¡Habla memoria!
“Japón, allá vamos”
El River de Gallardo planea la conquista de la última Copa que pone en juego la Conmebol y que aún no ganó: el Mundial de Clubes. El 16 y el 20 de diciembre intentará ser el primer equipo argentino en lograrlo.
River acaba de conquistar la Libertadores y en el festejo asoman banderas de Japón.
Japón ya está entre nosotros. No falta nada. “Allá vamos”, dicen y sienten y se ilusionan jugadores, cuerpo técnico, dirigentes e hinchas de River, aunque muchísimo de ellos, la gran mayoría, se quedará en Argentina y el “allá vamos” sea sólo un grito de guerra.
La gran oportunidad
“Hay que preparar el primer partido, ese es para mí el fundamental. El Barcelona todos sabemos más o menos cómo juega. Yo miré mucho los cuatro años del Barcelona de Guardiola pensando cómo carajo se le puede ganar a un equipo así, y aunque después se transformó en otro mucho más terrenal, así y todo siguió ganando”, razonaba el Muñeco en El Gráfico, dos semanas después de conquistada la Libertadores. O es una curiosidad del destino, o realmente este muchacho anticipa con demasiada antelación la jugada, pero aquella pregunta que se hacía una y otra vez (“¿cómo carajo se le puede ganar a un equipo así?”) pasó de ser retórica, lanzada al aire como un ejercicio que estimulara su imaginación como entrenador, a concreta y real. Y probablemente se la venga repitiendo cada mañana desde hace varias semanas cuando se lava los dientes frente al espejo.
Pero tiene razón Gallardo. Antes del partido soñado, habrá un compromiso que no resultará un trámite. Preguntémosle sino a San Lorenzo, que el año pasado necesitó de la prórroga para superar 2-1 al Auckland City, de Nueva Zelanda. O a Estudiantes, que en 2009 le ganó 2-1 al Pohang Steelers, de Corea. O a Boca, que en 2007 venció 1-0 al Etoile de Túnez. Los tres equipos argentinos que hasta aquí disputaron el Mundial de Clubes triunfaron por la mínima diferencia en la semifinal y luego cayeron en la final. A los tres les pasó lo mismo. Por otro lado, si observamos uno de los recuadros estadísticos de estas páginas notaremos que en las 10 ediciones anteriores de la competencia (dejamos de lado la del 2000, que fue un ensayo con invitaciones y aún se disputaba en paralelo la Intercontinental), los equipos europeos llegaron siempre a la final, mientras que los sudamericanos lo hicieron en ocho ocasiones y en otras dos fueron eliminados en semifinales. Y en ambos casos por equipos africanos. El TP Mazembe fue el primero en romper ese hechizo: se cargó en fila al Pachuca de México (1-0) y luego al Inter de Porto Alegre (2-0) para caer 3-0 en la final ante el Inter de Italia dirigido por Rafa Benítez. En 2013, lo emuló otro africano, el Raja Casablanca, de Marruecos, quien superó primero al Auckland City (2-1), luego 3-1 al Atlético Mineiro de Ronaldinho en la semifinal para caer ante el Bayern Munich por 2-0.
Sánchez, el jugador de mayor rendimiento en la era Gallardo, autor de goles en finales de Recopa, Libertadores y Suruga, se despide en Japón.
Para River, conquistar este trofeo es un desafío enorme. Primero, para completar el ciclo perfecto. El equipo de Gallardo es, al cierre de esta nota, el campeón vigente de las 4 Copas que pone en juego la Conmebol: Sudamericana, Recopa, Libertadores y Suruga. Le faltaría solo una para cantar ¡Bingo! Por otro lado, si atesora el Mundial, sería el primer representante argentino en conseguirlo. A River, es sabido, le costaron horrores los títulos internacionales y siempre llegó a la cola del resto. Pudo haber sido el segundo club argentino en levantar la Libertadores luego de Independiente (1964 y 65), pero llegó a la final en 1966 y la perdió increíblemente ante Peñarol en el desempate (ganaba 2-0 y cayó 4-2). Y luego vio cómo la obtenían Racing, el Rojo (5 veces más), Estudiantes (3), Boca (2) y hasta Argentinos Juniors. En la Supercopa ocurrió algo similar: se estaba clasificando a la final en la primera edición (1988), pero un gol de Néstor Fabbri (Racing) sobre la hora, lo eliminó en el Monumental y tuvo que ver cómo la ganaban Racing, Boca, Independiente (2) y hasta Vélez, para conquistarla recién en 1997, en la última edición. Con la Recopa también la parió: la atesoró recién en 2015, luego de que lo hicieran Boca (4), Independiente y Vélez. Y con la Sudamericana jugó la final de la segunda edición (2003) pero perdió con Cienciano y recién la levantó en 2014, después de que lo hicieran San Lorenzo, Boca (2), Independiente y hasta Lanús.
Por eso, ahora, River tiene la oportunidad de ser pionero en un ámbito donde nunca lo fue. Obviamente no la tiene nada fácil. Por un lado, porque el predomino europeo se ha hecho ostensible desde la implementación de este formato. Con el antiguo sistema de Copa Intercontinental (1960-2004), Sudamérica terminó liderando el historial de conquistas sobre Europa por 22 a 21 y con el actual, Europa se quedó con 7 ediciones del Mundial, mientras apenas 3 fueron para Sudamérica (todos equipos de Brasil). Y solo 1 de las últimas 7 (Corinthians en 2013). La tendencia es nítida. Sin dudas, el éxodo cada vez más masivo y precoz de las jóvenes estrellas del tercer mundo, o dicho de otro modo, la profundización de la brecha económica entre los mercados establecidos a uno y otro lado del Atlántico, han terminado por generar diferencias abismales de presupuesto y planteles. Y eso se ve reflejado en el historial de la competición.
Yendo a lo futbolístico, si bien en una hipotética final no estará el Barcelona de Guardiola, esa sinfónica dirigida por Xavi e Iniesta que no dejaba respirar a los rivales, el poderío ofensivo de esta versión más veterana luce un tridente demoledor con Messi, Suárez y Neymar. Ante cualquier distracción o centímetro de más que se les otorgue, estos muchachos no fallan. Que River ha caído en su nivel de juego desde la conquista de la Libertadores resulta demasiado visible para que alguien lo niegue. Como también es cierto que casi ninguno de los refuerzos de este año (Bertolo, Viudez, Lucho, Pity, Saviola) ha rendido de acuerdo a las expectativas. El descanso de las últimas semanas probablemente habilite a una nueva reinvención del equipo, como le gusta caracterizar a Gallardo. Así fue desde que tomó el equipo. Este River ha dado demasiadas muestras de templanza y, estando bien, le puede jugar de igual a igual al Barcelona. Es un partido. Si fuera un campeonato por puntos con 10 River-Barcelona, ahí no habría chances. Pero en un mano a mano, claro que sí. No olvidemos que este River de Gallardo es un equipo “levanta pagarés”, como suelen comentar dentro del propio cuerpo técnico. Eliminó por primera vez a Boca en un cruce directo internacional. Ganó la Sudamericana por primera vez. Ganó la Recopa por primera vez. Fue campeón invicto de una copa internacional con más de 2 partidos, por primera vez (Sudamericana). Eliminó por primera vez al Cruzeiro después de 5 intentos fallidos. Ganó por primera vez en el Mineirao. Ganó la Suruga por primera vez. No sería ningún batacazo que repitiera la conquista en Japón. Desde el otro rincón, Barcelona es el equipo que más veces ganó el Mundial de Clubes, el único que lo logró en dos oportunidades (2009 y 2011), aunque también perdió una vez la final (2006).
La producción en el Museo del Muñeco con las 4 Copas que ganó. Falta la frutilla.
Aquella nochecita del 26 de noviembre de 1996 (7 de la mañana en Argentina), la Juve aplastó a River, aunque recién consiguió plasmarlo a los 38’ del segundo tiempo con un gol de Alessandro Del Piero. “Nos pasaron por arriba –cuenta Gallardo en su libro–. No sé si hubo tantas situaciones claras de gol, el tema es que nos veíamos superados todo el tiempo. No podíamos pasar a través del pressing que ellos generaban en la mitad de la cancha y no había forma de generar juego. Como no veníamos acostumbrados a esa situación, creo que fue hasta una dominación psicológica que no pudimos superar”. Aquella experiencia, seguramente servirá para nutrir los análisis que harán del partido Gallardo y sus colaboradores. Por otro lado, no debería pasarse por alto que este Barcelona de Luis Enrique ya sufrió dos feas caídas en la temporada: 0-4 ante el Athletic de Bilbao por la Supercopa de España y un 1-4 frente al Celta por la Liga.
River puede ilusionarse con una victoria histórica, las pruebas están a la vista. Gallardo, además, intentará imponer sus condiciones. Si algo no hará es exagerar con los temores, como San Lorenzo el año pasado ante el Real Madrid, marchándose sin ni siquiera haberlo intentado. Seguramente no saldrá a atacar a lo loco pero el protagonismo no lo resignará, ya que es su marca registrada.
River vs. Barcelona (1964), desde la izquierda: Fernández, Ramos Delgado, Bonczuk, Artime, Cap, Ermindo Onega, Matosas, Gatti, Cubilla, Sainz, Mas y el Charro Moreno (DT). Volverán a alinearse así, 51 años después.
River y Barcelona se enfrentaron dos veces en la historia, en amistosos. En 1961, en Cádiz, por el tradicional trofeo Ramón de Carranza compartieron un cuadrangular con Atlético de Madrid y Peñarol. El 26 de agosto, River abrió el torneo ante el conjunto culé y cayó derrotado por 2-0. River formó con Amadeo Carrizo; Doval, Ramos Delgado, Echegaray; Pederzoli, Salvador; Pérez, Sarnari, Pepillo, Ermindo Onega y Roberto. Los goles fueron convertidos por Martínez y Kocsis, uno en cada tiempo. Al día siguiente, con sólo tres cambios (ingresaron López, Delem y Rojas), River venció 1-0 al Atlético de Madrid y finalizó 3°. En 1964 llegaría la revanchao, por la Copa Iberoamericana, un cuadrangular que reunía a River, Boca, Botafogo y Barcelona. Se disputó en el Monumental. River abrió su participación el 9 de julio ante los catalanes con un lapidario 5-1. José Manuel Moreno, crack histórico de River, dirigió esa tarde al equipo que formó con Gatti; Ramos Delgado, Bonczuk; Sainz, Matosas, Cap; Cubilla, Enrique Fernández, Artime, Ermindo Onega y Mas. Jesús Pereda abrió la cuenta para los visitantes a los 10’, empató Ermindo a los 32’, a los 35’ fue expulsado Benítez en el Barca, a los 42’ aumentó Artime y luego fue expulsado Pereda, por protestar. Con dos hombres más, el complemento fue un trámite que se selló con tantos de Matosas, Ermindo y Fernández.
Por Diego Borinsky / Fotos: Emiliano Lasalvia y Archivo El Gráfico
Nota publicada en la edición de diciembre de 2015 de El Gráfico