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Newell's: paradigma Martino

Escuchó el llamado desesperado de su querido Ñuls y no lo dudó: decidió bajarse del bronce tras su gran trabajo con la selección de Paraguay para embarrarse en la lucha por no descender. Luego de un año y medio de trabajo, y cuando aún falta coronar el proceso con un título, el Tata dejó su marca: le dio forma al mejor equipo del fútbol argentino. Rodríguez Heinze, Scocco y Bernardi, pilares de identidad.

Por Redacción EG ·

09 de junio de 2013
  Nota publicada en la edición de junio de 2013 de El Gráfico

Imagen VOLVIERON. Maxi Rodríguez, Nacho Scocco, Gabriel Heinze, Lucas Bernardi y Martino, lepra pura.
VOLVIERON. Maxi Rodríguez, Nacho Scocco, Gabriel Heinze, Lucas Bernardi y Martino, lepra pura.
“Quiero que Newell’s vuelva a ser el de antes”
Los cambios de paradigma no se consiguen en un día, pero hay un día en que se empiezan a llamar por un nombre. Para que su identificación sea más fácil, para que el efecto de un apellido genere adhesión sin necesidad de averiguar qué significa eso. La historia moderna de Newell’s le debe al Tata Martino ese regalo.

Diciembre de 2011. Newell’s termina un torneo Clausura nefasto, penúltimo con sólo 16 puntos y apenas un partido ganado. Arrastra una racha de 15 juegos sin triunfos y Diego Cagna deja vacante el cargo de entrenador después de un ciclo de nueve partidos. Los miedos a mediano plazo se explican a partir de la palabra descenso.

Entonces, el hombre acepta bajarse del bronce que se había ganado y arriesgarse a que dos meses después la memoria de los hinchas ni siquiera le sirva de escudo. Se pone al frente y dicta la declaración de principios que encabeza este artículo. Le pone apellido al paradigma.

Para lectores poco avezados, vaya el recordatorio; Martino, Gerardo Daniel: dícese de un exquisito volante de los 80 y 90 que usaba las vendas encima de las medias. Que jugaba como pocos y juntó 505 partidos en el club (más que cualquiera), 34 goles y tres títulos. Que en 2003 fue elegido el “Futbolista más destacado de la historia” de la institución. Que en 2009 vio cómo le ponían su nombre a una platea del estadio rebautizado Marcelo Bielsa.

Algunos rasgos definen lo que será su gestión. El primer día a cargo del equipo, en enero de 2012, reúne a todos los trabajadores del club del predio de Bella Vista, donde se entrenan todas las divisiones. Su discurso es sencillo: “Vos –señala a un empleado anónimo– no sos menos importante que Bernardi. Todos vamos a ganar o perder, en esto no hay salvadores”. Genera contagio.

Atento al reclamo por la falta de goles del equipo (13 en los 19 partidos del Apertura anterior) decide contratar… dos defensores. Víctor López y Juan Domínguez se unen a la pretemporada iniciática en Mar del Plata; en cambio, Tata potencia a Hernán Villalba –el nuevo eje sobre el que basculará el equipo– y a Maxi Urruti –que le pagará con siete goles en el Clausura– y recupera a Víctor Figueroa como extremo con gol. Antes que nada, planta la bandera: su Newell’s, el que debe volver a ser, jugará con un inalterable 4-3-3 como modelo.

Pero más que el esquema, valen las ideas. “¿Qué pretendo? La posesión, atacar, poner mucha gente en campo rival, tomar riesgos, que los defensores miren para atrás y haya cuarenta metros entre ellos y el arquero, que no renuncien a jugar, que cuando tienen que profundizar, profundicen, y que cuando tienen que lateralizar, lateralicen, que la pelota no vuele si no tiene algún sentido”, explicó en una extensa entrevista que le concedió al periodista Federico Bassahun, publicada en el diario Perfil en mayo de ese año, cuando el equipo sumaba y sumaba para hacerse un colchón necesario de puntos. Sumaba, sí, y también despertaba interés a través de un estilo que calaba en los jugadores.

Dijo más aún en esa charla: “El mensaje tiene que ser único. Si vamos a salir jugando, vamos a salir jugando siempre”.

Sobre este último concepto basa un cambio estratégico para la nueva temporada: adentro Nahuel Guzmán, afuera Sebastián Peratta; se trata de ganar un jugador de campo más, que intervendrá en el juego constantemente con sus pies. Los defensores perderán el miedo a pasar la pelota hacia atrás y el arquero se acostumbrará a los murmullos que bajarán de la platea, hasta domarlos. El juego de posesión de Martino compra gratis el primer pase, el que inicia el movimiento: el Patón Guzmán, hijo de las inferiores de Bella Vista, le pondrá la fuerza de su personalidad a la chance que recibe.

Imagen HEINZE, salida clara desde atrás. Había jugado muy poco cuando se inició y ahora regresó.
HEINZE, salida clara desde atrás. Había jugado muy poco cuando se inició y ahora regresó.
El salto de calidad
La confirmación del nuevo arquero titular fue la afirmación de ese cambio de estilo, lento y definitivo, que sostiene el entrenador. Pero no empieza ni termina allí; cada sábado, Martino se sienta en las tribunas de Bella Vista para ver los partidos de las divisiones juveniles. Cuentan que conoce a cada uno de esos cientos que aspiran a ser el nuevo Scocco, el nuevo Bernardi, el nuevo Heinze.

Los equipos juveniles intentan replicar el modelo que viene de arriba a partir de la línea que baja Jorge Theiler, aquel defensor central de los años dorados reconvertido en coordinador general del fútbol amateur. “Es mi hermano”, suele definirlo Tata.

La reconstrucción de Newell’s, cuando Guillermo Lorente le ganó las elecciones del 14 de diciembre de 2008 al ahora expulsado Eduardo López, arrancó por instaurar un modelo de vuelta a las raíces: hoy, debajo de Theiler, aparecen nombres de entrenadores de las juveniles con pasado rojinegro. Gastón Liendo, Diego Crosa, Fabián Garfagnoli, Fernando Raggio, Carlos Panciroli… En la Reserva, inclusive, el que manda es Alfredo Berti, otro de esa generación y al que varios dirigentes apuntan como mejor candidato para suceder a Martino. El modelo implica también fabricar para poder vender en el futuro y que la máquina siga funcionando. En esa línea, la venta de Ignacio Fideleff al Napoli en 2011 y la de Leonel Vangioni a River en el verano fueron los dos grandes ingresos de dinero durante la gestión Lorente.

Agosto de 2012. A la par que los chicos crecen, los grandes encaran la parte más difícil. El arranque de la temporada lo encuentra con 1,184 de promedio, igual que Independiente y un pasito debajo de San Lorenzo. Sin contar la particular situación de River y Quilmes, recién ascendidos, el equipo está en el último escalón de la tabla maldita. Urgencias sobran, pero Martino no se corre de su eje: “Ganar es una necesidad imperiosa para rematar el convencimiento, pero hay que ser coherente con el mensaje: no podemos jugar un partido de una manera y otro de otra”.

El salto de calidad viene en formato retro, con Maxi Rodríguez y Gabriel Heinze como figuras estelares, y Nacho Scocco en carácter de actor secundario. Hoy, cuando la fuerza de los goles del mejor delantero del país se parece a un terremoto, suena a chiste lo que pasó antes. Pero pasó: la insistencia de Maxi por traer a Scocco resultó decisiva para vencer la resistencia de los dirigentes, que no veían la ganancia. Hoy la tienen servida en billetes: pagarán un millón y medio de dólares por el pase del jugador, al que seguramente venderán por una buena diferencia a Europa cuando termine la temporada.

Tata, mucho más nervioso en este tiempo adentro de la cancha que afuera, admite que un título de aquí al final de la temporada endulzaría todavía más el paladar de una hinchada que se va reeducando. Porque, como parte de un fútbol argentino al que define “histérico, tramposo y ventajero”, reinstaló en el club el debate sobre cómo se debe ganar. El paradigma Martino también trata ese apartado. “Algo de estética hay que conservar. Y me gustaría encontrar más en el hincha esta cuestión. Y también en aquellos que conducen equipos en los que tienen posibilidades de hacerlo; estaría bueno un poco de grandeza. Porque falta grandeza”.

Cuando deje el banco del Coloso Marcelo Bielsa, se vuelva a subir al bronce y embarque hacia Europa –su casi seguro próximo destino como entrenador–, Tata habrá dejado un legado. Mayor que ese 60,5% de efectividad que alcanzó desde que asumió y hasta el 1-1 con Quilmes de la fecha 14 del torneo Final –tomando todos los campeonatos–, producto de 31 triunfos, 16 empates y 13 derrotas.

Que nadie se confunda: la herencia de este ciclo, mal que les pese a los que miden el mundo con la fórmula binaria ganar/perder, vale mucho más que tres puntos logrados con un cabezazo sobre la hora.

Por Andrés Eliceche