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La muerte de Ángelo Dundee

Se fue con Ángelo Dundee, toda una época, en la que bastaba con la palabra y en la que los técnicos eran protagonistas en el rincón o el gimnasio, no en los medios.

Por Carlos Irusta ·

02 de febrero de 2012
Ángelo Dundee, a quien alguna vez entrevistamos largamente para El Gráfico, ha muerto a los 90 años en Florida. Dirigió a quince campeones mundiales y junto a su hermano, el promotor Chris, fue uno de los hacedores de Miami como gran plaza del boxeo, sobre todo en los 50, cuando aparecieron los primeros cubanos disidentes del gobierno de Fidel Castro.

Uno de sus primeros grandes boxeadores –y campeón mundial- fue Willie Pastrano. “Pastrano andaba todo el día con un cartoncito de leche. Un día le pregunté por qué tanta leche y me dijo que le tonificaba los huesos. Entonces un día le pedí probar un sorbo. ¡Era casi todo whisky! Pastrano me dijo que no, que era apenas una gota para cambiarle el sabor”. Y lo contaba, como siempre, con una cómplice sonrisa.

Hijo de italianos, su verdadero apellido era Mirena y su familia desembarcó en Nueva York para pasar luego a Filadelfia. Cuando ingresó al Ejército, durante la Segunda Guerra, un alto oficial le pidió que, como era italiano, podía infiltrarse para pasar información al ejército norteamericano. “Yo soy fiel a los Estados Unidos, pero eso no significa que pueda traicionar a mi patria, señor”, fue la respuesta.

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Dundee pasará a la historia por haber sido el técnico de dos de los más grandes boxeadores modernos. Uno, efectivamente, El Más Grande: Muhammad Alí. El otro, Ray Leonard. Fue Dundee un motor principal en la carrera de Alí; él, y el doctor Ferdie Pacheco, fueron los únicos blancos del entorno Alí y se mantuvieron prácticamente hasta el final. El doctor Pacheco renunció a atender a Muhammad luego de su victoria ante Leon Spinks (1978) porque, como médico, no podía ser cómplice del deterioro del boxeador. “Yo, en cambio, estaré junto a él igual, para protegerlo”, dijo Ángelo.

Dundee, el mismo que lo hizo poner de pie a Alí frente a Joe Frazier en Manila, hizo detener la pelea –desigual y absurda pelea- en la que Larry Holmes estaba destrozando a lo que quedaba de Alí: “Soy el jefe del rincón y esta pelea no va más”, dijo a los gritos.

Dundee fue el mismo que le dio el empujón final a Ray Leonard en la pelea que este iba perdiendo por puntos con Thomas Hearns en el Caesars Palace. Ray tenía el ojo semicerrado por el pulgar de Tommy. “Se te va la pelea de las manos, hay que ponerlo nocaut!”, gritó Ángelo. Y Leonard ganó...

Se ha ido un grande de verdad, protagonista de una de las notas más hermosas que me tocó escribir en todos mis años en El Gráfico. Un maestro, un técnico de bajo perfil, por más famoso que fuera, que, cuando un pupilo perdía, el decía “Perdimos” y, cuando ganaba, decía: “Ganó”.

Se ha ido Ángelo Dundee. Como decía el título de aquella nota, se ha ido, sin dudas, UNA BIBLIA DEL BOXEO.