Las Entrevistas de El Gráfico

Héctor Baldassi, en primera persona

El árbitro cordobés cuenta sus inicios como futbolista, sus cábalas antes de dirigir, su mayor frustración, y explica el episodio que vivió con Diego Buonanotte.

Por Redacción EG ·

05 de mayo de 2009
Nota publicada en la edición abril de 2009 de la revista El Gráfico.


SOY INDEPENDIENTE, sincero, alegre, charlatán, tranquilo y me divierto con poco. Me gusta jugar a las cartas y mirar las carreras de caballos. 

EL APODO. Cuando iba al jardín de infantes llevaba dibujado un conejo en la bolsita. Angel Giro comenzó a cargarme al grito de “Conejita”, y de ahí quedó mi apodo: La Coneja.

MI VIEJO me dejó los mejores recuerdos. Aprendí a ser buena persona, muy agradecido y a valorar las cosas que me hacen crecer en la vida. Su nombre era Luciano Américo y falleció hace más de 20 años.

DE OFICIO, SODERO. A los ocho años, estaba dando vueltas en la sodería; a los 12, ya manejaba el camión en primera y segunda; y a los 13, empecé a trabajar, siempre con mi papá. Repartía sodas, lavaba y llenaba los sifones; hacía de todo un poco. Significó independencia. Ganaba mi sueldo y me daba los gustos. Fue un esfuerzo: trabajar, estudiar y jugar al fútbol. Ah, también salía de noche. Son vivencias que te ayudan a forjar tu personalidad.  

FAMILIA NUMEROSA. Somos cinco varones: Carlos, Eduardo, yo, Luis y Gabriel. Al cuarto de mis hermanos le llevo 10 años y al más chico, 13. Por eso, me crié con gente más grande. En casa, nunca faltó nada.

DE LIRICO A RUSTICO. Jugué en Huracán de Córdoba hasta los 14 años. Era un volante con calidad. Después, me fui a Río Ceballos y me transformé. Había tipos más grandes que pegaban de lo lindo, y comencé a jugar sucio. Te pisaba o cometía una infracción fuerte, aunque siempre de frente. Eramos demasiado perros.

EL CAMBIO CLAVE. Cursaba segundo año de Medicina, en Córdoba; me peleé con la jefa de cátedra y me vine a Buenos Aires con 19 años. Trabajaba en una metalúrgica de 6 a 18, y acompañaba durante la carrera y la práctica de árbitro a Marcelo Negrete, que me insistía para meterme, hasta que me convenció luego de tres años. En 1991 ya estaba dirigiendo y cuatro años después debuté en la Primera D. Hice Primera C en 1996, Primera B y B Nacional en 1997, Primera en 1999 y soy internacional desde el 2000. Es más, mi primer partido por la Copa Libertadores fue el 14 de febrero, día del cumpleaños de mi viejo: Palmeiras-The Strongest. Y a los cinco meses, salí a la cancha en Eliminatorias.

HICE UN CLIC en mi cabeza en un 3-3 entre San Martín de Burzaco y Brown de Adrogué. Fue un clásico de ida y vuelta, con varios expulsados, y se jugó con un alambrado roto. Me di cuenta de que estaba para dar el salto, que era un árbitro potencialmente creíble.

CUANDO ARRANCAS en el fútbol mayor de nuestro país, aprendés a dirigir nuevamente. Me emocioné en mi debut, Gimnasia de Jujuy 0-Newell's 1. Viajaron mi mejor amigo, el Gato Rama, y mi hermano Eduardo. Pisé el campo y pasé de la felicidad a la angustia. Es que mi viejo nunca me vio como árbitro, ni siquiera se enteró. Hoy siento la misma atracción y responsabilidad: jamás hay que subestimar un cotejo. 

EL DIA DEL PARTIDO tengo ciertas cábalas que ya son costumbres. Duermo hasta tarde y trato de ir a misa, dependiendo del horario del juego. Me considero creyente. Fue fuerte perder a mi viejo. Ir a misa y al cementerio lo tomé como un acercamiento a Dios y a mi viejo.  

APRENDI A DARLES ORDENES a tipos que admiro cuando me pongo a hablar de fútbol. Entonces, me desprejuicié. Mi objetivo es dirigir bajo las 17 reglas y llevar el juego por carriles normales sin ser autoritario.

DIRIJO IGUAL EN PRIMERA que cuando lo hacía en Inferiores. La pelota tiene que rodar y uno debe poner los límites justos y necesarios. No me molesta que digan que mi modo no coincide con el que pide la FIFA. No voy a cambiar. Si lo hago, renunciaría a lo que soy y sumaría más tropiezos que alegrías. Me tienen que aceptar así.

CON EL TIEMPO ajusté cuestiones técnicas. El aspecto disciplinario me costaba. Llevaba el desarrollo del encuentro hablando y obviaba inconscientemente dos o tres tarjetas, que hoy no las dejo pasar. La experiencia me enseñó a no dirigir recién llegado de un viaje largo, porque el cansancio aumenta el margen de error. Mejoré en la forma de proceder, en mi entrenamiento y en aceptar la crítica apoyándome en grandes colegas. Siempre fui auténtico, sin vestirme de  personaje.  

CAMBIO DE HABITO. Desde hace dos años vivo en Salsipuedes, Córdoba. Mejoré mi calidad de vida: sierras, aire puro, tranquilidad. Sólo miro mi partido. Me entreno igual que en Buenos Aires, pero con otra paz. Después, le mando a la FIFA la información que necesita de mi seguimiento, estudio inglés y estoy cerca de mis afectos: mi vieja –Teresa Rosa–, mis hermanos, suegros y amigos. 

LA PROFESION ES INGRATA. Los jugadores tienden a tirarnos la responsabilidad cuando el resultado no se les da, y la gente vuelca frustraciones en nuestra figura. Es un mecanismo de culpa y de defensa. Nosotros trabajamos para bajar o eliminar el error. Nuestra obligación es acertar. No podés desconcentrarte aunque el partido sea aburrido, porque puede surgir una equivocación. Uno se recibe de árbitro cuando se retira.  

NO SOY RENCOROSO. Lo único que le recrimino a Gonzalo Bergessio es su gesto en aquella final del Apertura 2008. Son imágenes que se vieron en el mundo. No lo tomé como si fuera para mí, sino hacia todos.
 
NO SE SI SOY EL MEJOR árbitro el país. Pero estar en el top diez del mundo, siendo el Nº 1 en Sudamérica, es un reconocimiento. Igual, no hay que creérsela. 

BUONANOTTE FALTO A LA VERDAD. En la vuelta de los Juegos Olímpicos de Beijing, le pedí su camiseta para un chico discapacitado. Y él, al poco tiempo, salió a mezclar los tantos diciendo que yo le pedía camisetas y no le cobraba nada. No colecciono remeras, era un favor. Para muchos, no tuvo códigos. A mí, varios jugadores me piden mi camiseta y no digo nada. Si hubiese sido tan hombre, me lo habría dicho en la cara.

MI FRUSTRACION DEPORTIVA fue el Mundial Sub 20 de Canadá 2007 que nunca dirigí. Estuve ahí, pero no me vestí de árbitro porque el asistente Walter Velaz no superó la prueba física. No alcancé a llorar, aunque le pegué unas piñas a la pared del baño del hotel. Falló el equipo.

CUANTO MAS ANALIZAS dentro del campo la causa de una acción, más te perjudicás. No tenés tiempo para pensar. Reaccionás a través del impulso de lo que ves y creés.

EL TORNEO MAS IMPORTANTE que dirigí es el argentino, porque es un fútbol difícil. Por eso nuestro arbitraje es respetado en el exterior.

NUNCA ME QUISIERON COIMEAR ni apretar. Si se atreven a tocarme la puerta del vestuario, la arranco. A mí me podés decir que soy malo, pero jamás que soy ladrón porque te corto la cabeza.

IR A LA PAR DE LA JUGADA me permite ser parte del juego. Así me gané la confianza de los demás por estar cerca para tomar la decisión, sea acertada o no. Igual, hoy corro menos. Antes andaba por todos los sectores, casi me abrazaba con los asistentes.

EGOISMO NIVEL CERO. ¿Argentina o Baldassi en la final del Mundial? Argentina, por el bien de nuestro fútbol. Ojalá salga campeón del mundo, y más con Diego Maradona como entrenador. Estuve en los Juegos Olímpicos de Beijing y me emocioné al observar la bandera en lo alto, al escuchar el Himno.

UN AGRADECIDO. El arbitraje me dio la posibilidad de ser alguien en la vida, conocer lugares y diversas culturas. Reconozco a los diferentes colegas y personas que colaboraron en mi profesión. Gracias al fútbol vivo de la pelota, que es lo que siempre anhelé. Me gustaría que el día de mañana me recordaran como un buen árbitro.

Darío Gurevich