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Kranevitter: un cinco de hierro

El tucumano fue una de las gratas apariciones de River el año pasado. En una charla distendida, cuenta cómo es que se decidió por el fútbol y no por el golf, un deporte de tradición familiar.

Por Redacción EG ·

21 de febrero de 2014
  Nota publicada en la edición de Febrero de 2014 de El Gráfico

Imagen DURANTE la pretemporada de River en Tandil. Compartió habitación con Balanta y Federico Vega.
DURANTE la pretemporada de River en Tandil. Compartió habitación con Balanta y Federico Vega.
A veces, en situaciones complejas, se hace difícil buscarle el lado positivo a las cosas. En un semestre decididamente malo, con flojos resultados y actuaciones colectivas decepcionantes, los hinchas de River encontraron en un par de nombres de las inferiores, motivos (y actuaciones) para ilusionarse. Es la misma expectativa que se generaba cuando los juveniles de la cantera daban lugar a equipos de ensueño, sólo que adaptada a esta nueva realidad de reconstrucción, no sólo futbolística, sino, especialmente, institucional. Matías Kranevitter ha sido uno de esos nombres que le permiten al hincha proyectar un futuro mejor.

Su biografía dirá que nació en Yerba Buena, una localidad ubicada al oeste de San Miguel de Tucumán, hace 20 años. Que su papá es albañil, y su mamá, ama de casa. Que es el mayor de seis hermanos. Y que pinta para ser el 5 de River por un buen tiempo.

Lo que su biografía no dice, pero contará él, es que pudo haber sido golfista. Es que Kranevitter, como muchos futbolistas profesionales, viene de una familia humilde y desde chico asumió el rol de adulto, salió a trabajar para aportar algo de dinero a su casa. La diferencia es lo que hacía él, comparado a las changas que normalmente hacen otros. Es que mientras Matías cursaba la Primaria, ya se ganaba algunos pesos como caddie de su tío, César Castillo, y de su primo, el reconocido golfista, Andrés Pigu Romero. “Las canchas de golf quedaban cerca de mi casa. Teniendo familiares que se dedican a eso profesionalmente, el ambiente no me era muy ajeno. Era un trabajo, sí, pero también me gustaba mucho. Y de hecho sigo jugando al golf con mis amigos cada vez que viajo a Tucumán. El otro día que tuvimos libre, fuimos a jugar un partido con Rafael Giulietti, el médico del plantel. Si no me hubiera dedicado al fútbol, seguramente habría sido golfista”, dice convencido el tucumano, que llegó a los 14 años a Buenos Aires y vivió en la pensión de Núñez durante otros cinco. Hace unos meses se mudó a un departamento a pocas cuadras del Monumental y acaba de comprarse su primer auto. Todo bastante distinto a aquellos días en donde transitaba los greens, cargaba los palos y medía el viento para evitar que un tiro terminara en el bunker. “Me pagaban 15 pesos. Le daba 10 a mi mamá para que cocinara y me quedaba con 5 para mis cosas. Tenía que ayudar en mi casa y lo hice con mucho orgullo. Vivíamos en un barrio humilde. Mi papá era taxista y no ganaba mucha plata. Mi mamá tenía que cuidar a mis hermanos y no podía salir a trabajar. Entonces, tuve que colaborar con ellos. Iba a la mañana al colegio y después trabajaba”, cuenta con la misma naturalidad con la que empezó a jugar al fútbol en San Martín de Tucumán, donde pasó toda su infancia, hasta que llegó la posibilidad de irse a River.

“Me habían convocado para jugar en la Selección Sub 15, en un campeonato que se hizo en Tucumán, y un hombre que buscaba talentos me vio y me ofreció probarme en River. Viajé a Buenos Aires y gracias a Dios, las cosas salieron bien, di la prueba y quedé en la Octava División. Tenía 14 años y hasta entonces, no tenía en claro si quería jugar al fútbol. Me gustaba, por supuesto, pero también me gustaba el golf”, relata bajo el cielo de Tandil, cerca del fin de la pretemporada de River.

Imagen UNO DE LOS dos tatuajes que tiene, dedicado a su mamá. El otro es una cruz que se hizo tras cumplir el sueño de debutar en primera.
UNO DE LOS dos tatuajes que tiene, dedicado a su mamá. El otro es una cruz que se hizo tras cumplir el sueño de debutar en primera.
La mudanza a Buenos Aires trajo aparejada la adaptación a un entorno nuevo y, normalmente, difícil: vivir en la pensión del club y lejos de los suyos. “Es una situación muy compleja para toda persona. Eramos muchos chicos del interior y estábamos solos. Mi familia se quedó en Tucumán. Cuando podían, me iban a visitar. Los veía muy poco. Pero igual tengo un buen recuerdo de esa etapa. Me adapté rápido”, explica, mientras el sol hace brillar el botín que lleva colgado en el cuello (ver detalle en la foto).

-¿Nunca pensaste en volverte?
-No. Jamás se me cruzó por la cabeza. Este era mi sueño y por suerte lo pude cumplir. Era una vida sacrificada, pero cada uno sabe lo quiere y lo que le hace bien. Trataba de estar ocupado, me entrenaba y estudiaba en el instituto del club. Cuando extrañaba, me comunicaba con mi familia. Eso me daba fuerza para seguir adelante.

-Finalmente lograste cumplir ese sueño. ¿Qué recordás de tu primer partido?
-Me hizo debutar Gustavo Zapata, que estaba como técnico interino luego de la ida de Almeyda, en un partido frente a Lanús en el Monumental. Entré pocos minutos. Creo que ni llegué a tocar la pelota. Igualmente fue muy especial para mí. No estaba nervioso, pero sí quizás ansioso.

-¿En qué y cómo cambió tu vida desde aquel partido?
-Tuve que ser más profesional de lo que era, si es que quería jugar y mantenerme. Acá la competencia es muy pareja y entra el que está mejor. No te podés quedar atrás. Tengo en claro que si hago las cosas bien, voy a tener más posibilidades.

ENTRE DOS HISTORICOS
En diciembre de 2012, en la última fecha del Torneo Inicial, Ramón Díaz inició su tercer ciclo al frente de River. Si una certeza tenía el técnico, era que su voz dentro del campo sería la del experimentado Cristina Ledesma. Lejos de considerar que esta decisión podía significarle tener pocas oportunidades de jugar, Kranevitter nunca bajó los brazos y de a poco logró hacerse un lugar dentro del equipo y, también, en las preferencias de la gente. El semestre pasado llegó a estar por encima no sólo del Lobo, sino también de Leonardo Ponzio.

“No me pesa, no me siento presionado por tener que disputar el puesto con grandes jugadores como ellos. Al contrario, me hace bien, me tengo que sacrificar más de lo normal. Trabajo para ser titular”, asegura.

-¿Cómo es tu relación con ellos?
-Los conozco y son personas de bien. Son grandes jugadores. Me aconsejan sobre mi futuro y me llevo muy bien con ellos.

¿Qué volantes centrales te gustan?
-De chico seguía a Javier Mascherano y hoy también me fijo en Bastian Schweinsteiger, el del Bayern Munich. Trato de mirarlos mucho y aprender de ellos, fijarme cuándo juegan a un toque, cómo retroceden, y también ver cómo antes de recibir la pelota ya saben hacia dónde la van a hacer circular, porque tienen una referencia de todo el campo de juego.

-¿Te sentís más cómodo jugando como único volante central o con doble cinco?
-Me adapto a los dos sistemas. Son diferentes, pero creo que puedo cumplir los dos de la mejor manera.

Durante las semanas que duró la pretemporada, las jornadas fueron intensas, divididas en trabajos de doble turno que se llevaron a cabo entre el Club de Rugby Los 50 (para los ejercicios físicos en horas de la mañana) y en la cancha del club Ferrocarril Sud (las prácticas de fútbol del turno tarde).
“Son mis primeras pretemporadas y a veces se hace duro, pero sé que es la base para todo jugador. Si hacés una buena pretemporada, te sirve para todo el año”, detalla Kranevitter, que compartió habitación con el colombiano Eder Balanta y Federico Vega. “Somos muy amigos, vivimos cerca y también concentramos juntos. Eso sí, somos medio aburridos (risas). Descansamos o vamos al hidromasaje. No mucho más”. Así de tranquilo como esa habitación está el clima en todo River, donde pareciera que se respirara otro aire. Lejos quedaron los meses de contienda política y hoy, con la nueva dirigencia se renovaron las esperanzas, aunque las presiones siguen siendo las mismas.

“Tenemos un nuevo presidente, el cuerpo técnico y el grupo estamos muy bien. Ahora espero que podamos tener un buen campeonato. Ese es nuestro objetivo. Somos conscientes de que en el semestre pasado no nos había ido bien”, admite el tucumano.

-¿Qué objetivos te planteaste para tratar de cumplir este año?
-Dios quiera que me toque jugar. De mi parte voy a seguir poniendo todo mi esfuerzo para estar listo cuando el técnico me necesite, y poder tener continuidad. El propósito grupal es pelear el campeonato hasta el final.

-¿Qué representa que un mito como Enzo Francescoli esté trabajando en River?
-Es un ídolo en el club, y creo que a River le va a hacer muy bien que lo represente alguien como él. Ya nos dio una charla y es una voz alentadora que nos va a dar mucho.

-El Burrito Ortega también se incorporó a la Reserva, ¿qué opinás?
-Es otro de los grandes ídolos y me alegra que vuelva. Me parece muy bien que le hayan dado un lugar. Si él está feliz, bienvenido sea que empiece una nueva tarea. Yo lo tuve de compañero en Reserva, fue a entrenarse un tiempo con nosotros.

-¿Cómo es el trato con Ramón Díaz?
-Tengo una muy buena relación. Me da mucha confianza y hay buen diálogo. Siento que tengo que devolverle en la cancha la confianza que me da, y rendirle cuando me toca jugar.

Imagen EN ACCION frente a Lanús. A los 20 años, es uno de los jugadores de mayor proyección en River.
EN ACCION frente a Lanús. A los 20 años, es uno de los jugadores de mayor proyección en River.
Kranevitter entró unos minutos en el primer superclásico del verano, el 1-1 de Mar del Plata, y todas las pelotas que tocó terminaron en pases bien dados. “Jugar un River-Boca es lo más lindo que te puede pasar con esta camiseta. A cualquier jugador argentino le gustaría jugar este partido. La semana previa se vive con más ganas que nunca, te entrenás distinto. Es un partido que te marca para bien o para mal”, agrega el volante central, que no la tira afuera ni a la hora de responder sobre el nivel de nuestro campeonato: “Escucho muchas críticas sobre el fútbol argentino, pero a mí me gusta verlo. Juego en este torneo y es donde tengo que aprender. Y miro mucho fútbol en general, sigo la Liga italiana, la española, y la inglesa”, detalla.

¿Será que alguno de esos países se convertirá en el próximo paso de su carrera? “Primero quiero triunfar en mi país –responde convencido–. Y después si me toca ir a jugar a otro lado, lo evaluaré; si es bueno para mí y para el club, daremos el paso. Obviamente que uno siempre quiere crecer y continuar mirando hacia delante”. Para sus hermanos es un espejo: uno juega en Atlético Tucumán y hay otro que pronto traerá a probarse en River. “Ojalá que pueda quedar. Los otros tres por ahora son chiquitos”, apunta.

-¿Cómo vivís el reconocimiento de la gente?
-Vivo cerca del club y la gente me reconoce bastante, me brindan mucho cariño. No me molesta, me gusta. Es normal para un jugador de fútbol que la gente le pida una foto o un autógrafo, más si juega en River. Trato de vivirlo naturalmente, pero sobre todo con mucha humildad.

-¿Y cómo es volver a tu ciudad?
-Espectacular, me tratan muy bien. Para ellos es lindo que un chico de allá, de un barrio, haya llegado a la Primera de River. Me pone muy contento también porque siento que represento a mi provincia y a la ciudad donde nací y viví.

Dos tatuajes tiene Kranevitter, una frase y una cruz. Ambos dan cuenta de esa lucha interior, de aquellos momentos que el hincha no conoce ni imagina, en donde un juvenil se termina forjando en profesional. Los cuenta él: “La frase dice ‘sos la fuerza y la alegría de mi vida, mamá’. Como no la tengo cerca, y es la que siempre me motiva, es una forma de tenerla presente. Y el de la cruz me lo hice porque Dios me ayudó mucho en la confianza y en salir adelante. Había prometido que si algún día debutaba en Primera me iba a hacer el tatuaje en agradecimiento”.

Promesa cumplida. Seguramente, al ritmo que viene, habrá nuevas promesas y también nuevos tatuajes en la vida de Kranevitter, el volante que, como en el golf, juega simple, directo y casi siempre bajo el par.

Por: Guadalupe Sena/ Fotos: Diego Haliasz