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Maxi Rolón, tras la huella de Messi

Ya es un acto reflejo y casi desesperado: buscarle sucesor al mejor del mundo. Pero en este caso hay argumentos sólidos: Maxi Rolón es rosarino, se formó en la filial del Barcelona de nuestro país y hoy es el único argentino de la Masía, la fábrica de cracks catalanes. Y más: vive solo con su padre y extraña como loco a la familia.

Por Redacción EG ·

28 de febrero de 2012
Nota publicada en la edición febrero 2012 de la Revista El Gráfico

Imagen HACE jueguito ante la lente de El Gráfico en el potrero, como lo hizo Messi en 2003 en su primera nota para un medio argentino.
HACE jueguito ante la lente de El Gráfico en el potrero, como lo hizo Messi en 2003 en su primera nota para un medio argentino.
Diez años después, la historia está en marcha, otra vez. Los pasos se repiten, como en un déjà vu. O como en un flashback de película. Diez años después, otro rosarino habita La Masía, esa escuela de futuros cracks del Barcelona que los años convirtieron en leyenda. Esa casa en la que todo el día revolotean los duendes de Pep Guardiola, de Xavi, de Iniesta, antiguos moradores del lugar. Diez años después de que allí llegara el rosarino más ilustre de hoy. Diez años después de Messi.

El continuador de la saga se llama Maximiliano Rolón. Es, hoy, el único argentino que nutre las juveniles del Barça. Pero no lo puso allí una prueba conseguida al azar, ni mucho menos el salvavidas para financiar un tratamiento que le permita crecer. No son esos los puntos de contacto con el mejor del mundo; sí, en cambio, el origen en un barrio humilde de Rosario. También, las primeras noches de llanto en Catalunya. Y la separación de la familia: en Rosario viven todavía su mamá y sus cuatro hermanos; en Barcelona, a Maxi lo acompaña su papá, Félix.

Su desembarco en la cantera más prolífica del fútbol moderno fue gradual. Es que el caso Rolón puede ser, si el desarrollo de su historia sigue como viene, el primer fruto de un plan ambicioso: llegó desde el Fútbol Club Barcelona Juniors Luján, la filial argentina que funciona oficialmente desde 2007 en La Candela. “Estuvo desde el inicio del proyecto con nosotros”, apunta Jorge Coqui Raffo, director del centro de entrenamiento, hoy encargado general del fútbol juvenil de Boca Juniors. Y no era el único Rolón en el antiguo predio de Boca: con él había llegado su inseparable hermano Leonardo. “Era una novedad para nosotros tener gemelos. Siempre fueron muy unidos, de muy buen corazón los dos. Muy traviesos también. Eso sí, había que estarles atrás con el estudio”, recuerda Raffo.

Lógico: en la réplica argentina de La Masía, todo funciona igual. A la mañana los chicos van al colegio, vuelven a almorzar, después viene el entrenamiento de la tarde, sigue un tiempo de estudio, la cena y a dormir. Y vuelta a empezar. Pero todo esfuerzo valía con tal de cumplir el sueño. “A los 3 años los llevamos a jugar al club Oroño de Rosario, y los dos lloraban si un día no los dejábamos ir”, cuenta Norma, la mamá.

Eran trece las pelotas que andaban de acá para allá en la casa familiar del barrio Central Oeste, consecuencia normal en una familia compuesta por cuatro hermanos varones y solo una mujer. Como Maxi y Leo, Norma también debió acostumbrarse a la distancia: cuando los chicos cumplieron 11 años se mudaron a La Candela. Y vinieron los primeros tiempos de llantos mutuos. “Pero Maxi -precisa Raffo- no era de los que más lloraban. Más bien, se angustiaba con los que extrañaban. Y eso que cuando entraron eran los más chiquitos”.

Imagen MAXI, en Rosario, su ciudad natal. Vino a pasar las fiestas y volvió a Barcelona. A los 17 años es una de las grandes promesas del club.
MAXI, en Rosario, su ciudad natal. Vino a pasar las fiestas y volvió a Barcelona. A los 17 años es una de las grandes promesas del club.

VUELA, VUELA



Barcelona apostó a la Argentina como el primer lugar donde formar jugadores sin quitarlos de su lugar de origen. Con esa idea nació la escuela que funciona con el agregado del nombre del club Luján; evitar el brusco cambio que vivió Leo Messi, por citar un caso paradigmático. Claro que no todos los que pasan por allí terminarán en el Camp Nou. De hecho, cuando los chicos llegan a los 16 años pasan a otros clubes argentinos, después de haber recibido formación futbolística y educación escolar y general: los pilares, está a la vista, no pasan solo por pegarle bien a la pelota y aprender a hacer un rondo -un ejercicio de pases en triangulación que Xavi y compañía repiten en la cara de los rivales más temibles–. Eso sí, Barcelona se guarda un porcentaje de los derechos económicos de esos chicos, un modo de recuperar parte de la inversión que realiza: se estima que La Masía argentina le cuesta al Barça un millón de euros anuales.

Maxi Rolón puede ser quien primero multiplique esa inversión, si llega a triunfar en el estadio que idolatra a Messi. Hoy queda lejos en el recuerdo su primer viaje en avión, en 2009, cuando voló junto a otros nueve chicos para medir fuerzas con los canteranos de La Masía original. En el grupo también estaba Leonardo, su gemelo. El resultado sorprendió a los catalanes: los argentinos no tenían mucho que envidiarles. La segunda vez, también con Leo de compañero, la exigencia empezó a subir: “Los pusieron contra los más rápidos y fuertes, unos chicos africanos, y ellos igual les ganaron”, se enorgullece Raffo, un ejemplo del formador que mezcla aptitudes profesionales y humanidad, un rasgo que a veces los cazatalentos suelen olvidar. Ese día, Maxi marcó los tres goles de su equipo.

Con las dos pruebas superadas, faltaba una confirmación que oficializara la mudanza. “Una mañana, antes de la Navidad de 2009, sonó el teléfono en casa, estábamos todos durmiendo. Atendió mi marido: era para decirnos que Maxi había sido elegido para jugar en el Barcelona”, se emociona Norma. “Mi papá nos despertó, y yo dije: ‘¿Para qué me levanta a esta hora?’. Era para darnos la noticia a todos juntos”, interviene Maxi, una voz todavía infantil y superrespetuosa, desde La Masía nueva, inaugurada este año. “Nos pusimos todos a llorar de la emoción. Y era una sensación extraña, porque si bien habían elegido a Maxi, Leo tenía que quedarse. Pero ellos se abrazaron y dijeron: ‘Vamos a tirar juntos’”, sigue Norma, con las palabras entrecortadas por la evocación.

Maxi hizo el viaje definitivo con Raffo. “Lo preparamos mucho, en todo sentido”, revive el entrenador. Lo más difícil iba a ser la separación de Leo, acostumbrados como estaban a compartir cada minuto de sus vidas. “Al principio me quería volver a casa, extrañaba”, apunta Maxi, con lógica adolescente. “Es que su familia es muy unida. Pero él tiene un gran carácter, y muchísima personalidad”, perfila Raffo al minicrack. La unión entre Maxi y Leo, cree la mamá, todavía se refleja en cuestiones que aparentemente no guardan relación: “El 28 de octubre de 2010 me llamaron de Barcelona para decirme que estaban llevando a operar a Maxi de apendicitis, de urgencia; exactamente un año después, pasó lo mismo con Leo, acá”. Nadie puede saber si volverán a compartir una cancha, pero podría suceder: Leo, un delantero picante, juega hoy en las juveniles de Vélez, cedido por el Barcelona argentino.

@c1@Juega como extremo, una posición en la que Messi apareció en primera.@cc1@@c2@Actualmente participa en la categoría Juvenil B de España.@cc2@@c3@Durante el año 2010, Maximiliano Brian Rolón marcó más de 25 goles.@cc3@

Imagen EL CHICO argentino que deslumbra a todos en las inferiores del Barcelona.
EL CHICO argentino que deslumbra a todos en las inferiores del Barcelona.

MUNDO BARÇA



Con 17 años recién cumplidos, Maxi lleva ya dos temporadas en el Barça legítimo. Su experiencia en Luján le ahorró pasos formales de adaptación; ya sabía de qué se trataba levantarse todos los días a las 6.30 para ir al colegio, regresar para el almuerzo y practicar a la tarde. También conoce de sobra el valor de la disciplina interna. Lo que cambiaron fueron las caras: su compañero de habitación es Alejandro Costantino, un chico de Cádiz; en lugar de Raffo, el entrenador se llama Xavier García Pimienta, un exjugador del club que compartió formación con el célebre Iván de la Peña.

Como juvenil que es, Maxi necesitaba un tutor que se hiciera cargo de él para poder vivir en Barcelona. Ese lugar lo ocupó Albert Benaiges. Hay aquí otra comparación inevitable con la trayectoria de Messi: Benaiges entrenó a Leo en sus primeros años en el club. “A veces me habla de él, me cuenta anécdotas”, se le ilumina la voz al chico. Y lo que tanto esperaba, ya sucedió también: su foto con Messi. Allí se nota que se parecen en altura. “No hablamos casi nada, yo no lo podía creer, estaba con el mejor del mundo”, sube el tono. Quedaron en verse otro día, “para charlar un poco”.

El admirador de David Villa –usa la camiseta 7, como el Guaje– ya viajó a Ucrania para jugar un torneo. Fue su primera parada fuera de Catalunya, un modo habitual de los juveniles de hacer experiencia. “Les ganamos la semifinal al Ajax y la final al Shakhtar Donetsk, el local”, repasa. Vivió, también, el histórico momento de la transición entre la vieja Masía y la actual, más moderna. Aquella casa de piedra, punto turístico próximo al Camp Nou, se quedó vacía de sonidos y llena de historias. Maxi es uno de los que protagoniza los nuevos tiempos en un edificio más acorde con la dinámica de hoy. “Los chicos gritan bastante, sí, pero el ambiente es tranquilo”, dice con una sonrisa.

Fuera del lugar, puede visitar a su papá cada vez que quiera. Es que Benaiges se fue de la ciudad a trabajar como formador a Dubai, y eso creó un problema; Maxi, todavía menor de edad, debía tener alguien que se hiciera responable de él. La solución fue que Félix Rolón viajara a Barcelona a instalarse. Como pasó con los Messi, son tiempos de una separación forzada en la familia. El club, claro, movió los hilos para encontrar la solución. De otro modo, hubiera pasado lo que dictan las leyes inmigratorias: que Maxi tuviera que volverse a casa.

Y para eso, se ilusiona el pibe de cresta símil Kun Agüero, falta mucho. Antes tiene que continuar el camino de Messi. Uno en el que la próxima escala es debutar en el Camp Nou.

Por Andrés Eliceche / Fotos: Héctor Río y familia Rolón