Las Crónicas de El Gráfico

1924. Reportaje a Juan Francia

En tiempos que los jugadores tenían que trabajar para subsistir, El Gráfico encuentra al delantero de Central Juan Francia empleado en la estación Sunchales del Ferrocarril. Una entrevista incunable a un prócer rosarino.

Por Redacción EG ·

28 de septiembre de 2018
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Imagen Francia en 1937 empilchado para la foto. Ya retirado, 13 años después de esta nota, volvió a trabajar en los Ferrocarriles.
Francia en 1937 empilchado para la foto. Ya retirado, 13 años después de esta nota, volvió a trabajar en los Ferrocarriles.
JUAN FRANCIA, EL MONO

No es de extrañar que a Juan Francia le conozca el público de los fields por El Mono. Los jugadores rosarinos de prestigio tienen cada uno su apodo, que retrata sus característica, físicas o recuerda episodios de su niñez. Francia guarda semejanza simiesca, sensación que acentúan sus cabriolas y sus gambetas en el juego, comparables, por lo cómicas y extrañas, con las de su homónimo de las selvas. El Mono siempre está en su papel. Después de verlo actuar en el field, fácil les será a sus admiradores sorprenderlo en sus tareas de empleado ferroviario en la animada estación rosarina Sunchales. Allí reina un ambiente febril y ruidoso. Francia es despachante de cargas. Su actividad es inconcebible. Tan pronto anota las mercaderías, como salta sobre ellas como un acróbata experimentado para el que no existen obstáculos serios. En este mundo ruidoso del depósito, en medio del ir y venir de los peones que llevan y traen fardos y cajones, hemos saludado a Francia. El Mono sonríe con una mueca.

—Es la primera vez que alguien se acuerda de mí. Mi popularidad tiene por ambiente las canchas: aquí soy un modestísimo empleado que trabaja de sol a sol por un sueldo mezquino, ¡a quién le importo yo!

—Hombre, no exagere. Queremos saber su historia de jugador. ¿Dónde, cómo y cuándo se dedicó al football?

Francia es un muchacho reacio a las confesiones. Sus tareas, por otra parte, no le dejan reposo. Vive en el ambiente de trenes, de pitadas ensordecedoras, de humo y de hollín característico en las estaciones de ferrocarril. Experimenta la prisa del rodar sin tregua de las locomotoras. Como pertenece al club Rosario Central, formado en su origen y también en la actualidad por gentes que trabajan en las oficinas y en los talleres del Ferrocarril Central Argentino, ha merecido un puesto allí por sus notables méritos de jugador. No debe tacharte de profesionalismo lo que es espíritu generoso que alientan los dirigentes de Rosario Central para los muchachos que defienden los colores de la institución. Francia, con ser de los mejores, no ha logrado la situación que otros poseen, y al respecto manifiesta

—Este trabajo está mal pagado y me ocupa todas las horas del día. Estoy esperando que me llegue también a mí la hora de la justicia... He perdido muchas oportunidades buenas; he desechado propuestas de Buenos Aires para incorporarme a clubs de prestigio, por esperar...

Decía esto excitado por la violencia de sus tareas. Pero, en el fondo, es resignado. Los peones lo quieren y celebran como a un héroe, porque saben lo que vale pateando una pelota.

Nos contaba después, sucintamente, su historia:

—En football no he tenido preferencia por un mismo puesto. Tan pronto fui forward, como actué de inside o de wing. Principié jugando descalzo, con los muchachos de mi barrio, en la Avenida Pellegrini Y Alem. En la actualidad tengo veintiséis años. Nunca asistía rigurosamente al Colegio de Santa Rosa, pero sí a la plaza de este nombre para patear pelotas. Me inicié formalmente el año 1912 en Provincial. Conocí muchos clubs, tantos como años llevo dedicado al football. Actué en Belgrano, en River Plate, en Puerto Belgrano, en Tiro Federal, en Newells Olds Boy, el rival encarnizado de Rosario Central, en el que milito ahora, y en ¡no sé cuántos!

— ¿Es verdad que fue usted un peligroso jugador e incorrecto a la vez?

Francia no se inmuta; tampoco nos contenta satisfactoriamente, pero bien sabido es que fue uno de los más alborotadores muchachos del field, protagonista de batifondos en los que propinaba algún certero punch una con la fuerza de un profesional del ring. Era temido por sus contrarios. Muchas veces sufrió reprimendas por sus viciosos procederes. Sin embargo, Francia se enmendó, de esto hace ya algunos años, dedicándose a cultivar las prácticas caballerescas del field, y luego se ha caracterizado como correctísimo sportsman.
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Ha actuado contra porteños, brasileños y uruguayos, y su prestigio se extiende por igual en Rosario y Buenos Aires. Juega en primera división desde 1917. Uno de sus bochinches que más se recuerdan, prodújose en 1920. Francia jugaba por Tiro Federal contra Newells OId's Boy. Chocó con Celli, El Alemán, y ambos fueron a parar a la comisaría, después que el primero había lanzado su derecha con eficacia, y sepultado de un golpe en la boca del referee, el pito de éste. En octubre de dicho año se incorporó nuevamente a Rosario Central.

— ¿Cuál es el partido que le produjo mayor emoción?

—Cuando jugando por Tiro Federal, en 1917, ganamos por 3 a 0, y ascendimos a primera división, Era mi sueño. Yo empecé a jugar muy temprano, y tardé en llegar al ascenso. Recuerdo que en la cuarta división del Club Belgrano, en que actué en mis comienzos, había muchachos mayores de edad. Siendo yo un niño de teta al lado de ellos, me obligaron a renunciar. No recuerdo haber experimentado mayor tristeza ¡no ven que me prohibían jugar! ¡Con lo que me gustaba!...

— ¿Qué estilo de juego le agrada más, el rosarino o el porteño?

—En Buenos Aires tienen mejor defensa. Son buenos los forwards porteños. Aquí los superamos en ataque; nuestro juego rinde beneficios: no está destinado a impresionar al público. Nuestra táctica es arremetedora y vigorosa en un grado que no consiguen igualarla los bonaerenses. Los jugadores rosarinos son de primera categoría. Creo los mejores a Adolfo Celli, de Miguel, Badalini, E. Hayes, Cockrone, Sarasibar, Julio v Humberto Libonatti.

Nos despedíamos. Juan Francia reanudó sus tareas, suspirando, y haciendo un paréntesis en ellas, exclamó:

—Hace un año que no me entreno. ¡Imposible hacerlo, pues abandono mi trabajo casi al comenzar la noche! 

El Gráfico (1924)