Las Entrevistas de El Gráfico

Servido en bandeja

Adrián Gabbarini fue mozo por un día y eso le alcanzó para conseguir una prueba en Independiente. Creció en las Inferiores y tuvo demasiada paciencia para esperar su chance. Pero la aprovechó al máximo: es una de las grandes figuras del Clausura, se ganó la confianza de Gallego y sueña con dar la vuelta olímpica

Por Redacción EG ·

18 de junio de 2010

Nota publicada en la edición mayo 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen EL MENDOCINO tiene dos temporadas más de contrato con el Rojo. Gallego le dio la chance luego de estar más de 80 partidos en el banco.
EL MENDOCINO tiene dos temporadas más de contrato con el Rojo. Gallego le dio la chance luego de estar más de 80 partidos en el banco.
“¿QUERES ENTRENARTE mañana con nosotros? ¿Te animás o no?”, lo apretó Néstor Clausen, entrenador de Independiente, junto a Ricardo Bochini, en medio de un asado durante una pretemporada en Mendoza, allá por el verano de 2002. Incrédulo, debió responder en un lapso tan efímero como lo que tarda en producirse un chasquido con los dedos. El ofrecimiento retumbó en su mente. A los 16 años, se le presentó una chance inigualable: practicar a la par del plantel superior de uno de los cinco grandes del fútbol argentino. Sin ánimo de arrepentirse, aceptó. A detenerse en el relato. La historia merece contarse de manera íntegra. En consecuencia, a retrasar varias horas el reloj del tiempo, antesala de aquella bendita frase.

Aún hoy recuerda el momento y se emociona. A Adrián Gabbarini no se le pasará por alto ese lunes a la noche, cuando ofició de mozo. Leandro Spitalieri, uno de sus mejores amigos, a través de quien conoció las páginas de El Gráfico, le pidió colaboración para agasajar a la Primera de Independiente en una cena que el Pelado, padre de Leandro y fanático del Rojo, organizó en su camping. El Cabezón ni lo dudó. “Me llamó a las 19.30 y fui. Eramos cuatro para serviles la comida a los jugadores. Traía y llevaba. Ya entrada la noche, el Pelado, que se sentó al lado de los técnicos, les comentó que yo atajaba. Bochini me miró y no pasó nada. Clausen también me observó, se paró y me dijo: ‘Tenés buena altura, pero vamos a ver si la agarrás’. Ahí me invitó a entrenarme con ellos como agradecimiento al padre de mi amigo. Imaginate cómo estaba. No dormí. Igual, le pregunté a mi técnico de Guaymallén si podía faltar a la práctica. Su respuesta fue un sí. Al otro día, agarré mi ropa y me fui hasta la finca de Abate. Te sorprendés, ¿no?”, le consulta al cronista, que le suplica que continúe, mientras encuentra un gesto cómplice en el rostro del fotógrafo para acordar el retrato de apertura. 

“Los arqueros eran Rocha y Sala, y Albil, el tercero. Me entrené aparte con él. Me decía Matellán porque me veía parecido. Clausen y Bochini dirigieron la práctica de fútbol, y nos pelotearon después del partido. Clausen, a la vez, me seguía. Parecía que le había gustado. Luego, elongué junto al grupo. Cumplí el sueño de cualquier pibe. Como el ‘no’ ya lo tenía, encaré a Clausen de caradura”, anticipa. El diálogo lo inició el arquerito, hoy el arquerazo.

-¿Cómo me viste?
-Mirá, flaco… Tenés condiciones para estar en el club. Voy a hablar con la gente que se encarga de Inferiores, para que viajes la semana que viene. Ahí te verán ellos. ¿Te animás o no?

-Sí, pero no lo puedo creer. Además, soy de Guaymallén. ¿Cómo hacemos?
-Tranquilizate que se arreglan entre los clubes. ¿Tenés ganas o no?

-Sí, me encantaría.
Tras resolver las diferencias con sus padres, Edgardo y Norma, que se opusieron a su partida en un principio, al acumular temores lógicos a causa de su juventud y de la distancia, se presentó en Buenos Aires. “Me probaron y quedé en la Sexta. A partir de ahí, jugué hasta la Cuarta y me subieron a la Primera. Quizás si no hubiera querido servir en aquella comida, si no hubiera ido por cansancio o por lo que fuera, no estaría acá. Clausen no me pidió plata; nunca más lo vi. Quizás ni recuerda que ese pibe, al que le dio una mano, soy yo. Lo hizo sin ningún interés. Por eso, jamás lo voy a olvidar”, sentencia el dueño de los tres palos del arco de Independiente con la misma calidez con la que saca pelotas complicadísimas.
Imagen UN TOQUE de humor. Un buen mozo que era un buen arquero.
UN TOQUE de humor. Un buen mozo que era un buen arquero.
EL SEMBLANTE de la mitad de Avellaneda que pinta su sentimiento de rojo se modificó respecto a la temporada anterior. El pasaje de los insultos a los aplausos se concretó después de intercambiar golpes. De la 18º ubicación en el Apertura 08 en los ciclos de Claudio Borghi y Miguel Angel Santoro, a la 16º en el Clausura 09 bajo las conducciones de Santoro y Américo Gallego, hubo similitudes en un panorama tan oscuro como el de un túnel sin salida. Sin embargo, la mano comenzó a cambiar en el Apertura 09, cuando los de Gallego terminaron cuartos. Hoy, los suyos suben la apuesta y son serios candidatos a llevarse un título que se le niega al club hace ocho años. “Estamos más maduros. A nuestro fútbol le sumamos tenencia de pelota y juego colectivo. Se busca el arco de enfrente, el primer gol desde el arranque. Mal o bien se intenta jugar. El equipo se siente cómodo cuando el rival se le planta mano a mano. Hace un año pasamos etapas feas y ahora crecimos mucho”, explica el 12 del Rojo, de 24 años, una de las figuras del Clausura. 

Utilitario. El mote que mejor le cabe a este Independiente. Si bien no le sobra, tampoco le falta. La muestra no sólo se aprecia en los resultados, sino también en el juego. “Tuvimos buenos partidos este año, pero no los concluimos como tales. Sólo fueron por momentos de 30 o 45 minutos. Elijo los triunfos frente a Arsenal y a Racing, pero prefiero el clásico porque siempre es especial”, adelanta quien nunca cayó en un duelo oficial ante la Academia.

-¿El primer tiempo ante San Lorenzo fue lo peor?
-Sin duda. No parecíamos Independiente. Después, jugamos como lo hacíamos, aunque no nos alcanzó.

-¿Sintieron aquellos retos del entrenador en ese entretiempo?
-Son buenas sus charlas. El Tolo sabe dar en el momento justo. El jugador comprende cuándo hace las cosas bien o mal. Quizás, si jugás mal y un técnico te dice que estás bien, pensás que este no entiende nada. Es bueno que el entrenador te rete a veces. El Tolo siempre te llega. Es un tipo ganador, que no quiere perder ni en los entrenamientos.

-¿Desmoralizaron las caídas con Gimnasia y San Lorenzo o eso es verso?
-No. Las derrotas duelen, como todavía pegan los dos puntos que dejamos en Mendoza con Godoy Cruz. Se empató un partido, donde metimos dos tiros en los palos y ni siquiera la toqué. Muchos hablan de la suerte del Tolo, pero se olvidan de aquel partido. Igual, siempre se falla en algo. Si no, seríamos Barcelona, que también erra. Tal vez equivocamos los caminos para atacar, pero las lesiones influyen. Cuando faltan tres o cuatro titulares es mucho, y más en grupo tan corto. Así como perdés dos partidos, ganás otros dos y estás arriba otra vez. Si tomamos las derrotas como una frustración, estamos muertos. El equipo está vivo, va a pelear hasta el final. Se verá si estamos para ser campeones.
Imagen CONCENTRACIÓN. Los ojos bien abiertos para custodiar los tres palos de Independiente.
CONCENTRACIÓN. Los ojos bien abiertos para custodiar los tres palos de Independiente.
HERMANO MENOR de Martín y mayor de Noelia, no necesitó trabajar de chico, ni de adolescente. Edificó su fantasía desde la cuna: ser futbolista significó su anhelo, y el puesto de arquero, su vía para consumarlo. Deportivo y Social Guaymallén fue su segunda casa, donde debutó en la Primera local a los 15 años. Luego, lo recibieron bárbaro en la pensión de Independiente, donde aprendió a valorar de otra manera. “Hice amigos, aunque se extraña bastante”, revela. Su carrera giró en la campaña 2004/05, cuando lo cedieron con edad de primer año de Cuarta a Independiente Rivadavia, de Mendoza. “Jugué dos o tres partidos en el Torneo Argentino A. Era amateur como el resto del plantel. Cobrábamos dinero, pero ninguno tenía contrato de profesional. Después, volví a Independiente y atajé un año más en Cuarta”, afirma. Jorge Burruchaga lo promovió a Primera en la campaña 2006/07. Su estreno como suplente fue en la derrota ante Gimnasia por 4-1 hace tres años. El titular, Oscar Ustari. A continuación, le cubrió la espalda a Fabián Assmann y recién se presentó en la elite de manera oficial el 13 de septiembre de 2009, en el 2-1 en contra ante Estudiantes, debido a la lesión de Hilario Navarro.Llevaba más de 80 partidos en el banco y me preguntaba cuándo me tocaría. Esperaba ese momento, aunque no es lindo debutar en pleno partido porque se lastimó un compañero. El Tolo me alentó y mucho más no pensás. Después, te acordás de tu llegada al club, del sacrificio, de lo que dejaste para cumplir el sueño de jugar en Primera; ahí es cuando te cae la ficha. Igual, todavía no sé si me cayó por todo lo que vivo, lo que hago en la cancha; jugar en el Libertadores de América con toda esa gente, con la camiseta de Independiente. Si es así, espero que no me caiga”, se entusiasma, quien bajó tres kilos por estrés desde aquellos minutos frente al Pincha. 

Su primer choque desde el arranque en la máxima categoría se produjo ante Vélez en la 5º fecha del Apertura 09. Así como recibió el apoyo de Assmann -uno de los pocos amigos que le dio el fútbol- durante la previa al duelo, Gallego también le dio confianza: “No sólo tenés la posibilidad de atajar tres o cuatro partidos, sino también de agarrar el arco y no soltarlo más”. Dicho y hecho. Gabbarini respondió y su entrenador lo bancó. “Después, me ratificó en la pretemporada de Salta, con Hilario ya recuperado. Fue importante; necesitaba esa tranquilidad. Al Tolo le estaré eternamente agradecido. Pasaron varios técnicos y él fue el que me puso. Igual, sé que no se casa con nadie. Si fallo, me va a sacar. Por eso, no puedo dormirme, ni me la tengo que creer”, señala.

-¿Explotaste durante este torneo?
-No sé. Uno siempre quiere dar más. Es lo que esperaba. Tuve continuidad y demostré que puedo atajar en Independiente. Debo aprender más. Cuando pensás que la tenés clara en este puesto, te encontrás con una pared que te baja a cero. Hay que mejorar todo; hasta en lo que imaginás que sos bueno.

-¿Qué enseñanza te dejó el gol que te marcó Santiago Silva?
-Me dio la pauta de la importancia que tiene mi arco. Salí en todos lados (se pone serio). Faltaban dos minutos, perdíamos 2-0 frente a Vélez e intenté pararme para jugarla rápido en una cancha mojada. Ahí se me escapó. El Tolo me dijo después que no me apurara, que no podía hacer nada para cambiar el resultado en esos dos minutos, más allá de que me pide que juegue rápido. El error duele. Uno se comerá varios goles, pero lo importante es aprender de ellos.

-¿Cómo se puso Luis Islas al ver que le superaste su récord de imbatibilidad en el club, al llegar a 471 minutos?
-No, ni hablamos de eso. Es una satisfacción mantener el cero, pero prefiero ganar 2 a 1. El récord es del equipo. Cuando dicen que Gabbarini lleva tantos minutos con la valla invicta, me incomoda porque los chicos también se esfuerzan. 

-¿Alcanza con terminar del segundo puesto para abajo, clasificándose a la Sudamericana, o ya no?
-No está tan mal por cómo veníamos hace un año. No es para desvalorizar la clasificación a la Copa. Campeón sale sólo uno y vamos a pelear. Si no lo logramos, también es importante ingresar a la Copa.
AMIGO DE LA SIESTA, del blackjack en las concentraciones y del fútbol, monitorea los movimientos de los arqueros. Julio César e Iker Casillas son sus preferidos. Admirador del Mono Navarro Montoya, Islas, José Luis Chilavert y Germán Burgos, abandonó la carrera de Administración de Empresas a los seis meses de cursar, pero no descarta retomar.
Los elogios no agrandan su ego. Adrián Gabbarini agradece los halagos, pero baja decibeles
. Sabe que es un eslabón clave en la campaña de Independiente, aunque no alardea con eso. Fiel a su estilo sobrio tanto en el arco como en la vida, camina. Bandeja en mano, sirve más de la cuenta.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia