Guillermo Vilas

La historia detrás del último partido de Guillermo Vilas en la Copa Davis

El tenista argentino más destacado de la historia cerraba su trayectoria en la ensaladera en una serie ante Alemania en Stuttgart. ¿Valía la pena soñar?

Por Pablo Amalfitano ·

25 de febrero de 2024

GUILLERMO VILAS tuvo una extensa y muy rica carrera en la Copa Davis, la emblemática competencia de tenis por equipos que tiene más de 120 años de historia.

El tenista más grande que naciera en territorio argentino había debutado por la ensaladera en marzo de 1970, en una derrota 3-2 ante Chile en el Buenos Aires Lawn Tennis Club. Desde aquel momento sumó un total de 81 partidos entre singles y dobles, con un increíble récord de 57 victorias y 24 caídas. Le faltó ganar la Davis, nada menos, aunque llegó a jugar la final del mundo en Cincinnati 1981 y otras tres semifinales en 1977 -la primera de la Argentina-, 1980 y 1983.

Después de la derrota en las semifinales de 1983, en efecto, su trayectoria en la Copa estaba finiquitada. Había tomado la decisión de no jugar más por la Argentina. Tenía 32 años. Junto con José Luis Clerc, su histórico compañero de desencuentros, había caído 4-1 ante Suecia en Estocolmo. Se había acabado.

Pero hubo un capítulo más: fue en febrero de 1984. Más precisamente el fin de semana del 24 al 26 de ese mismo mes. En la helada Stuttgart, en la carpeta indoor del estadio Schleyer Hall de Alemania Federal, en una serie de la primera ronda mundial que tenía como premio pasar a cuartos de final o como castigo participar en una eliminatoria por el descenso, en septiembre. Lo del premio fue un decir: en caso de ganar la Argentina se enfrentaría contra los Estados Unidos de Jimmy Connors y John McEnroe, de visitante y en cancha rápida. No había posibilidades. Pelear la Davis aquella edición, después del duro sorteo, emergía como una quijonada.

"¿Vale la pena volver a soñar?", se preguntaba El Gráfico, a través de la pluma de Lucho Hernández, en la previa de un duelo sin esperanzas a futuro. "Allí está, otra vez, como cada año la reluciente ensaladera de plata que ofrece la aventura de conquistarla. Pero uno ya tiene demasiadas heridas encima como para dejarse tentar fácilmente. Es como si tuviera que luchar siempre con la misma disyuntiva del discernimiento: usar el raciocinio o el corazón. Como si se volviera a encontrar ante una mujer deseada que lo engañó varias veces pero que aún sigue provocando el deseo. Argentina en la Copa Davis, historias de engaño, desencuentros, ilusiones destrozadas, inolvidables partidos, mezcla extraña de odio y gloria. Fascinante siempre. Como la mujer deseada que nunca se alcanza", iniciaba una analítica y sentida crónica. 

Imagen Vilas, durante su última serie de Copa Davis.
Vilas, durante su última serie de Copa Davis.
 Para aquella serie iniciaba un proceso de recambio: había salido de la capitanía Ricardo Cano y lo había reemplazado Gerardo Wortelboer. Su debut seria ante Alemania Federal. Tenía la intención de renovar el plantel, con jugadores más jóvenes. Pero el Comité de Copa Davis de la Asociación Argentina de Tenis (AAT) ya les había ofrecido jugar tanto a Vilas como a Clerc. ¿Los dirigentes armaban el equipo?

Como sea, Vilas lo recordó pero no como un ofrecimiento, sino como una petición. Casi seis meses después del duelo ante los alemanes contaba: "Está muy claro el tema de la Copa Davis. Terminé con ella y ya no quiero jugarla más. Cuando me pidieron que jugara para mantener al equipo en la zona campeonato lo hice y ganamos".

Si, Argentina mantuvo su espacio en el Grupo Mundial. Vilas ganó el primer punto en sets corridos ante Hans Dieter Beutel, mientras que Clerc derrotó de manera muy apretada a Michael Westphal por 8-6 en el quinto parcial. Juntos ganaron el doble, también en tres sets, ante ante Beutel y Andreas Maurer. Y ya con la eliminatoria sentenciada Clerc venció a Beutel y Westphal le propició la despedida de la Davis a Vilas con una derrota por 6-3 y 6-4.

"¿Para qué engañarnos? ¿Qué futuro tenemos en esta Davis '84?", se preguntaba el cronista de esta revista, cuarenta años atrás. Y analizaba con sentido de anticipo: "No, no por este primer paso ante Alemania Federal, que deberemos dar en la fría Stuttgart, que no puede traer problemas y vale analizar más adelante, sino por la progresión en el certamen. Tenemos que ganar, sin dudas. Pero simplemente para estrellarnos contra los Estados Unidos en la rueda siguiente y esta vez sin la protección de nuestras lentas canchas de polvo de ladrillo y sí en las rápidas superficies que puedan elegir los norteamericanos. John McEnroe y Jimmy Connors juntos. ¿Quién les gana?".

El equipo fue completado por Roberto Argüello y Alejandro Ganzábal, parte del recambio, quienes sumaron descontento por la inclusión de un joven y promisorio Horacio de la Peña. El zurdo, de 17 años, viajó para alimentarse del ambiente de la Davis. El plan del capitán tenía sentido de futuro. Pero el chico terminó apartado: sólo se relacionaba con Vilas, con su entrenador Ion Tiriac y con el propio Wortelboer. El recelo había nacido luego de una llamativa edición de El Gráfico: el pequeño De la Peña había sido el protagonista de una tapa. Nada menos.

Imagen La tapa de El Gráfico que tuvo a Horacio de la Peña como protagonista excluyente.
La tapa de El Gráfico que tuvo a Horacio de la Peña como protagonista excluyente.
Tres meses antes, en la edición número 3347 del 29 de noviembre de 1983, el joven tenista argentino se llevaba el foco principal de la revista, un premio desmesurado dado que apenas había ganado un torneo del plano local. ¿Qué sucedió, además de la suspicacia aparente? Aquel fin de semana no había habido fútbol por una fuerte huelga de árbitros. De hecho El Gráfico, en un segundo focal de la portada, avisaba que venía con un trabajo de fondo: "¿Por qué pararon los árbitros? Investigación especial".

De la Peña, al cabo, viajó tarde por un problema con sus pasajes: llegó el miércoles por la noche y apenas pudo entrenarse por distanciamientos y desencuentros de Vilas y Clerc. Sólo actuó en una exhibición con Carl Uwe Steeb, quien reemplazó a quien sería el jugador titular: un joven Boris Becker. Todo el desarrollo fue accidentado: Argentina ganó por una distancia muy visible en términos de jerarquía.

Vilas se despedía acaso lejos de las luces. En una eliminatoria que no pensaba jugar, en la que tuvo presiones de sus patrocinadores -una firma alemana lo vestía con el calzado- y un pedido de súplica por parte de una AAT que estaba reticente a la renovación. El Gráfico tituló la crónica de la cobertura con un directo: "Un triunfo que no sirve para nada".

Imagen Edición 3360 de El Grafico: 28 de febrero de 1984, con la crónica de la serie.
Edición 3360 de El Grafico: 28 de febrero de 1984, con la crónica de la serie.
Estados Unidos aparecía en un horizonte que no rubricaba ilusiones. Era imposible ganar y así fue. El Gráfico hizo periodismo de anticipación: "Si se da es una de esas hazañas deportivas que pasan a ser una leyenda. Y uno quisiera creer pero no puede. No puede porque ya creyó demasiadas veces y le destrozaron el sueño con algún golpe artero. Vilas y Clerc ya dejaron escapar las mejores oportunidades de alcanzar la gloria. ¿Por qué creer ahora, justamente ahora, que es más difícil que nunca?".

Y continuaba: "Vilas y Clerc conforman un equipo sin futuro. Ganaremos ante Alemania, perderemos con los Estados Unidos y se irá un año más. Que no dejará nada. Ambos saben que no hay posibilidades. Lo saben mejor que nadie. Están en el equipo porque se los ofrecieron y queda muy mal decir que no".

Ya con el resultado puesto, la narrativa fue la misma: ganar para luego perder. Palabras muy asertivas invitaban al lector a comprender lo que sucedía: no había nada que avizorar al menos hasta 1985. Y así lo reflejaba: "Argentina con Guillermo Vilas y José Luis Clerc en el equipo no puede producir otra cosa. Jugaron bien, no compartieron nada, se fueron cada uno por su lado y dejaron esa sensación de vacío y tristeza interior que nos invade. El equipo no existió y eso con los dos es esperado. No había presiones y no hubo peleas visibles. Pero uno no puede engañarse ni engañar. Cada uno hizo lo suyo pero nada más. Y así no sirve sino para la estadística. Pero el equipo sigue muerto interiormente. Sin alma, sin ganas, sin fuerza interior, sin unidad".

En julio, como se preveía, Argentina visitó a Estados Unidos en Atlanta. Con Clerc y ya sin Vilas, que cumplía su decisión de colgar la raqueta en la Davis. Con el debut de Martín Jaite, también. Fue derrota 5-0, como si hubiera ido el equipo a completar un tortuoso trámite lejos de casa. No hubo futuro ni para el equipo en 1984 ni para el propio Vilas.

Imágenes: archivo El Gráfico
Archivo: Julián Marcel