La semana previa ya se veía que su vuelta podía ser realidad después de seis meses. La definición del Superclásico para avanzar a las semifinales de la Copa Libertadores estaba muy pareja, tras el 2-1 de River en la ida. Carlos Bianchi daba indicios que Martín Palermo podía llegar a ser parte de la revancha, por lo menos un rato en caso de ser necesario. Del otro lado, Américo Gallego amagaba con poner al “Enzo” si la presencia del goleador xeneize se consumaba.
Finalmente, ese 24 de mayo de 2002, Martín Palermo entró a falta de quince minutos con la serie igualada y la motivación de su entrenador que le susurró:
Boca Juniors inclinó la balanza con el penal convertido por Juan Román Riquelme y el broche de oro se consumó con el tiempo casi cumplido, para darle paso desde ese mismo instante a la imborrable historia que los hinchas xeneizes bautizaron el “Muletazo de Palermo”.
Diseño y edición de fotografía
Matias Di Julio