¡Habla memoria!

Hijos de...

No es fácil cargar con el apellido de padres conocidos y menos en el fútbol. Humbertito Grondona dice que no le reconocen los logros, Gio Simeone lucha por demostrar que no le regalaron nada y el Trencito Valencia quiere armar su propio camino.

Por Redacción EG ·

09 de febrero de 2015
“¿Quién es Humberto Grondona?” se le preguntó al actual entrenador del Sub-20 argentino para que respondiera sobre sí mismo. El interrogante es una marca registrada de los habituales 100X100 de la edición mensual para que el protagonista se defina brevemente. En diciembre de 2008 cuando fue su turno, Humbertito sintetizó: “El hijo de Julio y una persona que trabaja como técnico hace 20 años sin parar, en juveniles y en mayores, que recorrió el mundo y al que le fue muy bien”.

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“El hijo de Julio”, fue la primera parte de su respuesta. No hacen falta el diván ni la consulta psicológica. Ante la revista El Gráfico y sus lectores se reconoció como lo identifican la mayoría de los hinchas del fútbol. Don Julio fue el mandamás de la AFA durante años y sus hijos –Humbertito y Julito, quienes aún conservan apodos en diminutivo- viven a su sombra por su condición de descendientes.

El título del Sudamericano Sub-20 reabrió el debate. La idoneidad de Humberto para ocupar el cargo fue blanco de sospechas durante los últimos meses. Haber sido designado por su padre era un agravante no menor. “Si me llamara Pepito a lo mejor estaría en un circo”, concedió el entrenador cuando se dio cuenta que ya no tenía sentido seguir discutiendo el tema. Después de ganarle a Uruguay infló el pecho y despotricó contra muchos. Más allá de quién posea la razón, los merecimientos o los pergaminos, la medalla del Sudamericano 2015 la podrá guardar en la mesa de luz. En el mismo 100X100 de 2009, cuando era entrenador de Talleres habló del peso del apellido: “A mí me perjudicó. Ganás y dicen que es porque es el equipo de Grondona. Te molesta, porque hay un grupo de jugadores que se mata. (…) Por eso trabajé 10 años afuera, buscando tranquilidad”. A las suspicacias a nivel clubes, el padre le brindó la solución: contrato con la AFA. Pero allí otro tipo de reclamos.

Las historias de críticas a hijos favorecidos por sus padres consagrados no es nueva en el fútbol. Ramón Díaz fue reprochado numerosas veces al incluir en sus equipos a Michael y a Emiliano. Este último encontró su reivindicación como ayudante de campo en la última etapa en River. Adentro del campo de juego no había demostrado demasiado.

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Así como Humbertito y Emiliano fueron acusados de no tener credenciales, otros tratan de desligarse adentro del campo de juego para no ser comparados con su padre. “Soy Giovanni, no Simeone”, se definió el delantero de River. Tiene 19 años y una relación muy buena con su padre, que del otro lado del Atlántico hace magia desde el banco de suplentes. Hablan antes y después de cada partido y el entrenador del Atlético Madrid lo mira siempre. “El esfuerzo y el trabajo tienen recompensa. Disfrutalo”, le escribió en Twitter a su primogénito después de ganar el Sudamericano. El inconsciente futbolero colectivo aún remite al apellido hacia el Cholo como volante batallador o en su versión de entrenador triunfante. A Gio le quedó lo más difícil: la presión de la exigencia por ser igual de exitoso o por demostrar que nadie le regaló nada.

José Valencia, nuevo jugador de Independiente, tuvo que contestar en su primera entrevista sobre las comparaciones con su padre. Adolfo, el “Tren”, figura colombiana que entre otras cosas fue protagonista del 5-0 de la selección cafetera sobre la Argentina, jugaba de lo mismo que su hijo. “Trato de sacarle ventaja al apellido. Cuando hablo con mi padre le pido consejos”, contó el Trencito apenas llegado al Rey de Copas. En su caso, “ser hijo de…” le generará que la vara esté más arriba. Él mismo lo reconoció: “Desde que a los cinco años tomé la decisión de jugar siempre ha sido una carga. (…) Cuando estás mal todos dicen ´no se parece en nada al padre´ y cuando meto un par de goles escucho ´así definía Adolfo, ¿podrá alcanzarlo?´”.

Pero la mochila del apellido no es sólo para quienes provienen del mundo fútbol. Bruno Urribarri, lateral de River con poco rodaje, también tuvo sus historias por ser hijo de Sergio, el gobernador de Entre Ríos. En 2013 cuando era jugador de Colón, admitió: “Siempre dije que me costaba ser Bruno Urribarri y no el hijo de. Es más fácil quitarle méritos al hijo de… que a un chico que llegó por sus propios medios al fútbol”.

Cada caso es diferente y tendrá un desenlace erosionado a las circunstancias particulares. En lo que sí coinciden es en la ruptura del estereotipo romántico de padres transmitiendo la dedicación al fútbol. En ellos, la herencia no es tan feliz. Tal vez, algún día la historia se dé vuelta y quienes le dieron la vida pasen a ser “los padres de…”. Por ahora no hay indicios.