Un grupo de fotógrafos, encabezados por el histórico Eduardo “Tano” Forte, salieron a la calle a hacer lo mejor que solían hacer: retratar momentos.
Una mujer y su hija yacen en el piso, los gases lacrimógenos habían inundado de lágrimas sus ojos. Detrás la policía montada custodiaba la Paza de Mayo.
Revueltas, pisotones, corridas, la Argentina de esas horas buscaba respuestas en la calle y en el cuerpo a cuerpo.
El fuego, las sirenas y los piquetes tomaban el centro porteño, imágenes que quedarían para siempre en nuestra memoria.
Unidos con las manos arriba, una camiseta de la Selección Argentina, una remera de Temperley. El país y el deporte habían puesto pausa en su vida habitual.
El 23 de diciembre El Gráfico contaba lo que pasaba desde su lugar, sin perder la perspectiva.