Primera División

LAS CONFESIONES DEL PSICÓLOGO DE INDEPENDIENTE QUE DETECTÓ LOS ABUSOS

Fragmento de Alerta Rojo, un libro de investigación sobre el mundo de las divisiones inferiores, con el testimonio inédito de uno de los encargados de tratar con las víctimas.

Por Redacción EG ·

23 de noviembre de 2021

 

La causa conmocionó al mundo del fútbol y casi 4 años después fue elevada a juicio oral. Independiente, que encabezó la denuncia, celebró la decisión de la Justicia a través de un comunicado.

El siguiente es un fragmento de un capítulo de Alerta Rojo, publicado en noviembre 2018 por los hermanos Pedro Molina y Panqui Molina, sobre el mundo de las divisiones inferiores en general, con Independiente como objeto de estudio. El libro, entre otras cosas, cuenta con el testimonio inédito de Ariel Ruiz, el psicólogo de los juveniles que detectó que algo extraordinario estaba pasando. 

 

ENTRE LO PERVERSO Y LO VULNERABLE

 

Un menor de edad le contó al psicólogo del club, Ariel Ruiz, que él y otros chicos cobraban plata a cambio de favores sexuales. Lo hizo sin tomar dimensión de que en realidad eran víctimas de abuso y que con su testimonio rompía una cadena de silencios y sufrimientos. Amparado en el código de ética profesional, Ruiz le contó la situación a Fernando Berón y fue el coordinador de Inferiores, con el apoyo del club, quien realizó la denuncia.

Antes de que el horror saliera a la luz, Ariel Ruiz había contado, en una entrevista de 80 minutos para este libro, algunas problemáticas de los chicos. Días después, su testimonio cobraría un valor casi profético:

Los entornos son fundamentales. Yo veo el modus operandi de algunos representantes. Agarran al chico más vulnerable, se lo llevan un fin de semana a una quinta, muestran un brillo y le dicen algo así como ‘Si vos me hacés caso, vas a tener todo esto. Y les hacen caso. Por suerte, últimamente hay chicos que me cuentan que se les acercan los representantes. Siempre les pregunto qué quieren de un representante. La mayoría te dice que quiere botines, que le den pasajes al padre para que venga a verlo, pero yo les digo que se fijen en la parte humana. Muchas veces los ponen en deuda. Les dan un celular, les compran un auto y, cuando los chicos llegan, les hacen caso a ellos. Esto también tiene que ver con la formación humana. A la larga, los que están con los chicos son su familia y los amigos íntimos. El resto, la parte más ingrata, está hoy y mañana no. El fútbol es así”.

 

 

Imagen La pensión de Independiente
La pensión de Independiente
 

 

La denuncia de abusos sexuales sembró otra duda para este libro: ¿cómo puede pasar esto en uno de los mejores momentos de las Inferiores de Independiente, justo cuando los chicos tienen contención, mejor infraestructura y están a cargo de profesionales? Precisamente, la contención actual y la existencia de una persona en quien confiar fue lo que terminó destapando la problemática. Los profesionales que se desempeñan en Independiente lo detectaron y lo denunciaron. El sistema es mucho más complejo de resolver. Al fin y al cabo, se trata de un entramado social que en una misma casa reúne a chicos de diferentes condiciones y edades, lejos de su familia y con el mismo sueño que será inalcanzable para la mayoría. En la causa judicial y en los radiopasillos todos creen que la pedofilia también sucede con jóvenes de otros clubes.

Los abusos sexuales fueron un tema recurrente en esta investigación. Casi nadie se anima a admitirlos on the record por temor o por falta de pruebas. Una persona que vivió muy de cerca la vida en la pensión recordó cuando una señora tenía permiso de casi 10 chicos para que los retiraran del club durante los fines de semana.

Les pregunté a los padres si la conocían y me dijeron que no, pero que era una señora bárbara, que si no, los chicos no podían salir.Están a mil kilómetros algunos, lo que les pide el chico lo van a hacer porque, si no, tienen que aguantar que se enoje. Nunca tuvimos una prueba fehaciente de lo que pasaba, pero fui logrando que le fueran sacando el permiso”, reconoce esa fuente.

Un entrenador que tuvo un paso breve también recordó un suceso que ocurría en Villa Domínico: “Había un coche que paraba en la puerta con un puto [sic] e iban de a uno los de la Cuarta. Era tierra de nadie. No sé qué hacían, pero era un quilombo”.

Coincidiendo con esa época, un colaborador de la pensión dice: “Había rumores de que venían flacos a llevarse a los pibes. Nadie los controlaba. Venía un auto, se los llevaba, los devolvía a las tres o cuatro de la mañana y nadie decía nada”.

Un ex dirigente contó algunas conversaciones que había presenciado: “Escuché discusiones entre jugadores de fútbol o campeones del mundo con Independiente sobre ese tema que me dejaron sorprendido. Se decían: ‘Está bien, yo me lo cogí, pero después di la vuelta olímpica . Era grande el tipo, pero hablaba de cuando estaba en Sexta o Séptima. Te sorprende”.

Luego de que se destapara la olla, un futbolista que llegó a debutar en la Primera de Independiente reconoció que no lo sorprendía la situación: “Pasó siempre. Cuando yo vivía en la pensión, te escribía por Facebook algún que otro topu para que lo tumbes por plata, pero nadie te ponía un arma en la cabeza. A mí me han escrito, como a un montón de los chicos de la pensión. Estaba el que los sacaba cagando y, por ahí, el que estaba comprometido con guita y vivía lejos de su casa, capaz arrancaba”.

El caso nos preocupó más a nosotros que a los chicos. Ellos no tomaron conciencia de lo que estaba pasando. El club también es víctima de todo esto. La cobertura mediática fue un desastre, una porquería. Involucraban al club de una manera lamentable. La fiscal fue muy inteligente y responsable”, dice Yoyo Maldonado para este libro.

Los 53 juveniles que vivían en la pensión durante el estallido aportaron su testimonio. Declararon en la oficina de Fernando Berón para evitar lo traumático de visitar los tribunales y exponerse al juego mediático que se relamía con el caso. A través de su relato, la Justicia reconstruyó parte de la historia. El vínculo existente entre los acusados generó que se empezara a hablar de una red de pedofilia. En el entrecruzamiento telefónico surgieron cerca de 50 contactos en común entre víctimas y victimarios, según dijo la fiscal de la causa, María Soledad Garibaldi. Ella fue la que, en un primer momento, pidió la prisión preventiva para seis acusados y confirmó la existencia de siete víctimas, dos de los cuales no estaban más en la pensión. Por eso la fiscal tuvo que tomarles declaración a chicos en La Pampa, Misiones, Chaco y Córdoba.

Los encuentros sexuales eran con hombres en un departamento de Palermo, en San Isidro, en Sarandí, en La Plata o en el hotel de alojamiento Bahía del Sol, del barrio de Floresta. Generalmente les pagaban con dinero, pero hubo casos en los que las víctimas declararon que recibían calzoncillos nuevos, botines o simplemente saldo en la tarjeta sube.

J. llegó a Independiente a comienzos de 2016. Hasta sus 17 años había vivido en Cipolletti con sus tres hermanos menores y la mamá, que limpiaba casas 12 horas por día. Su fichaje significó el sueño de salvar a la familia. Jugaba de enganche y en el club le veían futuro, hasta que en julio de 2017 se rompió los ligamentos.

De todos los que vivían en la pensión era “uno de los más vulnerables”, según reconocieron puertas adentro del club. Su familia no podía enviarle dinero, visitarlo ni comprarle un pasaje para que alguna vez durante el año volviera a Neuquén. Un día, en un boliche, notó que sus compañeros disponían de más plata que él, según relató en la declaración judicial. Le preguntó a uno de ellos cómo hacía y el joven le pasó el contacto de un hombre en La Plata que le practicaba sexo oral y pagaba mil pesos. J. ya había recibido una propuesta similar a través de Instagram.

Era mayor de edad, porque ya había cumplido 18 años, pero la Justicia consideró que, dadas sus condiciones, se trataba de una víctima. En la declaración judicial reconoció que ese encuentro le generó “asco”. Tras las vacaciones de enero de 2018, J. volvió al club con 19 años recién cumplidos. Debía dejar la pensión pero la rotura de ligamentos postergó por unos meses la salida.

En marzo le pasó el teléfono de uno de los abusadores a un juvenil de Séptima División, que luego se terminó quebrando ante el psicólogo Ariel Ruiz. “Fue una bestialidad decir que J. entregaba a sus compañeros. Se dijeron cosas terribles: entregador, red de trata... El manejo de la situación fue violento. Se llegó a decir que J. se estaba cortando y en ese momento estaba conmigo. Los medios tenían la necesidad de crear un monstruo y lo encontraron en J., contó Ruiz.

El avance del caso en lo judicial es una incógnita que seguramente llevará varios meses en conocerse. Si hubo famosos en la red de pedofilia, como se instaló en la opinión pública, llevará aún más tiempo. La causa no tardó en ensuciarse con desinformación, malicia, operaciones, acusaciones cruzadas y hasta una supuesta participación de los servicios de inteligencia.

El árbitro Martín Bustos, Alejandro Dal Cin, Juan Manuel Díaz Vallone, Silvio Fleytas y el relacionista público Leonardo Cohen Arazi fueron los primeros detenidos. El abogado de Bustos, Tomás Beldi, rompió el celular de su defendido a martillazos y quedó acusado por encubrimiento agravado. El representante de jugadores y dueño de un hotel de alojamiento en Floresta, Alberto Ponte, fue detenido por el delito de grooming y es investigado por realizar orgías con menores y filmarlos.

La celeridad de la fiscalía para actuar se contradice con el desinterés de la Justicia en otros momentos. En el programa de televisión Intrusos en el espectáculo, en 2010, Cohen Arazi dijo que Ricardo Fort, de quien era muy cercano, lo había mandado a pagarle para que se “enfiestara” con jugadores de las Divisiones Inferiores de All Boys. Nadie actuó de oficio. Aquella frase pudo haber sido el puntapié inicial para desactivar esta red. Jorge Rial y los panelistas rieron a carcajadas.

Son ocho años donde habrían existido muchas más víctimas de Cohen Arazi y sus contactos. Una de las características del abuso es la dificultad de las víctimas para hablar. Haber pasado por alto el reconocimiento de uno de los presuntos victimarios merece una urgente reflexión de las partes.

La ineficacia de las instituciones no es un hecho aislado. Sin redes de contención que estén abocadas al día a día de los juveniles, suena difícil lograr un vínculo de confianza. Hasta que sucedieron los abusos, en Independiente había un solo psicólogo para las divisiones juveniles y el fútbol infantil. Integrado al departamento médico, Ariel Ruiz trabaja en el club desde 2013 y conoce el entorno de cada uno de los chicos.

En un plantel de 30, hay 10 que sufren a la hora de jugar, ponele. Cuando alguien sufre jugando al fútbol, está mal. Es salvaje cualquier “trabajo” de un chico de 14 años. Digo “trabajo” entre comillas porque no es formal. No está preparado para soportar este tipo de situaciones y exigencias. A mí me encanta trabajar en el fútbol de Inferiores porque está la cosa más pura del sueño y de querer vivir de esto, pero esa inocencia se pierde y viene a generar una contraposición donde se juegan otros intereses.

¿Qué es a lo que más le temen los chicos?

—El jugador sufre cuando se lesiona. Es a lo que más teme el futbolista. Es un lugar donde no hay garantías y la vulnerabilidad se transforma en miedo. Después está la asimilación, el fortalecimiento, la ansiedad y el dolor de no jugar. Es complejo el tema de los lesionados. Y el segundo miedo es quedarse libres a fin de año.

¿Cómo actúa el psicólogo en esas situaciones?

—La psicología tiene dos funciones: lograr la optimización en función del rendimiento y preservar la salud mental de los chicos. En mi caso está invertido: lo más importante es cuidar la salud mental. Todas las cuestiones deportivas están sostenidas por eso. A mí me importa el desarrollo humano. Nos interesan los que no van a llegar, que son la mayoría. Que estudien, brindarles la posibilidad de que se formen como seres humanos, que vayan al colegio, que estén en contacto con la familia... Poquitos vivirán del fútbol y es importante que los que se vayan de acá, se vayan con algo. Desde el momento en que ellos eligen jugar en Independiente, e Independiente los ficha, asumimos una responsabilidad. Mi compromiso es que se puedan desarrollar bien en un ambiente en el que sabemos que se juega para ganar.

¿Esa es la parte donde el club cumple su rol social?

—Justo la semana pasada tuve un debate con un kinesiólogo. Él decía que el fútbol de Inferiores cumple muy poco el rol social. Me lo decía porque no es la parte principal, y en eso le doy la razón. Esto es alto rendimiento en un club grande. Pero, por otro lado, el deporte inculca muchos valores a los chicos: la cooperación, el trabajo en equipo, el esfuerzo, el superarse a uno mismo...

—¿Y cómo sos percibido por los demás profesionales dentro del club?

Tengo en claro que el psicólogo es la última opción. También es una corriente dentro del fútbol que tiene su resistencia. Es el quinto año que estoy y siempre trabajé con absoluta libertad, buena relación con técnicos y coordinadores. Pero sé que es una corriente nueva y muchas veces está la vieja escuela que te dice “para qué el psicólogo”. A mí no me ha pasado. El prejuicio de no haber pateado una pelota está. Yo hice 10 años de Inferiores en Banfield, de pre Infantiles hasta Quinta División y soy hincha de Independiente. Conozco la cultura.

—¿Qué condiciones se dan para que sucedan estos abusos?

Estas cosas pasaron por carencias. Son carencias desde lo social. Más allá de la necesidad económica, lo que percibo es una cuestión de exclusión. El modus operandi es de pertenencia. Los seducían a partir de lo que no tienen. La cuestión va más allá de la pensión de fútbol, lo pienso en otros ambientes. ¿Qué hace un pibe de una villa que no tiene? Capaz que agarra un fierro. En este caso, son chicos que no están con sus familias desde edades muy pequeñas.

¿Los chicos no eran conscientes de que estaban siendo víctimas?

No hubo percepción de los chicos de que estaban siendo abusados. El abuso muchas veces se asocia a la fuerza, al dolor. Pero acá fue de tipos con poder ante chicos que no tienen conciencia. Hubo un engaño.

¿Cómo actúa el contexto del mundo fútbol en esto?

—El ambiente no es facilitador. Esto es darwiniano. Que un chico venga a plantear lo que le pasaba rompe el estigma de “te tenés que bancar todo”. Entiendo que Independiente sea un club grande, las exigencias, los contextos, la ambición y todo lo que hace al jugador. Pero tampoco creo que tenga que ser “como sea”. Al chico se le arma todo un entorno para que se la tenga que bancar, y no debe ser así.

Al conocer tanto a los chicos, ¿cómo lo vivís?

—A partir de ciertas marcas, uno no sigue igual. Me causa dolor. Tengo un nudo en la garganta, es fuerte. El dolor es el impulso a poder hacer y lo transforma en un acto de amor, porque queremos que los chicos estén bien. Sigo creyendo en este deporte como el más lindo del mundo con un montón de cosas salvajes. A mí me generó más ganas y más fuerzas. Si esto no vuelve a pasar ya es mucho, así que ojalá sea un precedente para hacernos preguntas. Me importa que sepan que, a partir de que alguien los escuchó, esto se puede hablar. El mensaje es que a los pibes hay que escucharlos.

La voz de Ruiz se entrecorta. Independiente todavía está shockeado y quienes viven el día a día lo padecen. Antes de terminar, desde su pequeña oficina de dos por tres, deja su mensaje: “La pelota quedó en otro lugar con esto. No pasó por el fútbol, sí por la vulnerabilidad”.