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El sueño de Colombia y Pekerman

Desde la llegada del técnico argentino el equipo asumió su identidad y se ilusiona con volver a jugar una Copa del Mundo después de 16 años.

Por Redacción EG ·

17 de octubre de 2012
Imagen FALCAO, la antorcha que ilumina el camino: es el goleador y la figura de un equipo agresivo y contundente. Elogia a Pekerman. Con el argentino en el banco, el Tigre mejoró su redimiento. Tiene 5 goles en Eliminatorias.
FALCAO, la antorcha que ilumina el camino: es el goleador y la figura de un equipo agresivo y contundente. Elogia a Pekerman. Con el argentino en el banco, el Tigre mejoró su redimiento. Tiene 5 goles en Eliminatorias.
Los hinchas colombianos viven un sueño, y no quieren despertarse. Les han dicho, no hace mucho, que su selección no estaba a la altura, que el soplo amargo de la desilusión volvería a presentarse como viene ocurriendo cada cuatro años. Con la velocidad mágica que transcurren algunos cuentos de Gabriel García Márquez, al mismo ritmo que suelen alterarse los panoramas en materia fútbol, aquel clima de desconcierto se convirtió en un presente delicioso. Y no es por capricho de la pluma del nobel que su nombre se inscriba hoy en el techo de la tabla de posiciones de Eliminatorias.

José Pekerman, que asumió en enero de este año, cuando el equipo estaba sexto, tras los pasos frustrados de Hernán Darío Gómez y Leonel Alvarez, no se vio afectado por el poco tiempo de trabajo para evitar el hundimiento definitivo del barco y reencausar su marcha. Al momento de su llegada, Colombia se debatía entre el fondo y la mitad de la tabla. El público y la prensa repelían aquel andar vacilante por medio de la hostilidad y la crítica hacia una selección valorada en el resto del continente. Acaso el contraste entre materia prima-rendimiento era el mal mayor de los cafeteros. El equipo, desde la llegada del argentino, asumió una identidad de juego que hacía bastante tiempo no se registraba por estos pagos. ¿Cuál es el aporte del entrenador? La respuesta no surge enseguida, hace falta tomarse unos segundos para responder. Es que Pekerman es un virtuoso del silencio y la discreción. Al contrario de muchos, sus comentarios mediáticos priorizan el apuntamiento de objetivos a cumplir, de falencias que corregir, y prescinden de la vanagloria habitual de los que se saben en un gran momento. Ni siquiera al principio de su ciclo, cuando lo rozaban las esquirlas del desconcierto y el descontento de las etapas que lo precedieron, abandonó su tono sereno. Esa sencillez lo identificó a lo largo de su carrera. Desde el paso por las Selecciones argentinas – las juveniles, primero, y la mayor, más tarde- hasta su estadía en el país del café y el vallenato, el entrerriano ofrece un libreto simplista y contundente, que siempre remite a los movimientos de primer orden, nada de andar inventando esquemas raros ni abocando talentosos a correrías desgastantes. Cada uno en su lugar. Cada hormiga aportando su alimento al hormiguero.

Imagen SU LLEGADA SIRVIO para despertar a un equipo amorrado, que estaba sexto y era criticado por la prensa e hinchas a pesar del buen nivel que tenía. Colombia es tercera en la clasificación para el próximo Mundial.
SU LLEGADA SIRVIO para despertar a un equipo amorrado, que estaba sexto y era criticado por la prensa e hinchas a pesar del buen nivel que tenía. Colombia es tercera en la clasificación para el próximo Mundial.
Falcao lleva la antorcha que ilumina al resto. El momento infernal del goleador del Atlético de Madrid fue la vitamina esencial que tonificó el nivel colectivo. En simultáneo al nacido en Santa Marta, crecieron todos. James Rodríguez, otro hombre clave en el esquema de Pekerman, se afianzó en su función de creador. El del Porto ofrece además dinámica para el retroceso. Freddy Guarín y Valencia garantizan el sudor del mediocampo. A diferencia de otras épocas Colombia cuenta con varios de sus hombres más importantes afianzados en el fútbol europeo. Tres de los cuatro defensores habitualmente titulares están en el Calcio: Camilo Zúñiga, el lateral derecho que juega en el Napoli; Mario Yépes, uno de los centrales que viste la del Milan; Pablo Armero, el carrilero por derecha que desde hace dos años milita en el Udinese. La escalada colombiana, así explicada, parece remitir a un proceso natural, que tarde o temprano llegaría, respaldado en el fuste individual de sus piezas. Sin embargo, esta misma base de jugadores hace poco más de un año se despedía de la Copa América a manos de Perú.

Dice el propio Falcao que desde el arribo del entrenador argentino reina una confianza que “tal vez” antes no había. Basta remitirse a los números, en primera instancia, para aprobar las palabras del ex River. En toda la Eliminatoria anterior, Colombia había cosechado 23 puntos y convertido 14 goles. Disputada la mitad de la clasificación para Brasil 2014, el equipo está tecero, a cuatro unidades del líder Argentina, con la misma cantidad de goles que acumuló en las diecinueve fechas de la etapa anterior y a siete puntos de igualar ese último registro que lo dejó en la séptima ubicación.

Los hinchas de Colombia viven un sueño, y no quieren despertarse. Debieron esperar dieciséis años para servirse nuevamente de este postre. La última vez había sido cuando el equipo que dirigía Francisco Maturana sacó boleto para Francia 1998. Ese capítulo final es el que intentarán revertir Pekerman y sus muchachos. En aquel Mundial, el último soplo del talento de la generación dorada de los 90 no alcanzó ni siquiera para pasar la primera ronda. Carlos Valderrama, Víctor Hugo Aristizábal, Faustino Asprilla y Freddy Rincón timoneaban el rumbo de un equipo pasado en años, lento e ineficaz para darse a la lucha con los mejores del mundo. Las diferencias con el presente son abrumadoras: la actual es una camada que recién inicia su proyección salvo casos excepcionales.

La simbiosis no garantiza el éxito, pero es un factor de ayuda inestimable. La cadena compuesta por DT-jugadores-público-estrellas del pasado está bien aceitada en todos sus eslabones. A diferencia de lo que ocurre en otras selecciones del continente (en Brasil, a Mano Menezes le llegan balas de cualquier lado, por ejemplo) entre las partes encargadas de llevar adelante a Colombia se teje un vínculo de aceptación, respeto y elogio. Las plumas se derriten en loas para Falcao, a esta altura convertido en un auténtico ídolo popular. Históricos como Valderrama y Oscar Córdoba se muestran convencidos sobre la participación del equipo en la próxima Copa del Mundo. Y hasta el ego incendiario de Teófilo Gutiérrez, villano en todas partes, se deshace como manteca al sol al momento de referirse al entrenador. A esa ruta de la armonía, sin embargo, prefieren transitarla con los pies sobre la tierra. “Estamos muy confiados, pero todavía falta mucho y el camino que resta por recorrer es demasiado largo”. Palabras de un Pekerman que no se deja arrastrar por la euforia. Palabras de un Pekerman que, como bien dijo al momento de ser presentado en su cargo, con esfuerzo y trabajo, este equipo llegará a buen puerto. Así lo interpretan los hinchas, que viven un sueño y no quieren despertarse.

Alfredo Merlo