Las Entrevistas de El Gráfico

Caruso Lombardi: El salvador

Se animó a asumir en Racing cuando el barco se hundía. Construyó un equipo aguerrido desde las cenizas, gambeteó el descenso y volvió a taparles la boca a quienes lo subestiman.

Por Redacción EG ·

04 de septiembre de 2009

Nota publicada en la edición julio 2009 de la revista El Gráfico

Febrero de 2009. Racing es la caricatura de la desesperación. Tres partidos jugados, tres perdidos, incluido el clásico con Independiente. Cero puntos en la tabla. Nueve goles en contra, apenas dos a favor. La relación entre el técnico Juan Manuel Llop y los jugadores no da para más. La Promoción es una amarga compañera de camino. El aroma a descenso directo es tan fuerte que el rótulo de fantasma le queda chico. Por las paredes del Pasaje Corbatta se lee una leyenda sin dobles interpretaciones: “Vayan al frente”. En las charlas de café hay unanimidad de vaticinios: “Bajan Racing y otro más”. A Guillermo Francella, tan hincha como comediante, no le arrancan una sonrisa ni haciéndole cosquillas. Guillermo Andino, tan hincha como periodista, presenta los compactos de la Academia con la misma cara que puso el día que anunció la noticia de los tsunamis. El pesimismo es tan grande como el Cilindro. Queda una bala y tiene que ser de plata…

Imagen INDICACIONES. Caruso no para de hablar cuando está en el banco de suplentes.
INDICACIONES. Caruso no para de hablar cuando está en el banco de suplentes.


-¿Y ahora qué hacemos?
CUATRO meses después, el abanderado del milagro tiene nombre y apellido: Ricardo Caruso Lombardi. El dirá que el mérito sustancial debemos facturárselo a los jugadores, y tendrá razón. El dirá que el respaldo de los dirigentes fue clave para desarrollar su trabajo, y tendrá razón. El dirá que el conmovedor acompañamiento de los hinchas fue un cimiento para la salvación, y tendrá razón. Pero él también dirá –porque no se va a andar quitando méritos– que con su grupo de trabajo supieron inocular el cambio de mentalidad que hacía falta, por más que ahora delate sus temores –tan humanos, por otra parte– con una definición propia de su sello: “Me quité un gorila de encima.”       
Histriónico y ampuloso como un comediante italiano, pertrechado con picardía y sentido del humor para combatir a aquellos que aún lo subestimaban y convencido de que el destino lo exponía a un desafío extremo, inició el Vía Crucis que todos gambeteaban con mayor o menor elegancia. “Dejá que ahora digan lo que quieran, yo te felicito. Nadie quería agarrar a Racing, vos te la jugaste y mirá dónde lo pusiste...”, lo acarició Gustavo Alfaro, otro entrenador que escaló de las categorías de ascenso hasta la máxima.

Caruso puso a Racing a salvo de todos los males, vivito y coleando en Primera, en carrera hacia un lugar para la próxima Copa Libertadores. “Pasamos de Kosovo a Disney”, remata tras una pausa escénica digna de Francella, que ahora ríe sin necesidad de estímulos.
Cuando dirigió el primer entrenamiento, allá por el 25 de febrero, los jugadores se parecían a esos trapos de piso que solía comerciar en su época de vendedor ambulante. Eran un alma en pena como aquellas que supo tratar en su tanguería para solos y solas, reducto noctámbulo donde formó “más parejas que Roberto Galán”. Confiado y confiable, puso manos a la obra, sin saber que todavía quedaban resquicios para los tropiezos…

“Apenas llegué –se remonta en el tiempo– me dediqué a observar a los jugadores. Nunca voy con preconceptos a un equipo, miro y empiezo de cero. Decido sobre lo que veo en ese momento, no sobre los antecedentes. Cuando elegí a los once, quise asegurarme en defensa para después buscar el gol. Empezamos muy bien con Argentinos, que nos empató en el cuarto minuto adicionado. Pero después vino la derrota con Tigre (1-4) y sentí que tocábamos fondo, que debíamos dar un golpe. Nuestra propia gente estaba furiosa contra el plantel y había colgado banderas durísimas (“Gracias jugadores, nos mandan a la B, son horribles”). Ahí salí por todos los medios a pedir que los alentaran, porque sino era peor. Banqué a casi todos, hice un solo cambio, y el triunfo con Godoy Cruz fue determinante. Ahí nació un nuevo Racing. Los jugadores se tuvieron confianza, se hicieron más compañeros dentro y fuera de la cancha y, de a poco, fueron creyendo en el cuerpo técnico. A medida que en la cancha se iban dando las cosas que les preanunciábamos, aumentó la credibilidad hacia nosotros".
Imagen "LA PROMOCION, la promoción..." y el desahogo en Jujuy luego de que Racing evite el descenso.
"LA PROMOCION, la promoción..." y el desahogo en Jujuy luego de que Racing evite el descenso.


Tejer la relación con los futbolistas es un arte que maneja con propiedad. Le disgusta que los opinólogos de turno reduzcan sus márgenes de influencia –“Soy mucho más que un inflador psicológico”–, pero reconoce que debió manejar la cuestión anímica con el cuidado de un cirujano.
“Los muchachos venían muy golpeados. Es lógico: el descenso te angustia, te come la cabeza. De movida les dije que creía a muerte en el grupo. ‘Vamos para adelante que se sale’, los arengaba a cada rato. Hablé mucho individualmente y no tanto a nivel grupal, traté de no avasallarlos. La única charla larga la tuve el día que los conocí, pero metí varias pizcas de humor, porque no era cuestión de que se sintieran apretados. Los jugadores saben que conmigo siempre tienen chance de hablar. Soy un tipo muy abierto, aunque igual pongo límites. Jodo todo el tiempo con ellos, pero ninguno me dice ‘che, boludo’. Yo, igual. Por más caliente que esté con un jugador, nunca lo insulto, soy respetuoso. Lo único que me permito es equivocarme futbolísticamente, pero de ninguna manera fallarle humanamente al jugador. Les hablo siempre de frente, les explico las cosas en la cara, por más que sean dolorosas para ellos. Se juegan mucho en un club como Racing, no los podés boludear ni hacerles ilusiones en vano. Y cuando vos vas de frente, el jugador te respeta y te banca. Yo sentí que ellos se la jugaron por mí, además de por ellos mismos. Tenían el objetivo a mano y no sabían cómo alcanzarlo. Nosotros les dimos las herramientas y pudieron hacerlo. Cuando llegamos les decían ‘horribles’ y pedían ‘balas para todos’. Hoy son ‘ídolos para todos’. Eso demuestra que a los jugadores hay que tenerles paciencia”.

EN LA SEMANA del cierre de campaña electoral, tuvo tanta pantalla y centimil como Kirchner, Macri y De Narváez. El teléfono y el intercomunicador no dejaron de sonarle ni un minuto: “Me llaman de todos lados y voy a todos lados, no quiero fallarle a nadie”. Tipo de barrio, extrovertido incontenible, mediático por naturaleza, callejero por convicción y “más sano que el Quaker, porque no te fumo ni un cigarrillo de chocolate”, Caruso se roza con todas las capas sociales y siempre encuentra puntos de contacto para mimetizarse. La rompe en el sketch de los reclutas para Showmatch –“A ver, decime si alguien cantó menor que yo”–, se banca un mano a mano picante con Chiche Gelblung, no arruga ante las visiones intelectualoides de Roberto Petinatto, se disfraza de Super Mario Bros para Gol de Medianoche, analiza la conveniencia de defender con tres en Hablemos de Fútbol, charla veinte minutos sobre la historia de Estudiantes para una FM de La Plata, promete una visita a un programa de chimentos, bromea con un ex presidente de la Nación y lo compromete con cuatro plasmas de premio para los jugadores o le saca una invitación para ochenta personas al dueño de Madero Tango, aprovechada por todo el plantel, a un valor de saladísimos tres dígitos por cabeza... Y siempre parece cómodo, en su salsa...
El carisma le desborda los bolsillos. Detrás de la sonrisa, viene un chiste. Pero detrás del chiste puede venir un mensaje certero al corazón. Es su método, la receta infalible. “Cuando llegó nos hizo creer que éramos los mejores del mundo”, dispara José Schaffer. “Caruso nos cambió la mentalidad. Hicimos una autocrítica muy grande y empezamos a levantar”, admite Matías Martínez.

Al humor también lo utiliza para derretirles la defensa a los contrarios. Antes del partido bisagra con Central, en Arroyito, le develó la estrategia a los medios rosarinos: “Voy a poner un micro con hinchas de Racing delante del arco y a Migliore tirado de goma a goma”. Fanático de Estudiantes, llegó al bosque platense dispuesto a soportar un concierto de insultos de los hinchas de Gimnasia, otro rival directo. En el calentamiento vio a unos chicos vendiendo rifas para las Inferiores del Lobo y les compró unas cuantas: “Son cinco puteaditas menos”. Después de sacar los tres puntos con Banfield, gracias a salvadas milagrosas de Migliore y los palos, descerrajó una definición universitaria: “El culo lo tenemos intacto”.
Imagen PIENSA en un equipo para pelear arriba.
PIENSA en un equipo para pelear arriba.


Esa carnadura de porteño entrador resultó un imán para empresas y comerciantes. Como en su época de vendedor, tiró el anzuelo y picaron todos. Desde el celular, al mejor estilo de un operador bursátil, calibró las propuestas y cerró trato con aquellas que significaban un lindo aliciente para los jugadores. Así aparecieron como premio las prendas de Kevingston, los LCD, varios minicomponentes y, finalmente, la camioneta importada por salvarse de todo. “Cuando tiré la onda de regalar un auto, me llamaron de cuatro concesionarios. Mi idea era hacerles publicidad a cambio. Ya me veía todo un año con gorrito en las prácticas y en las conferencias, cosas por el estilo. Y entonces apareció Daniel Lalín con la camioneta, les pedí permiso a los dirigentes, que no se negaron porque era un reconocimiento para los muchachos, y salió todo redondo. Me ahorré como treinta lucas de publicidad en canje, je...”.
Sin proponérselo, en estos cuatro meses Caruso fue más cara de Racing que el presidente Rodolfo Molina y su comisión directiva. Por eso al celular de la batería inagotable le llegaron varias propuestas de sponsoreo para la camiseta: “No dije ni sí, ni no, les pasé las llamadas a los dirigentes”.

SI ALGO le ensombrece el gesto, si algo le hace mostrar los dientes como sus dos caniches y no precisamente para sonreír, eso es que lo quieran ningunear, que lo salpiquen con el barro de la subestimación y pretendan encorsetarlo bajo el rótulo de técnico especialista en zafar equipos del descenso.

“Si se ponen a analizar –encara con la seriedad de Santo Biasatti, para luego mutar en el fárrago de Jorge Rial y terminar acelerando como Jacobo Winograd–, yo tengo campañas buenas desde que comencé, con todos los equipos y en todas las categorías: campeón con Italiano, casi asciendo a la A con El Porvenir, finalista con Estudiantes de Buenos Aires, un campañón con Defensores, tres años maravillosos en Tigre, con un bicampeonato y la mejor campaña de la historia del fútbol argentino, con 93 puntos sobre 120 posibles...  Desde ya que nunca gané una Libertadores ni pateé un penal en el Maracaná, pero no soy un improvisado, tengo años de laburo en esto. Por supuesto, ahora saltan los que piensan: ‘¿Caruso podrá dirigir a un equipo para ser campeón?’. A esos les informo que ya fui campeón en otras categorías. Y que en Primera estoy igual que tantos técnicos que todavía no salieron campeones, como Mohamed, Zubeldía, Falcioni... Pero de ellos nadie se hace esta pregunta, sólo de mí. En mi mente, siempre trabajo para ser campeón. Justo se dio la particularidad de que los tres equipos de Primera que me contrataron tenían problemas con el descenso, pero estoy preparado y capacitado para intentar lo que sea. Tengo una fe enorme en mis condiciones, en mi cuerpo técnico y en los jugadores que dirijo. Ojo que pelear un descenso es más difícil que pelear un campeonato. Si vos estás arriba y perdés el título en el último partido, no pasa nada, te aplauden igual porque hiciste una buena campaña. Perdés y salís segundo, campeón moral. Pero si yo me equivocaba en un cambio en la situación en que estaba Racing, nos íbamos a la B y era un drama, no te lo perdonaban nunca más. Si tuve la adrenalina a full para pelear un descenso, ¿cómo no la voy a tener a full para pelear un campeonato?”.

Arquitecto de campeones y resucitador de desahuciados, dos experiencias extremas que representan “sensaciones parecidas, pero diferentes. En Jujuy fue como si me sacara un gorila de encima. La presión era grandísima y yo me sentía responsable de resolver este lío. Ni se me ocurrió mirar las campañas anteriores para buscar excusas, agarré el hierro caliente y me hice cargo de todo, porque así debe ser. En la calle, la gente me pedía mucho que salvara a Racing, me lo pedían con desesperación: chicos, abuelos, mujeres, todos… Y yo les decía que apoyaran a los jugadores, porque ellos los iban a salvar. La angustia era enorme, por eso tengo una terrible paz interior desde el día que nos salvamos. Soy otro tipo”.  

Imagen FESTEJO junto a Roberto Antelo y Horacio Montemurro, dos de sus ayudantes de campo.
FESTEJO junto a Roberto Antelo y Horacio Montemurro, dos de sus ayudantes de campo.
SUS COLABORADORES tampoco patearon un penal en el Maracaná. Como la suya, acreditan historias futboleras distanciadas de las luminarias. Horacio Montemurro (ayudante de campo) lo conoce desde los 10 años, cuando gambeteaban en las infantiles de Argentinos, y se lo reencontró en el Chacarita del 90, cerca del crepúsculo de una carrera que también lo vio por Lamadrid y Defensa y Justicia, escalas previas a un empleo en una empresa de plásticos. Roberto Antelo (ayudante de campo) es un “amigo de la vida”, un vecino suyo que sólo despuntó el vicio en las Inferiores de Comunicaciones y que hasta 2003 regenteaba un puesto de choripán en la zona Oeste. Con Ariel Perticalari (preparador físico) integraron el Almagro de 1985 (el profe era defensa central) y lo reclutó para el cuerpo técnico a partir de la gestión en Newell’s. Claudio Osella (preparador físico) jugó en Morón, Laferrere y Kimberley, y se sumó al grupo por recomendación de Perticalari. El doctor Daniel Tomasone, con antecedentes futbolísticos en All Boys y Almagro y director del Instituto de Investigaciones Médicas “Alfredo Lanari”, pegó onda con Caruso en la gestión con los albos. Juan Chumba (entrenador de arqueros) nunca atajó, sino que fue un volante de contención en tres equipos de Caruso (Italiano, Estudiantes de Buenos Aires y Temperley) y se las rebuscó con un taxi antes de insertarse en el riñón de este grupo de trabajo.

“Aunque parezca mentira –sorprende Caruso–, soy de delegar bastante. Confío ciegamente en ellos, tenemos la misma sintonía, nos conocemos con una mirada. Al principio de la semana dejo que los profes trabajen tranquilos y que Chumba y Antelo manejen todas las cuestiones del día a día. Yo superviso, pero casi no me meto. Estoy con la cabeza en los rivales, en los detalles que nos pueden ser útiles para lastimarlos. Lo mío es meter mano a partir de la práctica de fútbol, en las 48 horas previas al partido. Hago trabajos de campo y marco algunos movimientos. En general, veo pocos videos, a los rivales los tengo radiografiados desde que veo los partidos en directo. Y a los muchachos les hablo el día antes, en la previa y en la entrada en calor. No tiene sentido bajarles información desde el martes porque después no se acuerdan”.

Como un Increíble Hulk del tercer milenio, Caruso pierde el semblante afable en dos situaciones puntuales: durante los partidos y tras una derrota. “Media hora antes y durante el juego parezco otra persona, vivo cada detalle con furia, te como la yugular. Y cuando pierdo estoy intratable por dos días. Me agarro unas calenturas bárbaras, no hablo con nadie”. Vale un ejemplo: luego del 1-2 ante San Martín, en el Cilindro –tiempo que definió como “la semana trágica”–, volvió a la concentración y se quedó tres horas desparramado en la cama, con la mirada clavada en el techo, aunque sin ponerse verde. La sonrisa le retornó dos días después.
Imagen EL BUEN HUMOR es una constante en Caruso.
EL BUEN HUMOR es una constante en Caruso.


“Son broncas que me agarran –se rearma–, pero no me quitan de mi eje. Soy un tipo muy seguro, no ando con vueltas. Si tuviera que mencionar una de mis virtudes, diría que es el conocimiento. Miro donde otros no miran, conozco a los jugadores de todas las categorías. Pero lo mejor que hice en esta campaña fue quitarles la presión a los jugadores, convencerlos de que estaban para lo que finalmente concretaron. Algunos se llenan la boca y dicen que no fuimos brillantes, pero yo digo que con Arsenal hicimos un partidazo, igual que el primer tiempo con River, el segundo con Boca y setenta minutos con Vélez. Mantuvimos el arco en cero en nueve partidos, ganamos en Jujuy y en Rosario, salimos bien parados en Santa Fe y en el bosque… ¿qué más quieren?”

CUANDO sintió el ruido de la maquinita, supo que era hombre muerto. Pablo Migliore, con esos bracitos que Dios le dio, le hizo una toma de catch por la espalda y ya no hubo vuelta atrás. Como El Zorro esgrimiendo su espada, Lucas Aveldaño se lanzó sobre la barbita candado y la desintegró. El vestuario post-salvación definitiva, allá en Jujuy, era el escenario ideal para cumplir la palabra. Promesas son promesas. “Dentro de todo, la afeitada fue bastante leve. Aveldaño metió mano de entrada, y después no vi más nada, sólo que se peleaban entre todos para hacerme una pasadita. La saqué barata, pudo ser peor…” Ni que lo diga: por un momento, temió por la salud de esa melena rebelde que tanto le costó conservar gracias a Medical Hair.

Promesas son promesas. Y apuestas son apuestas. Antes de enfrentar a Central, lo aguijoneó a Franco Sosa. El tucumano con pasado jujeño no retrocedió ni ahí y quedaron en que le pagaba 3.000 pesos si ganaban con un gol suyo. Sosa la clavó de tiro libre y Caruso cumplió con creces, cartera de amigos/sponsors mediante: “Le pagué un fin de semana en un spa, que sale algo más que tres luquitas, je…”.

Entre el Racing que es y el Racing que será se filtrará un rictus de amargura en Caruso. Es tiempo de decisiones importantes, de cara al futuro: “Entre los que están, los que regresan de préstamos y los que vienen de abajo, tengo que evaluar sobre cincuenta y pico de jugadores. Si elijo con el corazón, los tengo que dejar a todos, porque es un plantel de oro, fantástico, muy noble y laburador. Pero eso no se puede y tendré que resolver pensando en el bien de Racing. Unos se irán y algunos vendrán. Mi idea es probar a varios jugadores, incluso voy a hacer viajar a algún tapado que tengo en carpeta, quiero saber si está para bancarse la exigencia de Racing. Una vez que tenga todo armado, me haré una idea de lo podemos aspirar. Viste cómo son las cosas… En el fútbol actual no traés al jugador que querés; traés al que querés dentro de lo que podés”.

EN FEBRERO de 2009, una pregunta latía al ritmo de la angustia.
-¿Y ahora qué hacemos?
Cuatro meses después, con oxígeno en los pulmones y mariposas en el alma, la respuesta se enarbola en una bandera que preside el entrenamiento del condenado que fue capaz de absolverse: “Gracias, San Caruso, por el milagro concedido”.
Cuatro meses después, sin cepos que atormenten, se repite la pregunta.
-¿Y ahora qué hacemos?
El Gran Caruso tiene la respuesta: “Ahora Racing va a tratar de salir campeón”.

Por Elías Perugino / Fotos: Alejandro Chaskielberg