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Gio Moreno "El fútbol es como una religión en Argentina"

Giovanni Moreno pensó en dejar la actividad, pero escuchó los consejos de su madre y continuó. La joya colombiana y su sueño en el fútbol

Por Redacción EG ·

06 de octubre de 2010
Nota publicada en la edición septiembre 2010 de la revista El Gráfico.

Imagen DE MEDELLIN a Avellaneda, con las valijas repletas de fútbol. Gio desanda el camino hacia el corazón de los hinchas con un estilo diferente.
DE MEDELLIN a Avellaneda, con las valijas repletas de fútbol. Gio desanda el camino hacia el corazón de los hinchas con un estilo diferente.
Algo Personal
NOMBRE COMPLETO: Giovanni Andrés Moreno. 
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO: 1/7/1986, Segovia, Antioquia, Colombia. 
EDAD: 24 años.
PESO: 80 kilos.
ALTURA: 1,90 metros.
TRAYECTORIA: Florida Soccer (2005), Envigado (2006-2008), Nacional de Medellín (2008-2010) y Racing (2010).
TITULOS: Campeón de la Primera B 2007, con Envigado.

SI ONCE CONTRA once establece diferencias, ni se imaginan cómo asombra en un fútbol reducido, a dos toques, de tres frente a tres. El último tramo de un entrenamiento de Racing regaló la ofrenda. Mató a la pelota con la suela como primer recurso, patrimonio básico de aquellos diferentes. Luego de pisarla, jugó con clase. De golpe, apurado ante dos oponentes, de espaldas y contra la raya, rompió los protocolos: durmió a la bola sobre el empeine de su botín zurdo, la deslizó hacia adentro como si fuera una muñeca y la taqueó de manera suave para pasarla limpia. Pablo Lugüercio y Gabriel Hauche, compañeros de equipo en el ejercicio, lo felicitaron al terminar el trabajo técnico. Sin demorar demasiado, el Payaso quiso emular la maniobra, pero no le salió. El Demonio ni siquiera lo intentó. Giovanni Moreno, que con su elegancia encandiló a la Academia, sonrió. “Me nace pararla con la suela, como otros jugadores la reciben con la parte interna o externa. Los lujos son recursos. Me salen de manera espontánea. Son momentos en los que la mente resuelve así. No quiero cargar a nadie. Mi padre me decía desde pequeño que disfrutara cada vez que saliera a una cancha. A veces, no me veía así en algún partido y parecía que sufría. Entonces, quiero divertirme cuando juego, con la responsabilidad lógica que genera el encuentro”, se presenta en sociedad el colombiano, de Segovia, municipio que pertenece al departamento de Antioquia.

Sus 190 centímetros no le impiden desplegar su repertorio variado en chiches productivos. Si bien su porte no es el habitual para un organizador, sus pinceladas impresionan. “Me considero un jugador técnico, y no porque sea distinto a los demás. Un futbolista de mi estatura es pivot en general. Mi virtud es resolver jugadas en momentos difíciles. Me gustar estar en contacto con la pelota. Si no la tengo, me desespero. Por eso, recibiré más patadas que otros. La parte física es lo que uno debe mejorar aún más”, señala, con el Cilindro vacío como escenografía.

Si el hincha de Racing imagina que Gio tapará el hueco de nostalgia que dejaron Rubén Paz y Rubén Capria, se equivoca. El colombiano aportará su magia, pero su impronta no es la misma que la de los emblemas académicos mencionados. “Ser enganche, nueve retrasado o diez adelantado viene a ser la misma cosa –anticipa con un tono inconfundible–. Tengo que generar juego en la mitad de la cancha y pisar el área como un punta. Arrancar de atrás facilita mucho, en especial para empezar a jugar. Siempre me enseñaron a descargar para buscar el área, porque ahí hay más posibilidades de gol. Si hacés el pase y te quedás parado, ya no participás. Me gusta asistir, pero nunca me olvido del arco. Mi posición es adelante, sea de creador o de mediapunta”. 

-¿Es difícil jugar simple?
-No, es lo más bonito del fútbol. Mientras más simple, mucho mejor. Nosotros, los jugadores, somos los que hacemos difícil el fútbol porque queremos realizar otras cosas. Y no es por los lujos. De pronto, el estilo del jugador es así. Entonces, si sos un jugador diferente, o si sos uno que hace una pausa, o si sos rápido, cambiás lo que es la simpleza.

SU CONTRATACION revolucionó los medios deportivos durante un lapso del receso invernal. Racing ya no era noticia por sus problemas con el promedio del descenso, sino por la incorporación de un colombiano que pretende domar a las fieras a pura habilidad y gambeta. El compilado de sus acciones, formador de conocimiento al tiempo de descubrir lo desconocido, surtió efecto. La prensa afinó las plumas y agitó la verba. Se transformó de la noche a la mañana en la joya de la mitad de Avellaneda sin haberse probado la camiseta albiceleste de manera oficial. “Me sorprendió la repercusión mediática. El fútbol acá se siente mucho. Es la primera información, todos están pendientes. En mi país, el fútbol es noticia el día de la competencia. En la Argentina, se sigue al jugador durante la semana completa -se embala-. No me puse nervioso; estuve tranquilo. La presión siempre existirá para aquellos que estén rodeados del fútbol. Pero si escogimos esto como profesión, debemos soportarlo”.
 
Más allá de salir a escena en el cuadrangular de invierno, observó de afuera el inicio de la Academia en el Apertura 2010. Su transfer no había llegado. Sin embargo, el marco lo entusiasmó. El calor de la Guardia Imperial en las tribunas lo deslumbró en el triunfo ante All Boys. “Me impactó la hinchada. El fútbol es como una religión en la Argentina, se vive con pasión. Andrés Orozco y Gastón Pezzuti, ex compañeros míos en Nacional de Medellín, que jugaron en Racing, me habían contado que este es un club con mucha gente, que apoya siempre. No creo que los hinchas estén locos, sino que sienten al equipo”, explica.

Imagen SU GRAN dominio de la pelota lo convirtió en uno de los mejores jugadores de Racing en el clásico frente a San Lorenzo.
SU GRAN dominio de la pelota lo convirtió en uno de los mejores jugadores de Racing en el clásico frente a San Lorenzo.
La noche anterior a su estreno en el torneo local compartió habitación con Hauche en la concentración. El extranjero le preguntó al argentino sobre lugares y comidas, entre otras cuestiones. Su figura no descolló en la Bombonera, pero se sacó de encima los temores de su primera vez. La miel de la victoria no lo empalagó. “Ganar en ese estadio no es fácil, y pocos lo consiguen. Pensaba en el rendimiento del equipo, y no en cómo me iban a calificar. Nadie se quiere perder un partido así porque es un clásico en un escenario mítico, del que no solo se habla en la Argentina, sino también en otros lugares del mundo. Ser parte de un encuentro así es una motivación. Lo principal es el ambiente. Es una cancha en la que el público se te viene encima. Ese clima no me agranda, es un plus. Dan más ganas de jugar, pues a todos nos gusta jugar en un estadio repleto. Jugar un partido sin público es lo más aburrido del mundo”, admite.

-¿Qué diferencias existen respecto al fútbol colombiano?
-Es más fuerte, hay menos espacios y se corre más. Los árbitros, en cambio, no pitan mucho. En Colombia, se cobra todo. Aquí hay jugadas que no son falta, cuando allá, en mi país, sí lo son.

-¿Quiénes son tus socios en el juego?
-Todos. Un jugador solo no gana partidos, sí puede ayudar al equipo. Entonces, hay que ser socio de todos.

-¿Cómo establecerán diferencias?
-Nosotros somos un equipo que buscará tratar bien a la pelota. Si lo hacemos, la explotaremos de cualquier forma, sea por las bandas o por el centro. La idea es generar fútbol.

-¿Sos la manija de Racing?
-No. Me considero un jugador más, que viene a aportar su granito de arena.

-¿Qué te pide Russo?
-Como acá se presiona mucho, en especial sobre las espaldas, quiere que reciba de frente y encare. Por lo poco que llevo con él, es una persona a la que le gusta compartir con los jugadores y que se preocupa por nosotros. Nos da mucha confianza. Eso es fundamental.

EL CUERO inflado lo enloqueció desde su niñez. Si bien practicó básquet, su deporte era otro. “El sueño de todo chico es jugar al fútbol, y lo primero que te dan es una pelota o el uniforme -léase la ropa- de algún equipo. Después crece esa pasión y te perfilás o no para ser futbolista”, sostiene. Sus inicios se remontan al Ponyfútbol, certamen infantil de jerarquía, en el que se descubren a las jóvenes promesas cafeteras, donde su hermano Mario brilló a principios de año. Siempre se movió por Antioquia en su país. Abandonó su pueblo, Segovia, para ir a probar suerte a Medellín. La contención familiar y la poca distancia significaron una bocanada de aire fresco. “No fue duro porque estaba con mi abuela en la ciudad. Además, hay media hora de viaje hasta mi pueblo”, advierte. Se incorporó a Florida Soccer en 2004, institución de Primera B, la Segunda categoría de Colombia. Un año más tarde debutó en la Primera División de las Aguilas Doradas -conjunto que hoy es Corporación Deportiva Itagüí Ditaires-, y perdió el ascenso. En 2006 llegó a Envigado, lo relegaron, esperó su oportunidad e hizo su estreno en la A. Pese a disputar tres encuentros, no evitó lo inevitable: el descenso. Ahí se le cruzaron los cables. Pensó en retirarse. Ya no quería lucharla más, su estómago se había cansado de digerir sinsabores. De manera simple, pensaba que el fútbol no era lo suyo. No obstante, le prestó la oreja a su madre, Martha Cardona, su consejera, quien le sugirió que siguiera. 

Se había jurado despegar en 2007. Ese debía ser su año. Cansado de superar barreras, se tomó, por fin, la deseada revancha. La confianza que le brindó Jesús Barrios, más conocido como Kiko, el entrenador de turno, le vino como anillo al dedo. El Flaco infló el pecho y la gastó. Su equipo se convirtió en candidato. En medio de la campaña, se marchó a probarse a Saint Etienne, de Francia. Sin pasaporte comunitario, no quedó porque no había cupo disponible para extranjeros. De ahí, continuó su travesía por Europa. Mladá Boleslav, de República Checa, lo cobijó durante tres meses, aunque regresó a Envigado para cerrar una temporada que lo tendría como protagonista. “Volví, salimos campeones de la Primera B y quedé como goleador”, resume. El sueño de volver a la máxima categoría era una realidad. La deuda estaba saldada.

Lo tentaron del fútbol brasileño, pero Nacional de Medellín lo fichó en 2008. El acuerdo de palabra entre las dirigencias de los Naranjas y los Verdes pudo más que los billetes. El cambio fue grande, pero no se achicó. Integrar uno de los equipos de mayor peso específico de su país lo motivó aún más. De a poco, se transformó en una fija del once titular. En consecuencia, su convocatoria al seleccionado colombiano no demoraría. “Hace dos años me llamaron a la Selección. Es un orgullo ponerme la camiseta de mi país. Hoy, la intención es hacer unas buenas Eliminatorias. El sueño de todos es clasificarnos al Mundial”, remarca.

Devorador de lentejas y frijoles, disfruta cuando suena reggaetón en sus oídos. La minería es la principal fuente de divisas en Segovia. Muchos de los habitantes de su pago trabajan en la mina por necesidad. Su padre se accidentó allí y perdió algunos dedos, mientras que algunos amigos de su infancia fallecieron. Sin embargo, Giovanni nunca tuvo que desarrollar funciones en la minería, gracias a su familia.

Si bien su vida no es similar a la de cualquier muchacho de 24 años, posee las mismas manías, lógicas de la edad. La tecnología y la PlayStation acaparan su tiempo libre. “Me gusta jugar a la Play. No sé si soy un fenómeno; eso que lo digan los que me enfrentaron”, chicanea. El mensaje tiene destinatarios: Matías Cahais y Lucas Aveldaño, dos de sus habituales adversarios. “Me considero bueno en el jueguito de tenis. Somos todos parejos en el de fútbol, el Pro Evolution. Hay una buena competencia -arranca su discurso-. Quiero aprender cada vez más sobre los aparatos nuevos que salen. Además, me encanta el póquer. Lo juego en Colombia con mis amigos. Acá todavía no se dio la oportunidad”.

Imagen EN EL CILINDRO vacío, y sin el estruendo por la blanca y celeste, el joven colombiano le aportó a la charla el calor de su pasión futbolera.
EN EL CILINDRO vacío, y sin el estruendo por la blanca y celeste, el joven colombiano le aportó a la charla el calor de su pasión futbolera.
AQUELLA VOLEA de zurda tenía destino de ángulo. Pero Damián Albil, arquero de San Lorenzo, le ahogó su primera conquista en la Argentina. El diez miró hacia el cielo en busca de explicaciones. No pudo impedir la caída ante el Ciclón. Sin embargo, no se guía a través de un resultado. “Hay un buen equipo. No me gusta hablar por encima de los demás. Si vamos por el buen camino, las cosas llegarán. No debemos pedir, sino luchar”, argumenta.

-El fútbol argentino es una buena vidriera. ¿Cuáles son tus objetivos?
-Mi sueño es ser campeón y jugar un torneo internacional con Racing. Después, me ilusiona continuar mi carrera en España. Pero primero tengo que hacer las cosas bien acá.

-¿Qué te atrae de la Liga española?
-Están los mejores del mundo. Hay jugadores más técnicos, y es un fútbol más afín a lo que soy yo: técnico, tranquilo. No me destaco por ser rápido. Entonces, no puedo pensar en Inglaterra, aunque si se da la posibilidad para cualquier futbolista sería bienvenida.

-Además de generar juego, contribuís en la marca. Si bien no es tu fuerte, no tenés drama en hacer “sombra”, por ejemplo. ¿Coincidís?
-Claro. Hay momentos de un partido en que tenés que buscar más lo táctico para ganarlo. Si tenés que tirarte al piso, se debe hacer. Frente a Boca, me barrí varias veces para sacar balones al lateral. Así el equipo pudo respirar un poco más.

-¿Qué compañeros te sorprendieron por su calidad futbolística? Me refiero a aquellos que quizás no los tenías visto de antemano y luego te llevaste una grata impresión al sumar entrenamientos.
-Toranzo es un jugador con mucha riqueza técnica, Bieler en el área no te perdona, y Yacob también juega cuando tiene el balón en los pies, pese a ser un guerrero en la mitad de la cancha.

MIMA A LA PELOTA. Su fina zurda la acaricia en cada toque. El diamante en bruto de Colombia todavía deberá adaptarse al fútbol argentino, aunque ya exhibió credenciales. Talento y calidad le sobran. Se especializa más por su velocidad mental que por su ligereza de piernas. La imitación es el peor suicidio. Por ende, Giovanni Moreno forja un estilo propio. Partidario del caño hacia adelante, decide morir con la suya. La pisa por naturaleza propia. Simplemente, la tiene atada.

Por Dario Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia