¿Alguien se imagina a Lionel Messi, en los tiempos actuales y los más recientes, sin jugar en el seleccionado durante dos años y medio? Difícil. Cada uno de sus amagues a dejar de ponerse la camiseta, de hecho, generó tanto pánico como el que seguramente provoca en los defensores rivales.
Vale la pregunta, y la previsible respuesta, para contar que Diego Armando Maradona pasó ese tiempo sin ponerse la camiseta del seleccionado. Y no fue en cualquier momento. Todo sucedió entre junio de 1982, cuando se fue expulsado de la cancha, en el último partido de la Argentina en el Mundial de España, contra Brasil, y mayo de 1985, cuando volvió a calzarse no sólo la camiseta, sino también la cinta de capitán.
Hoy se conmemoran 35 años del regreso oficial al seleccionado, contra Venezuela, en el debut de las eliminatorias rumbo al Mundial de México ’86. Pero este partido tiene dos “pero”, valga la redundancia. Y son esas historias la que lo hace diferente, más allá de haber sido el primer paso de un camino glorioso.
En aquellos tiempos, los clubes europeos no tenían obligación de ceder a los futbolistas extranjeros a sus respectivas selecciones, a menos que el partido fuera por una competencia oficial. Por lo tanto, el Napoli particularmente y la Federcalcio en general, se oponían a cualquier viaje para encuentros amistosos. Pero Maradona quería tener minutos con sus compañeros antes de iniciar el camino hacia México. Por eso, dijo que viajaría sí o sí para disputar dos amistosos, en semanas consecutivas, contra Paraguay y contra Chile, en el Monumental. “Ni Pertini me va a impedir que vuele desde Fiumicino”, amenazó entonces. Pertini era el presidente del gobierno italiano.
Tampoco tuvo tiempo de ver que el peor marcador de los venezolanos no estaba en la cancha, sino fuera de ella. Y ese es el otro pero de este partido histórico. El seleccionado aterrizó en San Cristóbal. Fue el 25 de mayo de 1985, un día antes del partido que hoy se recuerda, y Maradona lo contó así, en su libro Así ganamos la Copa: “La llegada a San Cristóbal, después de aterrizar en Cúcuta, fue terrible. Primero, el viaje en micro, por caminos de montaña. Y después, el desborde: uno quiere a la gente, pero uno no quiere que la gente lo mate, tampoco. Ahí, cuando bajamos y empezamos a caminar hacia el hotel El Tama, me pegaron una patada, sin querer, seguro, pero que me trajo más consecuencias que la patada de Goicoetxea… Entré rengueando al hotel y me pasé toda la noche con hielo en la rodilla. Menos mal que estaba solo en la habitación porque no me hubiera aguantado nadie. Me dormí a las cinco de la mañana. El dolor me iba a acompañar hasta el Mundial”.
Al día siguiente -o sea, hoy, pero hace 35 años- Maradona fue Maradona hizo lo que pudo, además de dos goles, uno de cabeza, en un partido que terminó con un angustiante triunfo por 3 a 2. Las figuras, junto con Diego, fueron Fillol y Passarella, y tal vez eso lo explique todo. El Gráfico, entonces, tituló: “Detrás del triunfo, una gran preocupación”