Se despidió de Argentina cuando tenía apenas 19 años. A esa edad ya había triunfado en Racing y Boca, había sido tapa de El Gráfico y había conseguido un título continental (Sudamericano 1957). También había impresionado anotando 10 tantos en 7 partidos consecutivos en la Selección, y había escrito con birome mágica y letras doradas una etapa brillante del fútbol nacional, integrando la delantera de Los Carasucias. Junto a Corbatta, Maschio, Sívori y Cruz brilló en ese equipo que quedó en la memoria popular al ganar aquel Sudamericano del 57. En ese certamen metió 8 goles, quedando a uno de los máximos artilleros: su compatriota Maschio y el uruguayo Ambrois.
Luego partió hacia Europa para confirmar que lo bueno que hacía en estas tierras lo podía repetir en Italia, junto con Maschio y Sívori, y se perdió el Mundial de Suecia 58, lo que causó una gran baja al seleccionado argentino. En la península, enamorando a los fanáticos del Inter, fue goleador de la temporada 58/59. Sobresalió en Roma y Milan, y también transpiró la camiseta azzurra.