¡HABLA MEMORIA!

2001. Los Schiavi, la familia del fondo

Por Redacción EG · 04 de junio de 2019

Rolando, Fabio, Ezequiel y Leandro. Oriundos de Lincoln, el caso de la familia Schiavi es curioso, ya que todos juegan al fútbol y además son defensores. Ideal para formar con línea de 4.


Rolando Schiavi

A los 27 años, con 127 partidos en la Primera de Argentinos, el marcador central es considerado por sus hermanos como el que les abrió las puertas a los demás. “De chico no le daba tanta importancia al fútbol -dice Rolando-. Iba porque me llevaba el viejo. Pero cuando llegué a Buenos Aires creció la idea de jugar profesionalmente y vivir de esto. Mi primer contrato fue de 300 pesos y con eso tenía que pagarme todo, hasta el alquiler de la pensión. Me encantaría jugar en un club grande, aunque hoy tengo una vida tranquila y me va muy bien. Argentinos me dio casi todo lo que tengo y además pude salir campeón del Nacional B”.

Fue el primero que logró hacer pie en la Capital. El Rolo desembarcó en Argentinos y se adueñó del puesto.

Fabio Schiavi

Juega en Quilmes, después de pasar por Estudiantes de Buenos Aires y Chacarita. A los 30 años tiene un deseo: “Ojalá algún día podamos jugar los cuatro juntos. Pero espero que se apuren porque ya estoy un poco viejito. Cuando Rolando llegó a Argentinos de Rosario me animé a probar suerte. Que todos seamos marcadores centrales es casualidad, aunque el físico debe tener alguna influencia ya que los cuatro somos muy parecidos y en este momento todos buscan centrales altos. Por suerte pudimos saltar rápido a la Capital, sino todavía estaríamos dando vueltas por algún club del interior”.

El alegrón de Fabio llega cuando todos los hermanos se juntan en Lincoln para jugar. ¡Cuatro centrales juntos!

Ezequiel y Leandro

Con 18 años, Eze­quiel pi­de pis­ta des­de la Cuar­ta de Ar­gen­ti­nos. En 1998 de­jó la ca­sa en Lin­coln y se vi­no a vi­vir con Ro­lan­do: “No quie­ro pen­sio­nes, con Ro­lo es­toy bár­ba­ro. Él es quien más ga­rra tie­ne y, si bien no lo co­pio, acep­to sus con­se­jos. Yo jue­go tam­bién de dos. Voy tran­qui­lo por­que sé que en el fút­bol el que se apu­ra, pier­de”. Lean­dro tie­ne 21 años y ya ju­gó un amis­to­so en la Pri­me­ra de Cha­ca­ri­ta: “Mi vie­ja me pe­día que es­tu­dia­ra. Con los más gran­des fue dis­tin­to, ella que­ría que fue­ran fut­bo­lis­tas. Jue­go de dos y siem­pre sen­tí que lo mío era el fút­bol. Co­mo veía que mis her­ma­nos ha­bían lle­ga­do, me pre­gun­ta­ba: ¿por qué yo no?”.

En casa querían a los dos más chicos con los libros en la mano. No pudo ser.

Producción de María Ordás Carboni

Fotos de Dulcinea y Alejo Schatzk


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