La Selección

Sensaciones en días de desesperanza

A medida que pasan las horas, los testimonios en torno al cruel destino de Argentina en la Copa América detonan sentimientos diversos. Aquí los reproducimos, tan viscerales como nos florecen.

Por Elías Perugino ·

08 de julio de 2015
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Qué lindo fue escuchar al Flaco Menotti. Escucharlo así como lo escuchamos en Estudio Fútbol: caliente, visceral, profundo. Qué lindo fue comprobar como Menotti sigue defendiendo a la esencia del fútbol argentino como el primer día, desoyendo las dicotomías absurdas. Qué bien le quedó a la voz del Flaco la palabra “pelotudo” para calificar a todos aquellos que guadañaron la integridad de los jugadores de la Selección sin tener el más mínimo roce con el fútbol. Tipos que “en su puta vida” (leer esta frase imaginando la voz de Menotti) entraron a una cancha, charlaron mano a mano con un jugador o acompañaron de cerca el sueño de una delegación.

Qué lindo fue escuchar al Flaco Menotti. Encendido como cuando defendía su proyecto, anteponiendo los intereses del fútbol/juego por los del fútbol/negocio. Qué lindo que un tipo como el Flaco haya podido explicarle a la gente lo que siente un jugador de Selección cuando recibe una puñalada como la del sábado pasado. Todo lo que sufre, todo lo que llora, todo lo que daría por volver a vivir esos minutos en los que no pudo concretar ese sueño que no se mide en términos de billetera, sino en parámetros de gloria.

Qué doloroso fue escuchar decir verdades a los familiares de los jugadores, porque muchos comunicadores no fueron capaces de decirlas por sí mismos. Supuestos analistas que trazaron diagnósticos sin el más mínimo argumento, desnudando descarados arrebatos de ¿envidia?

Qué impactante ver una y otra vez la foto en la que el chico chileno le acaricia la cabeza a un Messi destruido, al borde del llanto, ofreciéndole la compasión que sus propios compatriotas no son capaces de tenderle. Qué desgraciado destino el de Mascherano, obligado a interrumpir su duelo para comunicar por una red social que la deserción que insinúa alguien de su supuesto entorno no es tal, que cuando llegue la hora de decir algo, lo dirá él a quien corresponda.

Qué tristes somos nosotros, los miembros de la sociedad futbolera, que cada día que pasa reaccionamos como monstruos impiadosos, hartos de reclamarle éxitos a quienes ya lo tuvieron y, encima, se enfundan en una camiseta argentina para intentar barnizarnos de éxito a nosotros.

Qué suerte que se puedan leer reflexiones como las de Cristian Grosso y Ezequiel Fernández Moore en La Nación, que nos invitan a pensar que no todo está perdido. Que ciertas voces enarbolan el sentido común para ayudar a encarrilarnos, para transitemos estas horas agrias con una pizca de dignidad.