El Superclásico que quiso ganar Boca por goleada
Más allá de lo ocurrido en la cancha, el Xeneize se empeñó por sacar ventaja desde otros ámbitos.
NO HAY SUPERCLÁSICO sin picante. La rivalidad entre River y Boca trasciende el juego propiamente dicho y se pone especial énfasis en ganar la batalla dialéctica o la de los gestos. Este domingo fue el Xeneize quien intentó torcerle la muñeca a su archienemigo con situaciones concretas que se dieron desde la previa.
El primer intento de desestabilizar, de patear el tablero, lo tuvo el capitán Marcos Rojo cuando se mostró en la llegada del plantel al Monumental con una gorra con la letra B como insignia. Se trató de un claro guiño a la situación vivida por River cuando se fue al descenso en 2011.

El mismo tema intentó ser subrayado por Agustín Marchesín, arquero y confeso hincha boquense, quien cuando se acercó al arco donde debería ubicarse en el primer tiempo hizo un ampuloso gesto con su brazo hacia arriba y hacia abajo, como simbolizando a un ascensor que sube y baja.
Marchesín fue, por cierto, protagonista de la mayor parte de las chicanas Azul y Oro: en la arenga, segundos antes de pisar el campo de juego, fue quien delante de las cámaras no tuvo prurito en subrayar a voz en cuello que "después de los quince minutos se caen a pedazos".
El custodio de los tres palos de Boca, fundamental en algunas acciones del Millonario que no terminaron en gol por su intervención, tuvo una más para la polémica. Luego del segundo tanto del local y ante una provocación de Miguel Borja en medio de los festejos, le recordó al colombiano aquella denuncia por maltrato infantil que se había hecho desde el colegio de sus hijos. "Golpeador de nenes, le pegás a tu hijo", fue la dura frase que se leyó en sus labios.
Por su parte, el chileno Carlos Palacios, luego de los movimientos precompetitivos en el rectángulo de juego, se metió al vestuario haciendo con sus brazos la señal de "tener frío" en alusión al clima que se vivía en un estadio repleto por 85.000 personas.
Sin embargo, la que cerró el capítulo de las chicanas provino del lado de enfrente, cuando el entrenador Marcelo Gallardo pareció lanzar un dardo sutil hacia el histórico oponente: "El rival tuvo toda la semana para prepararlo y nosotros vinimos de un viaje", dijo sin nombrar a Boca y como corolario de la que fue hasta ahora, la tarde más feliz de su segundo ciclo al frente de River.