El fútbol tenía reservado un lustro vertiginoso para el Negro Enrique. En 1981 había festejado el ascenso de Lanús de la C a la B; cinco años después elevaba al cielo la Copa del Mundo entre sus manos. Marcaba muchos goles para ser volante por derecha, y River Plate se fijó en él en 1983. Entonces comenzó a destacarse con la difícil misión de reemplazar a un histórico como Jota Jota López. Con gran personalidad, notable despliegue y buen manejo de pelota, sedujo a los hinchas millonarios y convenció a Carlos Bilardo de llevarlo a la Selección que disputaría el Mundial de México, cuando muchos pedían a Juan Barbas para ese puesto. Pocos recuerdan que fue él quien le dio a Maradona el pase para que comenzara esa inolvidable apilada contra Inglaterra, que terminó siendo el mejor gol de la historia del fútbol. 1986 fue “su” año: además de coronarse campeón del mundo, ganó la Copa Libertadores y la Intercontinental. Una grave lesión en la rodilla derecha lo perjudicó en su carrera: perdió continuidad en la Primera de River y, cuando parecía recuperado, Bilardo no lo tuvo en cuenta para Italia 90.