Superclásicos

River: sin el Muñeco Gallardo, pero con la muñeca de Demichelis

En el momento que más lo necesitaba y en el contexto más desfavorable, el DT Millonario cambió de modus operandi, supo leer sus errores y dio el golpe certero para recomponer su imagen y la del equipo que comanda.

Por Adrián Wowczuk ·

02 de octubre de 2023

MARTÍN DEMICHELIS saltó al campo de juego del para él hostil templo Xeneize con un atuendo que lo diferenciaba bastante de sus dirigidos. Vestido de negro de pies a cabeza, la elección podría simbolizar dos aspectos. 

Uno, relacionado con los monjes benedictinos que también llevan hábito de ese color y cuyo lema, "ora et labora" (reza y trabaja), fue adoptado por el DT Millonario en la semana previa al Superclásico:  "Trabajaremos en armonía en el River Camp para poder ganar en La Bombonera, porque hace tiempo que River no lo consigue ahí".

Otro, vinculado al perfil bajo que decidió adoptar después de sus pecados de juventud como entrenador y que le costaron caro: la charla en off con periodistas que se filtró y el malestar del plantel por tal situación hicieron temblar los cimientos ya no tan firmes de la estructura riverplatense tras el tsunami de decepción que causó la temprana eliminación de la Copa Libertadoresy el sensible remesón del adiós a la Copa Argentina.

De repente, la fortuna amasada en los seis meses de bonanza que desembocaron en el título local con superavit futbolístico y arcas rebosantes de jerarquía, se escurrió como si hubiera un enorme agujero (tan negro como el color de su traje y del hábito benedictino) en los bolsillos. La economía de guerra dio paso a un River más austero que contaba las monedas para no desequilibrar demasiado la balanza. 

De un momento para otro, el patrimonio ya no consistía en la convicción firme y ganadora, sino en las dudas en las propias fuerzas y en el recelo hacia un conductor que perdió autoridad y confianza. A la hecatombe generada por Vélez en Liniers le siguieron los esfuerzos para reflotar la unión y consonancia entre cuerpo técnico y jugadores, con declaraciones para atenuar el impacto de los rumores y un Demichelis que a partir de ahí, como si hubiera aprendido una dolorosa lección, ya no fue tan locuaz en las conferencias de prensa y midió con centímetro cada palabra.

La fuerza monolítica de los símbolos con Enzo Pérez a la cabeza fue respetada y el mensaje, con gestos más que con palabras, fue que en ellos se basa la fuerza del River invencible del primer semestre y del que quiere reconstruirse de ahora en más.

 

Imagen Enzo Pérez, el líder que se burló de los rumores y está más firme que nunca.
Enzo Pérez, el líder que se burló de los rumores y está más firme que nunca.
 

Ya no hay otro objetivo que no sea la Copa de la Liga, pero en el fuero íntimo del entrenador, el haber ganado los dos clásicos del año es una condecoración indeleble que se marcó a fuego en su piel. Es además el tercer DT en la historia que se impuso en sus dos primeros duelos contra Boca, algo que ni Marcelo Gallardo consiguió. Y hubo otro hecho auspicioso que la soleada tarde de la Boca le regaló al hombre que se formó en Alemania y hoy quiere recuperar definitivamente la sonrisa en Núñez: de su mano, el equipo resultó victorioso en la Bombonera después de 5 años.

 

Imagen River celebró en la Bombonera 5 años después.
River celebró en la Bombonera 5 años después.
 

Como en un videojuego, Demichelis ya logró desbloquear varios niveles. El 1, aventar los fantasmas del omnipresente Muñeco Gallardo; el 2, ser campeón en su primera competencia al frente del plantel; el 3, lidiar con la decepción deportiva y los rumores de crisis; el 4, ser amo y señor en los enfrentamientos con el archirrival.

Después de consumada la victoria en la Boca, mostró señales de alegría medida que incluyeron un profundo abrazo con su ayudante Javier Pinola, un tímido acercamiento al círculo que formaban sus eufóricos jugadores y otro abrazo con el Pity Martínez. Después, enfiló hacia el vestuario y dejó atrás a esa masa blanca y roja que saltaba sin parar detrás suyo y festejaba su éxito en coliseo ajeno.

 

El festejo de Demichelis apenas terminó el superclásico.
 

Con ese gesto y su posterior silencio, redobló su apuesta al perfil bajo, ese que adquirió recientemente y a fuerza de pecados por los cuales ya purgó la penitencia, al mejor estilo de los monjes benedictinos que podrían haber inspirado su look full black y su consigna de trabajar a destajo para confirmar que mejor que decir es hacer.

 

La caminata de Martín Demichelis hacia el vestuario tras la victoria ante Boca.
 

IMAGEN DE PORTADA: GONZALO COLINI