Las Entrevistas de El Gráfico

Washington Cucurto, fútbol, cumbia y libros

Escritor y poeta, tomó una decisión poco común: ya de grande, dejó de ser hincha de su club. Pero eso no significa que haya perdido la pasión por el fútbol o que no le cuente las costillas con respecto a su deuda con la sociedad.

Por Redacción EG ·

16 de junio de 2016
Imagen "Al fútbol es más lindo jugarlo que mirarlo", dice el escritor que dejó de ser hincha de Independiente el 31 de diciembre de 2013.
"Al fútbol es más lindo jugarlo que mirarlo", dice el escritor que dejó de ser hincha de Independiente el 31 de diciembre de 2013.
Santiago Vega, conocido popularmente como Washington Cucurto, es un escritor y poeta de los buenos. En sus historias abundan el sexo y lo popular. Nunca falta la cumbia. Tampoco el fútbol. Sus personajes suelen ser de Boca, aunque él, desde pibe, era de Independiente. Era. Ya en la calle, de noche y después de una larga charla futbolera con El Gráfico en un bar del centro de Buenos Aires, se ríe y cuenta esa anécdota que le provocó críticas duras por parte de los seguidores del Rojo. “Dejaré de ser hincha de Independiente”, tituló una columna y ¡zas! Eso fue el 30 de diciembre de 2013. El Diablo estaba en el infierno del ascenso. Lo que siguió fue el enojo de unos, las cargadas de otros y el hartazgo ante un equipo que en las últimas décadas no termina de levantar cabeza. “¡Qué lío que se armó!”, comenta en la vereda sin dejar de sonreír por aquella renuncia.

-Lo tomaste literal.
-Claro. Conté que no quería ser más del Rojo y lo hice. Tampoco es tan grave. Ahora disfruto el fútbol de otra manera. Veo los partidos sin hacerme tanta mala sangre.

-¿Dónde depositás el grito de gol?
-Hoy soy el primer hincha de la Selección. La prefiero por sobre cualquier club. Quiero que gane el seleccionado antes que Independiente, River o Boca. No cambio un Mundial por nada. La pasión futbolera sigue.

-¿Es cierto que te tira el Sporting de Cristal?
-En realidad, me interesa todo lo que sea de Perú. Y el Sporting es un club que acaparó mi atención en varias ocasiones puntuales, como una vez en el que le jugó un partidazo al Vélez de Bianchi, en los 90, por la Libertadores. Y luego me enteré de que mi poeta preferido, Antonio Cisneros, era hincha. Tanto al Sporting como a Cisneros les escribí un poema. Uno se llama “Adiós a Antonio Cisneros”. Y en mi libro Hatuchay hay otro al Sporting. Las preferencias por los clubes pueden surgir de las formas más raras.

Los inicios
-¿Cómo te llega el fútbol?
-Aparece como en la vida de cualquier pibe de barrio. Nací en Berazategui y me fui a Quilmes. Primero lo jugaba y después me nació el hincha, de esos atentos, preocupados. Pero uno va creciendo y, como pasa siempre, empieza a tener distintas actividades que demandan sus tiempos y uno deja algunas y toma otras. Después le entré por otro lado, el de los comentarios, algo más periodístico, si se quiere.

-¿Siempre fuiste de Independiente?
-Sí, pero no por mi papá, que no era futbolero. Además, mi hermano era de River. Yo me hice del Rojo por el equipo en sí. Nací en el 73, en su época de oro, cuando ganaba seguido, al igual que en los 80. Iba a la cancha. Pero no solo a ver a Independiente, sino también a San Lorenzo, Huracán y varios más.

-¿Qué preferís: mirar o jugar?
-Me encanta jugarlo. Siempre lo jugué. Era defensor y a veces jugaba en el medio. No era malo. El fútbol se disfruta porque te da amigos, te hace relacionar con otros. Es una herramienta de transformación social. Está bueno, en ese sentido, aprender a usarlo. Es una actividad apasionante, que se va descubriendo con los años y que tiene sus etapas: de chico y de adolescente lo jugás, te permite hacer amigos. Cuando sos más grande lo disfrutás yendo a la cancha. Después se transmite a los hijos. Es muy valioso eso. Quizás sea la actividad humana más importante del planeta, si uno se pone a pensar lo que significa a nivel mundial.

-¿Te dolió el descenso de Independiente?
-Mucho. Uno era hincha y resultaba imposible que no provoque alguna sensación rara. Pero de todos modos la cosa ya venía mal. Para que un equipo se vaya a la B tiene que venir mal desde mucho atrás. A River también le pasó. Independiente perdió identidad.

-¿Sos de ponerte melancólico al pensar en aquellos tiempos mejores?
-No. Lo que no hago es mirar el fútbol malo de hoy en día. No lo tolero. Es una pérdida de tiempo. Aunque para mí sigue siendo un buen plan ver los partidos, si son malos, los dejo. La Copa Libertadores me gusta mucho. Me encanta. Podés ver equipos y jugadores de otros lados. Además, juegan de otra manera. Cada partido es una final. Me gusta febrero porque empieza la Libertadores. Ahí comienza, al menos para mí, el año futbolero. Incluso me ordena la vida. La Libertadores tiene una cosa que me entusiasma. Porque en líneas generales, he tomado una actitud negativa con el fútbol. Discuto mucho de eso con mis amigos.

-Puntualmente…
-Me considero muy futbolero, pero el fútbol tiene muchas cosas negativas y no ha cumplido con su finalidad social. Tiene una deuda social, más allá de que por otro lado posee una gran llegada a la gente. Es como que tiene mucho para dar, pero no termina de darlo. Como Independiente, que tiene mucho para dar, pero no lo da. Con el fútbol pasa lo mismo. Salvo con el Barcelona, que es el colmo de la belleza y no me pierdo ningún partido. En general, no hay grandes equipos. Ni en Inglaterra, donde tienen tantas figuras, pero se juega como acá. El único que marca la diferencia es el Barcelona. Que además cuenta con Messi, un crack. Lo que hace ahí es increíble.

Héroes y tragedias
-¿Que te provoca que se lo compare con Maradona?
-Es imposible no compararlos. Pero me quedo con Maradona, que es un héroe trágico, discepoliano. Como de obra de teatro. Tiene la tragedia del hombre encima. Messi no es así. Es otro tipo de persona, con otro carácter. Cada vez que aparecía en la cancha, Diego significaba más que un futbolista. Era al mismo tiempo un animal político. Messi es un extraordinario futbolista pero no más que eso. En ese sentido, Maradona rompió los límites; es el ejemplo de lo que debería ser el fútbol a nivel social. El hablaba, tenía cosas para decir, transmitía, era entusiasta, ponía el cuerpo, cometía sus errores y no los escondía. Tenía cosas muy valiosas para los hombres. Además, en un ambiente como el del fútbol, ni antes ni después hubo algo parecido. De alguna manera sacó al fútbol de la cancha. Recuerdo cuando estaba en el Napoli y perdieron contra el Milan y dijo “dejamos que gane el racismo”. Tenía otra cosa, Diego. Convertía al fútbol en una herramienta de transformación social. Lo que hacía él se expandía hacia el mundo: a los barrios, a la literatura, a la política. Lo de Messi nunca saldrá del Barcelona. No tiene esa carga trágica que hace a los héroes.

-¿Por qué en tus historias apelás al fútbol?
-Porque me gusta y me interesa más allá de los aspectos ideológicos que te cuento, que tienen que ver con lo social. El fútbol estuvo siempre en mí. También suelo mencionar a Maradona porque es un ejemplo de muchas cosas. Es bueno tenerlo en cuenta o utilizarlo para hacer comparaciones, metáforas. En mis columnas deportivas mi finalidad es hablar de la sociedad a través de este deporte tan popular. Al fútbol lo meto dentro de un contexto, de un movimiento social. Trato de que no esté aislado de la ciudad ni de los barrios. Mis crónicas comienzan con el fútbol, pero después se disparan hacia otro lado. El estadio, los partidos y los jugadores están dentro de un entorno en el que me interesa que haya un contacto con los vecinos, con los bares. Ahí es donde el fútbol se potencia y se lo puede entender mejor.

-Hay quienes sostienen que el fútbol es un reflejo de la sociedad. ¿Coincidís?
-No, para nada. Es, en todo caso y como decía antes, un actor social en deuda con una sociedad. No estoy a favor del fútbol superprofesionalizado, con tanta guita en el medio, tanto representante, barrabravas. Aporta más cosas malas que buenas. Habría que reflexionar qué parte de la cultura queremos. El superprofesionalismo, en todas las disciplinas, es bastante negativo. Porque separa. Al generar la alta competencia y tener tanta relación con el dinero rompe conductas entre los humanos. Eso no lo veo atractivo.

-Sin embargo, está lleno de fanatismos.
-Está bueno que uno sienta pasión o quiera algo con intensidad. Ya sea un equipo, una profesión, escribir o pintar. Igual hay diferencias entre lo que es el fanático y el irascible, el violento, el que no respeta normas sociales. Eso se confunde. Me parece que un barrabrava no es un fanático.

Argentinos, brasileños y uruguayos
-Con tu visión de lo popular, ¿qué opinás de la violencia en el fútbol?
-Es producto del fútbol como un espacio de competencia, de la relación con el dinero, con los centros de poder, con las grandes empresas, con los gobiernos. Esas cosas generan aspectos negativos en la sociedad. Todos se matan por el dinero y parece que no importara nada más. Hoy, el fútbol tiene mucho de ganar a cualquier costo. Hay muchísima plata en juego. Me parece muy loco que un futbolista gane 50 millones de euros. Es parte de una ficción. ¿Te imaginás lo que es esa plata? Materialmente no existe. ¿Cuántos billetes son? A través de los equipos de fútbol, hoy parece que los países se dividen en pobres por un lado y ricos por otro. Hay una pérdida de identidad. Un ejemplo es el jugador africano que va a un equipo europeo y le pagan millones de dólares y termina siendo como un blanco europeo jugando en las canchas blancas de los mismos tipos que explotan su país. ¡Es una gran contradicción!

-Casi que sometés al fútbol al diván.
-Me gusta este deporte, pero lo reflexiono. Me doy cuenta de sus cosas malas. Al fin y al cabo, al fútbol lo podés jugar en el barrio, con tus amigos, y ya está. Lo más lindo es jugarlo, ¿no? Pero los futboleros a ultranza seguramente pensarán muy distinto.

-Si te pido que recuerdes un momento especialmente ligado al fútbol, ¿con cuál te quedás?
-Lo que más me marcó fue que la Selección quedara afuera del Mundial 98, con el cabezazo de Ortega a Van Der Saar. Fue la tristeza más grande que tuve a todo nivel. ¡Un garrón! Recuerdo que era un día horrendo, nublado y estaba trabajando. De repente, quedó todo muerto, ¿viste? Todo era como un enorme cementerio. Un garronazo ese gol de Bergkamp, cuando faltaba poco para terminar. Era como si se hubiese muerto alguien. En este de Brasil me di cuenta de que se había dado todo en la cancha. Además, ya estaba contento con que los brasileños hayan sido eliminados. Sigo creyendo que le podríamos haber ganado a los alemanes, que no eran tan gran equipo. Ningún equipo alemán fue tan gran equipo, salvo el del 86. Los equipos alemanes y el fútbol alemán son un bluff. No dejan una marca, nada.

Imagen "Maradona es un héroe trágico, discepoliano. Messi no es así. Es otro tipo de persona", define Cucurto.
"Maradona es un héroe trágico, discepoliano. Messi no es así. Es otro tipo de persona", define Cucurto.
-¿Dónde está el mejor fútbol?
-Entre los brasileños y los argentinos. No hay nada que los supere a nivel mundial. El de Inglaterra no existe. El de España, menos que menos. El campeón del mundo del 2010 era una lágrima. No alcanza con ganar un Mundial. Además hay que jugar bien y transmitir algo. Eso es lo que tenía la Selección con un Maradona. Tenía la tragedia. Superaba la adversidad a pesar de todo. No creo que ningún alemán, español, portugués, italiano o inglés pueda superar la adversidad. Eso solo lo consiguen los argentinos y los brasileños. Y tal vez los uruguayos. El fútbol es Argentina y Brasil. Lo demás no existe. ¿Qué equipo inglés conocés bueno bueno de verdad? Ninguno se puede comparar con el Independiente del 83, que jugaba realmente bien. ¿Dónde viste que un inglés haga lo que hacía Bochini?

-¿Y el Barcelona, que tanto te gusta?
-Bueno, el Barcelona es distinto a todos. Pero tiene argentinos, brasileños y uruguayos.

Ni Bochini ni Platini: ¡Bichi Borghi!
“Platini y el Bocha tenían muchas cosas en común, eran casi almas gemelas. El fútbol a veces tiene esas cosas tan raras, como generar parentescos en Francia y en Avellaneda. Pero Bochini era mejor. Tenía fantasía, era un poeta”, compara Cucurto. Sigue: “Los jugadores europeos son buenos, pero les falta poesía, no tienen ese plus de chispa, tan necesario para todo en la vida”.

Enseguida toma aire y sorprende, hasta provocar una sonrisa: “Al que le sobraba chispa era a Claudio Borghi, el más grande. Una tarde me lo encontré en una esquina de Once, cruzado de brazos, con anteojos negros y mirando al cielo. ‘¿Bichi, qué hacés?’, le pregunté. ‘Estoy viendo si alguien me reconoce’, me contestó”.

¿Quién es Cucurto?
Uno de los personajes de su último libro, La serie negra, se llama Abal Medina Bello y es el “propietario del 99% de las acciones de Coca Cola en el mundo”. Otro se llama Erik Lamela. Este tipo de delirios son comunes en las historias de Santiago Vega, más conocido como Washington Cucurto, escritor de novelas y cuentos, autor de poemas y comentarista deportivo. Nació en 1973 y es uno de los fundadores, en 2002, de la editorial Eloísa Cartonera, cuyos libros están hechos con portadas de cartón, compradas a cartoneros. En ella publican autores conocidos, como César Aira y Fabián Casas, y otros de menor exposición.

En los escritos de Cucurto abundan la cumbia, el sexo, los barrios del sur de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano bonaerense y el fútbol, al que muestra como una actividad que atraviesa a toda la sociedad. También suele aparecer Diego Maradona y él mismo, Washington Cucurto. En la novela Sexybondi, inspirada en un viaje habitual que hacía desde Constitución hasta Florencio Varela, el personaje central es un chofer de colectivo. “En esa novela el protagonista es de Boca. Surge porque yo tomaba el 148, el famoso Halcón que va hasta Florencio Varela. Termina su recorrido bien al sur, donde comienza el campo, en un lugar que se llama El Tropezón. La mayoría de la gente de allá es de Boca”, explica Cucurto. En la novela se lee: “El glorioso escudo de Boca Juniors que tengo atrás, en el asiento, tiembla emitiendo brillos de tachuelas azul y oro, brillos, brillos, fulguraciones azul y oro. El C.A.B.J. florido, peronista, alegre, me saluda, me alienta y juega pa’ mí, pa’ mí, pa mí siempre…”.

Por Alejandro Duchini / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de mayo de 2016 de El Gráfico