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Locos por el gol

El momento más emotivo del fútbol ha generado sorprendentes festejos: piruetas, mensajes debajo de las camisetas, máscaras, abrazos al árbitro y hasta un equipo que celebró yéndose de la cancha.

Por Redacción EG ·

23 de diciembre de 2010
Nota publicada en la edición diciembre 2010 de la revista El Gráfico

Imagen EL ECUATORIANO Iván Kaviedes se disfrazó de Spider-Man durante el Mundial 2006 para homenajear al fallecido Otilino Tenorio, que festejaba de ese modo.
EL ECUATORIANO Iván Kaviedes se disfrazó de Spider-Man durante el Mundial 2006 para homenajear al fallecido Otilino Tenorio, que festejaba de ese modo.
“LOS ACTOS extravagantes de júbilo no deben ser sentenciados como corrupción de nuestro deporte. ¿No son justamente la alegría ante el gol obtenido, el júbilo incontenible por la victoria, la emoción exuberante los que aportan la mayor parte del éxito mundial del fútbol? La alegría del goleador es uno de los aspectos más naturales del deporte, un clímax emocional que el futbolista puede gozar sólo si lo puede compartir con los espectadores. Las emociones positivas como júbilo espontáneo no deben ser deslustradas con un acto de punición. Sancionar el entusiasmo con tarjetas amarillas no corresponde al espíritu de nuestro juego”. Si se le pregunta al lector quién ha sido el autor de estas declaraciones, será muy difícil que acierte la respuesta. Estos conceptos corresponden al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y fueron publicados en la revista FIFA Magazine de diciembre de 1984, cuando el suizo ocupaba la secretaría general de la entidad. Más de 25 años después, es la FIFA la que pone límites a esos mismos “actos extravagantes” ponderados por Blatter.

El reglamento permite al goleador compartir la alegría con sus compañeros, pero nada de saltar carteles de publicidad, abrazarse con espectadores-fotógrafos-policías, desvestirse ni desplegar originales coreografías, so riesgo de ser amonestado o expulsado. Así le ocurrió en diciembre de 1995 a Carlos Román, de la selección de Villarrica, en el departamento paraguayo de Guairá: el pibe no encontró mejor forma para festejar su gol que bajarse los pantalones hasta las rodillas. "No sé qué me pasó. Eludí al arquero, entré al arco con la pelota en mis pies y me emocioné", intentó explicar el desenfadado delantero, expulsado inmediatamente. Otro que dejó a su equipo con uno menos fue Germán Cáceres. El 13 de noviembre de 1997, Pirulo, de penal, desequilibró el empate a dos entre San Martín de Tucumán y Godoy Cruz, animadores de la B Nacional durante esa temporada. Eufórico, el atacante albirrojo corrió hacia un costado de la cancha y se puso a leer un diario mientras un auxiliar del conjunto tucumano le “lustraba” el botín derecho. El árbitro Miguel Jiménez consideró desmedida la ceremonia y le mostró la amarilla a Cáceres. Como ya estaba amonestado, el acrílico se volvió rojo.

También en 1997, pero en noviembre, Santiago Solari dio una muestra de cómo enloquecer reglamentariamente: a cuatro minutos del final, hizo el gol que le permitió a River derrotar 1-0 a San Lorenzo y encaminarse al tricampeonato. El Indiecito descargó la adrenalina con una vertical perfecta, de esas que luego perfeccionarían los futbolistas africanos. Pero no siempre es posible festejar sin sanciones.

En 1998, los jugadores de Talleres de Remedios de Escalada recurrían cada sábado a innovadoras galas para celebrar los tantos. El delantero Sergio Bonassiolle era uno de los promotores del show: de sus medias salió todo tipo de cotillón, como anteojos de goma y hasta cartas españolas para jugar al truco con sus compañeros. La máxima producción la cristalizaron con los cartelitos de los cambios: en sus reversos escribieron letras para formar la frase “qué golazo” después de una conquista. El ingenio fue avanzando proporcionalmente con la cantidad de amarillas que se cargaban los artilleros del equipo, hasta que una tarde el árbitro les advirtió que si se les iba la mano con la alegría amonestaría tanto al goleador como a quienes se sumaran a la fiesta. ¡Justo ese día habían escondido al costado de la cancha once enormes sombreros de copa con los colores rojo y blanco!

En abril de 2000, un futbolista iraní fue suspendido “de por vida” por una corte de ese país islámico tras bajarse los pantalones y dar una “vuelta olímpica en calzoncillos”, al gritar su gol. Mohsen Rassuli, joven atacante del Saypa de Teherán, marcó en el minuto 119 el tanto que le dio la victoria a su equipo en las semifinales de la Copa de Irán frente al Pas. La exagerada muestra de exaltación no solo fue vista por la multitud que colmaba el estadio: el match era transmitido en directo por la televisión estatal. El caso de Rassuli fue considerado de tal gravedad que fue trasladado directamente a la justicia nacional, antes de ser evaluado por el Comité Disciplinario de la Federación Iraní. A la dura pena se le añadió una multa equivalente a 33 mil dólares.

El 15 de junio de 2006, en Hamburgo, Ecuador derrotaba 2-0 a Costa Rica y clasificaba para los octavos de final del Mundial de Alemania. En la última jugada, Edison Méndez envió un centro e Iván Kaviedes empalmó la pelota y la clavó junto al palo derecho. El goleador sacó de su pantaloncito una máscara amarilla similar a la utilizada por el Hombre Araña y se la colocó en la cabeza. Cuando se le preguntó al director de Comunicación de la FIFA, Markus Siegler, si podía ser sancionado, contestó: "Se prohíbe quitarse la camiseta, pero no se hace mención a las máscaras. Por lo tanto, no está prohibido. Fue un hecho aislado y divertido. Además no debemos ser mezquinos: el jugador explicó el motivo". La fundamentación fue emotiva: Kaviedes rindió homenaje a Otilino Tenorio, ex compañero suyo de la selección y Emelec que había fallecido meses antes en un accidente de tránsito. Tenorio era conocido como "el enmascarado", por celebrar sus conquistas con la careta del Hombre Araña.

Un año después, el español Luis Medina Cantalejo no midió una situación parecida con la misma vara. El 2 de septiembre de 2007 arbitraba Villarreal-Real Madrid y amonestó al defensor merengue Sergio Ramos por levantarse la camiseta y mostrar una leyenda en la remera que llevaba debajo, en memoria del lateral del Sevilla, Antonio Puerta, fallecido una semana antes. "Puerta, hermano, no te olvidaremos", decía el mensaje que mostró para homenajear a su amigo de la infancia. Sin embargo, como la FIFA pide que se sancione a quienes inciten a la violencia o alteren el desarrollo del juego, la Federación Española dejó sin efecto la amarilla.

En noviembre de 2008, David Norris, de Ipswich Town, conmemoró su tanto ante Blackpool juntando sus manos como si estuvieran esposadas. El gesto fue dedicado a su ex compañero Luke McCormick, quien cumplía una condena de siete años de prisión por haber atropellado y matado a dos hermanitos de 10 y 8 años mientras conducía borracho. Amanda Peak, madre de los niños, afirmó que “esa celebración fue una falta de respeto para mi esposo y mis hijos”. La Federación Inglesa exigió una disculpa, que Norris brindó colorado de vergüenza.

¿CON QUIEN ME ABRAZO?
En enero de 1989, el campeón venezolano Marítimo igualaba 1-1 con Arroceros, el conjunto más modesto de la primera división, cuando el brasileño Edilberto consiguió el tanto del triunfo para Marítimo. Tan contento estaba, que se abrazó con el primero que se le cruzó: quien recibió el apretón fue el árbitro Antonio López quien, cuando se recuperó de la sorpresa, no dudó en expulsar al desubicado goleador.

Por los cuartos de final del Mundial de Chile 1962, el local igualaba 1-1 con la Unión Soviética. A los 29 minutos del primer tiempo, el volante Eladio Rojas sacó un potente remate desde treinta metros que se clavó en la meta soviética. Enseguida, Rojas corrió los mismos treinta metros y abrazó al arquero rival. Al finalizar la histórica victoria de Chile por 2-1, los periodistas interrogaron a Rojas, quien explicó que se había emocionado por haber doblegado a su ídolo, Lev Yashin.

En septiembre de 1996, de nuevo en Chile, causó conmoción el vehemente festejo que el arquero Leonardo Canales y el defensor Carlos Soto realizaron cuando Héctor Cabello consiguió el gol del triunfo para Coquimbo. Especialmente porque integraban la formación de Provincial Osorno, el equipo que recibió el gol. Los dos jugadores fueron separados del plantel y sometidos a una investigación. Buscados vivos o muertos por los furiosos hinchas de Osorno, Canales y Soto escaparon de la ciudad entre gallos y medianoche. Antes de fugarse se justificaron por su inusitada reacción: una férrea amistad con Cabello nacida cuando los tres compartieron otros equipos.

Imagen EL EMOTIVO mensaje de Sergio Ramos a Puerta le costó la amarilla.
EL EMOTIVO mensaje de Sergio Ramos a Puerta le costó la amarilla.
Algunas veces los festejos desmedidos no son sancionados por los réferis, es otro su castigo. El 17 de abril de 2004, el arquero de Bayer Leverkusen, Hans-Jörg Butt, anotó un gol de penal y celebró hasta con el aguatero. Sólo se olvidó de abrazar al delantero del Schalke, Mike Hanke, que aprovechando que Butt no estaba en su lugar, clavó un pelotazo de cincuenta metros en la valla vacía.

Una historia parecida tuvo lugar en la cancha de El Porvenir el 6 de abril de 1999: el equipo local se imponía 1-0 a All Boys, que jugaba con juveniles (los profesionales no se habían presentado por falta de pago). Los pibes del Albo empataron a los 19’ del segundo tiempo mediante un cabezazo de Facundo Diz. La algarabía culminó con todos los muchachos de Floresta, incluido el arquero Mariano Parlagrecco, colgados del alambrado junto a su gente. Antes de que retornaran a sus posiciones, Rubén Forestello tocó para José Luis Sánchez y Garrafa -el talentoso volante fallecido en enero de 2006- sacó un certero pelotazo de 50 metros que se clavó en la vacía valla visitante. El Porvenir se impuso 3-1 esa tarde; alto costo para la inexperiencia de los chicos de All Boys.

Situaciones como las que vivió Michele Falce podrían hacer recapacitar a los efusivos goleadores. Falce marcó para el Sagnino, en un campeonato amateur italiano, y se trepó al alambrado. Al saltar de regreso al campo, su alianza matrimonial se enganchó en un hierro y le seccionó el dedo. Mientras era trasladado al hospital, sus compañeros encontraron el trozo de falange y lo llevaron de inmediato al centro asistencial, donde fue reimplantado con éxito.

El superclásico que se disputó el 12 de marzo de 1972 en cancha de River, por la primera ronda del Metropolitano, fue ardiente. Los goles visitantes llegaron uno tras otro de los pies de Ramón Ponce y Hugo Curioni, y con cada uno de ellos, festejos interminables condimentados por burlas hacia los rivales e hinchas locales. El árbitro Juan Carlos Rodríguez llamó al capitán xeneize, Silvio Marzolini, y le advirtió que no toleraría otra celebración desmesurada. Boca marcó el cuarto y Marzolini poco pudo hacer para evitar que sus compañeros dieran, otra vez, rienda suelta al alborozo. El árbitro, hastiado de tanto carnaval, expulsó al pobre capitán, que tuvo que pagar por la locura de sus camaradas.

Hace unos años se popularizó entre los futbolistas de todo el mundo un festejo muy vistoso: levantar la camiseta del club para exhibir otra debajo con alguna foto, dibujo o leyenda. En diciembre de 1999, con la veda vigente, Gabriel Batistuta dedicó el gol del triunfo de Fiorentina contra Milan a un chico israelí de 9 años que padecía una enfermedad renal, mediante una frase escrita en hebreo e inglés. El gesto le valió al cañonero argentino el agradecimiento del Ministerio de Cultura de Israel, pero su caso quedó a estudio de la Comisión Disciplinaria de la liga italiana. Gracias a la intervención de la cancillería peninsular, Bati no fue sancionado.

En junio de 1904 arribó por primera vez a Buenos Aires un equipo profesional inglés para disputar una serie de amistosos. Southampton arrancó su visita con todo: venció 3-0 a Alumni, el mejor equipo de ese momento, y luego le propinó un aplastante 10-0 a un combinado de residentes británicos. En su tercera presentación, ante Belgrano, la historia se repetía: el primer tiempo se iba con el marcador 3-0. Minutos antes del pitazo final, el delantero local Arturo Forrester consiguió con un poderoso pelotazo lo que parecía imposible: doblegar la valla inglesa. La alegría fue descomunal, al punto que Forrester fue llevado en andas hasta el bar del club, donde jugadores e hinchas brindaron varias veces por la notable hazaña. Los futbolistas visitantes no lo podían creer. Tras las copas, el árbitro ordenó el inicio del segundo tiempo. Ablandados por el alcohol, los muchachos de Belgrano cayeron 6 a 1.

Más cerca del presente, el Genoa luchaba por el ascenso a la Serie A italiana y frente al Atalanta había que ganar o ganar. El choque se evaporaba igualado en un tanto, hasta que Davide Nicola definió con maestría ante el arquero. El goleador extendió su alocada carrera hasta un costado del campo, donde estaba sentado un grupo de policías, y se arrojó sobre una rubia y bella agente del orden, a quien besó apasionadamente. Era -reconoció luego el futbolista- una amiga que había “caído en su red”. Nicola no fue amonestado, pero quien sí vio la  roja fue la chica: su esposo, que miraba el partido por televisión, la llamó de inmediato al celular y la expulsó del terreno conyugal. Por lo visto, no se había enterado de las recomendaciones de Blatter.

Por Luciano Wernicke / Foto: Alejandro Del Bosco