Primera División

Hasta luego, Trapito: cómo vibró el Monumental en la despedida de su ídolo

El arquero que más títulos internacionales ganó en River vivió una tarde que no olvidará nunca en su vida. Los hinchas, sus compañeros y hasta los vendedores, disfrutaron de este día.

Por Redacción EG ·

15 de mayo de 2016
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Es una tarde especial en el Monumental, una tarde diferente a todas. Tanto para Marcelo Barovero, como para los hinchas. Y hasta para los vendedores, que se disfrazaron para la ocasión en búsqueda de algunos pesitos.

Cada uno tiene un distintivo color “verde”, tanto el tipo que vende choripán y bondiola en la esquina de Libertador y Udaondo o la mujer encargada de cobrar la comida. Y ni hablar de los muchachos que venden gorras especiales, que se quejan y dicen que  “hoy no va a pasar nada, esperemos zafar el día con los gorritos”. Y vaya que salvaron el fin de semana: en menos de 30 minutos las vendieron a todas. 

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Son las 17:07 en el Monumental cuando Trapito salta al campo de juego para realizar la entrada en calor. El estadio explota en esta tarde nublada, llueven los aplausos de los cuatro costados y caen papelitos desde la Belgrano alta.

Hay nueve pelotas en el área del arco que da al Río de la Plata. Está Augusto Batalla, el heredero, y el entrenador de arqueros, Tato Montes, con el hombre que cuidó, desde el 2012, el arco de River. La pantalla led del estadio, mientras tanto, muestra la atajada de Barovero a Messi en Japón y el mítico penal de Gigliotti. ¡Para qué! “Trapito, Trapito, Trapito...”, retumba.

“Gracias y hasta siempre, Trapito. River es tu casa”, reza una de las banderas ubicadas en la Centenario baja. Los hinchas lo aplaudieron en cada intervención que tuvo durante el encuentro.

Como Marcelo, Guido y Benjamín Galmarini (primos lejanos del Pato, jugador de Tigre): abuelo, padre y nieto, se acercaron desde Ramos Mejía para decirle hasta luego al arquero que “nos salvó las papas muchas veces”. Marcelo, de 57 años, cuenta que vivió los últimos momentos de Amadeo Carrizo y admira al Pato Fillol. Guido, de 23, es padre de Benjamín, de 6 añitos, y ambos ruegan que el sucesor de Barovero esté a la altura.

Imagen PADRE E HIJO, Guido y Benjamín.
PADRE E HIJO, Guido y Benjamín.
Los tres se prepararon para la cita, para este último ritual. Los tres, abuelo, padre e hijo, se pusieron la casaca  número 1 del arquero campeón de la Libertadores. Mientras posan para la foto, Barovero se mete al vestuario abrazado por Batalla y  baja la ovación: “Trapito es de River, de River de verdad”.

Hace años que no se vive una despedida así en la cancha de River, con tanta emoción, con tanto amor. El último afortunado fue Cavenaghi, que se fue con la Copa en sus manos. Antes de eso, el adiós a Javier Mascherano y a Lucho González, allá por el 2005, contra Huracán de Tres Arroyos.

Van 45 minutos del segundo tiempo. Gallardo decide sacar al hombre agasajado. Son los últimos segundos de Barovero en el Monumental. Se retira bajo el aliento de la gente, de su gente. Y él, en estado de agradecimiento,  gira para un lado con las manos arriba, gira para el otro aplaudiendo y se termina yendo con un brazo levantado y el otro, en el corazón, justo donde está el escudo Millonario. Llega al banco y lo abrazan todos: desde el utilero hasta el alcanzapelotas, mientras escucha el “Olé, olé, olé, olé, olá, a Barovero nunca lo vamo’ a olvida’”.

Terminó el partido. El Monumental está vacío, pero fue una fiesta.  Ya se fueron todos, solamente está la prensa y algunos hinchas que añoran aunque sea una foto. Barovero se emocionó todo el día, nunca en su vida vivió esto, dice. Y ahí se va del anillo del Monumental, sonriendo y abrazado a sus dos hijos. Hasta luego, Trapito.

Texto y fotos: Matías Escobar