LAS CRÓNICAS DE EL GRÁFICO

1950. Jugando con la raqueta

Por Redacción EG · 07 de mayo de 2019

El tenis es un deporte que no ha sabido evolucionar en nuestro país y quedó relegado a una actividad de aficionados como un simple pasatiempos, exceptuando claro a Enrique Morea y algunas incipientes promesas


El título que lleva esta nota necesita una explicación aclaratoria. Hemos querido resumir en esas pocas palabras la impresión que nos produce el panorama del tenis argentino en la actualidad, Todavía no se ha registrado en este deporte el paso adelante que permita aprovechar, con una labor seria de organización, el entusiasmo y las condiciones de esa enorme cantidad de aficionados que llenan las innumerables canchas que funcionan en todo el país. El hecho de que tengamos una figura excepcional, como Enrique Morea, y un núcleo de buenos jugadores, no debe ni puede tomarse como expresión de una actividad orgánica. Ese valor extraordinario y esos otros elementos de mérito son "accidentes" aislados. Creemos que el tenis argentino puede alcanzar la categoría que han logrado en los últimos años el basketball y la natación, pare no citar más ejemplos, ¿En qué se origina esa evolución? En un trabajo serio, medular, persistente.

 

La del norteamericano Tom Brown fue la visita más importante que recibió el tenis argentino en la temporada de 1949. Confirió jerarquía al Campeonato de la República, en el que sólo perdió frente a Enrique Morea en el partido final. Ese resultado fue más un mérito grande del argentino que una defección del visitante.
 

El tenis necesitaría — si es que esa evolución realmente interesa — el aporte de aficionados o profesionales estudiosos, que actúen tal cual lo hacen los adiestradores, directores técnicos o como quiera llamárseles, en aquellos otros deportes enunciados. Un solo maestro, por bueno que sea, no podrá provocar el cambio si los efectos de su tarea terminan cuando termina su horario. Por otra parte, tampoco creemos que sea el frío cumplimiento de una obligación lo que surta el efecto generalizador que nosotros esperamos.

 

Enrique Morea, Augusto Zappa y Alejo Russell, integrantes del equipo argentino que ganó la Copa Mitre, en Lima. En actuaciones aisladas destacamos en lugar aparte la figura de Morea; en cuanto a Russell, afirmó su notable aptitud para el juego de dobles.
  
Bárbara Scofield y Nancy Chaffee, las dos jugadoras norteamericanas que se lucieron en nuestras canchas disputando entre sí la final del Campeonato de la República, resuelto con el triunfo de la primera; juntas ganaron el doble y Nancy el mixto con Russell.
 

La influencia la irradiará el fervor, la inquietud, el cariñoso empeño de los hombres que sientan juvenil entusiasmo por la actividad que ellos mismos desarrollaron.

Ahora se nos ocurre pensar que un núcleo positivamente útil de instructores lo podrían formar estos mismos hombres de hoy: Russel, Waco Zappa, Weiss, los Morea, o algunos de esos hombres que saben mucho tenis y lo quieren, aunque sus aptitudes atléticas no les hayan permitido sobresalir en las canchas. Así ocurrió con la natación y con el basket. Entre tanto, se sigue "jugando con la raqueta", es decir que se practica el tenis como pasatiempo, salvo aquellos pocos casos de los que sobresalen y mantienen una actividad valorizada por el training y las frecuentes competiciones.

 

Entre los valores del tenis femenino, donde no se ha producido variante alguna de importancia, Feliza Piédrola de Zappa se destacó nuevamente en la última temporada, mereciendo el primer puesto en el ranking. Fue semifinalista en el single de mujeres y finalista en dobles.
  
La última revelación sensacional del tenis norteamericano, Richard González, no anduvo bien en Wimbledon pero triunfó en Forrest Hills. Después de esa victoria ingresó en el profesionalismo, siguiendo la ruta de otros muchos campeones.
 

La temporada de 1949 ofreció en Buenos Aires, como expresión más calificada, la realización del Campeonato de la República, El visitante de mayor capacidad fue el norteamericano Tom Brown, jugador de primera fila, cuya presencia sirvió muy oportunamente para que aquilatáramos a Enrique Morea. Difícil resulta precisar hasta dónde podría llegar, o podría haber llegado, el gran jugador argentino. Tampoco es posible saber si alcanzó ya la absoluta plenitud de su forma o si todavía ha de halagamos con nuevos triunfos significativos, es decir con le sensación de que se encuentra aún en período de encumbramiento. Lo evidente fue que Enrique Morea jugó en 1949 como un tenista de clase mundial. Al norteamericano lo venció aquí, en la final del singles de ese Campeonato de la República, y para afirmar que no había sido providencial ese resultado lo volvió a derrotar poco más tarde en el Brasil, Al cordobés Alejo Russell le corresponde, por mérito de su desempeño en el año último, el puesto inmediato a Morea. El vigoroso jugador ha ido imponiéndose admirablemente como especialista en los partidos de dobles.

 

Llena de vida, tanto más interesante porque no se la ve de frente, es la presente instantánea de Louise Brough, número uno del ranking mundial femenino. Su estilo se aúna con su potencia y habilidad para hacerla completa.
  
Ted Schroeder ganó el campeonato de Wimbledon e integró el team que se adjudicó la Copa Davis.
 

Lo confirmó con su brillante desempeño aquí, donde ganó en compañía de Enrique Morea el doble de caballeros en el Campeonato de la República y junto a la estadounidense Nancy Chaffee el doble mixto, performance que revalidó en los matches de la Copa Mitre, Augusto Zappa, ejemplo de corrección, entusiasmo y actividad, mantiene airosamente su posición entre los primeros. En cuanto a Heraldo Weiss, la circunstancie de que haya permanecido casi toda la temporada en el extranjero, viajando y jugando a la par de su esposa, Mary Terán, no permitiría la emisión de un juicio, pero basta conocer a Heraldo para formarse una idea justa sobre su rendimiento actual, que en nada desmerece y quizá sí agrega algo a su bien merecido prestigio. Otros nombres de 1949: Della Pernera y los hermanos Furlong, Carlos y Oscar, el crack del basket. Interesante "ebullición" se advirtió en la categoría de los menores, de donde se espera que surja un plantel capaz de dar vida nueva al tenis argentino.

 

Nuestro ambiente tenístico lamentó la ausencia de Mary Terán de Weiss, pues se la considera, con justicia, la mejor jugadora del momento. Pero lo cierto es que con su extensa gira, realizada en compañía de su esposo Heraldo Weiss, ella hizo mucho en favor del tenis argentino al cumplir actuaciones halagadoras.
 

El tenis femenino recibió las visitas de Nancy Chaffee y Bárbara Scofield, ambas ganadoras del doble femenino en el Campeonato de la República, y también finalistas del single, que ganó Bárbara, en tanto que Nancy se adjudicó el doble mixto en compañía de Russell. Desde luego, casi es obvio decirlo, que Felisa Piédrola, N° 1 del ranking, fue le jugadora local de más envergadura que encontraron las dos simpáticas norteamericanas.

 

Tommy Brown, norteamericano, que fue el último de su país en ser eliminado, debió ceder posiciones en la semifinal ante el jugador que luego habría de consagrarse campeón.
  
En la final de dobles caballeros, Russel y Augusto Zappa, se impusieron a Morea y Etchart por 8-6, 7-9, 6-4, y 8-6. Aparecen en el orden mencionado, de izquierda a derecha.
  
Alejo Russel y Enrique Morea, ganadores en doble de caballeros. El primero de los nombrados también se impuso en mixto en compañía de Margaret Osborne.
 


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