Pasó y no lo sabías

PUERTO GOL

En el Nacional 74, Puerto Comercial fue goleado sin piedad. ¿Y qué?, dicen.

Por Redacción EG ·

01 de agosto de 2008

 
La fama efímera, la derrota profunda, el cariño eterno. Parece caprichoso, pero la historia de Puerto Comercial estuvo signada por esas tres características. Igual de alegres, igual de tristes: cualidades que marcaron la vida de un club que sigue vivo. Está en Ingeniero White, un pueblo situado a 10 kilómetros de Bahía Blanca. Estuvo en Primera División, en 1974, y sufrió la peor goleada del fútbol argentino en la máxima categoría, al perder por 13 a 1 frente a Banfield. Hoy figura en la Liga del Sur B, el torneo bahiense al que acaba de descender. Desde esa posición –ignota, minúscula- deja en claro que la historia también guarda un lugar para los perdedores.
 
Los once mil habitantes que viven alrededor del puerto ya no sienten los partidos con la misma intensidad, pero igualmente asisten al estadio, como parte del pequeño grupo que, con el sentimiento como máximo impulso, alienta por la supervivencia de Comercial. De hecho, su cancha actual tiene capacidad para albergar a la mitad de la población.
 
Ingeniero White es conocido como La Boca de Bahía Blanca, porque muchas de sus casas son de chapas. No sólo vive del puerto, sino también del polo petroquímico. Y todos allí recuerdan el instante de gloria que catapultó al lugar a la fama: el día que el equipo llegó al fútbol grande.
 
Comercial integró la Región Bonaerense en aquella época. Y siguió con vida en ese certamen por una sucesión de triunfos en las revanchas. Eso consiguió ante Ramón Santamarina de Tandil y frente a Atlético Paraná de San Nicolás. Ahí se clasificó finalista. Después, ocurrió una historia similar. Perdió con Jorge Newbery de Junín en la ida, pero se impuso en el desquite. Y ganó la final por mayor cantidad de goles convertidos fuera de casa. Así, bajo la dirección técnica de Antonio Simoncini, que renunciaría después del ascenso, llegó al torneo Nacional.
 
En 1974, el equipo portuario se presentaba como el que más títulos había obtenido en la Liga del Sur. Hasta ese entonces sumaba 101. En su llegada a la Primera División tenía 2450 socios y la camiseta verde y amarilla de siempre, a franjas verticales anchas. En esa campaña hizo de local en la cancha de Olimpo, con capacidad para 15 mil personas.
 

EL DÍA DEL DEBUT


 
El de 1974 fue un año en el que Carlos Reutemann ganó su primera carrera en la Fórmula Uno, en Sudáfrica. Fue un periodo en el que murió Juan Domingo Perón, en el que se filmó la película La Patagonia Rebelde, en el que Carlos Monzón hizo su décima defensa –ante el australiano Tony Mundine- y protagonizó La Mary, con Susana Giménez. Pero el calendario marca también que el 21 de julio de 1974 Comercial tuvo dos motivos para sonreír: hizo su estreno en Primera y ganó. Los primeros puntos los obtuvo en Junín, donde se impuso ante Jorge Newbery por 1 a 0, con un gol de Enrique Alberto Dekker, un empleado mecánico especialista en tiros libres, zurdo, que anotó a los 26 minutos del primer tiempo. Además de ese triunfo, iba a sumar otro, frente a All Boys. Después, serían puras derrotas.
 
En ese certamen integró el Grupo A, que clasificó a la final a Boca y a Rosario Central. En total, jugó 18 partidos. Ganó 2 y perdió 16. No empató ninguno. Terminó su corto paso por la máxima categoría con 14 goles a favor y 75 en contra, dentro de un torneo que se dividió en cuatro zonas: los dos primeros clasificaban a un torneo final. ¿El campeón? San Lorenzo, que, con Osvaldo Zubeldía como entrenador, se quedó con el título.
 
El promedio de edad del plantel era de 23 años: chicos que padecieron goleadas, por ejemplo, ante Boca (9 a 0 en la Bombonera) y frente a Desamparados (7 a 2, en San Juan).
 
El club fue fundado el 1º de agosto de 1915 y, en sus inicios, creció bajo el nombre de Sudamérica. Llegó a Primera con un hombre que exaltaba su curriculum: allí se formó Ernesto Lazzatti, el Pibe de Oro que triunfó en Boca, adonde llegó con apenas 17 años.
 
Puerto Comercial protagonizó el fútbol bahiense desde su primer título en 1920 hasta que Olimpo comenzó a robarle popularidad, a fuerza de consagraciones. Otro de sus ídolos es Juan Carlos Nani –delantero del plantel que jugó el Nacional 74-, quien después del descenso de ese año pasó a jugar en el equipo xeneize.
 
Detrás de la felicidad por el que fue –y será por siempre- un momento inolvidable, había una historia oculta. El plantel estaba dividido: “En esa época el fútbol en el interior no estaba profesionalizado y por eso contrataban a jugadores de Buenos Aires. A mi me llevaron desde Riestra y me gustó. Era un puerto de aguas profundas, una localidad familiera, pintoresca. Pero surgió un problema. Los lugareños que trabajaban, no querían a los de Capital. Entonces, nos dejaban de lado. Por eso, por ejemplo, yo sólo jugué tres partidos en el Nacional”, detalla Rubén Viani, quien se desempeñaba como volante central.
 
El, junto a César Colman (proveniente de las divisiones inferiores de Boca), había hecho un arreglo especial. Cobraban el 40 por ciento de la recaudación de cada partido. Aunque si ganaban, se quedaban con el 60 por ciento. Además, les regalaban un par de botines y les daban una casa y la comida. Todo esto, claro, enojaba al resto del plantel, que vivía allí y debía trabajar para mantenerse. Para el lugareño, jugar con la camiseta verde y amarilla era sólo una cuestión de amor.
 
Viani, que actualmente trabaja como empleado en Buenos Aires, en el ex CEDOM (Centro Documental de Información y Archivo Legislativo), explica que el entrenador del equipo era Rubén Tunesi, pero que al disputar simultáneamente el torneo y la Liga local, a veces figuraba como DT Rufino Bugarini, que en realidad era ayudante. “Tunesi era el que daba las órdenes y tenía un régimen particular. Era militar y su capacidad para el cargo era muy limitada. Nos hacía hacer gimnasia en las Fuerzas Armadas. Se puso él en el cargo porque le gustaba el fútbol, pero la verdad dejaba bastante que desear. Además, tenía poco trato con nosotros y siempre ponía a los chicos de Bahía”, cuenta el hombre que jugaba como volante central y que actuó en tan sólo tres partidos en Primera.
 

EL DÍA EN QUE TODO SALIÓ MAL


 
Las 1500 personas que estaban en el estadio Florencio Sola jamás imaginaron que 90 minutos después del pitazo del árbitro Roberto Goicoechea se transformarían en los testigos de un encuentro que quedó en los libros como el de la mayor goleada en la historia de los torneos oficiales. Resultado: Banfield 13-Puerto Comercial 1.
 
Ocurrió el 6 de octubre de 1974, en la fecha 12 de ese campeonato. A los cinco minutos Juan Taverna, delantero del Taladro, hizo gritar a los relatores el primer tanto, al marcar de penal. Marcó seis más (a los 7, 31, 37, 39, 85 y 87 minutos, también de penal) y se erigió en el hombre con más conquistas en un encuentro. Enrique Lanza hizo dos (a los 11 y a los 52), al igual que Luis Roselli (15 y 61), mientras que José Bautista Romero (47) y Eduardo Pipastrelli (68) completaron la lista de artilleros. El solitario tanto de Comercial llegó a través de Mario Domingo Rachi, que festejó a los 11 minutos del complemento, cuando el local ya estaba 8-0 arriba. Ese día Ricardo La Volpe fue el arquero del equipo del Sur del Gran Buenos Aires.
 
En la charla con Viani surgen dudas, a raíz de la frase del ex volante central: “El partido con Banfield fue entregado. Los jugadores que eran de Bahía Blanca no querían salir a jugar, en protesta porque nosotros cobrábamos. Si hasta tuvo que intervenir gente de la AFA... A medida que pasaba el tiempo iba creciendo la discordia entre ellos y nosotros, los de Capital”. Además, amplía: “Pasaron cosas increíbles ese día, adentro de la cancha. Los jugadores le regalaban todas a Juanchi Taverna. Uno llegó a sentarse arriba de la pelota... Una cosa insólita. Pero en ese momento no se tomó conciencia de la goleada”.
 
El Gráfico calificó el duelo como “mediocre”. “La visita fue impotente para contener los pelotazos a las espaldas de su línea de cuatro y así Banfield contabilizó sin dificultad cinco goles en la primera media hora de juego. En ningún momento Puerto Comercial fue rival y en el complemento el mayor interés radicó en adivinar a cuánto llegaría la goleada y si Taverna superaría el record de goles en un partido. Cosa que concretó casi al finalizar”, escribió Jack Barski aquel día.
 
La división que existía en el plantel quedó expuesta a los ojos de todos en ese partido. Los refuerzos estaban por un lado y los jugadores del club, por otro. Juan Tolú, el arquero fue, quizá, el que más lo sufrió: “Es el recuerdo más triste de toda mi carrera”, afirma. Los números muestran por qué: en cuatro partidos jugados recibió 40 goles. Banfield le hizo 13, Central Norte, cuatro, Boca le marcó nueve y Jorge Newbery, uno. “No era el peor. Y no me siento el único responsable. Es más, tan mal no me fue porque al finalizar el torneo me renovaron el contrato”, manifestó alguna vez.
 

EL DÍA A DÍA

 

Víctor Palacios tiene 73 años, el alma de un muchachito y la responsabilidad de ser el presidente del club a cuya hinchada le dicen La 22. El equipo juega la Liga del Sur B, aunque el objetivo no es ambicioso: soñar con llegar más alto generaría un hueco en la economía de la institución. “La verdad que jugar en el Torneo Argentino no nos conviene, porque implica muchos gastos. El año pasado, por ejemplo, recibimos una invitación para competir en el Argentino C. Pero les dije que no. Imaginate que no voy a empeñar el club por un partido de fútbol”, dice el dirigente.
 
Y cuenta detalles de la actualidad del conjunto portuario: “Ahora, los sábados, nos vienen a ver alrededor de 500 personas. El fútbol maneja un presupuesto de 12 mil pesos, un dinero menor al que destinamos al básquet, que está en la Primera División de la Liga bahiense. Y el jugador que más gana, cobra mil pesos por mes. Lo más importante para nosotros es fomentar el fútbol infantil. En eso estamos”.
 
Además de su actividad en el club, Palacios se desempeña como Presidente de la Mutual de Pescados. Está al mando de Comercial desde 2005, aunque trabaja allí desde hace 13 años. “Económicamente estamos bien, no le debemos nada a nadie. Descendimos a la Liga del Sur B, pero bueno... seguimos con vida, que es lo importante”, cuenta.
 
El equipo que fue el más goleado, mientras, se prepara para sus objetivos actuales: humildes y modestos. El pasado es tiempo que se esfumó. Una etapa en la que el club cumplió un sueño y, a la vez, sufrió un golpe grande. Pertenecer a la historia del fútbol, por cualquiera de estas dos formas, es el premio para Puerto Comercial, un club que ganó más cosas de las que perdió.