¡Habla memoria!

1959. Reconocimiento al nadador Jorge Moreau

El deportista argentino, impulsor de la natación, que participara en los Juegos Olímpicos de 1924 y fuera parte del team de waterpolo en los Juegos Olímpicos 1928, es merecedor de un texto homenajeándolo.

Por Redacción EG ·

30 de diciembre de 2019

Pertenecía a aquella admirable generación de muchachos que sembraron la cosecha que recogen los jóvenes deportistas de hoy. Admirable, mucho más que por sus triunfos o por sus records que iniciaron los hoy nutridos historiales de superaciones que a la postre los empequeñecen en la frialdad de las cifras… admirables porque constituyeron el grito de aire, sol y vida sana de una juventud que hasta entonces había vivido en los salones poblados de humo o en las andanzas no precisamente ideales a la formación física y mental del individuo en su edad crítica.

 

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Jorge Moreau perteneció a aquella generación de muchachos "del 20" que apuntaló los pilares en que hoy se asienta la natación argentina; a aquel grupo de Gimnasia y Esgrima que se enorgulleció más tarde con un campeón olímpico, (Zorrilla); que como quijotes derrumbando prejuicios desparramó la consigna de "aprender a nadar"; que embebidos en un nuevo sentir de los cuerpos y almas jóvenes arrastraron a Aníbal Vigil a abrazar con tanto amor esa causa como para llegar a convertir a El Gráfico al deporte. Jorge Moreau estaba entre ellos. Y a veces algo más que "entre"; a veces por encima de todos ellos, como que fue recordman nacional de 800mts. libre (13.13.415 en 1923); de Sudamérica en 1.500 (22.35.0 en 1926), y ocho veces partícipe de postas de 4x100 o 4x 200 metros que establecieron records argentinos y o sudamericanos. Por cierto que gustó también de títulos de campeón nacional; perdió pero también ganó con los mejores.

 

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Y lo más importante: su conducta fue digna de los mejores de aquella estirpe de muchachos traviesos en trance de sentirse jóvenes, serios en trance de sentirse hombres. Moreau fue uno de ellos y lo fue su vida que repentinamente venimos de ver truncar, puesto que, hijo de aquel ejemplo, llegó a graduarse médico, tras los más ingentes sacrificios de que es capaz una vocación formada en aquella escuela, en aquella generación y en aquella forma de ser jóvenes que tuvieron aquellos jóvenes permanentemente jóvenes... aunque la vida nos los esté llevando.