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Para cargar las pilas

El primer contacto de los enviados con la moneda sudafricana se dio para solucionar un tema básico: la conectividad eléctrica.

Por Martín Mazur ·

01 de junio de 2010
PRETORIA, Sudáfrica (Enviado especial).- "¿Y esto cuánto viene a ser?", es la pregunta que se hacían casi todos los periodistas en el Duty Free de Ciudad del Cabo, escala programada del vuelo rumbo a Johannesburgo, al ver la etiqueta con el precio de 80 Rand en ese objeto autóctono tan extraño a los ojos de los visitantes.

¿Hablaban de la piel de cebra que se vendía exhibida al lado de unos huevos de avestruz? No. ¿Hablaban de las vuvuzelas, esas temibles trompetas para los tímpanos de los periodistas e hinchas recién llegados? Tampoco. ¿Hablaban de ese cuchillo para mandarse derechito a la selva al mejor estilo John Locke en Lost? Menos.

Lo que más interesaba a esa altura era el adaptador para la corriente en Sudáfrica, porque los enchufes de este país tienen uno de los tomacorrientes más raros del mundo. Sólo en Lesotho, Swazilandia y aquí funciona esta ficha. Y los enchufes son tres veces más grandes que los argentinos, casi como dos celulares apilados.

Imagen FUNDAMENTAL. Sin estos adaptadores, no llegaría ninguna crónica.
FUNDAMENTAL. Sin estos adaptadores, no llegaría ninguna crónica.
El enchufe en cuestión costaba 80 Rand, no tenía precio en dólares (prohibidísimo intentar pagar con otra moneda) y aún sin una referencia clara del cambio, se vendieron como pan caliente. Al cambio de ayer, cada adaptador costó 50 pesos argentinos.

La escala en el aeropuerto duró una hora y sólo un negocio de todos los que estaban abiertos hizo buena caja: el que vendía los enchufes.

Tras 10 horas de viaje, la escala en Ciudad del Cabo, que de movida se pensaba muy útil para despejarse y cargar un poco las pilas, sirvió literalmente para eso. Ya no hay riesgos de quedarse sin batería.