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Pablo Lugüercio: "Siempre me faltó egoísmo"

En Racing encontró la continuidad que tanto buscaba desde que debutó en Estudiantes. Pudo demostrar su verdadero nivel y se ganó a la hinchada en base a entrega y sacrificio. Convencido de que evitarán la Promoción, sueña con jugar la Copa Libertadores con la Academia.

Por Redacción EG ·

12 de abril de 2010
Nota publicada en la edición Marzo de 2010 de la revista El Gráfico

Imagen EL CILINDRO como telón de fondo. El escenario donde el hincha de Racing aprendió a querer a Lugüercio.
EL CILINDRO como telón de fondo. El escenario donde el hincha de Racing aprendió a querer a Lugüercio.
ORIUNDO DE LA AFAMADA ciudad de las diagonales, Pablo Lugüercio descubrió la Academia ideal para la evolución de su carrera, donde halló la mentada continuidad para explotar sus aptitudes. Su innegociable vocación a volar por la gramilla destilando esfuerzo en estado puro, su combustible para encender el motor de la gestación de juego y sobre todo su generosidad innata para abastecer a los compañeros ha engendrado una conexión subliminal con la hinchada de Racing. El atacante construyó un amor sincero con la gente, que se desgarra la garganta para corear su nombre y lo ha instalado como un integrante fundamental de la estructura del equipo.
Las rosas no embellecieron siempre su sendero, el Payaso remó en la caudalosa corriente del fútbol para arribar al puerto de la consolidación. En su recorrido atravesó pruebas del destino, como calzarse los botines en la B Nacional para jugar en Defensa y Justicia (2002) y en tierras incaicas, con la casaca de Universidad San Martín, de Perú (2005), siempre cedido a préstamo por Estudiantes de La Plata. Sobre estas experiencias en su camino, Lugüercio descubre: “Siempre lo tomé con energía positiva, por eso creo que me fue bien en esas etapas, las viví como una oportunidad para crecer y mostrarme. Asimismo, el año en Perú me consolidó como persona, empecé a afrontar el fútbol con más seriedad, me hizo un clic en la cabeza el hecho de ir a un país donde no conocía a nadie”.  
En el último campeón de América creció desde los ocho años, pero en junio de 2008 apostó por un desafío magno y aterrizó en la Academia. “Lo de Racing lo vi como una posibilidad importante, sabía que en Estudiantes había quemado una etapa, porque no pude ganarme una continuidad por rendimientos propios. Me hago cargo, ya que tuve muchas chances. Era consciente de que sumarme a un club grande era un gran paso en mi carrera, aunque mucha gente me decía que estaba loco por venir. Pero yo estaba  convencido de que me iba a ir bien, por suerte se me dio todo como pensaba. Cuando uno está seguro de lo que decide, es muy difícil que las cosas te salgan mal”, exterioriza el jugador.
El egoísmo no forma parte de su diccionario. De su personalidad emana una consciencia inusual a la relevancia que dispone el objetivo colectivo. Incluso esta ausencia de individualismo en sus decisiones ha originado que Lugüercio sea foco de críticas por su romance esporádico con la red. “Siempre me faltó egoísmo. No es algo que lo pueda llegar a corregir, soy así. Muchos técnicos me lo han remarcado, pero es una característica que me nace, cada vez que veo un compañero mejor ubicado, no dudo, siempre estoy pensando en dar un pase en lugar de tratar de hacer un gol. Sería el delantero en la Play Station que desborda y tira el centro atrás, ja”, sostiene con claridad conceptual. Sin duda, esa cualidad es una fortaleza en su repertorio. Más allá de que ciertos sectores lo consideren una debilidad, el atacante mantiene sus convicciones y lo explica: “Siempre priorizo el objetivo grupal, no me importa quién haga más goles. Lo pienso y lo mantengo: el equipo es lo más importante. Si me das a elegir entre terminar con el gol que tengo en este torneo y que el equipo sume treinta  puntos, ni lo dudo”.
  
NI LA CLARIVIDENTE más eficaz hubiera presagiado la aclimatación instantánea de Lugüercio al controvertido mundo Racing. Un pasional enamoramiento a primera vista, digno de telenovela mexicana, brotó al vestirse la casaca albiceleste. “Se creó un vínculo con el hincha que es inexplicable, muchos amigos me lo preguntan, pero se fue dando. Uno trata de hacer las cosas lo mejor posible, a veces salen y otras no, pero la gente se da cuenta de cuando lo intentás, por eso me parece que surgió el feeling. Me deja sereno saber que me puedo ir tranquilo de la cancha porque no me guardé nada. Eso la gente lo ve, es muy lindo que lo reconozcan. Acá la gente me trata bárbaro, parece que fuera un chico formando en las Inferiores del club, me pone feliz  y me da muchas más ganas de revertir la situación y tratar de lograr goles, más sacrificio y entrega”, cuenta.
En los últimos tiempos Racing transita por rutas de ripio, se bambolea por curvas de riesgo, lo cual presume un microclima especial. En la actualidad, el equipo surca nuevamente por una situación de irregularidad, con la necesidad de evadir los fantasmas de la temida Promoción. En relación a esta áspera coyuntura, se refiere el Payaso: “Cuesta mucho aislarse de la presión que hay. Además, cuando las cosas no se dan se suman situaciones como los cambios de técnicos, que nos hicieron sufrir mucho. El hincha necesita pasar un torneo tranquilo, ya que viene de una vorágine de varios años. Nos encantaría hacer las cosas para que ellos disfruten. Hay mucha gente cuyo estado de ánimo  depende de Racing. Si el equipo gana, para ellos es una fiesta toda la semana, por eso a veces genera bronca no poder darles esa alegría. Este tipo de situación es muy desgastante. Siempre les digo a mis amigos que un año peleando el promedio son como tres años sin pelear por nada, porque es increíble, estás todo el tiempo analizando cómo salieron los otros equipos, sacando cuentas. Luchar la Promoción no es para cualquiera”.
Cuando se extingue el sol incandescente y la somnolencia se apodera de él, Pablo libera sus sueños, y los confiesa: “Me encantaría jugar algún día en la Selección, es el gran deseo de todo jugador. Pero hoy estoy enfocado en otra cosa: me gustaría jugar una Copa Libertadores con Racing. Siempre lo hablo con mis compañeros y todos  coincidimos en que sería espectacular. Ojalá se nos pueda dar pronto”.

Imagen EL PAYASO posa delante del mural que recuerda a los campeones del
EL PAYASO posa delante del mural que recuerda a los campeones del
EL PORTE guerrero que irradia en el rectángulo no condice con su autodefinida timidez en la cotidianidad. “Me da vergüenza que una persona me pida un autógrafo, no lo puedo creer, a veces se lo toman mal,  pero la realidad es que soy bastante tímido”, confiesa.
En medio de una batalla contra los mosquitos, que bombardeaban como aviones en los alrededores del campo de entrenamiento, Lugüercio divulga una interesante facultad de análisis sobre las particularidades del fútbol moderno: “En la actualidad existen muchas tentaciones, el futbolista tiene fácil acceso a diversas cosas, por eso para los más jóvenes y solteros es muy difícil controlarse. En ese contexto, me parecen necesarias las concentraciones, aunque sería ideal poder disfrutar de las noches en familia, como hizo Estudiantes, que en la última pretemporada viajó con los seres queridos a Cariló”.
A la hora de despejar su mente de las tensiones del fútbol, el Payaso opta por la música: acaricia las cuerdas de la guitarra y estudia piano hace un año. Encarnó el papel de Rock Star cuando compartió un escenario en La Plata con el grupo Súper Ratones, quienes lo invitaron a partir de su fanatismo por Racing. También suele juntarse a tocar con su amigo Marcos Angeleri, de quien cuenta: “Tiene una facha increíble. En Inferiores era una piltrafita, muy flaquito, pero después le metió gimnasio y mucha onda en el pelo. Hoy está en otro nivel, te diría que palo y palo con Brad Pitt, ja”.

Por Juan Martinich / Fotos: Jorge Dominelli