vez sí, pe­ro co­mo al­gún he­cho ais­la­do, co­mo le pue­de pa­sar a cual­quier per­so­na co­lom­bia­na, no co­mo al­go or­ga­ni­za­do.

99 ¿Pen­sas­te en lar­gar to­do? No, aun­que no só­lo me pro­du­jo una gran tris­te­za, si­no tam­bién mu­chí­si­mo mie­do. Pa­sa­ban por la puer­ta de mi ca­sa y me gri­ta­ban: “¡Chi­cho, el pró­xi­mo vas a ser vos!”. Muy fuer­te. En­ton­ces nos pu­sie­ron se­gu­ri­dad per­so­nal a to­dos los ju­ga­do­res de la se­lec­ción y nos fui­mos del país por dos o tres se­ma­nas. Aun así fue du­rí­si­mo: ca­da vez que pa­sa­ba una mo­to me aga­rra­ba la ca­be­za.

100 ¿Es ver­dad que Es­co­bar le ha­bía ad­ver­ti­do a As­pri­lla que tu­vie­ra cui­da­do? Sí, en el re­gre­so del Mun­dial ve­nía­mos ju­gan­do a las car­tas con As­pri­lla, Aris­ti­zá­bal, Ga­vi­ria y Lo­za­no, y An­drés se acer­có al Ti­no y le di­jo al oí­do: “Ne­gro, cui­da­te que de pron­to te ma­tan”. Se lo di­jo a él por­que era el más rum­be­ro, el que más no­che te­nía. Quién iba a de­cir que la his­to­ria iba a ter­mi­nar así.

 

 

Por David Mintz

Fotos: Jorge Dominelli y Archivo El Gráfico.