¡Habla memoria!

Los Camboyanos de San Lorenzo

Ya bien entrado el profesionalismo, el Ciclón tuvo un equipo que sobrevivió en condiciones amateurs. Con más actitud que fútbol, Los Camboyanos hicieron historia en la Copa Libertadores de 1988.

Por Redacción EG ·

19 de agosto de 2014
Imagen LOS CAMBOYANOS. Un joven Giunta, Chilavert haciendo sus primeras armas en el fútbol argentino, Luis Malvárez como capitán y Sergio Marchi como símbolo del coraje de aquel grupo. Un equipo entrañable que se ganó el reconocimiento del fútbol argentino.
LOS CAMBOYANOS. Un joven Giunta, Chilavert haciendo sus primeras armas en el fútbol argentino, Luis Malvárez como capitán y Sergio Marchi como símbolo del coraje de aquel grupo. Un equipo entrañable que se ganó el reconocimiento del fútbol argentino.
Los años ochenta no fueron fáciles para los equipos grandes en Argentina. Boca atravesó una extensa crisis que más de una vez lo mantuvo al borde de la quiebra; River empezó mal rumbeado la década hasta que en 1986 conquistó América y el mundo; Racing sufrió el descenso por los fatídicos promedios que eran toda una novedad en el fútbol criollo y apenas Independiente pudo gozar de los últimos éxitos de las generación de Ricardo Bochini. Pero si hubo un equipo que por aquellos años sufrió los peores males imaginables, ese fue San Lorenzo de Almagro.

El primer revés llegó en 1979, cuando el Ciclón perdió su histórico estadio en el barrio de Boedo. Los problemas económicos y financieros de la entidad, aunados al oportunismo del Gobierno de facto de la Ciudad de Buenos Aires, se llevaron por delante el Gasómetro y, con él, la tradición de un recinto multideportivo que albergaba más disciplinas que cualquier otro sitial. A partir de entonces San Lorenzo peregrinó por distintas canchas del fútbol argentino y en el medio sufrió el descenso en 1981. Durante el año siguiente, jugó la mayoría de sus partidos como local en la Primera B en el estadio de River, y convocó más público que cualquier otro conjunto de Primera División. El regreso a la máxima categoría fue rápido y la multitud azulgrana demostró que el club estaba quebrado pero no partido.

Ya de nuevo en Primera, San Lorenzo continuó su caravana itinerante (jugó en las canchas de Ferro, Vélez, Boca, River e incluso Huracán) y empezó a moldear un grupo de luchadores que se sobrepuso a las magras condiciones de entrenamiento, el inclumplimiento de los contratos y la falta de pago. Nunca mejor escogido un apodo, este aguerrido equipo pasó a denominarse Los Camboyanos. El apodo sugrió luego de un increíble triunfo ante Independiente de Avellaneda en el que los jugadores, a minutos del pitazo inicial, no tenían ropa de utilería. “Esto es un desastre. Somos los Camboyanos, estamos solos y no damos nada por perdido”, dijo el uruguayo Luis Malvárez, en su condición de capitán, en la arenga inicial durante el campeonato de 1986.

Imagen EL REPOSO DEL GUERRERO. El corazón embarrado, la camiseta despintada y la admiración de los niños. Así terminaban cada partido Los Camboyanos. Una postal de la época.
EL REPOSO DEL GUERRERO. El corazón embarrado, la camiseta despintada y la admiración de los niños. Así terminaban cada partido Los Camboyanos. Una postal de la época.
“Lo de ese equipo era increíble. Entrenábamos en los bosques de Palermo, a las ocho de la mañana en invierno con un frío terrible y a las tres de la tarde en verano con un calor que rajaba la tierra”, recordó Blas Giunta, otro de los integrantes de Los Camboyanos. El periodo de vigencia de ese grupo incluyó la primera experiencia de José Luis Chilavert en Argentina, la explosión de Walter Perazzo y los comienzos de Flavio Zandoná, el temperamental volante que luego se convertiría en una gloria de Vélez. Lo curioso del caso es que todos ellos eran dirigidos técnicamente por Rubén Cousillas, que era nada más ni nada menos que el arquero suplente y que fue designado como entrenador cuando Juan Carlos Carotti decidió dar un paso al costado y en el club no había dinero para costear el contrato de un director técnico.

Las condiciones de supervivencia de ese equipo, que se inició a finales de 1986 y se mantuvo vigente hasta bien entrado 1989, se popularizaron y el público neutral empezó a apoyarlo. Con el tiempo, al grupo inicial se sumaron Víctor Hugo Ferreyra, Alfredo Rifourcat, Fernando Moner y Norberto Ortega Sánchez. Todos ellos fueron seducidos por la verborragia del Bambino Veira, que luego de abandonar River se sumó al proyecto alentado por Malvárez, Darío Siviski y Osvaldo Coloccini, el padre de Fabricio.

Tras la venta de Chilavert al Zaragoza español, Esteban Pogany se adueñó del arco durante la Liguilla Pre Libertadores de 1988 en la que superaron en la final a Racing y se alzaron con la posibilidad de disputar la Copa de ese mismo año. Seguido de una muy buena temporada en la que se quedaron a las puertas de la consagración en el torneo doméstico, Los Camboyanos tuvieron la posibilidad de mostrarse en América. Allí libraron batallas de riesgo (derrotaron a Barcelona de Guayaquil, Guaraní de San Pablo y Peñarol de Montevideo) hasta que las lesiones mermaron el rendimiento del equipo y, sin sus principales figuras, fueron derrotados en semifinales por el Newell’s de José Yudica que sería subcampeón tras perder la final contra Nacional de Uruguay. Ese San Lorenzo haría la mejor campaña de la institución en la Copa Libertadores hasta el título continental de 2014.

Tal cual tituló la revista El Gráfico en ese momento, la situación de esos futbolistas fue reconocida como “El triunfo de la dignidad”. Demostraron ser un grupo de hombres dispuestos a todo por el amor al fútbol y principalmente a la institución y lograron lo que muy pocos pudieron, ya que a pesar de no salir campeones se ganaron el reconocimiento y el respeto de todos por el coraje y la valentía que manifestaron al seguir luchando a pesar de lo esquiva que les era la suerte por aquellos años.

Por Matías Rodríguez