Que la gente espere: Gallardo y el duro camino de la reconstrucción de River
Tras la desilusión en la Copa Libertadores, el entrenador más exitoso de la historia del club tendrá un trabajo de rearmado que requerirá paciencia y esfuerzo.
EL HUMO DE LAS BENGALAS ocultó seguramente varias lágrimas que emanaban de rostros riverplatenses desilusionados por el milagro que no fue. El cierre del 0-0 con Atlético Mineiro encontró a la gente unida en un solo grito, una suerte de "reírse por no llorar" mezclado con la exhibición de amor incondicional más allá de un resultado que no era el esperado.
En el medio de la cancha, el conductor, Marcelo Gallardo, se acercó a cada uno de sus guerreros para palmearlos y levantarles la moral, justo él que era el más golpeado de todos por la resolución de una historia en la que íntimamente se reconoce como el responsable de no haber encontrado respuestas individuales ni colectivas.
Como pocas veces, a Napoleón se le quemó la estrategia y tuvo un Waterloo anticipado en su propio campo de batalla. El escaso poder de fuego de su armamento conspiró contra sus posibilidades, aunque dominó las acciones desde lo territorial y desde las intenciones.
Pero los números son los números y justo en el momento que más necesitaba de la potencia ofensiva aparecen estadísticas lapidarias: River convirtió 1 gol en los últimos 6 partidos y fue de penal. Lo hizo Miguel Borja contra Vélez, justo el hombre que no paraba de meterla en el ciclo Demichelis y que ahora tiene cerrado el arco de par en par. La prueba está en que en la noche del Monumental apenas tuvo un remate al arco y mil discusiones con los rivales e incluso con algún compañero como Matías Kranevitter.
El tema del 9 es, precisamente, una cuestión a dilucidar para Gallardo de ahora en más. A la escasa respuesta del colombiano se suma el bajísimo nivel de Adam Bareiro, el único candidato a plantarle competencia, que llegó después de una larga novela desde San Lorenzo y todavía no debutó en la red: diez partidos y cero gol.
Además, el Millonario es pobre en resultados e igualó la peor racha del Muñeco como DT con seis encuentros sin victorias, algo que no ocurría desde 2016 y se repite en el momento más inoportuno, cuando la gloria se encontraba a la vuelta de la esquina con la posibilidad cierta de disputar la final del torneo más deseado nada menos que en casa.
Acaso deba aplicarse aquello de que "el pez por la boca muere" porque ante la carencia de reacción con los más experimentados, el Muñeco debió echar mano al recurso que no quería utilizar: el de los pibes. Cuando le plantearon el hecho de incluir a Claudio Echeverri y Franco Mastantuono, tal como lo reclamó otro ídolo com Ariel Ortega, Gallardo fue clarito: "¿Darle la responsabilidad a dos chicos? No, conmigo no. No son los salvadores. No les voy a tirar la responsabilidad encima si siento que no están preparados".
Sin embargo, lo más claro de River contra Atlético Mineiro se vio cuando los tiró a ambos al campo para disputar la última media hora. De los pies del Diablito, sobre todo, emergieron pincelazos de rebeldía que generaron desequilibrio y le dieron a los de Núñez los momentos de más cercanía con el gol.
Por eso no sería descabellado que a partir de ahora, ya con la temporada terminada y con el único objetivo de sumar para la próxima Libertadores, ambos empiecen a conseguir mayor espacio, más allá de que Echeverri ya tenga su destino sellado y en enero próximo deba sumarse a Manchester City.
En el otro extremo del arco etario, Pity Martínez, casi 300 días después de su última aparición y con un puñado de minutos el pasado viernes con Defensa como para calentar motores, también le dio un lavado de cara al equipo y demostró que todavía tiene hilo en el carretel como para sacudir la modorra creativa de un conjunto en el que la sorpresa y la repentización no son moneda corriente.
A pesar de contar con rutilantes refuerzos que representaron un gasto de 20 millones de dólares y que aportan la jerarquía de dos campeones del Mundo como Marcos Acuña y Germán Pezzella, y la valía de dos aditivos premium como Fabricio Bustos y Maxi Meza que llegaron seducidos por el propio entrenador, se viene una etapa de refundación en River. Gallardo deberá cincelar un nuevo modelo casi desde cero, un equipo "que nos represente", tal como reza uno de sus dichos favoritos.
Y si de frases de cabecera se trata, hay una que deberá cambiar de verbo en pos de esa resurrección que no será fácil ni inmediata, y que se sustentará en el aguante de la enorme espalda de Gallardo. Habrá que pasar del "Que la gente crea" al "Que la gente espere".
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