La Selección

Paraguay, un rival motivado que ya supo darle dolores de cabeza a la Selección

Nos remontamos al partido de la primera fase y analizamos las virtudes y los defectos del equipo de Ramón.

Por Elías Perugino ·

28 de junio de 2015
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VIÑA DEL MAR, Chile (Enviado especial).- Aquel Paraguay que Argentina casi golea en el primer tiempo de su debut en la Copa, el mismo Paraguay que fue capaz de arrancarle un empate luego de estar dos goles abajo y de soportar que le pelotearan el arco durante los noventa minutos, será el escollo que deberá superar la Selección para instalarse en la final del torneo.

“Argentina es el mejor equipo del mundo, pero le vamos a dar batalla”, dice el eufórico Ramón Díaz, que ya obtuvo el campeonato que vino a jugar a Chile –ganarse la confianza del hincha paraguayo en su primer torneo oficial como seleccionador-, pero sueña con más: llegar a la final para igualar lo hecho por los guaraníes en la Copa América 2011 (paradójicamente, dirigidos por Martino) o dar el zarpazo histórico y levantar el trofeo.

Cambió mucho Ramón de aquel debut a esta clasificación a semifinales. No en la esencia de la propuesta –intensidad para presionar, líneas bien juntas en campo propio, velocidad para salir de contra-, sino en los nombres propios para ejecutar el plan. Con la salvedad de la lesión que marginó a Ortigoza de la competencia, apenas cinco de los diez futbolistas restantes que debutaron contra Argentina también fueron titulares frente a Brasil: la fortísima dupla central integrada por Da Silva y Aguilar, el volante Víctor Cáceres (le encanta a Ramón) y dos delanteros que son jerarquía pura, como Haedo Valdez y Santa Cruz.

¿Qué conclusiones le quedaron a la Selección de aquel partido inaugural? Antes que nada, la ineficacia para definir una victoria que estaba en un puño, rasgo que se mantuvo en sus tres presentaciones posteriores. Y también que Argentina deja de ser Argentina cuando pierde el control de la pelota. En aquel segundo tiempo de La Serena, aceptó entregarse a un palo por palo contra un Paraguay que se jugó la heroica cuando se vio perdido. Y Argentina se llevó al vestuario las heridas del empate después de generar una docena de clarísimas situaciones. ¿Por qué? Porque se mostró muy desbalanceada en los retrocesos. Porque no marcó bien en ataque. Porque fue un equipo largo, con demasiados espacios fértiles para ser explotados por el rival.

Es poco probable que Paraguay salga a presionar a Argentina. No tiene jugadores con características para ejecutar esa partitura. Sería poner la cabeza en la guillotina desde el minuto inicial. Al pillo de Ramón le queda servido un planteo “inteligente” a la medida de los futbolistas que cuenta en la plantilla: combate en campo propio con dos líneas de cuatro bien juntas, pelotazos para encontrar rápido a los dos de arriba con algunos espacios a favor y las tan temidas pelotas paradas, vía por la que alcanzó el empate en la agonía del partido jugado en La Serena.

Con el ánimo fortificado tras mandar a casa a un gigante como Brasil, Paraguay va por otra hazaña. Temperamento le sobra. Lo demostró levantando resultados adversos contra Argentina, Uruguay y Brasil, nada menos. Llegó a la Copa envuelto en un tsunami de críticas tras no clasificar para el Mundial 2014. Intimamente, el plantel se juramentó hacer un gran torneo para limpiar esa imagen ante sus hinchas y la prensa de su país. Cumplieron ese objetivo, pero quieren más. Y de ese fuego sagrado también deberá cuidarse nuestra Selección.

Foto: Alejandro Del Bosco