Las Entrevistas de El Gráfico

1999. El hombre que regaló todo

El cordobés Juan Carlos “Milonguita” Heredia nos cuenta su increíble historia. Quien regó de fuerza y coraje el Camp Nou siendo ídolo en Barcelona, fue millonario y terminó manejando un taxi.

Por Redacción EG ·

20 de mayo de 2019

Estábamos sentados en el bar del hotel Córdoba Plaza. Iba por su segundo café, dos sobrecitos de azúcar revueltos, el cigarrillo que envuelve... Allá lejos y arriba, metido en una pared, un televisor, y de repente esa imagen que le despierta una pregunta y respuesta sin pausa: “¿Sabés cuánto gana ése? Veintidós mil dólares por día”. Y se ríe, a carcajadas se ríe, porque más allá del dato de mercado  en el fondo hay –en esa breve frase– un retrato de su vida. La vida de Juan Carlos “Milonguita” Heredia.

Imagen Juan Carlos Heredia, la imagen urbana de hoy, el león como símbolo. En Barcelona tenía uno en su casa, entre decenas de animales.
Juan Carlos Heredia, la imagen urbana de hoy, el león como símbolo. En Barcelona tenía uno en su casa, entre decenas de animales.

El hombre que apareció en la pantalla era Rivaldo, metido dentro de la camiseta de Barcelona, y ese flash instantáneo, esos colores, algo tienen que ver con este personaje al que los buenos asados y esa rodilla maltrecha le quitaron aquella atlética figura pero no su pasión. Por eso se enciende hablando de fútbol y por eso el fútbol está ahí, en el bolsillito chiquito del corazón, aun cuando su relato cierre la parábola perfecta del que lo tuvo todo y hoy no tiene nada. El fútbol le dio, a este cordobés, las mieles del reconocimiento y la holgura económica; el fútbol –¿la vida?– le quitó lo material, pero no los recuerdos. Y entre aquel ayer y hoy, el hombre, que no está ni quebrado de espíritu ni caído de ánimo, pero que cuenta –como quien relata un gol cualquiera de un partido cualquiera– que ganó más de 7 millones de dólares y no le queda nada, que regaló 36 casas y 22 autos y –cuando se quedó sin un peso– que tuvo que manejar un taxi, que vivía como un rey en Barcelona y hoy lo hace en una modesta casa en las afueras de Córdoba, que...

Café para varios, hay que escuchar a Milonguita, hay que entender esta historia de vida.

Imagen Con la camiseta de River, peleando la pelota con Pasucci. Regresó de España y jugó entre 1980 y 1981. Tiempo de esplendor en el Barcelona. Su potencia y gol encandiló a los catalanes.
Con la camiseta de River, peleando la pelota con Pasucci. Regresó de España y jugó entre 1980 y 1981. Tiempo de esplendor en el Barcelona. Su potencia y gol encandiló a los catalanes.

 Breve retrato biográfico del personaje: es hijo de Juan Carlos Heredia, alias “Milonga”, que jugó en Talleres, Rosario Central y San Lorenzo. Apodado “Milonguita”, el pibe ya saltó a los 15 años a la Primera del Club Universitario de Córdoba. Un año después pasó a Belgrano, donde jugó dos temporadas antes de ser transferido a Rosario Central. Hasta allí llega el recuerdo: “El Barcelona de España estaba buscando un delantero, y fueron a ver un San Lorenzo-Central. Me descubrieron, y me compraron, pero como el libro de pases permitía la incorporación de sólo dos extranjeros y el club, además, había traído al holandés Neeskens y al peruano Sotil, terminé prestado al Oporto, de Portugal”.

El muchacho, en su primer partido, habría de comprender la importancia de jugar en Europa: “En la presentación jugamos contra el Manchester United. ¿Sabés quién estaba? Bobby Charlton. Cuando salimos los dos equipos juntos a la cancha me puse al lado para verlo de cerca...”. Un año en Portugal, el regreso a Córdoba para casarse con Mirta, y la vuelta, esta vez prestado al Elche. “El Barcelona había comprado un departamento a mi nombre, para agilizar los trámites de nacionalización. Al segundo año de estar en Europa, ya no ocupaba plaza de extranjero. En la temporada 74-75 jugué mi primer torneo para el Barça...”.

Imagen Milonguita en lo más alto, gana de cabeza. Con la camiseta de Barcelona.
Milonguita en lo más alto, gana de cabeza. Con la camiseta de Barcelona.

Lo recuerda, y en su relato no parece haber restos de bronca, ni de orgullo herido, ni de planteamientos filosóficos. A su manera, bien cordobesa, pone el humor y la resignación delante de cualquier cuestionamiento. No es común escuchar esta historia hecha cuento cuando el final es decididamente perdedor.

“La verdad, en Barcelona vivía como un rey... En mi casa, al pie de la Sierra de Monserrat, tenía dieciocho perros, un monito, una cabra enana, un león, cuatro caballos... Ah, y siete autos. Me acuerdo que una vez me robaron un Mercedes-Benz y ni llegué a hacer la denuncia. Yo calculo que llegué a ganar siete millones de dólares...” Y casi que ni es necesario preguntarle, porque el the end es uno solo: los perdió. Y no es complicado concluir esto, sólo hay que seguir escuchando su historia...

“Cada vez que venía de vacaciones a Córdoba llegaba con quinientos, seiscientos mil dólares y –la verdad– me iba sin nada. Regalé 36 autos y 22 casas y –lo peor– cuando anduve en la mala, tuve que manejar un taxi para poder sobrevivir. Y el que me lo dio para que lo trabaje fue uno al  que  le regalé un auto.” Increíble pero real. Milonguita lo cuenta como quien relata su fin de semana en Carlos Paz. No hay resentimiento ni horas de diván, apenas la resignación. Eso y algunas respuestas como para ayudar a seguir viviendo... 

Punto aparte, porque no hay que olvidar al deportista. Jugó en la época de oro del Barcelona, eclipsó nada menos que a Johan Cruyff, con quien hoy comparte una sencilla amistad, hizo gritar como nadie a los exigentes catalanes, regó de fuerza y coraje el Camp Nou, se hizo ídolo. Era delantero, guapo y encarador, potente, con gol... Estuvo en Barcelona hasta enero de 1980, cuando decidió volver al país contratado por River. Tenía 27 años, las ganas de regresar a su tierra, la banda roja diagonal para arrancar una nueva aventura...

Imagen Un fanático del Barça y admirador de su juego: Milonguita con Joan Manuel Serrat.
Un fanático del Barça y admirador de su juego: Milonguita con Joan Manuel Serrat.

Pero arrancó mal y terminó mal: jugando por la Copa Libertadores ante Vélez, en febrero de 1980, chocó con Carlos Ischia y sufrió la rotura de los ligamentos de la rodilla izquierda. Se apuró en volver y el 4 de mayo, ante Argentinos, se volvió lesionar en el mismo lugar. Reapareció en el verano de 1981, salió campeón con River en el Nacional de 1981 y después, Angel Labruna lo pide para Talleres de Córdoba. El final estaba cerca, y sólo duró 10 minutos...

“Iba a jugar contra Instituto y el jueves previo al partido el Negro Jota Jota López me dice en el entrenamiento: ‘¿Qué te pasa, Milonguita?, estás todo hinchado’. No me había dado cuenta, pero de tanta anestesia que me habían puesto para calmar el dolor de la rodilla, que me seguía molestando, me intoxiqué. Y los médicos me dijeron que no me podían infiltrar más para jugar, porque ya me estaban dando desde la pretemporada. ‘Aguantá así’, me decían, pero yo no podía. El domingo entré a la cancha y no me podía mover. Me acerqué a un costadito y les dije : ‘Si no me anestesian, me hago echar’. Labruna y los médicos me dijeron que no podían ponerme nada. A los 10 minutos, le pegué una trompada al Negro Nieto y me expulsaron...”.

A los pocos días, Heredia fue a hablar con el presidente de Talleres, Amadeo Nuccetelli, y le pidió ver el contrato. Cuando se lo entregó, Milonguita lo rompió frente al presidente: “No quiero robar la plata, y yo así no puedo jugar...”. Y dejó de cobrar, y le dijo adiós al fútbol. Y de la opulencia pasó al despilfarro, y del entrenamiento a las horas largas, y encima esa rodilla que había que volver a operar... “Me pasaron todas: otra vez el quirófano y la operación que se me complicó. La cuestión es que estuve más de seis meses en cama y casi pierdo la pierna. Me agarró gangrena y estuvieron a punto de cortármela. La explicación que me dieron es que la caja de cirugía que usaron en la intervención no estaba esterilizada”.

Imagen En su casa de Barcelona, jugando con uno de los 18 perros que convivían con él.
En su casa de Barcelona, jugando con uno de los 18 perros que convivían con él.

Está siguiendo la película, ¿no? El muchachito que irrumpe, el esplendor en Barcelona, el dinero que entra y se va sin control, y estas cachetadas sucesivas: la vuelta a la Argentina, la lesión, el adiós al fútbol, esa gangrena que lo voltea física, moral y económicamente... “Quiero decir una cosa, porque se habló un poco de más de mí: jamás estuve tirado, nunca viví en una villa. Lo que gané, es cierto, hoy no lo tengo. Me he replanteado algunas veces por qué me pasó lo que pasó, y yo digo que me sale de sangre...”

De sangre, dice hoy Milonguita, y el recuerdo lleva invariablemente a su padre, que tiene que ver con su afecto, con su historia, con su vida misma: “El viejo me inculcó la pasión deportiva. Yo me quedé con ganas de seguir jugando, pero la lesión me mató...”. El viejo, también, le acercó el consejo que él no quiso o no pudo escuchar: “Hijo, cuidá el dinero, mirá que esto no dura toda la vida”. Después lo comprobó, como también comprobó el dolor y la impotencia cuando Juan Carlos, su padre, enfermó de cáncer y necesitaron 33 dadores de sangre para una operación a corazón abierto: “Vinieron sólo dos. Tuve que comprar sangre en un banco. La mayoría de los que ayudé ni siquiera me lo devolvieron para eso. Ahí me di cuenta de cómo me usaron..”. El padre murió, allá por el ’87, y con el adiós llegó algún bajoneo, y esa puñalada en el alma que todavía no desaparece: “Hubo un momento en que estuve mal, para qué voy a mentir, pero no me dediqué a nada raro. Pude haber sido borracho, pero la verdad es que jamás tomé vino, y no porque me cuidara. Cuando había un brindis, me preparaban un clericó con Fanta...”.

Imagen Milonga y Milonguita, Juan Carlos padre e hijo. De él heredó la pasión por el fútbol.
Milonga y Milonguita, Juan Carlos padre e hijo. De él heredó la pasión por el fútbol.

Y le sale el humor cordobés, aunque su historia no sea, precisamente, para la risa. Hoy, Milonguita  vive cerca de los tres hijos de su primer matrimonio: Juan Carlos (26 años), que ya lo hizo abuelo, Vanina Gladys (24) y Carolina Sofía (19), y con las dos nenas, fruto de su actual relación: Irma (7) y Rocío. Trabaja junto a Daniel Willington y José Omar Reinaldi en la Agencia Córdoba de Deportes, un área de la gobernación cordobesa; además de la búsqueda de jugadores jóvenes para empresarios de Inglaterra y España. Y como vive en Córdoba se atreve a hacer un diagnóstico del fútbol que le toca observar: “Para mí, el fútbol cordobés, el de la competencia local, está casi muerto. Si vas a una cancha a ver la Liga, hay cien, doscientas personas. Y lo peor es que a los pibes no se les da nada. Es que la mayoría de los dirigentes son un desastre. En este momento vas a hablar por un jugador de la Primera B y los directivos te dicen: ‘Arreglen con el representante, porque el jugador no es nuestro’. Fijate otra cosa: Belgrano, del plantel titular, sólo es dueño de la mitad del pase de Carnero. Del resto no tiene nada... Así es muy difícil.”

Imagen El final de su carrera: maltrecho en su rodilla, en Talleres y con Angelito Labruna.
El final de su carrera: maltrecho en su rodilla, en Talleres y con Angelito Labruna.

Milonguita se queja de la poca memoria del fútbol argentino para con sus ex protagonistas: “Es cierto lo que decía el Negro Pelé: somos ídolos de barro. Cuando te necesitan, te tienen entre algodones; cuando ya te usaron, te dejan caer y te rompés...” Se pregunta por el olvido en que están viejas glorias, como el Negro Baley, o el santiagueño Luis Galván o el Cata Oviedo... No tiene respuesta, o sí: es exactamente lo contrario a lo que sucede en Europa: “Todos los años, el Barcelona me hace llegar una invitación para pasar la Navidad con todos los gastos pagos. Ahora estuve por los 100 años del club. La verdad, allí tienen lo que acá falta: memoria”.

 Juan Carlos Heredia, el jugador que fue, el hombre que es. En el medio, las preguntas inevitables, los interrogantes para saber por qué pasó lo que pasó...   
 

–¿Nunca te replanteaste por qué despilfarraste toda tu fortuna?

–A veces pienso que me faltó disciplina para manejarme. Si en vez de regalar 22 autos, me hubiera quedado con dos. O de las 36 casas con alguna, qué se yo... Ya pasó, me salía de corazón. Cuando pasaba mis vacaciones en Córdoba en mi casa había asado seguido para cincuenta o sesenta personas...

–¿Tus hijos no te reprocharon nada?

–El único reproche que escuché fue de Juan Carlos, el mayor, que me cuestionó por qué no tenía guardado un casete de mi época de jugador. De lo material, nada...

Imagen El encuentro casual con el Coco Basile en Córdoba. Hacía 20 años que no se veían.
El encuentro casual con el Coco Basile en Córdoba. Hacía 20 años que no se veían.

–¿Quiénes son hoy tus amigos?

–Mis hijos, mi esposa y pocos más...

–¿Y de los históricos, ésos de los asados, de los autos y las casas?

–De dos mil que tenía, me quedan cuatro...

–Si –como decís– el Barcelona te quiere llevar para trabajar con ellos, ¿por qué no te vas?

–Me pasa dos cosas: la primera es que me tira la tierra. Y la segunda es que el  cordobés es muy boludo. Y yo soy cordobés.

“Mi amigo Cruyff”

Milonguita habla de Johan Cruyff y la sonrisa se agranda. Disfrutó de su talento como jugador con la camiseta azulgrana del Barcelona, y hoy conserva una amistad correspondida. En ocasión de los festejos de los 100 años del club catalán volvieron a verse, y se refrescaron los recuerdos: “Mi relación con él es de amigo-amigo. Jugué muchísimos años a su lado y me quedan anécdotas inolvidables. El Flaco era un líder de aquéllos: hablaba alemán, holandés, inglés, español y francés. Además, se interesaba por saber todo. Una vez me rompieron el tendón de Aquiles y me acompañó toda la noche en el sanatorio. No sólo eso, cuando fui a la sala de operaciones lo vi vestido con toda esa ropa esterilizada . Después me dijo que –además de estar a mi lado–, quería ver cómo era esa operación”.

Cruyff, un ex empedernido fumador al que tuvieron que practicarle un triple by pass, era dueño –en su época de jugador– de un físico superdotado: “Lo que corría ese muchacho no se podía creer. Y lo que fumaba, tampoco. En el Barcelona se bajaba cuatro atados de Camel sin filtro por día. En el vestuario y en los entretiempos, el Flaco pegaba unas pitadas. Lo complicado era compartir las concentraciones, que en Barcelona no eran fijas sino que se hacían por sorteo: si te tocaba con él, ya sabías que tenías la pieza llena de humo”.

En aquel encuentro en Barcelona, Milonguita comprobó que el espíritu negociador del holandés sigue siendo tan sutil como era su pierna derecha: “Estando allá me invitaron a un programa que se llama ‘Gol a Gol’ y entonces le pregunté al Flaco –que ya manejaba esas cosas desde la época en que jugábamos– cuánto podía pedir. ‘Por menos de 2.500 dólares no te muevas’, me dijo. Fui a cuatro y –gracias a él– me traje 10 lucas...”.

Imagen Con Cruyff, en los festejos de los 100 años del Barça. Recordaron viejas épocas.
Con Cruyff, en los festejos de los 100 años del Barça. Recordaron viejas épocas.
 

HUGO SUERTE

Fotos: LUIS MICOU