Memoria emotiva

Pep Guardiola, camino a la cima

Obsesivo por el trabajo y por los detalles, en poco tiempo hizo una revolución: impuso un nuevo sistema de entrenamientos, estableció un código de conducta y le sacó punta al modelo impuesto por Johan Cruyff.

Por Redacción EG ·

21 de septiembre de 2009

Nota publicada en la edición julio 2009 de la revista El Gráfico

Imagen PEP EN EL AIRE con el reconocimiento de sus dirigidos. Con 38 años, es el DT con más futuro de Europa.
PEP EN EL AIRE con el reconocimiento de sus dirigidos. Con 38 años, es el DT con más futuro de Europa.




“NO NIEGO QUE si estoy aquí no es por lo he hecho un año con el equipo filial, sino por lo que hice en esta casa como futbolista”.

Con sinceridad extrema, en su conferencia de prensa de presentación Josep Guardiola dejó muy en claro que no compraba castillos en el aire, ni siquiera con el boom del real estate. Tenía muy en claro que la apuesta de Joan Laporta, presidente del Barcelona, era sobre todo una movida política de bajo riesgo para el club y mucho riesgo para él mismo, quien debería refrendar su status de ídolo desde una posición absolutamente nueva.

Sabía muy bien Guardiola que no llegaba al “banquillo” del Barça por ser el técnico de perfil obsesivo que todos los lunes pedía un video del próximo rival –por más que participara en la tercera categoría del fútbol español, a cargo del Barcelona B– sino por su historia con la camiseta número 4. Demostrar que detrás del golpe de efecto había también una esencia, dependía sólo de él. “Entiendo las reticencias, pero también siento que esas dudas van a decrecer al mes de estar trabajando”. Era el momento de aplicar todo lo que había aprendido en los últimos años.

Si bien su carnet de entrenador data de 2006, Guardiola era técnico desde mucho tiempo antes de colgar los botines. Una vez, antes de un partido de local contra el Chelsea, dijo: “Ellos tienen que sentir que no van a salir de su campo. El objetivo es jugar sólo en su mitad. Desde el principio deben sentir que no tienen ninguna opción”. Casi una charla técnica.

Su fuerte personalidad y sus convicciones futbolísticas, muchas de ellas innegociables, inspiraron a toda una generación de futbolistas que creció admirándolo: Iniesta, Xavi Hernández y Cesc Fábregas son sólo tres nombres famosos que se forjaron a su imagen y semejanza.

UNA VIDA BLAUGRANA
Guardiola se crió en La Masía, a la que llegó a los 12 años, después de haber reventado zapatillas en las calles empedradas de Santpedor. Estuvo en el Barcelona entre 1984 y 2001. Su debut en el primer equipo fue el 16 de diciembre de 1990, contra el Cádiz. Cuentan que a Cruyff mucho no le gustó la primera vez que lo vio, de volante por derecha, y lo ubicó de mediocentro, a ver si florecía como pivote. A Guardiola no le sobraba velocidad física, pero sí mental. Era capaz de anticiparse a la jugada como quien predice el futuro.
Imagen SU RETIRO como jugador fue en 2006 y desde entonces se dedicó a perfeccionarse como entrenador.
SU RETIRO como jugador fue en 2006 y desde entonces se dedicó a perfeccionarse como entrenador.





Desde entonces, el Dream Team comenzó a formarse alrededor de los toques precisos y el desmarque permanente de aquel chico espigado a quien apodaban Pep.  “Cruyff no me inventó, pero hizo una apuesta por mí. Mucha gente con talento se pierde sólo porque nunca le dan la oportunidad. Eso sí se lo debó a Cruyff”, dijo alguna vez.

Símbolo de Catalunya, como jugador solía tener la bandera siempre a mano, respondía en catalán a las preguntas de los periodistas (nunca le gustó hablar demasiado) y fue parte del nacimiento de la selección catalana. En sus ratos libres, visitaba escuelas y animaba a los chicos a leer poesía de Miquel Martí i Pol.

Cuando decidió irse a jugar a Italia y dejar las sábanas de seda del Barça, su voluntad ya era la de incorporar nuevas ideas y respirar otros aires, antes que dormir en los laureles de su rol de intocable en Catalunya.

Guardiola fue el vértice inferior del Brescia de Carlo Mazzone, un equipo que no puso límite a los jugadores de buen pie, pero luego pasó seis meses en la Roma junto a Fabio Capello, cuya filosofía de juego práctico y de vuelo bajo, le dejó como aprendizaje todo lo que no quería ser como DT. “Choqué mucho con él, y ambos teníamos parte de razón. Sé cómo siente el fútbol. Y fue coherente: era lógico que yo no participara en su esquema”. Allí también sufrió un doping positivo por nandrolona, cumplió una suspensión de cuatro meses pero, decidido a probar su inocencia, siguió el caso en Tribunales hasta limpiar su nombre. Fue recién este año, cuando la Corte italiana le dio la razón y cambió la sentencia.

Tras pasar un par de temporadas en Qatar, perfeccionar su inglés y desarrollar una gran pasión por el golf, Guardiola se retiró en las sombras del fútbol mexicano. El haber firmado con los Dorados de Sinaloa fue consecuencia directa del deseo de estar cerca de Juan Manuel Lillo, un técnico español muy innovador y especialista en trabajos defensivos. Lillo significó un ladrillo fundamental en la construcción del Guardiola DT, que aprendió de su compatriota cómo trabajar sin la pelota. La tan comentada filosofía de fútbol de ataque del Pep tiene un énfasis importantísimo en la disciplina táctica.

“Puede ser un poco contradictorio, pero cuanto más quieras atacar, mejor disciplina defensiva debes tener. Mi primera misión como jugador era balancear, tener juntas las líneas, que no hubiera muchos espacios entre ningún jugador. A partir de eso comenzábamos a jugar al fútbol”, asegura. Y se declara “un fan absoluto del juego de ataque, que está mucho más tranquilo cuando la pelota está en el otro campo”.

FUTBOL A SOL Y A SOMBRA
En la revista Champions, Manuel Estiarte, a cargo de las relaciones internacionales del Barcelona, dice que Guardiola es tan obsesivo con el trabajo que es capaz de estar 12 horas sin hacer una pausa. Que si no se lo hacen notar, hasta se olvida de almorzar.
Imagen ICONO. Usó la camiseta número 4 del Barcelona durante 11 temporadas.
ICONO. Usó la camiseta número 4 del Barcelona durante 11 temporadas.





Meticuloso como Marcelo Bielsa, tuvo la oportunidad de conocer al rosarino –otro de los técnicos que admira– luego de su retiro: viajó especialmente a la Argentina para entrevistarse con él y conocer mejor su pensamiento y alguno de sus fundamentos. La esponja del Pep, alguien cuya voluntad de aprendizaje roza lo patológico, seguía adquiriendo conceptos.

Al igual que Bielsa, hay algo que no negocia: jugar con la cancha ancha, con dos extremos bien profundos y de gran recorrido. Su esquema madre parte del 4-3-3 y desde ahí puede sufrir variantes durante los partidos.

Alguna vez dijo: “Cruyff pintó la Capilla Sixtina, lo que debe hacer cada técnico que venga al Barcelona es restaurarla o mejorarla”. Pep no tenía miedo a sacarle cada vez más punta a un lápiz con el que terminaría dibujando un estilo propio. “Yo fui educado de una forma muy particular de entender el juego  –le decía al diario Marca, en 2006–, que es como me enseñaron en Barcelona. Por eso, me gustaría que mis equipos se la pasaran jugando bien al fútbol, que fueran protagonistas del juego”.

A lo largo de aquel reportaje, Pep siguó volcando conceptos sin temor a que el archivo algún día se devorara a sus propias palabras: “¿Por qué no podemos tener espacio entrenadores que intentemos hacer un buen juego? Yo pregunto mucho por otros técnicos: cómo es éste, qué hace ese otro... No hay recetas mágicas. En la historia se ganó con estilos muy diferentes. Por eso, la solución es hacer lo que uno siente. Sin más. Yo creo que a partir de la pelota se empieza a construir un equipo”.

Y una vez más, volvía a hablar del Barcelona, por entonces faro del buen juego, en comparación al grisáceo Real Madrid de Capello: “Me gustaría convivir con Rijkaard para saber su secreto. Me encanta que un entrenador de elite sea educado, sea ‘normal’. Supo respetar la idea de juego que viene de hace 15 años, y fichó en base a esta cultura de juego. Antes, venía un argentino y jugábamos a la argentina; venía Venables y jugábamos a la inglesa; vino Lattek y girábamos hacia lo alemán. Pero un día llegó Cruyff y dijo: ‘Señores, a partir de ahora, a jugar así'."

Este último año, Guardiola supo trasladadar al campo cada una de las ideas que bosquejaba en un papel. Fue un tipo educado y normal. Respetó la idea de juego y no cedió en ninguna de sus convicciones. Buscó que el equipo se ordenara alrededor de la pelota y en la generación de espacios a partir del toque y el desmarque. Prefirió el toque como sistema y la gambeta como recurso, conciente de su resultado letal: “En el fútbol, cuando ‘muñeco’ supera a ‘muñeco’, el equipo que defiende está perdido”, dice. Y con esas premisas, armó un equipo sensacional.

Pep también tiene impuso gran sentido disciplinario. Sin llegar con el látigo en el maletín, supo inculcar que la regla madre era el respeto por el compañero y por la cadena de mandos. Les entregó a los jugadores tres carillas con un código de conducta. En sus primeras prácticas, mandó a algunos a las duchas, reprimió a Messi tras un cruce con Rafa Márquez y dejó bien claro que  no iba a tener muñeca blanda.

Como Bielsa, tampoco da entrevistas individuales, aunque sus conferencias de prensa son más largas y entretenidas que lo habitual. Pero tampoco es tan estricto como para no admitir un error. Al llegar, había separado del plantel a Samuel Eto’o –al igual que a Ronaldinho y Deco–, pero como el camerunés no quiso ser vendido, le terminó dando una oportunidad. “Quiero un centrodelantero que haga 60 goles en un año”, dijo en broma, cuando soñaba con sumar a Adebayor. Eto’o se lo tomó bastante en serio y metió 36 goles en los 52 partidos que jugó en la temporada, en una sociedad letal con Messi y Henry. La usina generadora de juego se repartió entre Xavi e Iniesta, dos cerebros superdotados. Hace unos años, Guardiola pensaba un equipo hipotético con “mucha velocidad en defensa y en ataque, y dos centrocampistas que corran poco, de gran precisión en el toque”. En eso se equivocó: Xavi e Iniesta fueron los dos jugadores que más distancia recorrieron en la final de la Champions en Roma: 23 kilómetros entre ambos, con un nivel de precisión en entregas que alcanzó el 90 por ciento. Por ese entonces ya nadie recordaba a los que 10 meses antes le habían preguntado a Guardiola por su falta de experiencia.

Su equipo llegó a límites de juego insospechados, al punto de trascender las fronteras de un campeonato doméstico para jugar torneos virtuales contra equipos de otros tiempos: para muchos, con sólo un año de recorrida, ya es el mejor Barça de todos los tiempos, por encima del Dream Team. Para muchos menos para Guardiola, que mientras da lecciones prácticas de fútbol, lo único que quiere es seguir aprendiendo.

Por Martín Mazur / Fotos: AFP