El hombre sabe darse los gustos. La tiene clara, muy clara. Por eso a los 37 años, edad de ex, de llevar unas cuantas temporadas de botines colgados, José Basualdo levantó por segunda vez la Copa Intercontinental. La primera, con Vélez; ahora con Boca. Eso sí, siempre junto a Bianchi. Algo así como una cábala mutua. Después de un comienzo fallido con la camiseta de Boca en la era Bilardo, el Pepe se tomó revancha tiempo después con dos campeonatos locales y la Libertadores. En su gran campaña, trajinó las canchas de Alemania y España, donde desea terminar su carrera deportiva, jugó los mundiales de Italia y Estados Unidos, fue dirigido por los técnicos más prestigios y tuvo de compañeros a figuras increíbles. Puede decirse que las hizo todas, porque también conoce todas las modestas canchas de la B y de la C, donde comenzó hace casi veinte años. En esta nota, Basualdo escarba en su memoria y monologa sobre su largo viaje en el fútbol. Como suelen hacerlo los que no han vivido en vano.
“Debuté en el 81 jugando para Villa Dálmine, en la B, contra El Porvenir, en la cancha de Atlanta para definir quién descendía. Entré en el segundo tiempo por Portizzo, un diez bárbaro que la rompía. Empatamos y fuimos a los penales. Nuestro arquero atajó tres y yo veía cómo la gente de ellos se iba, hasta que nosotros también erramos los últimos tres y esa misma gente comenzó a volver. Increíble. Decían que Letanú y Pinto se habían vendido porque vivían en Buenos Aires y que habían hablado con la gente de El Porvenir para ir a menos. La cosa es que siempre quedó la duda. Ése fue mi debut, muy malo. Todos lloraban por el descenso y yo no entendía nada, para mí era sólo haber perdido un partido.
”Años después tuve que volver a jugar contra El Porvenir en la segunda final por el ascenso y justo en la noche previa al partido murió mi abuelo. Me acuerdo que hice una jugada con Portizzo que terminó en penal. Ahí me largué a llorar, no sé por qué. Ganamos 1 a 0 con ese penal. Habían pasado diez minutos y no podía parar de llorar. ‘Es que no puedo. No es que no quiera, no puedo parar’, les decía a mis compañeros. Cuando terminó el partido no di la vuelta, me fui enseguida para el velorio. Esa camiseta se la llevó mi abuelo en el cajón.“
’’En el 87 llegué a Mandiyú. En mi primer entrenamiento se acercó el técnico Juan Manuel Guerra y me dijo: ‘Bueno, mijito –siempre decía mijito–, yo a usted no lo conozco, así que guarde la plata, que el día de mañana la va a necesitar. Guárdela, no la gaste’. El viejito también me aclaró que yo había llegado por recomendación y que, si quería ser titular, todo lo que le habían dicho de mí lo tenía que demostrar. Bueno, terminé jugando los 40 partidos junto con Pedro Barrios. Ascendimos saliendo campeones y desde ahí me empezaron a convocar para la Selección.“
”Bilardo me llamó para la Copa América del 89. En una mesa de la concentración estábamos sentados los más jóvenes, los pendejos de esa época: Pedrito Troglio, Sensini, Balbo, Hernán Díaz y yo. En un momento se acercó Bilardo y me preguntó: ‘Basualdo, ¿usted conoce a Maradona?’. ‘No’, le dije. ‘Ah, bueno, bueno’, dijo y se fue. En la concentración se comentaba que iba a llegar Diego. En un momento entró con todo el show y encaró la mesa donde estaban el Checho, Ruggeri y Caniggia. Entonces Bilardo agarró una silla y le dijo a Diego que se corriera. Diego se corrió pensando que se iba a sentar Bilardo. Los otros pibes y yo mirábamos de reojo todo lo que pasaba. Entonces se acercó a mi mesa, me agarró del brazo y me dijo: ‘Vení, vení, sentate acá. Diego, Basualdo; Pepe, él es Diego’, nos presentó el Narigón. ‘Si, ya sé’, le respondí. Y ahí Maradona me largó: ‘Ahh, vos sos el ídolo de mi vieja. Ustedes ascendieron a Mandiyú. Mi vieja es fanática de Mandiyú, a ustedes los quiere mucho, son sus ídolos’. Yo escuchaba eso y no lo podía creer: Maradona me conocía.“
”Cuando jugaba en el Stuttgart, un día estaba en un boliche y de repente se armó un gran tumulto. Yo no entendía nada. La gente estaba pálida. Miré el televisor que había en el lugar y comencé a ver imágenes de policías pegándole a la gente. En ese momento se me acercó un amigo español y me preguntó si sabía lo que estaba pasando. ‘No tengo idea’, le respondí. Y ahí me dijo que estaba por caer el Muro de Berlín y me explicó que la gente que se veía en la televisión eran los de Alemania Oriental que se estaban escapando. Yo estuve en Alemania ese día histórico.
”Del lado oriental sólo se podía escapar el hombre. La mujer y los chicos quedaban del otro lado. En la tele se veía que los tipos gritaban en la frontera y les prometían a sus familiares que iban a volver a buscarlos, que se quedaran tranquilos. ¡Mentira! ¿Sabés cómo se borraban los vagos? Se ponían de novios con minas de Alemania Occidental y empezaban su vida otra vez con documentos nuevos.“
”Después de perder el partido contra Camerún en el 90, Bilardo nos dijo que si no clasificábamos, no volvía nadie vivo: ‘Cuando en el avión anuncien que estamos por aterrizar, voy a la cabina, le pego un tiro al piloto y hago estrellar el avión. A la Argentina no llega nadie’, nos amenazó. Entonces dije: ‘Muchachos, cuando amague a levantarse nos tiramos encima y le pegamos un garrotazo’.
”En ese mismo Mundial, antes del partido contra Brasil, ellos ya habían preparado los escenarios para festejar la victoria bailando toda la noche. Fue un partido tremendo, llegaban todos, pegaban pelotas en los palos y nosotros no podíamos salir del área. Teníamos una impotencia terrible. Hasta que llegó la jugaba de Diego y el gol del Cani. El partido en que estuvimos con todo fue el de Italia. En el túnel, íbamos en fila para salir a la cancha y vimos que ellos caminaban pegados a la pared, con la cabeza gacha. Nosotros parecíamos drogados: gritamos, los puteamos, les dijimos que íbamos a ganar, nos los queríamos comer ahí mismo. Y los comimos.“
”Antes del partido ante San Pablo, por la Copa Libertadores del 94, Carlos (Bianchi) trajo los comentarios que había hecho Tele Santana, en los que aseguraba que iban a salir campeones y que ellos eran más que Vélez. Cuando jugué de nuevo la final en Brasil para Boca, los del Palmeiras hicieron lo mismo, casi con las mismas palabras. Pero Carlos también repitió su táctica: pegó las declaraciones del técnico por todo el vestuario para hacernos enojar. Después empezó a hablar y yo, como lo conozco más a Carlos, no me comí nada de lo que dijo, pero los otros sí y nos dio resultado.
”En la final con Vélez, cuando San Pablo nos hizo el gol, enseguida le pregunté al árbitro cuánto tiempo iba. ‘Van veinte’, me dijo. Nos miramos entre nosotros y pensamos: ‘Cagamos, nos hacen cinco’. Cuando entró Pompei, echaron al Pacha Cardozo y ellos se empezaron a venir por todos lados. El pobre de Tito, que tiene menos marca que una tanga, hizo lo que pudo en la defensa. Después llegaron los penales y el milagro.“
”La semana anterior a la final contra el Milan, en el 94, estuvo todo bárbaro. Escuchamos música y nos cagamos de risa. Pero el día del partido no voló una mosca. Llegamos al vestuario en fila y con la cabeza gacha. ¡Teníamos un cagazo bárbaro! Después, todo lo que vino fue gracias a Costacurta y su pase para atrás. Justo me tocó hacer el control antidoping y llegué al vestuario cuando estaban todos en pedo, borrachos y tirados por ahí. Como a Chilavert no le habíamos podido sacar el trofeo de la Libertadores, le dije a Trotta que agarrase una (la Intercontinental), que yo me quedaba con la otra (la Toyota). Nadie nos las pudo quitar, dormimos en el avión con las Copas y, después de dar la vuelta olímpica en Liniers, le dijimos al resto: ‘Acá la tienen, ahora hagan lo que quieran’.”
“Cuando se habló de mi pase a Boca comenzaron los problemas con Chila. La relación también se deterioró porque él empezó a pensar más en sus metas personales y se equivocó. Él nunca lo va a reconocer, pero lo digo yo. En Vélez ganamos cosas por el grupo, no por un solo jugador. Si atajó los penales para ganar la Libertadores está bien, pero el grupo también hizo lo suyo para lograr eso. Él no lo comprendió así y hoy tampoco lo comprende. ¿Qué ganó Chilavert cuando se desarmó ese grupo? Nada, Chilavert después no ganó nada.
”Ahora los dirigentes quieren sacar la camiseta número 1. Si hacen eso tendrían que sacar las once: la de Pompei, la del Pacha, la del Negro Gómez, la mía. Así, tendrían que sacar la de todos, la de todos. Chila no es Michael Jordan ni Maradona.”
“Con el equipo que teníamos en el Mundial 94, por primera vez me encantó estar en el banco. Diego estaba muy bien y lo que le pasó después fue una consecuencia de la preparación que había hecho. Porque no estaba drogado ni nada por el estilo. Lo que tomó es algo que te quema las grasas. Entusiasmado por verse tan bien, habrá dicho: ‘Tomo un poco más y estoy mejor’. Eso llevó a que los americanos lo cagaran, porque creo que había un acuerdo por el que Estados Unidos le permitía a Diego ciertos privilegios para que pudiera participar en el Mundial. Y uno era ése, que no tuviera problemas con la efedrina. Ellos lo querían ver bien para ayudar a la promoción del Mundial, pero cuando vieron que andaba muy bien y pensaron que podía ser peligroso para Brasil, le bajaron la caña.”
“Mi llegada a Boca fue una hecatombe, las negociaciones duraron una eternidad hasta que un día, mientras veía Crónica TV con el Negro Gómez en la habitación de la concentración, apareció el cartel rojo que anunciaba: ‘Basualdo pasó a Boca’. De ahí me fui a Bariloche, donde estaba el equipo haciendo la pretemporada: Maradona, Caniggia, el mundo de Boca. Era demasiado. Después comenzaron los entredichos fuera de lugar con Carlos (Bilardo). Me daba tanto que parecía el malo de la película. Un día no aguanté más y yo también empecé a hablar. Había muchos problemas en el grupo, hasta el Tata Brown y Pumpido (los ayudantes) no se llevaban bien con Bilardo.”
“Cuando llegué a Almendralejo para jugar en el Extremadura, tomé un taxi que agarró por la parte vieja de la ciudad. ‘¿Adonde vas?’, le pregunté al taxista. ‘Es que estamos entrando por la parte vieja’, me respondió. ‘Pegá la vuelta en U y llevame ya al aeropuerto que me vuelvo a mi casa’, le dije. Ahí el tipo comenzó a decirme que de día el lugar era lindo y que esperase un poco. Le hice caso y, la verdad, el tipo tenía razón: de día el lugar era lindo. Agarré un mapa y comencé a buscar la ciudad porque no tenía ni idea dónde estaba parado. Al final la encontré en una puntita del mapa. Pasé seis meses bárbaros. A mi mujer le dije que tenía seis meses de vacaciones, que no se preocupara por nada y se lo tomó en serio, se fue a todos lados.”
“Al final descendimos con el Extremadura por un solo punto, después de haber hecho una segunda vuelta brillante. Regresé a Buenos Aires y esperé que Veira me diera una respuesta. Él me decía que había estado en España, que era hermoso, y a mí lo único que me interesaba saber era si me tenía en sus planes. Al final me tuve que ir, pero no porque me lo haya dicho él, sino otro integrante del cuerpo técnico. Entonces me llamó Eduardo Manera, que estaba como técnico en Español. Le pregunté si pagaban y me dijo que Ríos Seoane avalaba todo. Y le dije: ‘Oh, qué garantía’. Un día me encontré con el Gallego y me preguntó cuánto quería ganar. Yo le pregunté cuánto me ofrecía y me dijo una cifra bárbara, iba a ser el mejor pago del plantel. Cuando le consulté si estaba todo avalado me dijo que sí. Ahora estoy en juicio.”
“Cuando me desvinculé de Español le dije a Mauricio (Macri): ‘El Gallego (Ríos Seoane) a vos no te paga y a mí tampoco. Dejame ir seis meses y después vemos qué hacemos’. ‘Está bien’, me contestó. Me fui al Jaén de España y mi esposa tuvo seis meses más de vacaciones. Ahí descendimos por un gol, increíble. La última fecha nos tocó jugar justo con el Extremadura. ¿Qué hice? Lo llamé a Duré y le pedí que jugaran tranquilos, que necesitábamos ganar. ‘No te preocupes que está todo hablado’, me dijo. ¡No saben cómo jugó Duré! Hizo un gol y le hicieron un penal. Terminamos 2-2 y nos faltó un gol para zafar. Recién hace dos meses comencé a hablar con él de nuevo.”
“Regresé a Boca y estaba Bianchi con toda una camada nueva. Tuve una charla previa con Mauricio, me dijo que no quería que me quedase y me recomendó que me fuera al Badajoz porque la gente me iba a putear y eso no nos convenía a ninguno de los dos. Yo le respondí que me quería quedar en Boca y que lo de la gente no me importaba. Recuerdo el diálogo con Macri.
–Si me insultan es cosa mía –le dije–. A mí me entra por un oído y me sale por el otro. Yo no vivo de la gente, vivo del fútbol y del equipo. La gente va y viene.
–Es que no quiero que Bianchi tenga problemas, quiero que empiece de cero –siguió Mauricio.
–Pero boludo, a Bianchi lo conozco y él también a mí. Hagamos una cosa, dame la posibilidad de ir a la pretemporada.
–Pero va a venir el Guly (Guglielminpietro) y hay que darles lugar a los chicos de las inferiores.
–Dejame ir y que Bianchi y Santella evalúen. Si estoy igual que los demás, me voy. Pero si estoy mejor, me quedo.
Y ahí mismo agregó a mano mi apellido para ir a la pretemporada.
–Mauricio, acordate que conmigo este año vas a dar a vuelta.
–Ojalá.
”Mientras estuve en Alemania jugué dos partidos para Resto del Mundo. Uno por el caso Bosman y otro frente a Brasil, en el cumpleaños de Pelé. En ese partido, los técnicos eran Beckenbauer y Trapattoni y cuando estábamos en el vestuario el camerunés Roger Milla sacó una hoja y una lapicera para que le firmáramos un autógrafo cada uno. ‘Para mi hijo, para mi hijo’, nos decía a todos. Cuando me hizo firmar a mí le dije que estaban Van Basten, Gullit, que ellos eran las figuras, no yo. ‘Vos también sos un fenómeno’, me dijo el negro. Ese día tuve la suerte de que Beckenbauer me pusiera en el equipo titular. Del otro lado estaba la selección brasileña de ese momento con Pelé, que jugó sólo los primeros treinta minutos porque no podía ni mover las patas. ¡Pero jugué con Pelé! Ya está. Con Diego y con Pelé, ¿qué más puedo pedir?”
La Selección perdió la final del Mundial 90 por un penal dudoso cobrado por el mexicano Codesal. El Pepe dice que, mucho después, el árbitro le confesó que dio ese penal sólo porque debía ganar un equipo europeo.
Si hay un recuerdo ingrato, que aun diez años después perdura en la memoria de la gente, es aquella final del Mundial 90 frente a Alemania. La imagen del equipo diezmado, el insulto de Maradona dedicado al público del estadio Olímpico de Roma y, en especial, el penal cobrado a Sensini. Ese penal que dejó tantas dudas. Ese penal que el Pepe sabe que no fue: “A la final llegamos desarmados: Cani no estaba por una boludez que se mandó en la mitad de la cancha contra los italianos y tampoco pudieron jugar Giusti, el Vasco, ni Batista porque estaban suspendidos. Hicimos lo que pudimos. Ellos tenían más equipo que nosotros pero nos respetaron muchísimo. Lo veíamos en la cancha. A Calderón le hicieron un penal y no lo cobraron; después (Edgardo) Codesal inventó el penal para ellos. Cuando lo cobró, lo fui a buscar al línea, él me decía que tenía razón, que no había sido penal, pero que no podía hacer nada porque la decisión era del árbitro. Me acuerdo que lo fuimos a buscar a Codesal y hasta le pegamos algunas patadas. Bilardo estaba como loco porque decía que nos iban a suspender a todos por un año. Codesal no iba a dirigir la final, apareció de la nada y tenía un historial misterioso. Lo encontramos en México cuando fuimos con Boca a jugar la semifinal de la Copa Libertadores y nos dijo que el penal de Sensini no fue y que lamentablemente tenía que ganar uno de Europa. Nos reconoció que hubo presión. Pero nos lo dijo sólo a nosotros, así no sirve más que para confirmar que teníamos razón.”
Textos de Maximiliano Nóbili y Hernán Gil
Fotos de Juanjo Bruzza y Archivo El Gráfico