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Siempre dolerá menos perder con altura

Para el orgullo argentino una goleada como la sufrida frente a Bolivia es toda una afrenta. Y está bien que así sea, pero lo que no debe ocurrir es que la culpa de todo la tenga la altura. En ese mismo escenario, en el mítico Siles de La Paz, otras selecciones nacionales ganaron, empataron o perdieron. El tema es cómo.

Por Redacción EG ·

28 de mayo de 2009







El mozo cubano que me atendió en el Rue 57 de la Sexta Avenida y 57, en Nueva York, me hizo repetir tres veces el resultado de Argentina frente a Bolivia. “No puede ser, hermanito, me estás haciendo una broma”. Ojalá hubiera sido así, pero no. Lo concreto fue que el muchacho, admirador de todo lo argentino,  no podía creer tamaña derrota. A fuer de sincero, y se lo dije después, a la hora de cancelar la factura de una buena comida a la francesa, yo también tuve que consultar tres veces nuestra página web porque, inocente de mí, creía que se trataba de un error. Pero no, el 1-6 era una realidad, cruel, pero realidad al fin. Y es triste, por más que Serrat cante que no y acierte en eso de que no tiene remedio. Nuestra Selección no está acostumbrada a perder por goleada, los ejemplos anteriores son distantes, como el mismo 6-1 que le propinó Checoslovaquia, en el Mundial de Suecia 58, o el 5-0 con el que Colombia nos mandó al repechaje frente a Australia, en aquella tarde negra de 1993, por las eliminatorias de Estados Unidos 94. También fue una pesada mochila el 4-2 ante Uruguay en Montevideo, en la final por la primera Copa del Mundo. Pero las heridas fueron cicatrizando. No siempre sobre la base de sabias decisiones (Argentina, después de la cita uruguaya, mandó un equipo amateur a Italia 34 y no concurrió  a Francia 38, Brasil 50 y Suiza 54). En la denominada catástrofe de Suecia se le echó la culpa al estado físico, que los europeos corrían más y que ya no podíamos quedarnos en la gambeta y el toque. Pero aquel 1-6 que hizo temblar la tierra desde La Quiaca hasta Ushuaia, tuvo otras connotaciones de las que pocos hablaron. A ese certamen no concurrieron Maschio, Angelillo y Sívori, los Carasucias del Sudamericano de Lima del año anterior porque “la AFA –intervenida- no va a pedirle ningún futbolista a la Federación Italiana, tenemos jugadores de sobra”.

En la altura de Bolivia, se ganó (fui testigo del 1-0 de 1973 por las Eliminatorias para el Mundial de Alemania 74, gol de Fornari, integrante del equipo llamado fantasma porque nadie sabía dónde estaba, guiado por Miguel Ignomiriello que permaneció un mes adaptándose a lo que serían los 3600 metros de La Paz) y también se empató y se perdió. Pero nunca hubo una diferencia tan aplastante. Y por más que la FIFA se solidarice con los equipos del llano que deben trepar tres kilómetros y medio, y prohíba que se juegue a más de 2750 metros, debe quedar en claro que a Bolivia se viaja una sola vez por eliminatoria y que los bolivianos deben descender al nivel del mar con mayor frecuencia.
En este 1-6, el propio Diego Maradona, con mucho criterio y objetividad, no hizo una obstinada referencia a la altitud, claramente dijo que cada gol boliviano fue como una puñalada. Su reflexión y el posterior esbozo de formar una Selección con jugadores que actúan en el país, está indicando que hay que prepararse para vencer todos los obstáculos. Tal vez ese, el de no considerar a Bolivia como rival serio, haya sido uno de los errores, pero también es cierto que no se deberá (ni el técnico ni los integrantes del plantel) hacer hincapié sólo en la altura. A 3600 metros o más (como han jugado varios clubes argentinos y también han ganado) lo importante es hacer correr la pelota más que al hombre y que lo mejor es no apurarse y jugar de manera asociada. El golpe ha sido duro, pero tal vez haya sido recibido a tiempo. Ojalá.