Por su exquisita pegada, su pausa, su panorama y su audacia para manejar los tiempos y cambiar de ritmo, la Brujita se convirtió en la pieza clave del equipo nacional durante cuatro años (1999 a 2002). Multicampeón en Europa (y más tarde en Estudiantes), fue tanta su importancia en aquel período que en la Selección se hablaba de Verón-dependencia. Por él pasaban casi todas las pelotas y también casi todas las responsabilidades. Y para él fueron las principales recriminaciones por la rápida eliminación argentina en el Mundial de Corea y Japón, en 2002. Fue acusado, juzgado y condenado: más de tres años sin Selección. Alfio Basile volvió a convocarlo en 2007 y lo llevó a la Copa América que terminaría con Argentina subcampeona. Diego Maradona, poco después, también lo tuvo entre sus consideraciones y lo incluyó en la lista para viajar a Sudáfrica: allí jugó su tercera Copa del Mundo (había estado en Francia 98, llegando hasta cuartos de final, en la era Passarella). Si estuvo en discusión fue por su personalidad; su calidad es incuestionable. Estudiantes lo venera.