¡Habla memoria!

El destino, la pelota y yo - Capítulo XVIII

Por José Manuel Moreno. El Charro se detiene especialmente en el Sudamericano de 1947, Copa que Argentina gana de manera invicta, con gran juego y goles, y donde es elegido como mejor jugador.

Por Redacción EG ·

19 de febrero de 2019

LOS LEONES DE GUAYAQUIL

Aquel año de 1946 River perdió el campeonato. La revista del club comentó, caballerescamente: "Nos sobraba equipo para mantener el título, pero nos conformamos, porque San Lorenzo es todo un señor campeón".

Y lo fue.                                                                  

Finalizado mi contrato con River, por cinco meses, lo renové para la temporada subsiguiente. Y resultaron campeones los "millonarios", con 48 puntos, siguiéndoles Boca, con 42, Fue —según se comentó—una victoria de punta a punta, sin los altibajos que despiertan en las hinchadas la consiguiente emoción.

 

OTRA VEZ GRACIAS, LUIS RAYO

Imagen Campeonato Sudamericano en Guayaquil. Marante (capitán del equipo) portando la bandera. Más atrás, el referee J. J. Álvarez, yo, Julio Cozzi, Perucca y Stábile, director técnico.
Campeonato Sudamericano en Guayaquil. Marante (capitán del equipo) portando la bandera. Más atrás, el referee J. J. Álvarez, yo, Julio Cozzi, Perucca y Stábile, director técnico.


Apenas iniciado el campeonato sucedió un episodio desdichado, del que me tocó ser protagonista. Fue en La Plata el domingo 15 de junio. River jugaba contra Estudiantes, con la dirección del árbitro Riestra.

El partido fue tremendo, porque los "pincharratas" llevaban la punta en los cotejos y se jugaban enteros para mantener la ventaja. Nosotros.... ni qué decir, para alcanzarlos. Por momentos el juego se hizo brusco y pobre, y Riestra debió proceder con severidad.

De pronto, un sector de la hinchada platense se encrespó contra él, Llovieron al campo las piedras y botellas de rigor, amén de algunas maderas arrancadas a las tribunas..., y no contemos los insultos, más gordos que los cascotes. Los bomberos trataron de aplacar a los revoltosos con los chorros de sus mangueras, y los vigilantes, con los gases lacrimógenos. ¡Pero qué!; la hinchada rompió los alambra-dos, invadiendo el campo, y un grupo de muchachones avanzó en busca de Riestra, que estaba en el centro de la cancha tratando de convencer a unos y otros.

Y allí se armó la tremenda. Al verse venir encima la turba que pedía su cabeza, Riestra procuró alcanzar a los saltos la boca del túnel; pero le cortaron el camino y recibió algunos puñetazos. Ogando, Ramos y yo, que estábamos a su lado, tratamos de defenderlo. ¡Mi Dios! ¡La de castañas que dimos! Pero aquello era una batalla campal en la que todo el mundo pegaba: los hinchas al referee, los bomberos a los vigilantes y éstos a los bomberos, los ángeles a los diablos y viceversa... ¿Cómo saber quién golpeaba a quién si estábamos todos enceguecidos? Recuerdo, sí, que pude acompañar a Riestra hasta el túnel después de ablandar a unos cuantos. Y también recuerdo a un corpulento vigilante provincial que en ese instante, y cuando otros me habían sujetado, me aplicó un formidable castañazo en un ojo y me lo dejó completamente en compota.

Esa tarde Riestra, entrevistado por "Noticias Gráficas", comentó: "Recordaré mientras viva la valiente y osada actitud de Moreno, Ramos, Ogando y Amándola, que asumieron mí defensa al ser rodeado por la turba".

 

UNA CEREMONIA INESPERADA

El domingo siguiente, 23 de Junio, disputábamos el clásico con Racing. Formados los dos cuadros, y cuando nosotros y la hinchada esperábamos la pitada inicial, sucedió algo fuera de lo común. El árbitro, Valentín Rey, llamó a los linesmen y cuchicheó con ellos, ¿Qué sucedía? Desde las tribunas gritaban:

— ¿Qué pasa? ¡Empiecen!

Cuando se alinearon los árbitros en el medio de la cancha, Rey me tendió la diestra (y a continuación sus compañeros, mientras el primero me decía):

—Este es un homenaje que han querido rendir los árbitros del fútbol al hombre que supo defenderlos. El público —la hinchada, el montón, como se le llame... El pueblo, digo yo— interpretó claramente el episodio, y resonó en el estadio una atronadora salva de aplausos.

El diario "Democracia" comentó al día siguiente: "Era la entraña agradecida del cuerpo martirizado de los árbitros, que se hacía presente para exaltar el valor del Charro riverplatense, que defendió a puñetazos la investidura avasallada del juez..."

También en "Democracia" hicieron un comentario sobre un suceso menudo y risueño que, francamente, no recuerdo. Travesura del cronista, quizá, pero que no está del todo mal. Y es la que sigue: "Moreno, felicitado ayer por el juez y los linesmen a raíz de su acción "heroica" del Bosque, parecía ese chico que estudia poco pero le lleva flores al maestro. Por eso, cuando el referee no le cobró un offside, un pibe le gritó desde el foso: ¡Ganchudo! . . ."

 

GUAYAQUIL

Entre fines de 1947 y comienzos del 48 se disputó en Guayaquil (Ecuador) el XV Campeonato Sudamericano y me tocó participar. ¡Guayaquil!: me sonaba el nombre, y cuando me lo dijeron me produjo una extraña emoción.

Me venía de las reminiscencias de la escuela primaria... ¡Claro!: en la capital ecuatoriana se había celebrado la conferencia histórica entre San Martín y Bolívar. Jugaríamos, Pues, en tierra sagrada, y era preciso hacerlo a lo granadero, a lo gaucho —que viene a ser uno y lo mismo—. Todo eso lo decidimos, cada cual con sus recuerdos, en los fogones del campeonato. Y llegamos a una conclusión:

— ¡Habrá que jugar como nunca! ¡Este trofeo tiene que ir para Buenos Aires! Y vino. Ya verá el lector de qué manera triunfal. Bueno es recordar que el seleccionado argentino ganó el certamen sin perder uno sólo de los siete partidos disputados, marcando en total 28 goles (la cifra máxima del torneo), con sólo 4 en contra (la cifra mínima). Le ganamos a Uruguay, Paraguay, Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador y empatamos con Chile.

 

BUEN COMIENZO PARA ARGENTINA... Y PARA MI

Imagen En Guayaquil cada equipo tenía sus princesas. En la grata compañía de ellas estamos aquí: Pescia, Alfredo Di Stéfano y yo.
En Guayaquil cada equipo tenía sus princesas. En la grata compañía de ellas estamos aquí: Pescia, Alfredo Di Stéfano y yo.


El 2 de diciembre hizo su debut nuestra delegación frente al aguerrido cuadro de los "guaraníes". El nuestro formó así: Cozzi; Marante y Sobrero; Yácono, Perucca y Pescia; Boyé, Méndez, Pontoni, yo y Loustau. Era, en verdad, un cuadro formidable. Tengo a mano un recorte del diario porteño "Clarín", cuyo enviado especial comentó el encuentro diciendo: "Guayaquil, 3. Después de finalizado el match de Uruguay y Colombia un murmullo que fue creciendo en intensidad rondaba por las apretadas gradas del estadio local. La muchedumbre se hallaba pendiente del próximo cotejo y no podía ocultar su honda expectativa por la presentación de los argentinos, considerados los candidatos más serios al título y tal vez los auténticos exponentes de las más preciadas virtudes futbolísticas".

Narra después los prolegómenos del partido, y prosigue: "¡Primer gol argentino! Transcurren 8 minutos. El gol flota en el ambiente. Está, por cantarse en las gradas. Pontoni toma la pelota en el centro del field, cede a Boyé, y el wing, tras eludir la vigilancia de Céspedes, coloca un centro cerrado. Atropellan Moreno y Méndez, y el insider de River vence a García con un tiro corto. El público saluda con una ovación la primera conquista. Un limpio y excelente gol".

¡Era mi ambición y se cumplió: abrir para los albicelestes el score del Campeonato!

Ese primer partido lo ganamos por 6 goles a O.

Como estoy narrando mi historia futbolística —vinculada con una larga etapa del fútbol argentino— debo por fuerza resultar a veces un tanto inmodesto. Sin embargo, me remito a repetir algo de lo que dijeron de mí. En ese número de "Clarín" publicaron una foto mía con un epígrafe que rezaba: "Un triunfador del fútbol continental es José Manuel Moreno. El popular "Charro", nervio del campeón, River, y una de las figuras cumbres del Seleccionado Nacional que hizo anoche su estreno en Guayaquil; impresionó en forma sensacional frente a los paraguayos. Fue hábil, vigoroso y entusiasta, afirmándose en todas estas condiciones con el primer gol".

 

LOS INOLVIDABLES

Son los amigos que tuve en México. De todas clases y actividades profesionales: el arte, el teatro, el toreo, la farra... Y aquí voy a recordar algunos:

Negzete: insigne cantor, amable, alegre, cordial...

Mario Moreno (Cantinflas): aunque parezca mentira, el cómico desopilante era enormemente serio y respetable en su vida íntima.

José Cibrián: gran compañero que me atendió como un hermano cuando llegué. Hombre grande que tenía corazón de niño..., y lo tendrá mientras viva porque lleva un niño en el corazón.

Pedro Armendáriz: gran actor y hombre alegre pero fuerte, de gran carácter que, ante la injusticia o la infamia, reaccionaba de súbito con tremenda exaltación y era de temer.

María Félix: gran actriz y gran señora. Su casa era un templo de la amistad y el señorío.

Toreros, varios toreros: Liceaga, Silverio Pérez (que arriesgaba la vida en el ruedo y la salud en las juergas).

Procura, torero y actor de cine, buen mozo, simpático y con un mechón blanco en la cabellera que enloquecía a sus admiradoras.

Arredondo: pelotari, gran amigo de toreros..., y magistral experto en el arte de tomar vino con su bota de Pamplona...

Agustín Lara: letrista y actor de cine que me invitaba a los toros con María Félix (bueno como el pan; buenazo)...

A toda esa gente —y otra— que me alivió la pena del destierro (nos reuníamos en las casas de unos y otros o en El Patio) quiero expresarle ahora la gratitud -de aquel muchacho porteño que estuvo en México (y que se me perdone la irreverencia histórica), como el insigne General Belgrano en Tucumán y Salta, "sin saber bien en lo que andaba".

 

 

OFERTAS PARA OTROS CAMPOS

En Guayaquil estábamos peleando a lo grande en procura del título, cuando se me produjo una interferencia que, confieso, me tuvo un poco desasosegado y de la que informó telegráficamente el enviado especial de la revista "Ahora", diciendo: "Mientras esto ocurre (el desarrollo triunfal del campeonato) existe alguien que no pierde el tiempo y trata de llevar a cabo un proyecto que la locuacidad, dinamismo y eficaz forma de improvisar de José Manuel Moreno le inspiró. Se trata de un empresario mexicano, el señor Juan De Vivar, que conoció al entreala "millonario" en tierra azteca y con quien —según confesiones—pasó Moreno momentos muy agradables. Es el caso que el señor De Vivar, hombre adinerado y muy afecto al fútbol, vino a Guayaquil con intención de no perderse un partido del certamen, y ahora, al encontrarse con Moreno, ha surgido en su magín una idea que según él es fantástica y la que, luego de darle forma, ha hecho conocer a José Manuel. ¿En qué consiste?"

Bien, lector: consistía en contratarme como galán para una o varias películas cinematográficas filmadas en México y también para animador de radio, actividades ésas que también explotaba el millonario azteca.

 

ALGUNOS ANTECEDENTES

Imagen Gratos recuerdos tiene para mí esta fotografía en que tuve la oportunidad de alternar con periodistas chilenos.
Gratos recuerdos tiene para mí esta fotografía en que tuve la oportunidad de alternar con periodistas chilenos.


No era que al señor De Vivar "le hubiera surgido eso en el magín" sino que estaba bien informado de algunos antecedentes a mi respecto que le interesaban para sus negocios. Veamos algunos. En Radio Mitre de Buenos Aires, en una audición que firmaron Botta y Bronemberg, "Romance en oro y sangre", si no recuerdo mal, tuve a mi cargo el papel de galán traidor. Era una radio novela de asunto futbolístico, en la que participaron conmigo el "chueco" García, Lara, Pedernera, Waldemar De Britos, De Mere, Inés Emerson y otros. Luego Botta me llevó al Casino y participé en un sketch con Pedro Quartucci y las hermanas Guerre, titulado "La novia del crack". Yo hice de primer galán y Quartucci, de galán cómico. Nos aplaudieron...

En Chile había actuado en Radio Corporación participando en un programa auspiciado por Sidney Ross, con un elenco en el que intervenía la actriz chilena Silvia Infanta. En México había filmado algunos cortos de actividad técnico-futbolística... Antes, en Radio Argentina de Buenos Aires, había participado en una audición que duró varios meses, y otra en Radio El Mundo con el elenco estable.

Esas habían sido evasiones del espíritu, pequeñas pretensiones artísticas, contagiadas quizá por alguna maestra romántica o por mi sangre española... ¿Qué sabés vos y yo de dónde te vienen los berretines? Lo cierto es que en la mollera, que algunos años antes me valiera el título de "Siete cabezas", se me habla encrespado otra clase de inquietudes ajenas por cierto al fútbol... , y de allí esos escarceos en la radio y el teatro que habían repercutido en México al compás de mi fama de jugador y habían despertado el interés publicitario del señor De Vivar La ya citada revista “Ahora” dijo además en aquella ocasión: "Moreno, que se ha revelado en el equipo argentino como un cerebro en la delantera, posee grandes condiciones para cosechar aplausos desde un escenario, por su jovialidad, sus chistes espontáneos, su ágil y amena improvisación y, por sobre todas las cosas, por la simpatía que deja a su paso; no nos extrañaría mucho, pues, verlo entre bambalinas".

Sí, yo tenía antecedentes la oferta era tentadora... Pero eso significaba cambiar mi vida y mi destino... Reflexioné y se me cruzó por la mente aquello de Martín Fierro: "Conservate en el rincón donde empezó tu existencia. Vaca que cambia querencia...".

Y lo que sigue.

 

LA VUELTA DE LOS LEONES

Aquellos versos de nuestra "Biblia criolla" tuvieron la virtud de frenarme las tentaciones artísticas. Sí, porque yo era ante todo un jugador de fútbol. Dilaté, pues, mi contestación al señor De Vivar, mientras proseguía el campeonato. Ya de regreso, con la Copa América lograda, y antes de subir al avión, respondí a sus instancias vehementes:

—Gracias, señor De Vivar. Lo que usted me propone sería torcer mi ruta para meterme en senderos poco frecuentados y con el riesgo de fracasar. Mi destino es el fútbol... i Vamos, usted lo sabe bien!...

La vuelta a la patria fue triunfal. Nos esperaba en el aeródromo una impresionante multitud que enarbolaba banderas argentinas y de los clubs del seleccionado, saludándonos hasta de los techos de los hangares y las casas vecinas. El diario "Democracia" del 31 de diciembre tituló la nota del recibimiento en grandes letras y a todo ancho de página: "Morón se vistió de pueblo a la llegada de los Leones del sudamericano".

Y algunos días después comentó (perdonen) : "Moreno, el león con más melena", artículo del que transcribo algunos párrafos: "Es otro de los leones de Guayaquil. Posiblemente el león con más melena y más garra de cuantos integraron nuestro equipo en la inolvidable justa ecuatoriana. Y conste que no restamos méritos a nadie con esta afirmación; pues José Manuel Moreno representa el prototipo del luchador indómito..., con un 80 por ciento de amateur y el resto de profesional. De allí su brío actual y sus energías de pichón pese a lo andado y corrido por esos mundos... Se da íntegro, totalmente, como cuadra a un buen deportista y un mejor argentino". Relataba el periodista, sencillamente, mi historia deportiva y terminaba así: "Guayaquil se asombró con lo hecho por José Manuel Moreno en todos los partidos del Campeonato Sudamericano. Y se asombró ante el genial entreala, no ya por su juego personal verdaderamente llamativo sino por su espíritu de sacrificio... Volvió, pues, de Guayaquil, trayendo un nuevo lauro para su largo historial deportivo: el de "León de Guayaquil"; león con melena y garras digno de integrar las Páginas del Libro de Oro que han ido formando los cracks inolvidables del fútbol argentino en todas las épocas. Nada más".

 

CAMPEONATO DE CAMPEONES

Por iniciativa del club chileno Colo-Colo se disputó en Santiago, durante el mes de febrero de 1948 el Campeonato de Campeones. Participaron los clubs: River, Vasco da Gama (Brasil), Nacional (Uruguay), Colo-Colo (Chile), Municipal (Perú), Litoral (Bolivia) y Emelec (Ecuador). Nuestra delegación se alojó en la hostería de Tejas Verdes, a 120 kilómetros de la capital, con buena cocina, fronda, sol, natatorios... y lo suficientemente alejada de las tentaciones ciudadanas... Me apresuraré a declarar (o recordar) que en aquel Campeonato de Campeones resultó victorioso el Vasco da Gama. River entró segundo. Lo que decía aquel telegrafista policial del frenillo trabado: "Caguegas son caguegas".

En el match final —que pudo darnos el triunfo— se publicó este comentario: "La defensa del Vasco da Gama no dejó entrar en juego a Rossi ni a Moreno, y con ello quebró la organización ofensiva del campeón argentino". Lo recuerdo bien: aquel arquero brasileño, Barbosa, era una langosta saltona, una cortina metálica. Y en su ayuda dos backs que formaban con él un triángulo como punta de diamante. Claro; los del Vasco sabían de años atrás cómo funcionaba nuestra máquina... y nos metieron arena en los cilindros. Y algo más, y esto es muy cierto: eran campeones con toda la barba; con toda la melena también. Y caballeros; grandes caballeros. En el recuerdo emocionado y cordial..., ¡salud, camaradas!

 

DESARROLLO ACCIDENTADO

En aquel campeonato hubo de todo: rasgos de confraternidad, gestos caballerescos, agresiones, piñas.. de todo.

¿Sabés, viejito, lo que es volver a los pagos derrotado o quedarte en ellos sin remedio figurando, a lo mejor (o peor), en la punta de la cola? Es triste... y peligroso. En cuanto te presentas de nuevo ante el "respetable" te llueven las botellas y los insultos: "¡carneros, vendidos, flojos."..., lo que sea. Y para evitar eso, los jugadores, a veces, se ponen frenéticamente bruscos y se enloquecen, lo mismo que los hinchas que se gastaron sus pesos y sus nervios para seguir al cuadro de su idolatría.

En aquel campeonato se vio mucho de todo eso y ya lo contaré. Pero..., ¿qué nos vamos a asombrar de la violencia desatada cuando los jugadores de cada equipo llevan sobre el pecho los colores de su patria, si lo mismo sucede de provincia a provincia y de barrio a barrio en defensa de los amores lugareños? En el primer caso se hace algo así como cuestión de guerra. Y pienso que es una lástima, y que no debe ser porque en América todos somos hermanos. Y si no que me lo digan a mí que la recorrí casi toda, sin más bagaje que mi nombre, trayéndome el recuerdo inolvidable de afectos fraternales que han de durar lo mismo que mi vida. Hubo de todo, pero el saldo resultó favorable para la confraternidad; ya lo verán... El marcador del Campeonato fue:

1° Vasco da Gama, con 10 puntos; 2° River, con 9 puntos; 3° Nacional, con 8 puntos. Después venía Colo-Colo (organizador) , con 6 puntos; empatando con Municipal; Litoral, con 2, y Emelec, con uno.

Sometidos a una disciplina estricta en Tejas Verdes, y, en plena naturaleza, cada uno de nosotros logró un estado perfecto, No hubo defecciones ni aflojamientos. Cada cual hizo lo suyo...

Si alguno fue mejor o te tomó de sorpresa con técnica más perfecta, ¿qué le vas a hacer? Conformate, hermano, y pensá en la revancha. Si la conseguís, mejor. Y si no..., ¿qué le vas a hacer? Lo importante es que la derrota no venga por traición, aflojamiento o cobardía. ¿Que hubo uno más guapo que vos? Saludalo. No le mezquines, por amor propio, los honores que le corresponden. Eso es conducta, deportismo, caballerosidad, señorío..., que puede aplicarse a todas las cosas de la vida. Lo importante, en deporte, es no desmoralizarse por la victoria del adversario, sino sacar de la derrota propia las enseñanzas necesarias para que la cosa no se repita.

 

RIVER "CAMPEON DE LA ETICA"

Imagen En Tejas Verdes, Chile, cuando fuimos al campeonato de campeones, haciendo footing. Detrás de mí: Reyes, Labruna, Muñoz, Joaquín Martínez, Ferreyra, Ramos y demás.
En Tejas Verdes, Chile, cuando fuimos al campeonato de campeones, haciendo footing. Detrás de mí: Reyes, Labruna, Muñoz, Joaquín Martínez, Ferreyra, Ramos y demás.


El subtítulo que antecede no es un rebusque para justificar o atenuar la derrota, no. Ganó el Vasco da Gama y entramos segundos, como llevo dicho. Lo de que River fue en el Campeonato de Chile el campeón de la moral deportiva, lo dijo la prensa de todo el continente, a medida que el certamen se desarrollaba. River jugaba con técnica, con su proverbial virtuosismo, sin brusquedades ni agresiones, caballerescamente.

Aunque nada más que deportistas (ni nada menos), íbamos de Buenos Aires para arriba. Y teníamos que mostrar con hechos, actitudes, rasgos de carácter, lo que significaba nuestra civilización sureña. En lo que a mí respecta, "La Nación" de Santiago, después de los primeros encuentros (2 ganados, 1 perdido), publicó este suelto: "Cuadro de honor". Por la actuación que cumplieron en los encuentros jugados anoche, correspondientes a la 38 fecha del Campeonato Sudamericano de Clubes Campeones, merecen su inclusión en nuestro cuadro de honor los siguientes jugadores:  

River Plate: MORENO.

Vasco da Gama: DANILO.

Nacional: RODOLFO PINI.

Y en un recuadrito ilustrado con una foto mía, agregaba: "Moreno  don José Manuel —, ha estilizado su juego. Ya no driblea como antes, ya no corre tanto, pero rinde más porque se ha transformado en un auténtico maestro que sabe todo cuanto se debe saber en fútbol" (Perdóneme el lector, pero no fui yo quien lo dijo).

 

MATCH DE BOX FUERA DE PROGRAMA

El 21 de febrero de 1948 tuvo lugar el formidable encuentro de River con el Deportivo Municipal de Lima que tengo fundados motivos para recordar. Había en las tribunas más de 60.000 espectadores llegados de todos los rumbos. Nuestro equipo formó así: Grisetti; Vaghi y Rodríguez. Yácono, Rossi y Ramos; Reyes, yo, Martínez, Labruna y Loustau. El primer tiempo se cumplió sin apertura del score. Apenas iniciado el segundo, Loustau marcó el primer tanto. El juego se tomó brusco, el público invadió la cancha... Bueno, lo de siempre. Y a Pesar de que quedamos con diez hombres, ganamos por 2 a O gracias a un segundo gol que señaló Labruna. Terminado el encuentro, y mientras nos dirigíamos hacia la boca del túnel, entre aplausos, insultos y silbidos —que de todo hubo y con ganas—, vimos que saltaba de pronto hacia nosotros un energúmeno, que se plantó frente a nuestro equipo en impecable guardia de boxeo, como dispuesto a pelearnos a todos los argentinos.

—¿Y cómo no? Era un hombre de fama.

—i Cuidado! —gritó alguien —. ¡Es Luciano Carrillo, el boxeador peruano!

—¡Guarda, que es bravo! —advirtió una segunda voz tonante.

El hastial aquel nos atropelló furioso lanzándose sobre Loustau, que estaba desprevenido. (¡Contra vos, hermanito… y nada más que por haberles marcado un gol!)

Y aquí prosigo con el relato de "Clarín" del 24 de febrero, que dijo: "Inmediatamente cayó sobre el césped como fulminado (el boxeador Carrillo), ya que Moreno, que anoche se reveló experto conocedor de los secretos del ring, le aplicó presto un calmante". Recuerdo, sí. ¿Cómo era que decía usted, maestro Luis Rayo? Fue un uppercut de derecha al mentón... ¡Y se acabó el asunto!

 

PERO NO TODO FUE ASÍ

No, ni mucho menos. Se produjeron en aquel Campeonato de Campeones escenas conmovedoras, actos de auténtica fraternidad americana. Por ejemplo: en el último partido, y al terminar, vi que el arquero chileno, vencido en la contienda, se me acercaba sonriente, se quitaba su casaca con los calores de su patria y me la ofrecía en ademán fraterno, cordial... Me apresuré a imitar su gesto despojándome de la mía con la banda roja para entregársela en prenda. ¿De qué? Creo que en ese instante lo sentimos los dos. Y todos los camaradas de aquende y allende la cordillera, que intercambiaron sus casacas en prenda de amistad inalterable. En el momento del cambio, con el pecho desnudo, nada, nos diferenciaba. Todos éramos criollos, éramos... gauchos que jugábamos al fútbol.

 

 (Continuará) En el próximo número: "CAUPOLICAN".

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