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Los cambios de Alves

Por Martín Mazur ·

02 de febrero de 2010
El Chueco Alves cree que este Boca, al fin y al cabo su Boca, está "más para raspar que para jugar". Así lo dijo claramente en 90 Minutos de Fútbol (Fox Sports). Agregó que el (mal) momento obligaba a que los jugadores privilegiaran el ya tristemente famoso "dejar todo". 

La valoración de Alves, incluso si estuviera errada desde su concepción, no traería males mayores a los que ya sufre su equipo, si no fuera porque es el propio Alves quien lo arma y hace los cambios. Entonces, a los 34 minutos de un partido que su equipo va ganando, en una cancha difícil, decide sacar a Nicolás Gaitán para que ingrese Ariel Rosada. Porque Rosada -podría interpretarse, erróneamente-, va a dejar todo en la cancha (¿Gaitán no?). Al minuto, Rosada se come un caño. A los dos minutos, a Boca le empatan (o eso pareció, porque la transmisión televisiva estaba probando un Telebeam modelo 84). Gaitán ya no está en la cancha para ir a buscar la victoria. Está Rosada. Un cambio digno de los de Maradona vs. Uruguay, aunque el botín, en ese caso, era bastante más jugoso que una primera fecha de campeonato local.

Faltando cinco minutos, con el 1-1 que parece sellado -aunque las dimensiones de la cancha de Argentinos siempre potencian la imprevisibilidad del resultado- el Boca de Alves, con un solo delantero y cinco volantes (cuatro más Riquelme), prepara una variante. Se anuncia que Viatri reemplazará a... ¡Palermo! No a Erbes -candidato cantado para rearmar el dibujo- ni a Méndez ni a otro volante. Un cambio difícil de entender. Pero antes de entrar Viatri, Riquelme se inspira y deja el partido 2-1. La variante se concreta, aunque su efecto de equipo chico queda soslayado por el cambio del escór, como decía mi abuelo.

Sabiendo que en esa cancha, tirarse atrás es sinónimo de recibir centros desde el área contraria, el ingreso de Viatri con el 2-1 parecía una buena opción defensiva. ¿Pero sacar a Palermo, el que va libre a todas las jugadas de pelota parada en defensa?

Cuando se anuncian los 4 minutos de adicional, Alves nuevamente mira el banco y decide el ingreso de Insúa. El que sale es Riquelme. El mismo que podía congelar el partido por dos de los cuatro minutos con la pelota bajo su pie derecho. El final ya es conocido. A Boca le empataron, por culpa de la pelota parada, dirán los protagonistas.

Hay dos formas de interpretar las decisiones de Alves. La primera es que la necesidad, acaso desmedida, por demostrar que está capacitado para dirigir la Primera de Boca lo hizo apresurarse e intentar cerrar un partido 15 minutos antes del final, y que ninguno de sus ayudantes, en un cuerpo técnico armado a los apurones, fue capaz de plantearle una disidencia. La segunda es que, en medio de los rumores sobre los dos grupos y la división del plantel, Alves mandó una señal de que no le tiembla el pulso para sacar a ninguno de los pesos pesado. Incluso a costa de tirar un partido por la borda.

¿Qué lectura será la correcta?